Bienvenidos a nuestro portal

Aletheia es una revista electrónica semestral sobre problemáticas de historia y memoria colectiva en torno al pasado reciente argentino y de las sociedades latinoamericanas, en sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales.

Usted está aquí: Inicio Números Número 17 Artículos Aproximaciones a la lucha secundaria contra la dictadura chilena en las filas del Movimiento Juvenil Lautaro (1983-1989)
Facebook Seguinos en Twitter Suscripción a todas las noticias
Convocatorias
Convocatoria permanente 
 

Entre nuestros objetivos se destaca el de difundir las producciones académicas sobre historia reciente y memoria, generando un espacio interdisciplinario para el intercambio y profundización de estos saberes específicos. Ver: Normas de Presentación.

 

Contacto: aletheia@fahce.unlp.edu.ar

Institucional

Maestría en Historia y Memoria

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Universidad Nacional de La Plata

Calle 51 e/ 124 y 125,
Edificio A Of. A207 (1925) Ensenada, Argentina. Tel.: +54-0221-4236671/73 int. 2216

Calle 7 nº 499 (esquina 42) (1900) La Plata, Argentina Tel.: +54-0221-4831737 y 4262901

 

Aproximaciones a la lucha secundaria contra la dictadura chilena en las filas del Movimiento Juvenil Lautaro (1983-1989)

Aletheia, volumen 9, número 17, diciembre 2018 - ISSN 1853-3701

 

PDF/Velásquez

Javiera Velásquez *

javiera.velasquez@usach.cl

 

 

Resumen

El presente artículo tiene por objetivo realizar una aproximación a los vínculos establecidos entre el movimiento estudiantil secundario levantado contra la dictadura cívico-militar en Chile y las organizaciones de izquierda armada de la época. Para efectos de este trabajo, observamos el caso del Movimiento Juvenil Lautaro (MJL) en tanto podemos señalar que sus primeros militantes fueron jóvenes secundarios, cuyo acercamiento a la política se dio a través del desenvolvimiento en el propio espacio estudiantil que se había reorganizado hacia la década de 1980. La limitada cantidad de trabajos en torno a la reorganización del movimiento secundario supone una necesidad imperiosa de rescatar en la historiografía las implicancias de dicho movimiento en el proceso social de resistencia a la dictadura. De esta forma, nos preguntamos si logró influir el movimiento secundario en las filas de la izquierda armada que se dispuso en lucha contra la dictadura y, de ser así, de qué manera.

A través de la utilización de testimonios de ex lautarinas y lautarinos que participaron del movimiento estudiantil secundario antes de ingresar al MJL, junto con diversas fuentes de archivo y una bibliografía pertinente que sustente nuestro trabajo, damos a conocer los eventuales vínculos entre la paulatina radicalización secundaria y la extensión de la lucha armada en democracia.


Palabras clave: Movimiento estudiantil chileno — Movimiento Juvenil Lautaro — Dictadura Cívico Militar Chilena

 

Introducción

Hablar de movimiento estudiantil en el Chile de hoy nos puede trasladar casi de manera automática al 2011, cuando desde diferentes organizaciones estudiantiles, principalmente universitarias, se logró dar paso a un amplio movimiento social con variadas demandas. Delimitar esto al movimiento estudiantil secundario nos puede remitir a la llamada “Revolución Pingüina” (1) de 2006, movimiento secundario (de ahora en más “MS”) que puso en el tapete las problemáticas en torno a la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), la Jornada Escolar Completa (JEC), la desmunicipalización, entre otras exigencias a nivel nacional. Sin embargo, consideramos que hay cierto desconocimiento del rol de los estudiantes secundarios contra la dictadura cívico-militar chilena, especialmente durante la década de 1980.

Extrapolar el movimiento estudiantil secundario a aquellos años no parece tan ajeno, en tanto muchas de las demandas de hoy encuentran su origen durante dicha época. Asimismo, comprendemos que el MS levantado contra la dictadura, forjó diversos caminos de lucha para terminar con el régimen. Uno de estos caminos se plasmó en el posicionamiento más confrontacional de jóvenes secundarios que optaron por ir más allá del espacio estudiantil, cargando fuertes concepciones ideológicas adquiridas desde la propia experiencia política secundaria. Así, podemos ver cómo algunos secundarios y secundarias que participaron del MS durante la década de 1980, optaron por ingresar al Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) o al Movimiento Juvenil Lautaro (MJL) –que nació en directa relación con el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU)-.

En este sentido, cabría considerar cómo logró influir la experiencia secundaria en algunos jóvenes que optaron por tomar el camino de la izquierda radical como una vía definitiva para luchar contra la dictadura, ¿de qué manera se vinculó el MS con la lucha armada de los años ‘80? Para esto, observaremos el caso del MJL. De acuerdo a diversos textos y testimonios, el MIR durante el periodo en cuestión (1983-1989), habría vivido una importante crisis, tras el fracaso de la “Operación Retorno” y las constantes caídas de sus militantes; comprensible además, habiendo sido uno de los primeros objetivos de la represión selectiva de la dictadura. Por otro lado, el ingreso al FPMR fue más restrictivo, al nacer como el brazo armado del Partido Comunista (PC) y haber tomado mecanismos de seguridad y compartimentación más estrictos, y si bien se expandió la militancia, en la necesidad de crecimiento de las milicias rodriguistas, según el historiador Pedro Rosas (2008) uno de los espacios que más relevancia conllevó para dicha tarea fue el universitario, sin perjuicio de una importante presencia en las poblaciones. En cambio, el MJL:

 “se encontraba particularmente centrado en la juventud popular de territorios considerados Bastión, liceos, grupos de jóvenes de esquina y en menor medida de universidades. En el caso de las organizaciones MIR y FPMR estos se nutrían de militantes provenientes de sectores más diversos y especialmente en universidades” (Rosas, 2008: 101). (2)

El caso del MJL difiere del FPMR y el MIR, en tanto nació en el despertar de la sociedad chilena tras casi diez años de dictadura y en las bases populares abiertas a la juventud rebelde de la época que dejaba atrás el letargo y el temor, al tiempo que los espacios estudiantiles se comenzaron a reorganizar, dando lugar a diversos procesos de politización entre los jóvenes opositores. Entonces vale reiterar: ¿influyó el MS en el fortalecimiento de la izquierda armada de resistencia a la dictadura? Nos planteamos que la propia rebeldía de la juventud hastiada del régimen –mismo ente que generara su radicalización-, en suma a un espacio altamente ideologizado –el secundario–, cuya alta abstracción en temas atingentes a asambleas y reuniones secundarias lograron contribuir a una lectura política que trascendía la necesidad de recuperar la democracia, sino más bien trazaba un camino para luchar por la instauración del socialismo en Chile; de esta manera, se puede comprender la intransigencia a las opciones conciliadoras del momento, el paso de algunos jóvenes secundarios a la izquierda radical y la extensión de la lucha armada tras la salida de Augusto Pinochet.

Nos enmarcaremos en el periodo transcurrido entre 1983 y 1989, considerando como hitos el surgimiento de las protestas nacionales en Chile, coincidente con los albores de la reorganización secundaria, hasta el primer golpe represivo de consideración sufrido por el MAPU Lautaro. Sobre la metodología escogida, la historia oral, Pablo Pozzi (2008) señala que “sus pautas distintivas tienen que ver sobre todo con el hecho de que a través de la oralidad se trata de disparar la memoria para construir una fuente que nos aporte a lograr una forma más completa de comprensión del proceso social” (p. 6). Por otro lado, la utilización de fuentes orales nos permite conocer “no sólo lo que hizo la gente sino lo que deseaba hacer, lo que creían estar haciendo y lo que ahora piensan que hicieron” (Portelli, 1991: 42).

En esta línea, los testimonios de ex militantes del MJL que llegaron a éste a través del espacio secundario y el relato de cómo vivieron ambas experiencias serán fuentes imprescindibles. Sin perjuicio de ello, también utilizaremos fuentes primarias como documentación orgánica o documentos de prensa que nos ayuden a formar una interpretación más íntegra de aquel momento histórico.

A través de dos apartados principales, observaremos en primer lugar aquellas experiencias de movilización estudiantil que incluyeron a quienes más tarde tomaron su camino de lucha a través del MJL, para posteriormente describir los procesos que desde la orgánica lautarina se relacionaron con el MS. Señalaremos las características del MS que en conjunto con las condiciones del contexto social y político de la época, de manera paulatina, fraguaron una posición de radicalidad frente a la dictadura, influyendo en algunos casos para dar el paso a la lucha armada, que coincidió con el alza de acciones armadas enmarcadas en la estrategia político-militar definida por el MAPU Lautaro hasta su desarticulación final.

 

¡A la calle, compañeros! Reorganización secundaria.

El 11 de mayo de 1983 tuvo lugar la primera jornada de protesta nacional, a la que adhirieron muchos sectores sociales, desde los espacios sindicales hasta los estudiantiles, así como también contó con el apoyo de cientos de familias chilenas; aunque cabe destacar, hubo manifestaciones de menor envergadura, previas a la jornada de paralización nacional de mayo, denominadas “marchas del hambre”. La convocatoria a paralizar el país logró una fuerte adhesión, teniendo significativas cifras de ausentismo laboral, escolar, manifestaciones públicas –fuertemente reprimidas- entre muchas expresiones de apoyo al paro y rechazo a la dictadura, abriendo así el que se ha denominado en la historiografía como el ciclo de protestas nacionales, donde se comenzó a levantar la movilización social, prescindiendo de la dirigencia de los partidos políticos convencionales como el PS, el PC, la Izquierda Cristiana (IC), entre otros. En dicho contexto, las organizaciones estudiantiles secundarias y universitarias, comenzaron a reorganizarse para salir a las calles nuevamente. Al respecto, Marco, quien hacia 1983 era secundario e ingresaría al MJL en 1985, señala:

“Yo fui a mirar… debe haber sido la primera ‘marcha del hambre’ que se convoca, en marzo del ‘83 (…) quedé sorprendido por la brutalidad de la reacción de los pacos (3), yo veía gente que quería marchar, meterse a la calle, decir algunas cosas, plantear sus derechos, en forma totalmente pacífica y los agarraron a palos, a muchos jóvenes, señoras y de una forma totalmente descontrolada, los pacos les pegaban en el suelo (…) desde ese hecho en adelante yo empiezo un proceso de buscar respuestas, de politización, de participación (…) En mayo del mismo año, la primera protesta nacional, sorprendió a todo el mundo por una irrupción de protesta, de rabia acumulada muy fuerte…” (Entrevista personal Marco, ex lautarista).

Desde las jornadas de 1983 en adelante se podría considerar el surgimiento de un innegable punto de inflexión y de partida para los actores que participaron de las movilizaciones contra el régimen, en algunos casos significó una nueva elección de vida. En primer lugar, debemos considerar que para los jóvenes, el espacio estudiantil secundario, fue la primera trinchera de lucha en que se pudieron desenvolver, bajo este contexto, es que debemos comprender cuál era la situación de la organización secundaria hacia la década de 1980 y en qué escenario se expandieron las brigadas lautarinas hacia el frente estudiantil. Por lo tanto, creemos de importancia considerar un momento clave que influiría de manera directa en la educación chilena hasta incluso nuestros días: bajo un peculiar plebiscito, en 1980 Pinochet dispuso la utilización de los canales estipulados para establecer sus políticas en el marco de lo legal y aprobar la Constitución Política que aún rige a Chile; dentro de las medidas llevadas a cabo por la dictadura, se encontraba la reforma educacional que descentralizaba la educación chilena, implementando la municipalización de la enseñanza. De acuerdo a los incisos 10 y 11 del Artículo 19 en torno a la reforma:

“(…) Es deber de la comunidad contribuir al desarrollo y perfeccionamiento de la educación (…) La libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales (…) no tiene otras limitaciones que las impuestas por la moral, las buenas costumbres, el orden público y la seguridad nacional. La enseñanza reconocida oficialmente no podrá orientarse a propagar tendencia político partidista alguna.” (Decreto Supremo, 21 de octubre de 1980, N°1150) (4)

La libertad de enseñanza permitía la privatización de los establecimientos educacionales y el surgimiento de otros tantos legitimados en la competitividad privada, a esto se sumaría la descentralización de la educación, eliminando el rol interventor del Estado y relegándolo a un ente supervisor otorgando todas las facultades sobre la educación pública a las municipalidades, en tanto nuevos administradores de los establecimientos educacionales. En síntesis, el proceso de municipalización culminado en 1986 –determinante para las luchas secundarias entre 1985 y 1989– daba lugar a la privatización, a la competencia, al lucro y también disponía del manejo de contratos y despidos, entre otras temáticas laborales.

Para Francisca Labrín (2005), 1983 fue el hito dentro de la rearticulación del MS y tendría directa relación con las movilizaciones contra el régimen dictatorial. La autora señala que “el ‘83 no es una fecha al azar, definitivamente está relacionada al despertar social nacional, en vías al alza de luchas populares de los ochenta” (p. 19). Considerando entonces aquel período de muestras de rechazo y resistencia a la dictadura, para el caso de los secundarios éstas se tradujeron en marchas, mítines, paros, tomas de establecimientos, entre otras. Osadas estrategias en crudos años en que la represión arrasaba con cualquier atisbo de oposición y donde la policía chilena, las Fuerzas Armadas y la policía secreta del régimen en la época, la Central Nacional de Informaciones (CNI) (5), poseían importantes atribuciones. Comprendiendo un tanto mejor el rol que llegó a cumplir la organización secundaria dentro de la movilización social, cabe destacar:

“Entre 1981 y 1982, se crearon los llamados Comité Democrático, más conocidos por su sigla CODE (…) se transformaron en Asambleas de Izquierda, ya que desde sus inicios, la Democracia Cristiana se restó de participar en ellos (…) en los CODE participaban militantes e independientes de izquierda y en general los jóvenes con posturas políticas radicales” (Álvarez, 2005: 88).

Los CODE se establecieron como aquellas formas más basales de organización secundaria de izquierda y su rearticulación dio origen a la Coordinadora de Organizaciones de Enseñanza Media (COEM) en Santiago. Ésta, a su vez, se dividió en zonales: el Frente Unitario Democrático de Enseñanza Media (FUDEM) en la zona centro, la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de la zona oriente, el Movimiento de Estudiantes Democráticos (MED) en la zona norte y la Organización Democrática de Estudiantes Secundarios (ODES), por la zona sur. Más tarde y sorteando diferencias políticas, la unión del COEM con la Agrupación Secundaria de Estudiantes Cristianos (ASEC) –vinculada a la DC- dio lugar a un amplio espacio estudiantil denominado “Comité Pro-FESES” (6), en alusión a la orgánica estudiantil proscrita tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, la Federación de Estudiantes Secundarios de Santiago (FESES).

Como punto de partida para el MS en Santiago, el COEM se presentó como un espacio idóneo para aquella juventud que buscaba establecer una trinchera en sus lugares más cercanos para combatir la dictadura siendo actores de sus propios espacios. Una de sus acciones más emblemáticas fue la toma del Liceo Arturo Alessandri Palma (A-12), en la comuna de Providencia en 1985, que sin duda fue uno de los hitos que marcaron la tónica de las acciones secundarias en la época, cuyas motivaciones principales radicaban en la democratización de los Centros de Alumnos. Claudia era estudiante de dicho liceo, participante activa de las movilizaciones estudiantiles a través del Comité Pro-FESES y en 1987 ingresaría a las brigadas del MJL. Recuerda:

“Yo fui a varias tomas de otros liceos, pero cuando tocó la de mi liceo tenía que estar ahí bien metida en la organización. A las otras yo iba… se decía el día, la hora y una llegaba nomás, se metía un rato y después salía, tampoco es que nos tomábamos por mucho tiempo –no como las tomas de ahora– porque eran sorpresivas, hasta que llegaban los pacos y salíamos, esas eran nuestras tomas. Y la de mi liceo… los del liceo teníamos que trabajar en la información de los profes, los buena onda, los mala onda, inspector, salas, salidas, entradas y hubo un intento de toma que salió fallido y resultó en marcha (…) la segunda se volvió a organizar mejor y nos quedamos muchas horas, hasta que entraron los pacos y nos sacaron, éramos un montón…” (Segunda entrevista personal Claudia, ex lautarista).

El Comité Pro-FESES marcó presencia con el arribo de estudiantes de variados liceos de Santiago que se habían agrupado en la orgánica que articuló la “toma del 12”, luchando de manera conjunta. Para Claudia “la organización secundaria en la que participé era de un nivel político enorme, salió gente espectacular y después efectivamente, no se replicó tanto en la historia universitaria” (Segunda entrevista personal Claudia, ex lautarista…). Sobre la toma, la prensa opositora a la dictadura señaló:

“La ocupación del plantel de la comuna de Providencia contó con la participación de estudiantes de diversos Liceos de Santiago –unos 600– y el apoyo de los casi dos mil pertenecientes a él. Para las autoridades de Gobierno la acción de los adolescentes no fue más que otra embestida del ‘marxismo’, que habría actuado como instigador, según el ministro de Educación, Horacio Aránguiz. Su colega Francisco Cuadra fue más preciso. Dijo que ‘según nuestros informes de seguridad es parte de una acción concertada y dirigida por grupos comunistas’ (…) Salamé les explicó que el objetivo de la autoridad es ‘no politizar la Enseñanza Media’” (Oliva, 1985: 16). (7)

Mientras el periódico oficialista de circulación nacional “Las Últimas Noticias”, narró:

“Varios centenares de jóvenes que se identificaron como del ‘Comité Pro-FESES’ ocuparon ayer el Liceo Arturo Alessandri Palma (…) era ‘una acción de fuerza para exigir elecciones libres del Centro de Alumnos del Liceo (…) Carabineros no accedió a las condiciones puestas por los ocupantes y por altoparlante se les avisó que tenían dos minutos para salir. Como no abandonaran el lugar una vez transcurrido el tiempo, la policía ingresó al liceo (…) dejó salir uno a uno a los alumnos previa identificación. Los que no mostraron credenciales y no fueron reconocidos por los inspectores, quedaron retenidos en el patio y posteriormente fueron trasladados a la 19ª Comisaría.” (“Detenidos y destrozos en toma de liceo”, 1985: 22).

Claudia, testigo clave de dicha experiencia, condice su recuerdo con el relato y señala:

“En la puerta estaba el inspector, un paco y unos profes y ellos iban diciendo ‘este es del colegio, este no, este sí, este no’ ¡horrible! Además a la salida, teníamos esa misión de cada uno del liceo hacerse cargo de uno o dos que no eran y tratar de sacarlos… yo saqué a… con los que iba y te hacían preguntas porque tampoco reconocían a todos los del liceo; entonces nuestra misión era decirles ‘el profe de música se llama tanto, el de química tanto’ (risas) pa’ ese momento era súper importante que se supieran los datos, porque te hacían preguntas así para salir… los que pudimos salir nos fuimos a la Comisaría de Provi, a la 19, ahí los tenían a todos, estuvimos horas esperando…” (Segunda entrevista personal Claudia, ex lautarista…).

La histórica “toma del 12” terminó con resultados que estarían muy lejos de lo esperado: la renuncia del Ministro de Educación de la época, Horacio Aránguiz. Según testimonios de ex lautarinos que participaron del MS como estudiantes secundarios y más tarde ingresaron al MJL, la alta abstracción que lograron los espacios de discusión daba cuenta de una innegable politización; esto en suma a la rebeldía de los jóvenes y la disposición a realizar acciones, fueron la mezcla justa para el rechazo al régimen, aún cuando las medidas decretadas hayan sido exitosas.

Tras altos y bajos del MS, para Rolando Álvarez (2005) 1988 significó uno de los momentos de auge de la lucha secundaria desde la creación del COEM en 1983, e indica que “por primera vez un organismo superestructural de la enseñanza media, como la mesa ejecutiva de la FESES, cobró tal grado de legitimidad ya no solo entre el estudiantado, sino que entre las autoridades del régimen” (p. 109). El reconocimiento desde las impuestas autoridades de la dictadura conllevaba también un mayor grado de responsabilidad e incidencia. No obstante, según el mismo autor, durante 1988 se había observado una importante radicalización en las acciones del MS, aún cuando el plebiscito del 5 de octubre diera el triunfo del No a Pinochet y con esto, parte importante del movimiento social contra la dictadura se restara de la acción callejera que años antes había dado vida a las protestas nacionales, incluidas las del MS. Con la aprensión que significaba poder derrotar al dictador en un plebiscito, para muchos de los partícipes del movimiento estudiantil:

“La decepción y el desencanto hizo presa de muchos de ellos. La mayoría abandonó la política. Otros aterrizaron en los partidos de la izquierda concertacionista. Algunos continuaron militando. Y otros, fieles a los ‘principios revolucionarios’, se inmolaron en los grupos radicales que continuaron la lucha armada después de 1990.” (Álvarez, 2005: 114). (8)

Marco, quien fuera un activo participante del MS, recuerda que en el COEM “Había un amplio abanico de organizaciones políticas de izquierda y ahí empieza un proceso efectivamente de mayor ideologización, pasar de la lucha cotidiana a tomar posiciones políticas” (Entrevista personal Marco, ex lautarista…). Variados son los testimonios de ex lautaristas que llegaron al MJL a través del espacio secundario, el cual contó con un amplio espectro de militancias de izquierda dentro de sí (como la Juventud Socialista [JS], las Juventudes Comunistas [JJCC], la IC, el MIR, el MAPU e incluso se pudo incorporar en algún momento la DC) y fueron canalizadas a través de orgánicas como el COEM o el Comité Pro-FESES; así se hace más comprensible que “jóvenes estudiantes consideren la opción de unirse a las movilizaciones estudiantiles y a la lucha misma en contra de la dictadura, cada uno desde su propio camino recorrido” (Labrín, 2005: 14). La organización estudiantil secundaria fue una constante en el MJL, por lo que desde éste se observó como un espacio necesario de incorporar dentro de la propia rebeldía juvenil que propuso la orgánica, añadiendo también una importante característica dentro de las brigadas del MJL, que concordó con la presencia de jóvenes secundarios tal como lo expresa la corta edad de gran parte de los protagonistas. Marco recuerda

“Éramos chicos pero nos creíamos grandes y se discutía en asambleas sobre la legitimidad de la dictadura del proletariado, que la lucha contra la dictadura tenía que unirse a la lucha por el socialismo y cuál tenía que ser la estrategia… más que lo que estaba pasando en Chile, eran más cómo había sido la revolución en Rusia, una cuestión bien sobreideologizada pero con mucha participación de masas” (Entrevista personal Marco, ex lautarista…).

La experiencia secundaria impregnó en muchos jóvenes la posibilidad de radicalizar la lucha contra la dictadura y también contra el sistema, una de estas opciones se vio encarnada en las filas lautarinas.

 

De la asamblea a la guerra. Antecedentes del MJL y sus vínculos con la organización secundaria.

Para continuar nuestra trama y tener comprensión del proceso en cuestión, se hace necesario conocer los orígenes del MJL, los que no pueden ser comprendidos sin considerar los procesos políticos hacia fines de la década de 1960 e inicios del gobierno de la Unidad Popular (UP) con Salvador Allende en la presidencia. El debate sobre la lucha armada extendido a nivel latinoamericano tras el triunfo de la Revolución Cubana tomó lugar importante en la izquierda, dando paso a divisiones de diversos partidos. Tal fue el caso del MAPU, surgido en 1969 desde un grupo de jóvenes radicalizados y escindidos de la Democracia Cristiana (DC). Uno de sus fundadores fue Rodrigo Ambrosio, cuya muerte en 1972 dejó ver dos tendencias en conflicto: un grupo que apelaba a la vía institucional y otro que optaba por apoyarse en las bases populares, denominados MAPU Obrero Campesino (MAPU-OC) y MAPU Garretón, encabezados por Jaime Gazmuri y Oscar Guillermo Garretón, respectivamente. Así, el MAPU enfrentó el golpe de Estado.

Durante los restantes años de la década tras 1973, la izquierda chilena tuvo un proceso de revisión de teoría y praxis, considerando el golpe militar como la derrota de la “vía chilena al socialismo”, de forma pacífica y a través de la institucionalidad. La década de 1980 dio paso a viejos debates: ¿radicalización o conciliación? El MAPU Garretón observó a su vez la presencia de dos sectores: los que optaron por un camino moderado y quienes mantuvieron la vía revolucionaria. La imposibilidad de llegar a un acuerdo, dio como resultado en diciembre de 1982 el nacimiento del MJL, con Guillermo Ossandón, hasta entonces militante del MAPU Garretón, como Secretario General. El quiebre definitivo llegó en 1983, Nicolás Acevedo (2014) expresa que “El Lautaro fue hijo de una profunda crisis en la izquierda chilena, no sólo en el MAPU” (p. 34) (9). Con un considerable grado de autonomía, aún siendo direccionadas políticamente por el Partido MAPU, las brigadas del MJL llevaron a cabo de cierta manera la tarea de nexo entre las células del MAPU y el trabajo de base, coincidente con las jornadas de protesta nacional que comenzaron en mayo de 1983 con el llamado a paralizar el país realizado por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), que contó con alta adherencia. De acuerdo a Mario Garcés y Gonzalo de la Maza (1985) el aumento de la participación juvenil en las protestas nacionales habría significado la continuidad de las protestas contra el régimen:

“La mayor radicalidad de los jóvenes, que en algunos casos no discrimina en los objetivos de lucha (apedreo a semáforos, quioscos de diarios, paraderos de micros, etc.), ha favorecido la propaganda oficial en torno al ‘vandalismo’ de la protesta. Resulta claro, con todo, que en la protesta juvenil hay una reacción radical contra los más variados símbolos del poder, que se le identifica como el principal responsable de su situación de marginación, represión y carencia de expectativas” (p. 87).

En tal contexto se desarrollaron las primeras acciones de resistencia en las protestas contra la dictadura, incluida la juventud que buscaba su propio lugar en la lucha. Pero con todo, ¿por qué podemos hablar de vínculos entre la organización secundaria y las brigadas lautarinas?, ¿cuáles fueron estas conexiones? Marco indica:

“Nuestra pega era hacer crecer el Lautaro en el movimiento estudiantil secundario, entonces algunas acciones de propaganda... ir a un liceo popular, combativo, hacer barricadas, propaganda, cuando estaban saliendo o a la entrada… hacíamos barricadas, panfleteábamos, rayábamos enmascarados con pañuelos del Lautaro, dejábamos las consignas y eso era atractivo pa’ los jóvenes que también estaban buscando espacios de rebeldía…” (Entrevista personal Marco, ex lautarista…).

Cabe destacar que entre otras acciones propias del MJL, una de las políticas que logró más adhesión entre los jóvenes secundarios fue la del llamado “sexo nuestro”, el vivir y gozar en plenitud todas las sensaciones, bajo la premisa de ejercer el derecho a tomar lo que había sido arrebatado por el sistema, incluida la propia felicidad “aquí y ahora”. El “sexo nuestro”, además de llamar fuertemente la atención de los sectores convencionales de oposición al régimen, también lo hizo en la juventud popular: la recuperación y repartición de productos anticonceptivos, acompañada de propaganda en liceos, compuso una imagen que logró seducir a la juventud añadiendo sus problemáticas más cotidianas, teniendo así mayor éxito la suerte de reclutamiento del MJL. Marco recuerda:

“Surge entre otros derechos la idea del sexo nuestro: reivindicar tus derechos en toda la plenitud de tu desarrollo como ser humano y eso implicaba también la sexualidad, el goce pleno de todas tus sensaciones y eso –nosotros decíamos– está siendo privatizado y golpea fuerte a la juventud popular; porque existen todas las motivaciones para un despertar sexual, pero ninguna prevención. Entonces los cabros, cabras, se acuestan, no tienen educación sexual, quedan embarazadas las chicas, los cabros tienen que apechugar, dejan de estudiar, se van a trabajar y se convierten en mano de obra barata (…) nosotros decíamos ‘la solución no está por ser casto y puro, la solución está por vivir el sexo, pero cuidándose’. Entonces íbamos a las farmacias, robábamos condones, los repartíamos y empezábamos a hacer una política de uso de los anticonceptivos y del goce del sexo. Llamó mucho la atención eso, porque me parece que debe ser la primera organización revolucionaria de raíz marxista leninista, que explora en esos ámbitos que eran nuevos en la época…” (Entrevista personal Marco, ex lautarista…).

La anteriormente descrita fue una de las formas más efectivas en que el MJL se dio a conocer y se propagó dentro de la organización secundaria. En sus propios roles estudiantiles, los jóvenes militantes del MJL comenzaron a difundir la existencia de una nueva organización que, despojándose de martirologios y preceptos más convencionales de la vieja izquierda chilena, agrupaba y creía en la juventud. Este giro, permitió incorporar demandas propias de los jóvenes que no habían sido consideradas como reivindicaciones políticas, en la lectura realizada por las organizaciones opositoras a la dictadura hasta entonces.

El espacio secundario y su alta abstracción teórica, favorecieron una lectura política más radical de un importante sector de la juventud que apelaba además, a terminar con todas las imposiciones de la dictadura y a luchar por todos los medios, fue así como nació la idea del “secundario armado”, sobre la que Marco recuerda “nosotros decíamos ‘tiene que expresarse esta idea de revolución también en los estudiantes’ y empezamos a hacer acciones armadas con uniforme, sin insignias pero con uniforme (…) había que armarse por todos los medios” (Entrevista personal Marco, ex lautarista…). Por otra parte, ciertas actividades organizadas por el COEM, como trabajos voluntarios con comunidades campesinas y mapuche, principalmente, generaron y fortalecieron redes que fueron de importancia para el futuro de organizaciones opositoras. Una ex lautarina que comenzó militando en la JS recuerda:

“Hubo un verano que me quedé sola en Santiago y todo el mundo andaba en trabajos voluntarios y se suponía que me iban a contactar y no me contactaron… entonces a raíz de esa ‘irresponsabilidad’ de esta gente con la que me tenía que juntar, me apesté con la JS y coincidió que ese verano una muy amiga mía había ido a los trabajos y había conocido al Lautaro, que era como piola, nadie lo conocía… ella me llevó unos documentos y a mí me encantó el Lautaro, como que fue ‘¡esto es lo que yo quiero!’” (Entrevista personal X, ex lautarista).

Hacia 1987, el incremento de acciones de mayor envergadura significó el surgimiento de las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro (FRPL), aparato militar formado por los cuadros más experimentados, cuya aparición llegó a conformar el desde entonces “Complejo Partidario MAPU Lautaro”, considerando un partido (MAPU), un frente de masas (MJL) y una vanguardia (FRPL), formación con la cual se mantuvo hasta la desarticulación de la orgánica en 1994. Es de relevancia también, que desde 1987 en adelante, si bien se observó una importante crecida de la militancia lautarina (en cuanto a poder de fuego y acción), lo cierto es que también aumentó y se expandió su militancia, en los casos correspondientes que lautaristas, ex secundarios, ingresaran al espacio universitario, añadiendo otro carácter al frente estudiantil, manteniendo su militancia y llevándola cada vez más a la ofensiva. De este modo, durante enero de 1988, el MAPU Lautaro realizó su Tercer Congreso (10), donde se refrendó una línea de guerra que encontraba su origen en 1985 y finalmente, se declaró la “Guerra Insurreccional de Masas” como estrategia político-militar. Al respecto, Marco recuerda:

“Antes del plebiscito nosotros reafirmábamos que nuestra lucha era contra el estado burgués, contra el capitalismo como sistema, no solamente contra la dictadura y que por tanto, el objetivo de nuestra revolución era el socialismo y que no íbamos a dejar de luchar hasta construir el socialismo a través de la Guerra Insurreccional de Masas” (Entrevista personal Marco, ex lautarista…).

La incorporación constante de jóvenes estudiantes a las brigadas del MJL e incluso eventualmente a las FRPL, junto a la sensación de deriva tras el decaimiento del movimiento estudiantil con el triunfo del No en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, favorecieron y permitieron una mayor radicalización, encontrando aquellos jóvenes escépticos del fin de la dictadura a través del voto, el mejor canal de lucha en organizaciones de izquierda armada y subversiva que no creyeron el triunfo de la democracia.

¿Podemos decir que tras 1988 la caída del movimiento estudiantil ligada a los sucesos del contexto social del país influyó en el MJL? Probablemente sí, aunque sin poder negar el constante ingreso de jóvenes al espacio secundario del Lautaro. La diferencia del auge secundario vivido entre 1983 y 1988, en comparación a aquellos intentos de revivir el movimiento posterior al plebiscito, no logró marcar la tendencia que tuviera años antes el movimiento secundario. La declaración de la GIM como estrategia político-militar del Lautaro, coincidió con el decaimiento del MS y en tanto la dictadura se retiraba, la movilización social se iba con ella y las acciones de los grupos armados que se mantenían activos eran cada vez más despolitizados por la opinión pública y rechazados por diversos sectores de la política y la sociedad. Por lo tanto, la represión tras el Lautaro aumentó, considerando que las acciones realizadas también fueron en alza, cualitativa y cuantitativamente.

En octubre de 1989, a sólo meses de la salida de Pinochet, la CNI llevó a cabo un operativo en el cual se detuvo a decenas de lautaristas en las ciudades de Santiago, Valparaíso y Coquimbo, teniendo la relevancia de ser el primer golpe represivo de considerable repercusión dentro de la orgánica. Entonces fueron apresados miembros de la dirección nacional que antes habían sido parte de la estructura secundaria, así como también los primeros detenidos formaban parte de la estructura secundaria durante 1989.

El operativo en cuestión traería muchas repercusiones en las venideras acciones del MAPU Lautaro, una de ellas sería el asesinato en 1990 del ex dirigente secundario hasta 1988, Marco Ariel Antonioletti, tras haber sido rescatado por un comando de las FRPL desde un hospital donde era trasladado periódicamente por Gendarmería para chequear un desprendimiento de retina, ocasionado por la tortura tras haber sido detenido. Otro joven lautarino secundario fue Andrés Soto Pantoja, uno de los primeros jóvenes secundarios detenidos en octubre de 1989, quien tras su paso por la cárcel optó por la clandestinidad para continuar en línea con la GIM. Sin embargo, una de aquellas acciones le costaría la vida en 1992, tras una fallida emboscada al entonces intendente de Santiago, Luis Pareto.

Una de las últimas acciones del Lautaro tuvo lugar el jueves 21 de octubre de 1993, cuando tras un asalto al extinto Banco O’Higgins, ubicado en la acomodada comuna de Las Condes, en Santiago, la fuga tuvo un inesperado desenlace: el choque del vehículo condicionado para el escape significó tomar otros caminos, en tal elección, el grupo de cinco lautaristas abordó una micro que fue detectada e interceptada por Carabineros. El tiroteo que se desencadenó entre militantes del Lautaro y la policía uniformada dejó un saldo de tres pasajeros del bus y tres lautaristas fallecidos, además de decenas de heridos. (Acevedo, 2014: 101-102). La llamada “Masacre de Apoquindo” contó con varias teorías respecto al fracaso de la acción y al alto costo que ésta tuvo. Una de ellas tenía relación con la poca experiencia militante de los lautarinos caídos en Apoquindo, uno de ellos provenía desde la estructura secundaria que aún se intentaba rescatar, en tanto la propia inmersión por la sobrevivencia los había alejado de las masas, y además habría ingresado tan sólo en 1992 a las FRPL (Acevedo, 2014: 102). Errores o no, lo cierto es que la trinchera secundaria fue hasta último momento un fuerte aliciente para el MJL, llevando a cabo la lucha por el Chile Popular que se había definido como estrategia para vencer a la dictadura y que aún habiendo sido derrotada, logró traspasar generaciones y dejar su legado en mujeres y hombres que hoy siguen apostando por un proyecto revolucionario.

 

Conclusiones.

El movimiento estudiantil secundario fue parte importante de las protestas contra la dictadura durante la década de 1980. Convirtiéndose en protagonista de sus propios espacios, la juventud rebelde llevó a cabo la lucha dentro de todas las trincheras en que se pudiera desenvolver, encontrando en el espacio estudiantil uno de los lugares idóneos para cimentar bases ideológicas de la oposición, tanto institucional como armada. La profunda sobreideologización que señalan nuestros entrevistados, como también detectó en su momento la oficialidad, dio paso a una politización de aquellos que decidieron actuar y hacer algo concreto para finalizar con la dictadura: unos decidieron luchar con todas las herramientas posibles, mientras otros decidieron llegar a acuerdo con personeros dictatoriales, aún cuando en la opinión pública se manifestaran como triunfos de expresiones democráticas. Nos enfocamos en aquella juventud que rechazó el convenio y que obvió la transición democrática, manteniendo y refrendando la continuación de la lucha armada contra el sistema capitalista de acuerdo a su determinada lectura política, como fue el caso del MJL. A través de su desarrollo y actuar político-militar, el MJL fue tachado tanto por la dictadura como por los posteriores gobiernos demócratas como un grupo de delincuentes, desadaptados y terroristas, despolitizando todas las acciones llevadas a cabo, probablemente, como también pasó con organizaciones que se plantearon en la ofensiva armada, como el MIR o el FPMR. La diferencia radica en que para el MJL, la crítica fue incluso desde sus símiles. Claudia recuerda

“Cuando yo caí presa y estuve con otras chiquillas, compañeras del MIR, del Frente, comunistas (…) discutíamos mucho, porque ellas decían que no entendían lo que hacíamos, los medios que nos trataban como locos, las acciones no eran comprendidas…” (Primera entrevista personal con Claudia).

Un punto que también explica la suerte de desdén con que eran observadas las brigadas lautarinas, tenía relación con la corta edad de aquellos jóvenes que ingresaron al MJL, muchos provenientes del espacio secundario o en caso contrario, muchos jóvenes que llegaron al frente territorial y desde éste expandieron el MJL hasta sus lugares de estudio. Cabría aquí preguntarse, ¿qué motivó a estos jóvenes a tomar posición frente a la dictadura?, tal vez sería muy simplista dejar esto en el ímpetu juvenil. Intentar devenir en teorizaciones al respecto podría generar diversas elucubraciones que creemos prudente dejar a futuros cuestionamientos e interpretaciones. Pero sí creemos necesario establecer ciertos puntos que consideramos innegables al momento del análisis del presente artículo.

Sin duda, el contexto social vivido fue el agente primordial que generó en parte de la sociedad chilena la necesidad de enfrentarse al régimen, hastiada de una vida casi insostenible. En palabras de nuestros testigos, la rabia y el cansancio que se forjó contra los abusos cotidianos conllevó también la necesidad de actuar de manera directa contra el régimen; en tal línea se explica el ingreso a las brigadas lautarinas, en tanto aquí se encontraba la opción de realizar una “acción directa”. Por otra parte, no eran pocos los jóvenes secundarios cuyas familias cargaban con haber sido víctimas directas del terrorismo de estado y la represión selectiva durante los primeros años de la dictadura, como tampoco era menor el número de jóvenes que vivían las complejidades de la vida diaria, incrementadas tras la imposición de una serie de reformas económicas neoliberales impulsadas en Chile.

Estas reformas que sólo acrecentaron la brecha entre ricos y pobres, profundizando la precaria vida de los sectores populares, alcanzaron su clímax con la crisis económica de 1982, antesala de las masivas jornadas de protesta nacional. Con esto, podemos observar dos situaciones que complementaron las identidades de algunos jóvenes que decidieron ser protagonistas de su momento histórico: una dice relación con el antecedente familiar y otra señala el factor popular que incide como una constante, al menos en el caso del Lautaro. Si bien no podemos hablar de jóvenes populares en la totalidad del MS, para el caso de las brigadas del MJL, gran parte de éstas poseían un origen popular.

Un último punto tiene que ver con el espacio secundario como punto de encuentro de una heterogénea gama juvenil que confluyó en el rechazo al régimen. La toma de conciencia política de aquellos jóvenes que habían crecido en dictadura, encontró un lugar apto donde germinar la rabia y la rebeldía: la lectura de la teoría revolucionaria y la apropiación de ésta en la cotidianeidad, generó en muchos estudiantes secundarios la inmersión total en una elección de vida que significó luchar hasta el fin, incluso reemplazando aquellas demandas sectoriales, como en un comienzo podían ser las exigencias estudiantiles, por la necesidad de cambiar el sistema y el modelo impuesto por la dictadura, extendiendo la lucha tras la salida de Pinochet y la entrada de Aylwin en 1990, comprendiendo que la democratización del país no implicaría por antonomasia el establecimiento del Chile popular; el horizonte de recomenzar un proceso revolucionario se encarnaba para el MAPU Lautaro en la lucha por la instauración del socialismo en Chile, tras la derrota de la dictadura a través de la GIM y no a través de pactos. La entrega por completo a los proyectos revolucionarios, tomados como formas de vida de jóvenes más radicalizados, fue ingrediente imprescindible para continuar en la ofensiva y extender la estrategia político militar lautarina, lo que significó también la caída de muchos jóvenes militantes que alguna vez fueron parte del MS.

La caída del movimiento estudiantil secundario durante los últimos años de la década de 1980 fue coincidente con el fin de la dictadura. Esto se puede comprender en tanto la movilización por sectores exigía demandas cortoplacistas y más urgentes, como era terminar con el régimen, con la salida de Pinochet y sus personeros, además de fortalecerse bajo parámetros institucionales. Por caso contrario, aquellos que mantuvieron la lucha armada, rechazando la transición pactada, fueron perseguidos y reprimidos por un Estado de derecho, que validó las prácticas que en la dictadura se profundizaron bajo la tesis del enemigo interno, discurso que con la entrada del gobierno de la transición se disfrazó en la necesidad de instaurar la seguridad ciudadana y la paz social.

Los procesos democráticos vividos en Chile tras 1990 dieron cuenta de una importante baja en los movimientos sociales, considerando que el gobierno de la transición dispuso la reconciliación por sobre todo. Aquellos “delincuentes comunes con aparente motivación política” que no comprendían el momento histórico que vivía el país, no tenían cabida en la democracia que se había conseguido llegando a acuerdo con la dictadura y legitimando de manera tácita su herencia a través de los distintos gobiernos que sucedieron al democratacristiano.

El resurgimiento del movimiento estudiantil en 2001, cuya exigencia principal era básicamente, la instauración del pase escolar para el transporte público, dejaba ver lo que más tarde irrumpió como una gran movilización que pondría en jaque la educación chilena, uno de los principales legados de la dictadura. La Revolución Pingüina de 2006 y el movimiento social de 2011, con los estudiantes como principales convocadores, mantenían la crítica y el rechazo a la denominada “educación de Pinochet” como eje articulador de la protesta. La profundización y legitimación de las políticas dictatoriales a través de los gobiernos demócratas, son hasta hoy punto de encuentro de distintos actores sociales tal como en algún momento lo hicieron aquellos secundarios que creían que ir más allá y continuar la lucha, sería la única forma de dar fin a un régimen autoritario que más tarde se encubriría bajo diversos tintes demócratas.

 

 

Bibliografía.

ACEVEDO, Nicolás. 2014. MAPU-Lautaro. Concepción: Editorial Escaparate.

ÁLVAREZ, Rolando. 2005. “Las Juventudes Comunistas de Chile y el Movimiento Estudiantil Secundario: un caso de radicalización política de masas (1983-1988)”. Revista Alternativa. N° 23. P. 83-114.

GARCÉS, Mario; Gonzalo DE LA MAZA. 1985. La explosión de las mayorías. Protesta nacional, 1983-1984. Santiago: Editorial ECO.

LABRÍN, Francisca. Movimiento Estudiantil Secundario en Santiago de Chile. (1983-1986). Tesis para optar al grado de Licenciada en Historia, Universidad de Chile, 2005.

OLIVA, Alicia. “Los secundarios se rebelan”. 1985, Julio, 16 al 23. Revista Análisis. [Santiago de Chile]. N° 99, p. 16.

PORTELLI, Alessandro. 1991. “Lo que hace diferente a la historia oral”. En Schwarzstein, D. (comp.) La historia oral. Buenos Aires: CEAL.

POZZI, Pablo. 2008. “Historia Oral: repensar la historia”. En Pozzi, P. Necoechea, G. (comps.) Cuéntame cómo fue. Introducción a la historia oral. Buenos Aires: Imago Mundi.

ROSAS, Pedro. 2008. “Jóvenes, rebeldes y armados. Una mirada a la identidad y la memoria de los jóvenes rebeldes durante la transición”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades. N° 12. P. 91-122.

_____________. 2013. Rebeldía, subversión y prisión política. Crimen y castigo en la transición chilena, 1990-2004. Santiago: Editorial LOM.

SIN AUTOR. “Detenidos y destrozos en toma de liceo”. 1985, Julio, 11. Las Últimas Noticias. [Santiago de Chile]. N°26.874, p. 22.

 

Notas.

(1) Denominación popular en Chile para los estudiantes secundarios, debido al uso mayoritario de colores negro y blanco.

(2) Las cursivas y negritas son del original.

(3) Denominación popular para la policía uniformada chilena.

(4) “10— El derecho a la educación. La educación tiene por objeto el pleno desarrollo de la persona en las distintas etapas de su vida. Los padres tienen el derecho preferente y el deber de educar a sus hijos. Corresponderá al Estado otorgar especial protección al ejercicio de este derecho. La educación básica es obligatoria, debiendo el Estado financiar un sistema gratuito con tal objeto, destinado a asegurar el acceso a ella de toda la población. Corresponderá al Estado, asimismo, fomentar el desarrollo de la educación en todos sus niveles; estimular la investigación científica y tecnológica, la creación artística y la protección e incremento del patrimonio cultural de la Nación. Es deber de la comunidad contribuir al desarrollo y perfeccionamiento de la educación;

11— La libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales. La libertad de enseñanza no tiene otras limitaciones que las impuestas por la moral, las buenas costumbres, el orden público y la seguridad nacional. La enseñanza reconocida oficialmente no podrá orientarse a propagar tendencia político partidista alguna. Los padres tienen el derecho de escoger el establecimiento de enseñanza para sus hijos. Una ley orgánica constitucional establecerá los requisitos mínimos que deberán exigirse en cada uno de los niveles de la enseñanza básica y media y señalará las normas objetivas, de general aplicación, que permitan al Estado velar por su cumplimiento. Dicha ley, del mismo modo, establecerá los requisitos para el reconocimiento oficial de los establecimientos educacionales de todo nivel”

(5) La CNI nació en 1977 en reemplazo de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).

(6) Información extraída de testimonio de Laurence Maxwell en documental “Actores Secundarios”, dirigido por Pachi Bustos y Jorge Leiva, 2004. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=e1UE__JBeTU&t=1607s.

(7) Las cursivas son nuestras.

(8) Las cursivas son nuestras.

(9) Para un análisis exhaustivo al respecto, ver ACEVEDO, Nicolás. 2014. MAPU-Lautaro. Concepción: Editorial Escaparate, pp. 31-37.

(10) Se llamó Tercer Congreso, en un gesto significativo que diera continuidad a los procesos llevados a cabo por el MAPU Garretón en 1972.

 

Entrevistas.

Entrevistas personales con Claudia. Realizadas en Santiago de Chile, el 7 de diciembre de 2016 y el 13 de octubre de 2017.

Entrevista personal con Marco. Realizada en Santiago de Chile, el 18 de enero de 2016.

Entrevista personal con X. Realizada en Santiago de Chile, el 9 de diciembre de 2016. Anónimo a petición de la entrevistada.

 

 * Licenciada en Historia por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (2017), Diplomada en Historia Reciente por el Institutos de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (IDEA-USACH), labores en archivística e investigación, cuyas líneas dicen relación con Historia reciente, historia política, historia social, violencia política, historia oral y memoria, principalmente. Desarrollo de archivística en torno a Derechos Humanos en Chile, en relación a los crímenes de la dictadura cívico militar, entre los años 1973 y 1990. Experiencias en FASIC, organización que veló por la defensa de los Derechos Humanos en plena dictadura y en Londres 38, ex centro de detención, tortura y exterminio del régimen militar, hoy abierto a la comunidad como un sitio de memoria.

 

Acciones de Documento