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Haya de la Torre y la Revolución Rusa

Aletheia, volumen 8, número 15, octubre 2017 ISSN 1853-3701

 

Sessa/ Dossier en PDF

Leandro Sessa*

IdIHCS/ FaHCE-UNLP

lesessa@yahoo.com.ar

2017, La Plata

 

Resumen

El trabajo se propone reconstruir la influencia de la Revolución Rusa en la imaginación política de Víctor Raúl Haya de la Torre, ideólogo y referente del APRA, una de las organizaciones antiimperialistas latinoamericanas más importantes del período de entreguerras. Si bien aprismo y comunismo confrontaron desde 1927, las miradas de Haya de la Torre sobre la Revolución Rusa permiten identificar sus esfuerzos para construir una alternativa basada en claves de autoctonía.

Palabras clave: Haya de la Torre - Revolución Rusa - aprismo

 

Introducción

En el verano de 1924 Víctor Raúl Haya de la Torre partió desde el puerto de Brooklyn, Nueva York, hacia el otro margen del océano Atlántico. El destino de aquel extenso viaje era la Rusia soviética. Llevaba algo más de un año recorriendo diversos países de América Latina, desde que se había visto forzado a escapar del Perú ante las persecuciones del gobierno de Augusto Leguía, tras su protagonismo como dirigente del movimiento estudiantil en diversas movilizaciones y actos políticos. Como muchos de sus contemporáneos, quería registrar en primera persona lo que sucedía en Rusia, donde se había producido la primera revolución proletaria del mundo. Dejaba atrás la experiencia de haber pasado un breve período de tiempo junto a José Vasconcelos en México, lo que le había permitido recoger algunas impresiones de los resultados de la primera revolución del siglo XX en América Latina.

En la biografía de Haya de la Torre confluían las efervescencias de un mundo en transformación. La Revolución Mexicana, el estallido de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la Reforma Universitaria conformaban un horizonte que anunciaba un tiempo nuevo y promisorio, fundado en extendidas expectativas revolucionarias, descentradas de Europa, que se hallaba en crisis. La encrucijada que se abría en los años veinte ofrecía a las jóvenes generaciones latinoamericanas nuevos bríos de autoestima sobre las fuerzas e ideas propias para transformar radicalmente la realidad del continente, y en particular para enfrentar la amenaza que representaba la presencia del imperialismo norteamericano. De ese entramado de sensibilidades y promesas de revolución emergió la iniciativa de Haya de la Torre de conformar un “frente único de trabajadores manuales e intelectuales” (la Alianza Popular Revolucionaria Americana- APRA-) para enfrentar al imperialismo y conducir al continente hacia el socialismo. La organización buscaba unificar las extendidas voluntades antiimperialistas, pero pronto estableció un perdurable enfrentamiento con el comunismo, y en particular con sus representantes en Perú y en América Latina. Desde 1927, aprismo y comunismo distanciaron sus caminos revolucionarios hasta ubicarse en veredas irreconciliables. En este trabajo nos proponemos reconstruir las miradas de Haya de la Torre sobre la Revolución Rusa para identificar sus esfuerzos de traducción, que buscaban construir y legitimar una alternativa basada en claves de autoctonía.

 

El dirigente reformista

La trayectoria y la formación política de Haya de la Torre estuvieron ligadas inicialmente con las derivas continentales del movimiento de la Reforma Universitaria que se inició en Córdoba en 1918. Como estudiante de la señorial Universidad Mayor de San Marcos de Lima vivió los comienzos de la agitación estudiantil en los claustros, tras el impacto que tuvieron entre los estudiantes peruanos las noticias que llegaban desde el sur, y la visita y la encendida oratoria de Alfredo Palacios en 1919. Sin embargo, el joven estudiante Haya de la Torre había participado activamente ese mismo año de las huelgas convocadas por la Federación Obrera de Lima en reclamo por la jornada laboral de ocho horas. La preocupación por la vinculación entre las luchas estudiantiles y obreras conformó un rasgo destacado del reformismo peruano y en ello influyeron las orientaciones que el propio Haya le imprimió a la Federación de Estudiantes del Perú, que dirigió desde 1920. La impronta de su ideario reformista quedó establecida en una serie de iniciativas desplegadas en esos primeros años de la década del veinte. Por un lado, Haya promovió la formación de Universidades Populares. Se trataba de un proyecto que procuraba crear un espacio de formación revolucionaria y difusión cultural, que resultaba al mismo tiempo una forma de articular la participación de líderes estudiantiles en huelgas de obreros y manifestaciones callejeras. La primera de las Universidades fue fundada en Lima y luego la experiencia se trasladó a Vitarte, un distrito de trabajadores textiles, en 1921. Más tarde serían bautizadas con el nombre del escritor anarquista González Prada. Por otro lado, Haya emprendió un viaje por Chile, Argentina y Uruguay en 1922 que le permitió afianzar los vínculos con los referentes del movimiento reformista en los países del Cono Sur. Ese viaje, que sería el inicio de las perdurables relaciones establecidas con dirigentes argentinos, como Gabriel Del Mazo, se coronó con la simbólica visita en Montevideo a la tumba del escritor José Enrique Rodó, autor de Ariel.

Haya de la Torre en 1923 era un fiel representante del espíritu de las nuevas generaciones nacidas en torno del movimiento reformista universitario. En su ideario se conjugaban de diversas maneras arielismo, juvenilismo, latinoamericanismo y las expectativas de unidad obrero-estudiantil. Lo que diferenciaba al reformismo peruano era el espíritu de confrontación que animaba a sus militantes, quienes se mostraban más dinámicos en la organización y movilización que sus pares de otros países, abocados principalmente a iniciativas de renovación cultural. Ese espíritu de confrontación surgía del enfrentamiento con un gobierno al que los estudiantes caracterizaban como una continuidad del viejo Partido Civil de la oligarquía peruana. En 1923 los dirigentes estudiantiles tuvieron un fuerte protagonismo en una movilización conjunta con obreros en oposición al gobierno de Augusto Leguía. El saldo de la represión contra las protestas fue un estudiante y un obrero asesinados y el comienzo de las persecuciones contra los dirigentes que habían participado de la movilización. Desde ese momento muchos militantes estudiantiles peruanos partieron al exilio. Entre ellos se encontraba Haya de la Torre quien, luego de breves escalas en Panamá y Cuba, se instaló junto a Vasconcelos en México. Pedro Planas, en un libro que reconstruye los diferente momentos de la ideología de Haya, sostiene que la experiencia mexicana y la lectura que realizó allí de la obra del argentino Manuel Ugarte contribuyeron a despertar su preocupación por el problema del imperialismo norteamericano (1).

Al partir de México para emprender el viaje que lo depositaría en Rusia pronunció el discurso que posteriormente sería muchas veces reproducido y tomado como mito de origen del APRA (2). Las palabras enunciadas en aquella ocasión, tal como ha sido advertido por Luis Alberto Sánchez, recogían las impresiones sobre el problema del imperialismo que habían difundido previamente Vasconcelos y Ugarte (Sánchez, 1978: 37). Sin embargo puede percibirse en el texto del discurso la influencia que ya tenía la Revolución Rusa en el horizonte de sus expectativas:

“Esta bandera que yo os entrego, camaradas estudiantes mexicanos, no presume originalidades recónditas […] La tenéis aquí: el rojo dirá de las aspiraciones palpitantes de justicia que en esta hora admirable del mundo inflama la conciencia de los pueblos, nos habla también del amor, convívito con la justicia. Sobre el ancho campo, la figura en oro de la nación indoamericana, señala las tierras vastas, que unidas y fuertes brindarán hogar sin desigualdades a todos los hijos de la raza humana […] Os la entrego, camaradas estudiantes de México porque sois vosotros los que, desde esta tierra heroica, que hoy mira atenta y devota nuestra América, tenéis derecho a llevarla. Porque sois hijos del pueblo que más gallardamente defendió la libertad de la raza” (Haya de la Torre, 1933: 6).

 

El fundador del APRA

El viaje emprendido por Haya de la Torre en 1924 comenzó en Rusia, pero luego incluyó otros destinos como Suiza, Inglaterra y Alemania. Los dos últimos países serían lugares de estancias más prolongadas, en donde el destierro forzado fue aprovechado para desarrollar actividades de estudio y una prolífica escritura periodística utilizada con espíritu militante y como forma de supervivencia. El viaje fue también el marco de una “transformación”. Así como ocurriría con otros intelectuales o políticos latinoamericanos, la experiencia parece haber estado ligada con una “metamorfosis”, que en el caso de Haya produjo un distanciamientos del arielismo y de ciertas concepciones anarquistas, y un acercamiento al marxismo. La vocación política de Haya se tradujo en el impulso desde el exilio de lo que sería su iniciativa más perdurable: la Alianza Popular Revolucionaria Americana. La organización fue gestada a través de diversos encuentros e intercambios epistolares entre militantes peruanos que se encontraban exiliados en Argentina, México y en distintos países de Europa. Su aparición pública se dio a través de un artículo escrito por Haya en 1926 titulado “¿Qué es el APRA?” (3). Allí Haya recogía las marcas del ideario antiimperialista que circulaban en los ambientes del reformismo universitario latinoamericano, pero incorporaba también otros aspectos que vale la pena reseñar. Si inicialmente el antiimperialismo se había desplegado dentro de un conjunto de reflexiones que tenían en común una mirada introspectiva a partir de la atención sobre elementos culturales o étnico-raciales, la intervención de “¿Qué es el APRA?” conformaba un eslabón de un antiimperialismo emparentado con inflexiones del pensamiento propias de la década del veinte, entre las que puede reconocerse la influencia, por ejemplo, de José Ingenieros. Esta versión, atenta a los fundamentos económicos de la expansión norteamericana, tenía evidentes conexiones con la obra de Lenin, y con el marxismo en general, pero también con Dollar Diplomacy, de Scott Nearing y Joseph Freeman. El artículo de 1926 presentaba al APRA como un “frente de trabajadores manuales e intelectuales” que buscaba reunir al conjunto de las clases oprimidas por el imperialismo, y resumía el programa en cinco puntos (4). Si bien es cierto que establecía ya diferencias con los diagnósticos del comunismo, es indudable que recogía una sensibilidad antiimperialista contemporánea que intentaba articularse con una crítica al capitalismo, en tanto el texto proclamaba que la única alternativa (frente a la presencia del imperialismo), era “la organización de nuestra economía sobre las bases socialistas de la producción”. ¿Cuál había sido la influencia de la Revolución Rusa en el imaginario político-ideológico que derivó en la propuesta de Haya?

 

Impresiones de la Inglaterra imperialista y la Rusia Soviética

Las crónicas del viaje que Haya realizó por Rusia en 1924 fueron publicadas en un libro recién en 1932. Algunas de sus observaciones habían aparecido en Renovación, una publicación del grupo vinculado con Ingenieros, y en otras revistas del continente, pero el conjunto de sus “impresiones” fueron editadas posteriormente a partir de la gestión de la editorial Claridad de Buenos Aires. En el medio, tal como el propio Haya advertía a los lectores, algunos de los apuntes, cartas y folletos de su estadía en Rusia habían sido secuestrados por la policía de Suiza, mientras se encontraba realizando un tratamiento de salud.

El libro que contiene las crónicas del viaje incorpora también artículos escritos como reseña de su estadía en Inglaterra y un apartado final que recoge diagnósticos y perspectivas sobre América Latina y el Perú. El contexto de la publicación y la estructura final del libro no constituyen detalles menores. Tras el derrocamiento de Leguía en 1930 los estudiantes exiliados retornaron al Perú y organizaron la sección peruana del APRA. En poco tiempo los apristas instalaron la candidatura presidencial de Haya para competir con Sánchez Cerro, quien había protagonizado el levantamiento militar que puso fin al “oncenio” de Leguía. La victoria electoral de Sánchez Cerro, cuestionada por los apristas, propició un clima de enfrentamientos que condensó en torno de la llamada “Revolución de Trujillo”, en julio de 1932, en la que estuvieron involucrados numerosos simpatizantes del APRA. La sangrienta respuesta del gobierno de Sánchez Cerro se produjo en el marco de nuevas persecuciones y encarcelamientos de militantes apristas. Haya de la Torre ya se encontraba detenido en la Penitenciaría Nacional de Lima. Las gestiones para la edición del libro fueron realizadas por los militantes que habían podido escapar de las persecuciones y partir nuevamente al destierro, y que reorganizaron el Comité Aprista Peruano en Buenos Aires. La decisión de publicar un capítulo sobre Inglaterra, uno sobre Rusia, y uno final con artículos sobre Perú, buscaba “desmarcar” a Haya y al APRA de las acusaciones sobre las que se buscaban justificar las detenciones. Mientras algunos sostenían que los posicionamientos contra el imperialismo norteamericano eran consecuencia de los vínculos de Haya con Inglaterra, el gobierno acusaba al aprismo de ser una versión encubierta de las acciones del comunismo en Perú. Las persecuciones sobre los militantes apristas se sostenían en la ilegalidad de los partidos internacionalistas. El libro recogía esas dos referencias a través de apartados específicos con las impresiones de Haya sobre Inglaterra y Rusia. El cierre reafirmaba las diferencias entre esos dos escenarios y América Latina, para respaldar la especificidad del aprismo en función de las particularidades latinoamericanas y peruanas. Así se establecía un posicionamiento que negaba las posibles asociaciones del aprismo con actores o escenarios internacionales, y se afincaba la denuncia de las persecuciones en el carácter autoritario del gobierno peruano y en su negativa para garantizar libertades democráticas para el desenvolvimiento de partidos como el APRA. Pero, ¿qué decía Haya en ese libro sobre la Rusia soviética?

 

“La alegría de un pueblo, sólo eso, bien vale una revolución”

La crónica del viaje comenzaba con una detallada reconstrucción de la travesía. A diferencia de otros textos de Haya que tienen un registro más ligado al análisis de variables económicas o sociológicas, la descripción de Rusia estaba construida a partir de anécdotas e impresiones derivadas de una mirada de cronista, en donde se ponía atención a distintas situaciones y personajes. Así, sobre el trayecto previo a la llegada a Moscú relataba:

“Hasta el atardecer, vamos pasando por entre estos campos brillantes y estas poblaciones alegres. No hemos visto un solo ebrio. Al anochecer y cuando el tren se detiene en alguna estación campesina, se oyen todavía canciones que surgen de aquellas gentes dichosas […] Después de aquella tristeza de la gente del Báltico estamos ante un pueblo alegre. ´Y, la alegría de un pueblo, solo eso, bien vale una revolución´, ha comentado un inglés optimista que fuma su pipa junto a una ventana del vagón” (Haya de la Torre, 1932: 99).

El optimismo acerca de la Rusia soviética era también un rasgo preponderante en la mirada de Haya. En las descripciones que surgían de sus observaciones aparecía recurrentemente la percepción de un ambiente de alegría, que estaba asociado, como se observa en la cita anterior, al descubrimiento de un fuerte compromiso de la mayoría de la población con la revolución, que se traducía en una moral incompatible con hábitos como el de la bebida u otras prácticas que consideraba evasivas y propias del capitalismo. Estos rasgos eran especialmente notables, para Haya, en la juventud, en cuyas prácticas encontraba un escalón avanzado de la civilización. Así lo retrataba en la descripción de un partido de fútbol, en donde el comportamiento y la manera de entender el juego conformaban evidencias de un contraste con la cultura norteamericana:

“Para quien guarde recuerdo de la brutalidad futbolística de los Estados Unidos o de cualquiera de los pueblos de nuestra América deportivamente “ayanquizados”, por desgracia, es toda una revelación el juego de la juventud rusa, purificado de la animalidad norteamericana, y lleno de armonía, de gracia y de serenidad” (Haya de la Torre, 1932: 105).

La moral que definía a la juventud revolucionaria era un aspecto que Haya percibía especialmente en la ruptura con viejos hábitos como el de la bebida, considerados propios de una época anterior. Así se desprendía de una de las anécdotas relatadas en el libro:

“No he de olvidar jamás un detalle revelador: íbamos una noche por las calles de Moscú acompañados por varios estudiantes–obreros, y tropezamos con dos o tres viejos trabajadores que salían de una tienda de vodka. Ninguno de aquellos hombres guardaba bien el equilibrio y tres de mis compañeros dejaron el grupo para ayudarles a atravesar la calle. Al reunirse de nuevo con nosotros, aquellos muchachos expresaban lástima e indignación: ´Son las víctimas de esa época maldita´, decían. Luego, con su alegría característica, entonaron una canción cuyas palabras son el elogio de ´la juventud que no bebe porque es consciente´” (Haya de la Torre, 1932: 107).

Los temas que abordaban estas referencias luego se trasladarían a las lógicas de funcionamiento del APRA y estaban ligados indudablemente a las prácticas de los partidos comunistas: la militancia en el Partido era concebida como un escenario en escala de la disciplina revolucionaria asociada no sólo a una estrategia política, sino a una nueva moral que debía construirse por fuera de las prácticas de la sociedad que se buscaba transformar, pero que a la vez reproducía algunos de sus valores. La bebida, las salidas nocturnas, el “galanteo” serían hábitos siempre condenados entre la militancia aprista, así como las conductas entendidas como desplazamientos de una concepción rígida de la moral, como las infidelidades o los matices en los roles asumidos en relación con la construcción de un ideal de masculinidad. La moral revolucionaria estaría asociada entre los apristas a dedicar todas las energías a la preparación física e intelectual que demandaban las tareas políticas (5).

Estas concepciones a su vez estaban ligadas a una apuesta por la disciplina como rasgo fundamental de las lógicas de construcción del Partido, que Haya también recogía de sus impresiones de la Rusia soviética y que más tarde trasladaría al APRA:

“Bien sabido es que el partido comunista ruso ha sido y es una minoría. La concepción del partido no tuvo nunca en cuenta la cantidad de adeptos. Exige una condición de calidad estricta y total. El comunista entrega su personalidad sin restricciones al partido. Tiene más que derechos, deberes. El concepto de la disciplina en el partido comunista ruso no tiene un sentido formal. Es la disciplina consciente de la cooperación integral a un propósito común. Cada hombre ocupa su puesto con idéntica resolución, porque sabe que si hay jerarquías, estas son las del mayor trabajo y las del mayor sacrificio. Un jefe, un líder, es en Rusia el que más contingente de esfuerzos aporta al empeño de la colectividad” (Haya de la Torre, 1932: 114).

Haya inscribía estas observaciones en la reconstrucción de la presencia e importancia que tenía en Rusia la figura de Lenin. Observaba la devoción, que persistía en homenajes y cultos, como una consecuencia del liderazgo que había ejercido, construido en el trabajo constante que finalmente lo había llevado a la muerte. Ese aspecto convocante y mítico de la figura del líder sería también un elemento que Haya transformaría en un rasgo de su propio lugar como referente del APRA. De las impresiones recogidas en Rusia extraía también un catálogo de los distintos tipos de liderazgos. Sus observaciones se detenían particularmente en las capacidades oratorias y en las relaciones establecidas con el auditorio por parte de los principales referentes comunistas que participaban de las sesiones del quinto congreso mundial del Partido Comunista que se realizaba en el Kremlin. En ese contexto, Haya desplegaba una mirada atenta a las performances de los principales líderes de la revolución:

“Zinovievv es un orador enérgico, preciso y cortante. No tiene la voz formidable ni la acometividad de Trotzky. Zinovievv es más bien un orador de debate, de congreso, de polémica. Trotzky es el orador de multitud, el agitador, el caudillo. Al aire libre, la voz de Zinovievv se pierde: la de Trotzky domina. Cuando Zinovievv está en la tribuna su mímica es como su dicción, rápida y neta. Trotzky se exalta, acciona con sabiduría y todo su cuerpo se agita acometido y vigoroso” (Haya de la Torre, 1932: 102).

Es cierto, tal como ha advertido León Biebber, que las observaciones de Haya tenían escasas referencias a otras dimensiones centrales de la experiencia soviética, como su orientación proletaria e internacionalista, que no había menciones al sistema político y que primaba una perspectiva que podría llamarse “humanista” (6). Sin embargo, la moral revolucionaria, la disciplina partidaria y el análisis de los liderazgos conformaban aspectos muy presentes en las crónicas del viaje. Esos aprendizajes eran indisociables de un balance evidentemente positivo de las transformaciones que llevaba adelante la Revolución, y de una apuesta por las ventajas del socialismo.

La alegría asociada al compromiso con la Revolución conformaba para Haya un argumento para contrastar las imágenes propagadas en el marco de las campañas de desprestigio que apuntaba a la construcción de una “leyenda negra” cargada de imágenes de violencia. Así, Haya construía un balance sobre su experiencia en Rusia, que parecía sintetizado en aquel comentario de uno de los pasajeros que lo había acompañado en su llegada: “la alegría de un pueblo, sólo eso, bien vale una revolución”:

“En Rusia se trabaja, se lucha y todavía se sufre; pero se construye, se crea, se progresa. Hay un entusiasmo nacional profundo y vasto. Especialmente la juventud que ni bebe ni baila, y es alegre, tiene un espíritu fuerte, una energía maravillosa y una fe viva en el porvenir. Por eso, aunque la prensa mienta, yo estoy con Ingenieros: Es una revolución más grande que la gran revolución francesa” (Haya de la Torre, 1932: 109 y 113).

El capítulo se cierra con la reproducción de dos cartas de Lunatcharsky, que ostentaba el cargo de “Comisario del pueblo para la educación”. La primera respondía a una carta anterior de Haya en la que planteaba inquietudes acerca de la literatura luego de la Revolución. La otra era un saludo del dirigente ruso a las Universidades Populares González Prada del Perú, en la que se convocaba a los jóvenes a sumarse a la orientación internacionalista de la revolución soviética: “De todo corazón, deseamos nosotros que la juventud obrera y campesina del Perú, que ha empezado tan seriamente su educación en las excelentes Universidades Populares, se una –lo más pronto posible- a nuestra gran familia de obreros y campesinos que ha despertado ya y está lista a conducir a la humanidad hacia la dicha” (Haya de la Torre,1932: 121). Las cartas eran vestigios de los vínculos que Haya había sabido cultivar en su paso por Rusia, algunos de ellos logrados gracias a las gestiones de Romain Rolland, y su publicación eran una seña de autoridad y del lugar que Haya buscaba construir y ocupar. Pero el contenido ofrecía pruebas de que en 1924 la Revolución Rusa encandilaba a Haya de la Torre, y que el modelo de educación de las juventudes revolucionarias que buscaba trasladar a América Latina y al Perú, buscaba inspiración en la experiencia soviética.

 

Los senderos se bifurcan: el APRA y las claves de autoctonía

En una carta a Gabriel del Mazo, escrita posteriormente desde Londres, en Junio de 1925, Haya transmitía algunas de las lecciones extraídas de su viaje:

“La experiencia formidable de Rusia nos ofrece estas lecciones, que son, en mi concepto, las mejores que de ella pueden sacarse: establecer lo que hay de eterno y de universal, distinguiendo o separando lo que hay de particular, local y objetivo. Con una idea de copia servil, de imitación incondicional, mirando al detalle, tropezándose con lo artificial, no haremos nada […] Yo reconozco, y cada día estoy más convencido, que América, nuestra América, ofrece al mundo una nueva realidad, una realidad extraordinaria, excepcional” (Haya de la Torre, 1982: 78).

El comentario anticipaba las claves de autoctonía que buscaría imprimirle al APRA. Mencionamos previamente que desde su presentación en 1926 el APRA era concebido como un frente de clases oprimidas para enfrentar el imperialismo. Esa estrategia surgía de un diagnóstico acerca de las formas que asumían las relaciones capitalistas en América Latina y de la incipiente formación de las distintas clases sociales, ninguna de las cuales contaba con las fuerzas suficientes para asumir la dirección de las luchas contra la presencia norteamericana y las oligarquías aliadas. Más tarde Haya encontraría una fórmula para resumir sus interpretaciones en la conocida inversión de la definición de Lenin acerca del imperialismo: en lugar la fase final del capitalismo, el imperialismo era en América Latina la primera de sus formas.

La persistencia de relaciones de tipo “semi feudal” y la presencia de una mayoría de población indígena en el continente eran invocadas como claves que se desprendían del análisis de la realidad “indoamericana”, que no podía asimilarse a la de otras regiones del mundo. Estas características impedían instalar el socialismo sin atravesar una etapa previa y transicional comandada desde la conformación de un “Estado Antiimperialista”. En ese balance Haya utilizaba el marxismo como un método científico para develar las lógicas del funcionamiento y la evolución de las sociedades, de lo que derivaba una particular concepción acerca de la superposición de tiempos históricos en América Latina, que hacía imposible reproducir los caminos que habían transitado otras sociedades. Sobre esta perspectiva se extendía en el apartado final del libro en el que difundía sus impresiones sobre Rusia:

“Pongamos esto en palabras simples. Inglaterra, Francia, Alemania, etc., han pasado gradualmente del salvajismo al barbarismo a la civilización y dentro de ésta, del feudalismo al capitalismo industrial pasando por el mercantilismo. En nuestros países esas etapas coexisten No se ha producido evolución integral. Todos los estadios y todas las épocas de la evolución humana están en cada uno de ellos contenido. De Buenos Aires al Chaco como de Lima a la hoya amazónica, hacemos un viaje regresivo en la historia humana, como si a la máquina del tiempo de la célebre novela de Wells la hiciéramos recular. ¿Qué tipo de estado europeo piden nuestros tropicales europeizantes para esta realidad social? Los de la independencia nos impusieron a Francia, democrática y burguesa, destructora del feudalismo, siendo nosotros predominantemente feudales, sin burguesías y sin posible democracia entonces. Los de ahora gritan: Rusia ¡Señores, un solo momento de reflexión marxista y aceptarán que los realistas les digamos: América!” (Haya de la Torre, 1932: 134-135)

No resultaba tan fácil explicar, en función de esta concepción evolucionista del desarrollo histórico, por qué en Rusia sí se había producido una revolución proletaria. Sobre ese “problema”, Haya invocaba algunas de las particularidades de cada sociedad y de cada región que podían analizarse a partir del estudio y los métodos de una ciencia que resumía como “Antroposociogeografía” (7):

“Los apristas hemos sostenido y sostenemos que la realidad de Rusia no es la realidad del Perú. La posición, extensión y aislamiento geográfico de Rusia, su estupenda riqueza en productos naturales, su grado anterior de evolución industrial y manufacturera y las características psicológicas de su pueblo, han permitido el gigantesco y trascendental experimento que hoy realiza, cuyo resultado es aventurado prever; pero cuya importancia es absurdo desconocer” (Haya de la Torre,1932: 126).

Si bien, como advertimos previamente, estas observaciones eran parte del libro publicado en 1932, en donde se desplegaban enfáticamente argumentos para señalar las diferencias entre el aprismo y el comunismo, las tensiones habían aflorado en 1927 en torno de la participación de Haya en el Congreso Antiimperialista celebrado en Bruselas. Allí había planteado sus desacuerdos con las caracterizaciones del imperialismo y su papel en América Latina. Luego esas diferencias se profundizaron y alcanzaron mayor virulencia a partir de las críticas al aprismo difundidas por Julio Antonio Mella, que planteaban aspectos que luego serían muchas veces retomados en las disputas entre comunistas y apristas, cuyo eje estaba centrado en el problema de la lucha de clases y el papel del proletariado en torno de las posiciones antiimperialistas (8). Las respuestas de Haya,al desplegar su análisis de las condiciones de América Latina que explicaban la propuesta del APRA, profundizaban los argumentos que marcaban diferencias con respecto a las directivas de la IC.

En el libro El Antiimperialismo y el APRA, escrito como respuesta a las acusaciones de Mella, Haya explicaba que era necesario atravesar un período propiamente capitalista sin el cual no era posible avanzar al socialismo. Este modelo, según lo reconocía, tenía como antecedente la implementación de la NEP en la Rusia soviética (9), pero buscaba elaborar claves de autoctonía para su iniciativa. Proponía para esto la creación de un “Estado aprista” o “anti imperialista” formado por una alianza de clases oprimidas, cuyos objetivos quedaban planteados en el programa “máximo” del APRA que postulaba la nacionalización de algunas industrias controladas por capitales extranjeros, la reforma agraria y la creación de un sector de empresas estatales y cooperativas. Si bien el “Estado Antiimperialista” era presentado como un camino para el desarrollo del capitalismo en sociedades “atrasadas”, como las de América Latina, Haya se esforzaba por remarcar su carácter transicional y sus diferencias con el “Estado democrático `libre´” (10).

 

¿Un Partido leninista?

Algunos de los argumentos desplegados en El Antiimperialismo y el APRA han sido reivindicados como una original propuesta de transición al socialismo. Víctor Hurtado sostiene que la propuesta del “joven Haya” consistía en una alianza estratégica entre tres clases, en la que los sectores medios tendrían una participación circunstancial en un frente con hegemonía obrero - campesina. El proyecto “democrático – popular” como tránsito hacia el socialismo, es, para Hurtado, la adaptación que Haya realiza de las tesis de Lenin de 1905, en donde planteaba la necesidad de una “revolución democrática” para solucionar el problema del atraso:

“El Antiimperialismo y el APRA –el hayismo-leninismo- es la teoría general del tránsito del subdesarrollo y la dependencia al socialismo en América Latina. Por primera vez el joven Haya aplicó, a nuestro continente, la teoría leninista de la revolución por etapas hacia el socialismo” (Hurtado, 1987: 95) (11).

En este sentido, para Hurtado, el aprismo, o “hayismo”, habría sido el pensamiento precursor de los movimientos de liberación nacional, efectuados en nombre del marxismo - leninismo. Tal interpretación sostiene que incluso el Partido en el que pensaba Haya era de estirpe leninista. Esta definición estaría sustentada en sus objetivos (el socialismo), en su carácter de clase (obrero-campesino, en alianza temporal con las clases medias), y en el tipo de organización, inspirada en la disciplina comunista del partido de vanguardia (12).

Martín Bergel ha incorporado una dimensión hasta ahora escasamente explorada en la conformación del ideario aprista y que refiere a la influencia de las luchas anticoloniales que se desarrollaban en oriente, en particular en Marruecos y en China. La atención de Haya sobre los acontecimientos en China, especialmente, se constata en numerosas referencias presentes en sus libros, que, para Bergel (2015), son pruebas de la influencia en la conformación de un ideario nacional-popular y en la concepción del APRA como “el Kuomintang latinoamericano”. Haya reconocía la inspiración que había recogido en Rusia y en China, pero fundaba sus propuestas en la capacidad de traducirlas en una iniciativa adaptada a la realidad específica del continente:

“En varias oportunidades he aludido a la semejanza del movimiento antiimperialista chino, con el movimiento antiimperialista nuestro […] Lo admirable de la concepción política de Sun Yan Sen estuvo en su realismo genial; tan genial como el realismo de Lenin lo fue para Rusia. Uno y otro crearon para sus respectivos países las fuerzas políticas que eran necesarias a sus medios propios” (Haya de la Torre, 1936:68).

Estos rastros demuestran claramente que el APRA recogía un legado, que intentaba ser traducido en una clave latinoamericana y específicamente peruana. El tipo de partido y de militancia en el que buscaban reconocerse los apristas conforman rasgos reivindicados, incluso luego de las tensiones declaradas con el comunismo y de los intentos de diferenciación y profundización de los elementos nacionalistas:

“Algunos, fuera de nuestras filas, han criticado la férrea disciplina a que estamos sometidos. No ha faltado quien nos llame secta. Nuestra respuesta la dará una falange de hombres jóvenes sólidamente preparados en todas las actividades técnicas y decididamente sometidos al principio de nuestro Partido, que impone a sus militantes ofrendar todos sus esfuerzos al servicio del país” (Haya de la Torre, 1932: 156).

En la definición del Partido, en la moral y en la disciplina de la militancia, rasgos asumidos por el APRA, parecían destellar, todavía, las impresiones recogidas en aquel viaje por la Rusia soviética en 1924.

 

Notas

(1)   Respecto de la influencia de Ugarte en Haya, Planas señala: “El destino de un continente, la conocida obra del cuentista argentino, y activo propagandista anti-yanqui, Manuel Ugarte, será, entre tanta lectura, la que más le influirá. Era, según confesó en un artículo publicado en la revista argentina Córdoba, en Febrero de 1924, el primer libro de Ugarte que leía. `Debo declarar también –añadió ahí Haya- que la conciencia del peligro imperialista norteamericano es en mi nueva´. Tenía 28 años cuando Haya recién descubre, en las páginas del libro de Ugarte, al peligro imperialista norteamericano, que se convertiría después en el principal sustento político del aprismo” (Planas, 1986: 21). Sin embargo, la relación de Haya con Ugarte, José Ingenieros y Alfredo Palacios se remontaba a los inicios de la Reforma Universitaria y se fundaba en la admiración que en todo el continente se tenía por quienes eran considerados los referentes de la nueva generación americana. Haya había tenido oportunidad de conocerlos en 1922, en el marco del viaje al que hicimos referencia en el que visitó Buenos Aires y La Plata.

(2)   La fecha del 7 de Mayo de 1924 es tomada como el día de la fundación del APRA en el relato de los apristas. Pedro Planas considera que la fecha de fundación es uno de los mitos construidos por los apristas: “Ese día no hubo la tal fundación del APRA, cuyas siglas, además, no son mencionadas para nada en esa ceremonia […] Pero no sólo no se hace mención al (o a la) APRA, sino que en el discurso de Haya, de aquel día, no se perciben los elementos ideológicos que caracterizarían, después, al aprismo como doctrina. Delata más bien, desde el inicio, una plena adhesión al ideal vasconceliano de la unidad de los pueblos de nuestra raza”. (Planas, 1986: 24).

(3)   El artículo apareció originalmente en inglés con el título “What is the A.P.R.A?”: The Labour Monthly. A Magazine of International Labour, Londres, Vol. 8, Nº 12, 756, diciembre de 1926.

(4)   Los cinco puntos difundidos eran: 1-Acción contra el Imperialismo Yanqui; 2- Por la Unidad política de América Latina; 3- Por la nacionalización de tierras e industrias; 4- Por la internacionalización del Canal de Panamá; 5- Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo

(5)   Ese registro tenían las directivas hacia los exiliados que Haya transmitía en 1935 desde la clandestinidad a través de una carta a Luis Alberto Sánchez: “A los c.c. dedicados al galanteo ojalá que conciban un hijo con cuatro patas […] Es la gracia que a todos les deseo y que se vayan al infierno con su pereza y su sífilis. Aquí trabajamos. Aquí sufrimos […] Sólo me preocupa la acción, la batalla, y revitalizar al Partido luchando contra los cobardes y los sensuales. Tarea de hace diez años. Animar, transformar, inocular a estos hombres-falos […] En mis escondites no hay posibilidad ni de escribir a máquina fuera de ciertas horas del día. La noche debe ser muda. Despiertos y en guardia”. Carta de Haya de la Torre a Sánchez, 28 de Febrero de 1935 (Sánchez, 1982: 49). El mismo registro puede encontrarse en otras misivas: “Una recomendación general a todos los compañeros desterrados: no jaraneen, no se sensualicen, no pierdan el tiempo. Organicen el trabajo, y los que quedan estudien, aprendan, robustézcanse, engrandezcan más y más su personalidad que nunca son lo suficientemente grandes para la tarea que tenemos”. Carta de Haya de la Torre a Luis A. Sánchez, Enero de 1935 (Sánchez, 1982:39).

(6)   León Biebbersostiene que “su curiosidad por conocer el estado de ánimo del pueblo o como él lo expresó, la ´realidad humana´ en el país soviético […] reflejaba plenamente su difuso ideario humanista elaborado al calor de las luchas obrero-estudiantiles peruanas”.En torno al origen histórico e ideológico del ideario Nacional-populista Latinoamericano. Gestación, elaboración y vigencia de la concepción aprista de Haya de la Torre, ColloquiumVerlag, Berlín, 1982, pp. 35-36, (citado en Funes 2006: 230-231).

(7)   “Lo que ha faltado a nuestros intérpretes de la realidad indoamericana de la pasada generación, es una base científico-económica sobre la cual erigir sus investigaciones. La historia como episodio, como romance es bella y gallarda, pero no es estructura fundamentalmente aplicable a nuevas concepciones realistas y sólidas en Sociología o en Política. La inmensa importancia que se da ahora a los estudios antropológicos tiende a orientar mejor el estudio de los conglomerados sociales. Una ciencia casi desconocida en nuestra América, pero imperativa de conocerse en ellos, es la que pareciendo difícil por su nombre, es fascinante y admirable en sus métodos de investigación: la Antroposociogeografía”. (Haya de la Torre, V. R., 1932: 132).

(8)   Julio Antonio Mella, dirigente cubano, difundió a principios de 1928 un folleto en el que se subestimaba al APRA con un título irónico que invertía la sigla y que refería al título del artículo fundacional. “Qué es el ARPA?”, tal el nombre del escrito de Mella, constituyó el primer ataque a la iniciativa de Haya. En ese contexto, en un artículo escrito en la revista norteamericana The Communist, en donde se definían los términos de la “revolución agraria y antiimperialista” que debía realizarse en América Latina, dirigida por trabajadores y campesinos, se advertía también acerca de la “vaguedad” de los socialismos, que eran expresiones radicales de la pequeña burguesía. Entre ellos se mencionaba, como uno de los más peligrosos, al movimiento que encabezaba Haya de la Torre, y se criticaba su participación en los congresos organizados por la IC: “We have in Latin America, for example, such dangerous careerist as Haya de la Torre of Perú, who came to Moscow, who attended the Fifth Congress of the Comintern as a fraternal delegate, who came to the Third Congress of the Profintern as a regular delegate, and who has attempted to cover with the mantle of communism an essentially non-communist movement, and in this case, a dangerous careerist personalist movement”. (Wolfe, 1928: 644).

(9)   “Rusia, libre ya del imperialismo, ha mantenido el sistema de la NEP por largos años. Día llegará en que el socialismo impere en Rusia. Mientras tanto ha de ser necesario un largo proceso de Capitalismo de Estado que suprima, progresivamente, la NEP y cumpla la misión histórica de industrializar el país, tarea que la pesada burguesía rusa no alcanzó sino a iniciar”. (Haya de la Torre, 1936: 75).

(10) “El Estado Antiimperialista que debe dirigir la economía nacional, tendrá que negar derechos individuales o colectivos de orden económico cuyo uso implique un peligro imperialista […] La diferencia entre el Estado antiimperialista y el capitalismo de estado europeo radicará fundamentalmente en que mientras éste es una medida de emergencia en la vida de la clase capitalista, medida de seguridad y afirmación del sistema, el Estado antiimperialista desarrollará el capitalismo de estado como sistema de transición hacia una nueva organización social […] Si el Estado Antiimperialista no se apartara del sistema clásico del capitalismo, y alentara la formación de una clase burguesa nacional, estimulando la explotación individualista e insaciable –amparada en los enunciados clásicos del demo liberalismo -, caería pronto en el engranaje imperialista del que ningún organismo nacional burgués puede escapar. Por eso ha de ser indispensable en el nuevo tipo de Estado la vasta y científica organización de un sistema cooperativo nacionalizado y la adopción de una estructura política de democracia funcional basada en las categorías del trabajo”. (Haya de la Torre, 1936: 141).

(11) En este análisis coincide Aricó, quien reconoce en el pensamiento de Haya de la Torre, y también en el de Mariátegui, los antecedentes de la idea de que el sujeto histórico de la transformación revolucionaria en América Latina debía ser un bloque de fuerzas populares. Allí quedaría esbozada “una primera teoría marxista de la dependencia”. Sin embargo, para Aricó, la perspectiva de Haya subordinaba a ese sujeto, entendido como grupos económicos-corporativos, a la articulación desde el Estado. “Aparece así claramente evidenciada la poderosa influencia que ejerció sobre Haya la teoría leninista del partido político revolucionario, que es leída por éste desde la perspectiva mesiánica que acompañó siempre su visión de los procesos sociales” (Aricó, 1994: 953).

(12)  “El partido imaginado por el joven Haya se diferencia poco de los partidos `ortodoxos´, miembros de la Internacional Comunista. Claro está, las diferencias existen, y son dos: la ubicación de los aliados y el `rodeo´ pre socialista” (Hurtado, 1987: 53). Esta comparación ha sido también establecida por Martín Bergel, en su estudio sobre los discursos y prácticas de los fundadores del aprismo: “… a pesar de la distancia y posterior virulenta polémica del APRA con el comunismo internacional, su estilo revolucionario se asemeja al de Lenin y el Partido Bolchevique ruso acaso como ningún otro en la primera mitad del siglo XX latinoamericano. Y ello por varios motivos: en primer lugar, porque ambos son intentos de aclimatar el marxismo a realidades extraeuropeas, desarrollando para ello líneas de pensamiento específicas. En segundo, porque las prácticas de los apristas en los años ´20, así como la peculiar combinación de teoría y praxis, guardan un parecido de familia con las de los `exiliados románticos´ rusos antes de 1917. En tercero, porque Haya de la Torre procura construir un movimiento compacto y disciplinado, en el que cada integrante debía prepararse para tareas de agitación y para la necesaria toma de poder por vía insurreccional […] Por último, porque ambos son intentos desmesurados que se autoinstituyen como vanguardias ya del proletariado mundial (y es el caso bolchevique), ya del `frente único latinoamericano de trabajadores manuales e intelectuales´ (y es el caso del APRA)” (Bergel, 2007: 23).

 

Bibliografía

ARICÓ, José. 1994. “Marxismo latinoamericano”, en: Bobbio, Mattrucci y Paquino, Diccionario de política, México Siglo XXI, 7ma edición.

BERGEL, Martín. 2007. “Intelectuales y revolución en el aprismo peruano de los años veinte”, ponencia presentada en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumán.

-----.2015. El oriente desplazado. Los intelectuales y los orígenes del tercermundismo en la Argentina, Bernal, UNQUI.

FUNES, Patricia. 2006. Salvar la Nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos, Buenos Aires, Prometeo.

HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl.1932. Impresiones de la Inglaterra imperialista y la Rusia Soviética, Buenos Aires, Editorial Claridad.

-----.1933. Construyendo el aprismo, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1933

-----.1936. El Antiimperialismo y el APRA, Santiago de Chile, Ercilla, 1936.

-----.1982. Por la Emancipación de América Latina, en Obras Completas, Lima, Siglo XXI, Tomo I.

HURTADO, Víctor (1987) Hayismo Leninismo, Lima, Bahía Ediciones.

PLANAS, Pedro (1986). Los orígenes del APRA. El joven Haya, Lima, Okura Editores.

SÁNCHEZ, Luis Alberto. 1978. Apuntes para una biografía del APRA, Lima, Mosca Azul Editores.

-----.1982.Correspondencia (1924-1976), Lima, Mosca Azul Editores.

WOLFE, B.1928. “Latin America and the colonial question”, The Communist, Vol. VII, Nº 210, Octubre, p. 644

 

 

* Doctor en Historia (UNLP). Se desempeña como profesor adjunto en la cátedra de Historia Social Latinoamericana en la FaHCE y es docente en el Seminario de Experiencia en Investigación de la Maestría en Historia y Memoria. Se ha especializado en el estudio de las redes políticas e intelectuales del antiimperialismo durante el período de entreguerras en América Latina.

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