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Aletheia es una revista electrónica semestral sobre problemáticas de historia y memoria colectiva en torno al pasado reciente argentino y de las sociedades latinoamericanas, en sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales.

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Reseña de actividad: “El Golpe al libro y a las bibliotecas de la Universidad de Chile”

Aletheia, volumen 7, número 14, abril 2017 ISSN 1853-3701

 

Saenz Pardo/Reseña en PDF

Carola Beatriz Saenz Pardo*

Maestría en Historia y Memoria / FAHCE-UNLP

2016, La Plata

carolabsaenz@gmail.com

 

El jueves 15 de septiembre del año 2016 a las 18:30 hs se llevó a cabo, en la Sala de lectura silenciosa de la Biblioteca "Profesor Guillermo Obiols" de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP, una emotiva mesa redonda sobre los libros y las bibliotecas en Chile durante la dictadura de Pinochet. Se presentó un libro escrito no sólo por una mujer y un varón académicos sino, ante todo, por dos bibliotecarios que reconstruyeron la memoria histórica de la institución que los formó. María Angélica Rojas Lizama y José Ignacio Fernández Pérez presentaron el libro El golpe al libro y a las bibliotecas de la Universidad de Chile, publicado por la editorial UTEM en el año 2015. Esta charla fue la última de una serie de actividades enmarcadas dentro de las jornadas “Censura, libros y bibliotecas: contrapuntos y experiencias argentinas y chilenas”, las cuales conmemoran también el 40º aniversario del último golpe cívico militar en Argentina. El panel estuvo integrado, además de la autora y del autor, por Ana María Barletta, la Vicepresidenta Académica de la Universidad y Coordinadora de la Maestría en Historia y Memoria; Margarita Merbilháa, profesora del Departamento de Letras e investigadora Conicet; Javier Planas, Dr. y profesor del Departamento de Bibliotecología de la FaHCE e investigador del Conicet, y contó con la coordinación de Florencia Bossié, integrante del grupo editorial Libros que Muerden y de la Biblioteca Pública de la UNLP.

El panel coincidió en la necesidad de comprender los huecos y faltas en nuestras bibliotecas durante los sendos pasados recientes que nos marcaron a fuego a ambos lados de la cordillera; también en el interés por los estudios incipientes sobre los libros y las bibliotecas durante la dictadura, y en la importancia de pensar el trabajo de los bibliotecarios desde su rol histórico, social y político.

La trama del libro plantea la búsqueda de la memoria histórica a partir de archivos y entrevistas para dar cuenta de puntos angulares del ensayo, en especial, el conocimiento y reconocimiento de la trayectoria bibliotecaria. La fuerza heurística radica en los testigos, quienes hablan desde la distancia temporal por sí mismos y por delegación, por aquellos y aquellas que ya no están (desaparecidos o bien invisibilizados por la memoria oficial de la institución bibliotecaria). El relato se entreteje mediante la repetición del mismo núcleo de palabras: terror, sospecha, higiene, sanción, despido, destrucción, robo, ocultamiento, tortura.

Los testimonios se acompañan de, y se refuerzan con, otras fuentes de reconstrucción histórica de los hechos, tales como los recortes de los principales matutinos de la época elogiando los operativos de “limpieza”. Los testimonios habilitan elaborar un vocabulario sobre el pillaje, y los diarios consultados también exhiben su propio vocabulario especializado en eufemismos: limpieza de extremistas, brochas y pinturas para el blanqueamiento de los muros, “marxistas asustados abandonan libros en plena calle”; bálsamo purificador que limpia del cáncer extranjerizante, mientras se produce el blanqueamiento de la ciudad. Las entrevistas a bibliotecarios/as se constituyó en la estrategia principal de los autores para agrietar los consensos y los olvidos: la potencia que se despliega al empezar a contar lo que aparentemente nadie recordaba que hubiera pasado. Impactan la reconstrucción de los decretos y normas que evidencian el carácter sistemático, planeado y organizado, de la destrucción bajo la doctrina de seguridad nacional: decretos que legalizan la delación sistemática y la actuación de los fiscales al interior de las Universidades; la delación como política organizada desde el mismo gremio de los bibliotecarios, y el desmantelamiento de las bibliotecas patrimoniales, como es el caso de la emblemática biblioteca del Instituto Pedagógico.

Los intelectuales “orgánicos” del pinochetismo realizaron una efectiva depuración a través de operativos de “limpieza” y de “saneamiento”, de las que aún poco sabemos. Y que se remonta también a otras quemas de libros como la que organizó el entonces capitán Augusto Pinochet en al año 1947 contra los libros que leían los mineros salitreros de Pisagua.

La mayoría de la bibliografía que se destruía era literatura de izquierda, aunque se destruye también literatura como “cemento armado” y “la cuba eléctrica”-estudios sobre el hormigón armado y sobre el cubismo. Pero esta destrucción no es obra del exceso de soldados rasos ni puede explicarse desde el resabio iluminista del señalamiento de la ignorancia y el preconcepto de que las personas cultas se mantendrían al margen, sin cometer actos brutales, como si la cultura nos resguardara de ciertas atrocidades. En cambio, los autores muestran la eficacia del silenciamiento y de la reestructuración cabal de las instituciones en complicidad ellas mismas con esos actos brutales.

El corte genocida con el pasado implicó millones de libros quemados, cuestión que da cuenta de la magnitud del proyecto cultural allendista truncado; de la editorial estatal creada en 1971-Quimantú-cuyas ediciones alcanzaron la cifra de más de 10 millones de libros en 2 años, luego quemados en su mayoría. En 1986 seguían quemando libros: 15000 ediciones de un libro de García Márquez dedicado al cineasta chileno Miguel Littín –La aventura de Miguel Littín en Chile.

Los autores demuestran, a lo largo de su libro, la hipótesis de las tres características de las biblioclastías, de acuerdo con Umberto Eco: por ejemplo, la bibliocastía fundamentalista que rememora la instalación en la plaza de la Ópera en Berlín, con su biblioteca sumergida y de estantes vacíos en recuerdo de los 20000 libros quemados por los estudiantes universitarios nazis.

Pero también las hogueras bibliocásticas en Chile y en Argentina, tales como el millón y medio de libros del Centro Editor de América Latina quemados en un baldío de la localidad de Sarandí en el marco de un operativo autoproclamado con el nombre “claridad”.

María Angélica Rojas Lizama y José Ignacio Fernández Pérez trabajan como bibliotecarios documentalistas por la Universidad Tecnológica Metropolitana, y se especializan en la relación entre desarrollo local y patrimonio cultural. Un aporte fundamental del libro que escribieron radica en el rescate de las memorias obliteradas por el propio gesto cómplice del colegio de bibliotecarios y de la Universidad, con el pinochetismo. María Eugenia Bustamante, por ejemplo, era una master of art en bibliotecología. Como parte de estos relatos en disputa con la memoria del régimen, el rescate de la heroicidad de Bustamante fue una tarea paciente de archivo y de reconstrucción histórica a través de los testimonios de otros bibliotecarios y de su hija. Bustamante fue exonerada el mismo día del Golpe, pero no se fue sin dar pelea: sale en su auto, después de escuchar la noticia por la radio, a rescatar al personal y a esconder libros. En la Universidad de Chile también estudia Luisa Arce, cómplice del pinochetismo, que sí tiene una sala con su nombre -la sala de lectura del Archivo Central de la Universidad de Chile- pero no así María Eugenia; de modo que son los autores los que, por fin, recuperan su historia de exoneración y resistencia. Así también surge entonces la tarea de rescatar figuras olvidadas o bien relegadas, como la de Alberto Villalón Galdames, quien funda la carrera de bibliotecología en 1960 en la Universidad de Chile y organiza las más importantes bibliotecas universitarias, tales como la biblioteca de la Universidad Técnica del Estado y la de la Universidad de Concepción. Al calor de las luchas estudiantiles y la revolución pingüina, que reacciona contra la herencia de la dictadura en la educación, surge la pregunta por esa herencia en la carrera de Bibliotecología. Y los autores descubren la vacancia en la propia memoria institucional, que los lleva a reconstruirla a partir de los testimonios.

La requisa de libros era una política de los Estados dictatoriales. De este modo, la quema de libros es la aplicación sistemática de una lógica bélica: operación limpieza, avalada en Chile por los periódicos un día después del Golpe de Estado. Tarea higienizadora que incluyó limpieza de murales; una estética moralista a nivel de los sexos; la quema de libros, y el retiro total del Estado. Los autores contextualizan las visiones sobre el terrorismo: primera etapa de instauración del terror y luego, la etapa de institucionalización, con la creación de instituciones de censura.

Cartografía de la memoria para dar con la biblioteca del Instituto Pedagógico: un buen resumen de lo que implica la elaboración de este libro indispensable, que debe ser leído en términos de testimonio; memoria y revancha clasista, y el derecho humano a leer.

Agradezco a la autora María Angélica Rojas por las observaciones que realizó a la reseña, a través del diálogo virtual continuo que mantuvimos en el perfil social de difusión del libro: https://www.facebook.com/elgolpeallibroyalasbibliotecas/

 

* Carola Saenz Pardo es Profesora de filosofía, egresada de la FaHCE (UNLP); especialista en educación y nuevas tecnologías. Sus temas de interés se encuentran en el entrecruzamiento de temas de género, memoria y filosofía de la Historia. Actualmente, cursa la maestría en Historia y Memoria, en la cual investiga los documentales políticos del Nuevo Cine argentino de las décadas de 1960 y 1970 desde una clave de interpretación que relaciona género y colonialidad

 

 

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