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Nota de opinión: Visita al Museo Casa de la Memoria de la ciudad de Medellín

Aletheia, volumen 6, número 12, abril 2016 ISSN 1853 - 3701

Brugaletta/ Reseña en PDF

 

Federico Brugaletta*

FaHCE-IdIHCS/ UNLP-CONICET

 

El Museo Casa de la Memoria está ubicado en un barrio popular de Medellín a unas cuadras del eje central que atraviesa a la ciudad. El museo se inscribe así en una línea de edificaciones urbanas que la Alcandía de Medellín ha promovido en las últimas décadas con el propósito de establecer en distintas zonas de la ciudad espacios públicos cuyo eje son grandes y novedosos edificios que contienen bibliotecas, museos y parques temáticos. Sin embargo, estas apuestas estatales con una fuerte impronta de innovación arquitectónica y cultural no están exentas de conflicto. Se asientan sobre las tensiones y las disputas en torno al control del territorio que remiten a una historia aún presente en la ciudad signada por los desplazamientos internos muchas veces causados por las mismas dinámicas “innovadoras”.

Medellín1-okEl edificio en sí mismo es una especie de túnel al que se accede mediante una extensa plataforma cuesta arriba que conforma el Parque Bicentenario. A medida que se avanza por la rampa de acceso puede detenerse junto a unos artefactos mecánicos llamados “testimoniales”, que al girarlos permiten reproducir voces de víctimas del conflicto armado. Las paredes exteriores del edificio  plantean un contraste entre colores grises y blancos como una metáfora de cierto pasaje de la oscuridad hacia la luz a la que invitaría a recorrer la experiencia interior en el museo. Al atravesar la puerta se accede a la planta intermedia del edificio donde se encuentran las exposiciones permanentes del museo. Asimismo, la planta superior está destinada al Centro de Recursos para la Activación de la Memoria (CRAM), que cuenta con un repositorio bibliográfico y documental especializado y con un área de producción de materiales y proyectos pedagógicos. Por último, en la planta inferior se encuentran distintas salas que albergan exposiciones temporales y espacios para realización de talleres (1).

El trabajo sobre un conflicto político y social aún abierto hace de este museo un caso particular. A diferencia de otros museos de la memoria en donde los objetos de transmisión están anclados principalmente en fenómenos del pasado, en este caso, los esfuerzos están puestos en proponerles a los visitantes un abordaje desde el propio presente sobre un conflicto aún abierto. De allí la idea de “casa” que acompaña la nomenclatura del museo como un “espacio de acogida y hospitalidad, algo muy valioso para una población que con cruel frecuencia ha sido y sigue siendo golpeada por la tragedia del destierro” (2).

Una vez atravesada la puerta del museo se ingresa un pasillo central repleto de imágenes y frases de diversos protagonistas del conflicto. Una de las frases enuncia: “ni guerra que nos asesine, ni paz que nos oprima”, como una especie de alegato a dos bandas tanto en contra de las violencias, como así también de cierta idea de paz formal no sustentada en la solución de las causas profundas de los conflictos. Hacia el final del pasillo se ingresa a la sala principal donde se encuentra la exposición permanente del museo fuertemente asociada al relato audiovisual y artístico. En esta sala a media luz, se presentan distintos paneles o puestos temáticos en donde se ofrece gran cantidad de información a través dispositivos móviles, efectos sonoros y pantallas táctiles.

Medellín2-okEl visitante observa, por ejemplo, en la sección  “Ausencias” múltiples pantallas en permanente transición, que muestran fotografías de víctimas en contextos cotidianos junto a sus familias, virando el color de las imágenes para contrastar la silueta que ahora falta. O la sección “Susurros” donde se invita al visitante a acercar su oído sobre distintos parlantes de madera en los que se reproducen testimonios de sujetos que vivieron experiencias traumáticas como “abusos del ejército y las milicias”, “violación sexual” o “desplazamientos”.

La “mirada del arte”, como sostiene la cartelera de otra de las secciones de la sala, se configura como el lenguaje principal para las narraciones de este museo. “El arte se pronuncia donde las palabras se quedan cortas. Se mueve en el espacio de los sentimientos, reta las ideas y las palabras, desplaza la lógica y quiebra arquetipos". Así por ejemplo, en la sección “Las múltiples caras de la violencia” se presentan en cubos giratorios distintas obras de fotógrafos que, como reza la leyenda, “arriesgan su vida para que el país conozca de primera mano el dolor de las víctimas”.

La primacía del lenguaje artístico sobre el relato histórico más tradicional, asociado a la linealidad y explicación de los acontecimientos, se vuelve evidente en la sección “Cronologías”. En ésta se convoca a cada visitante a poner en juego su “propia representación del tiempo” ya sea en forma de línea, de espiral, de ciclos o incluso, sin forma. Una serie de pantallas táctiles, con banquetas y auriculares, se ofrecen para aquellos interesados en armar su propia cronología de acontecimientos y territorios del conflicto armado. Allí no se ofrece ningún orden ni interpretación predeterminada, sino una gran abundancia de información en formato audiovisual.

En el centro del recinto, se encuentran distribuidas en una especie de “islas iluminadas” distintas representaciones sobre temas como el exilio, las figuras de los defensores de derechos humanos, el mundo campesino, entre otras. Allí también los visitantes pueden conversar con algunos de los miembros del denominado “equipo de mediadores”, que no sólo ofician como guías para interactuar con los dispositivos tecnológicos, sino que son parte de la diversidad de voces que componen el entramado social del museo.

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El “equipo de mediadores” está integrado por estudiantes y docentes universitarios como así también miembros de organizaciones de víctimas del conflicto armado. La propuesta de los mediadores gira en torno a la idea de la conversación como forma de tramitar las tensiones propias de un conflicto abierto. La decisión de “contar la historia” desde la subjetividad de los mediadores permite poner en circulación múltiples memorias asociadas al conflicto. Por ejemplo, en la sala principal, un estudiante de la universidad que actúa de mediador decide narrar el museo desde la dimensión local del conflicto. Aprovecha el intercambio para dar cuenta de las tensiones urbanas que atraviesan a la ciudad de Medellín, señalando cómo ciertos “megaproyectos” asociados al transporte suponen, la mayoría de las veces, desplazamientos forzados de barrios no reconocidos por la Alcaldía.

Del mismo modo, en las salas de exposiciones temporarias que ocupan la planta baja del museo, uno se puede encontrar con un  hombre mayor que se presenta como una víctima y ex partícipe del conflicto armado. Como parte del equipo de mediadores, él está encargado de llevar adelante la muestra “Trazamos la paz”, donde acompaña a los visitantes por distintos puestos lúdicos en los que se combinan preguntas y respuestas a favor del actual proceso de paz que están llevando adelante el gobierno colombiano y las FARC. “Yo cuento la historia mía” dice al iniciar la conversación que enmarca en una temporalidad más larga recuperando los acontecimientos políticos desatados tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948.

Al terminar el recorrido, los visitantes se retiran por un lugar diferente por donde ingresaron. La propuesta de todo el museo apunta quizás a un mismo propósito, generar una interpelación moral y emocional al visitante a través del diseño, el arte y la comunicación. La primacía del lenguaje audiovisual, la polifonía de voces, la abundancia de datos y la interactividad permanente constituyen la propuesta central del Museo Casa de la Memoria de Medellín. La ausencia de un relato homogéneo y canónico sobre el conflicto armado quizás sea una de las características buscadas para persuadir a un público local a participar de un espacio de “conversación” sobre procesos aún vigentes. Sin embargo, como visitante “extranjero” que ingresaba a la historia y a la memoria de un país por primera vez, algo vinculado al relato histórico profesional aparecía como necesario. Un relato que permita explicar a otros qué está pasando allí, cuáles son las múltiples causas de los conflictos, quiénes sus víctimas y quiénes los victimarios. Un relato que -con la precaución de no subordinar a otros relatos- reponga algo vinculado a la lógica de la comprensión histórica y no solo a la exposición audiovisual de vidas atravesadas por las violencias.

 

(1) Para más información sobre el diseño arquitectónico del museo véase: http://www.plataformaarquitectura.cl/cl/02-55431/proyecto-parque-bicentenario-casa-memoria

(2)Véase “¿Por qué un museo para la memoria?” en http://www.museocasadelamemoria.org/El-Museo/Por-que-un-Museo

 

* Profesor en Ciencias de la Educación y estudiante de la Maestría en Historia y Memoria.

 

 

 

 

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