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¿Qué hace que un sujeto se convierta en testigo? Una reflexión sobre la noción de carrera testimonial

Aletheia, volumen 9, número 17, diciembre 2018, ISSN 1853-3701

 

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Béatrice Fleury y Jacques Walter


La adecuación del pasado con fines memoriales no es un procedimiento reciente (Assmann, 1993). Ya desde la Antigüedad, un conjunto de actividades inscribía el recuerdo en una continuidad capaz de dar a la Historia un sentido acorde a los imaginarios sociales y políticos de la época. Sin embargo, y sin desestimar esa anterioridad, se observa hoy un uso público –incluso una instrumentalización– del pasado reciente o remoto que es preciso interrogar. A lo largo del siglo XX, y en este principio de siglo XXI, la memoria ha sido y sigue siendo un dilema para la sociedad y/o un motivo de enfrentamientos. ¿Por qué razones? Una remite al hecho de que las crisis y las violencias extremas de décadas pasadas llevaron tanto a individuos como a colectivos a narrar los dramas vividos, solicitando con ese fin los medios a disposición, entre ellos los medios de comunicación. A través del relato de un momento contingente del pasado, hubo testigos que se esforzaron por comunicar a una o a varias personas el recuerdo de hechos relevantes, transformando una experiencia específica en un acto ejemplar que pudo, en determinadas circunstancias y por motivos diversos, quedar expuesto a desacuerdos. Y es que de ese movimiento que consiste en reunir lo que, de hecho, está separado (la Historia y la memoria), pueden surgir interpretaciones divergentes que dan cuenta de la fragilidad estructural de la rememoración. Desde este punto de vista, cuando Luc Vigier[1] retoma el pensamiento de Paul Ricœur en La Mémoire, l’Histoire, l’Oubli, plantea este principio:

No hay representación del pasado […] sin confesión de su desaparición; no hay afirmación de la huella sin certificación de que eso, sobre lo que se da testimonio, se ha borrado; no hay reflexión sobre la memoria sin descubrimiento de “la aporía de la presencia de la ausencia”; ninguna afirmación de memoria sin aparición de la duda radical sobre la manera en que se “sabe” el pasado.

La complejidad de estos fenómenos, en interacción unos con otros, explica que los trabajos sobre la memoria y el testimonio se inscriban en distintos campos disciplinarios. Es el caso de las investigaciones llevadas a cabo desde los estudios literarios (por ejemplo, Jeannelle, 2007), la historia (por ejemplo, Chaumont, 1997; Wieviorka, 1997; Peschanski, 2013), la filosofía (Ricœur, 2000), las ciencias del lenguaje (Velvic- Canivez, 2006), las ciencias de la información y de la comunicación (Fleury, 2007, 2010, 2014; Fleury, Walter, 2005; Walter, 2005, 2007, 2010), la sociología (Heinich, Pollak, 1986; Pollak, 2000; Dulong, 1998, 2009) o la semiótica (Rastier, 2005) que, desde ángulos diferentes pero complementarios, intentan definir y ubicar tanto la noción de testimonio como la de testigo en su relación con la memoria de una sociedad y/o de un grupo particular.

Sin embargo, si nos ubicamos en la intersección de estos enfoques que optan por una vertiente temporal o por otra –paradigmática– y consideramos al testigo según una perspectiva que lo constituye como pieza fundamental de la relación entre memoria y comunicación, el cuestionamiento habitual se desplaza. Es el caso cuando se habla de “carrera testimonial”, una noción que permite visibilizar los factores y las modalidades de emergencia de una figura en un ámbito memorial que le es favorable (al menos por un tiempo). Se usa aquí la expresión en referencia al sentido común para significar que la toma de palabra puede convertirse en rutina, e incluso “profesionalizarse” durante un periodo más o menos largo, expresión que aquí no tiene connotaciones peyorativas. En referencia a ciertos trabajos de la sociología interaccionista (Tréanton, 1960), esta perspectiva invita también a evaluar el rol de las instituciones que imponen un marco a los individuos (Goffman, 1961) o a evaluar la manera en que, precisamente, ciertas prácticas escapan en parte a los límites (Becker, 1963). Esto constituye una importante tensión conceptual que pone de manifiesto la pluralidad de los factores que intervienen en el acto de testimoniar y por ende, de comunicar ciertos aspectos de la memoria– tensionado a su vez por estos aspectos.

Tras haber precisado lo que entendemos por “carrera testimonial” pondremos en evidencia sus ejes principales a partir de tres entradas que permiten pensar los factores y las modalidades de su construcción. En otros términos, inspirándonos en una expresión que utiliza Jean-Claude Passeron (1989) en relación a las biografías, examinaremos diversos tipos de “devenir-testigo”: “el testigo iterativo” (cuando emerge en la escena pública), “el testigo consagrado/ el testigo olvidado” (cuando se instala en ella o es dejado de lado), “el testigo reflexivo/el testigo polinizador” (cuando reflexiona sobre su propia práctica o inspira otros testigos y testimonios). El conjunto mostrará que el hecho de interrogarse sobre lo que lleva a un sujeto a dar testimonio de una experiencia (desde un punto de vista individual y colectivo) equivale a comprender –a través de lo que comunica– no solo la relación que éste mantiene con un acontecimiento histórico, sino también la que un grupo social mantiene consigo mismo y los hechos. Porque al estudiar las figuras testimoniales se pone de manifiesto la idea según la cual el testigo no solamente da testimonio sobre las experiencias que tuvo que padecer sino también acerca de su tiempo, de su grupo de pertenencia, de una relación con la temporalidad y el espacio, con los medios de transmisión y comunicación.

 

I. DEL TESTIMONIO AL TESTIGO…

 

Renaud Dulong (2009) parte de la siguiente observación: el testigo “histórico” es el sobreviviente de grandes catástrofes; se dirige a sus pares con el fin de contar aquello de lo que fue testigo ocular y que espera que nunca vuelva a suceder. Ya sea que se trate de la Primera guerra mundial –que Jean Norton Cru abordó, en 1929, a través de un análisis crítico de los relatos de los soldados–, de la Segunda guerra mundial, de los conflictos anticoloniales o de los conflictos más contemporáneos (la guerra en la ex Yugoslavia, en Ruanda, en Irak, los atentados…), ciertas personas fueron llevadas y son todavía llevadas a desempeñar un rol de portavoz que los ubica en un lugar relevante de la escena pública. Se convierten así en testigos de un acontecimiento, pero también de personas con menor visibilidad (una modalidad del “testigo del testigo”). Ahora bien, tanto el marco socio-histórico que da origen a la emergencia del testimonio (Wieviorka, 1997; Walter, 2005) como sus propiedades retóricas y semióticas (Rastier, 2005; Velvic-Canivez, 2006) son elementos conocidos. En cambio, la carrera de estos testigos no ha sido investigada como tal. Aun cuando ciertos casos permiten desarrollar una tesis al respecto, como sucede con los análisis de Annette Wieviorka sobre el juicio a Eichmann en Tel Aviv (1961) o con los estudios de Béatrice Fleury y Jacques Walter (2005) sobre el juicio a Maurice Papon en Burdeos (1997-1998). En términos generales, lo que ha llamado la atención de los investigadores ha sido más bien el testimonio en tanto manifestación social y no tanto el testigo en sí mismo. En ese sentido, los temas estudiados van desde las formas discursivas hasta la estética, pasando por la definición y las modalidades de atestación del testimonio, su uso y las influencias que lo nutren[2].

Recurrir a la noción de “carrera testimonial” implica, por lo tanto, señalar un encadenamiento de causalidades. De ahí un enfoque que aplique al testigo la idea de que éste se inicia en el testimonio de la misma manera en que una persona se inicia en una profesión, es decir adoptando sus reglas y sus principios. Por ejemplo, cuando Marie-Claude Vaillant-Couturier (1912- 1996) presenta su testimonio en Núremberg[3], lo hace no solamente en calidad de resistente, sino también como miembro del Partido Comunista al que pertenece (fue diputada en distintas ocasiones). Entre otros gestos, declaró en el juicio a Barbie en 1987 y jugó un rol importante en la Fundación por la Memoria de la Deportación de la que fue designada presidenta en 1990. Reconstruir su itinerario testimonial permite comprender las modalidades de una relación políticamente comprometida con la memoria de la deportación y su transmisión. Lo que equivale a articular factores individuales con factores colectivos.

En suma, se trata de aclarar qué es lo que hace que, en un contexto determinado, tal personalidad se convierta en un “buen” testigo. Y esto sucede tanto por razones de correspondencia entre ciertas expectativas sociales y un contenido enunciativo, como por razones formales, relacionadas con el marco testimonial. En efecto, no necesariamente todos los actores de un drama son aptos para expresarse en una sala de audiencias, en los medios de comunicación o ante una comisión. Por ejemplo, en Ruanda, cuando la OUA (Organización para la Unidad Africana) trabajó en la recolección de testimonios sobre el genocidio de 1994, el factor del idioma fue determinante (Sagarra, 2013). En la medida en que las traducciones solo podían ser hechas del francés al inglés, el “buen testigo” era, por obligación, aquel que dominaba el francés y que había recibido una formación ad hoc. En cambio, en otras circunstancias, un “buen testigo” será aquel que logre, como lo escribe Renaud Dulong (2009), generar una sensación de proximidad, como si tal o cual hecho hubiera involucrado a un familiar. Esto no solo genera mayor atención a lo que dice, sino que prepara al auditorio para volver a escucharlo en otras ocasiones. Es el caso, por ejemplo, del testimonio de Esther Fogiel, en el juicio a Maurice Papon (Fleury, Walter, 2012).

 

II. DEL TESTIGO A LA CARRERA TESTIMONIAL…

 

En 1960, Jean-René Tréanton (1960 : 73) definía la noción de carrera en estos términos:

La vida laboral se presenta como una seguidilla de umbrales, etapas, bifurcaciones que marcan el curso de una carrera. Mejor dicho: la carrera es esa secuencia de estatutos, de roles, de honores, siendo la profesión (y no el talento personal, ni la familia, ni el azar, ni otras circunstancias) lo que determina la cronología.

Al igual que la sociología interaccionista, este enfoque se distinguía del enfoque funcionalista de las profesiones, al mostrar que éstas no pueden ser reducidas a una categorización rígida de las funciones que supuestamente deben cumplir, sino que remiten a valores y representaciones que pueden revelarse heterogéneos. El concepto de carrera se inscribe entonces en un enfoque que enfatiza tanto la temporalidad como la acción:

[…] permite captar […] el sentido indisociablemente subjetivo y objetivo que toma retrospectivamente en tanto carrera […] una sucesión de acciones, reactivas, defensivas, tácticas, anticipadoras, etc., que [el sujeto] eligió a título personal para administrar sus relaciones con el poder limitativo de un aparato que le impuso de manera anónima la gradación predeterminada de las sanciones o de las recompensas que corresponden a sus respuestas (o a sus abstenciones) elegidas. (Passeron : 1989[4])

Si la definición de Jean-Claude Passeron no ignora las tradiciones que la precedieron, es entre otras cuestiones porque recurre ventajosamente a los enfoques, no obstante diferentes entre sí, de Erving Goffman (1968) y de Howard Becker (1963)[5], y porque integra aquello que remite a las formas convencionales (Chapoulié, 1973). Nos ubicamos en la prolongación de esa perspectiva con la idea de enfatizar los principales ejes de las carreras de testigos –o de las formas de “devenir-testigo”–, tomando en cuenta la evolución del rol y de la función que estos últimos han desempeñado en un contexto social particular.

Primero, una pregunta se impone: ¿qué es lo que hace que un sujeto se convierta en testigo? Además del hecho de que ha vivido un drama, un sujeto se convierte en testigo al presentar a otro los recuerdos que ha conservado de dicho drama. Por una serie de circunstancias, pudo haber sido solicitado (en el marco judicial, mediático, escolar, por ejemplo…), pero una vez pasada esa etapa, sus palabras tienen la obligación de atestiguar acerca de la realidad en torno a la cual ciertas expectativas fueron formuladas. Se trata de un enfoque que Renaud Dulong (1998) propone para el marco judicial, explicando que el testigo “ocular” debe probar la fiabilidad de su enunciado a través de un discurso fundado especialmente en la demostración de un “estuve ahí”. Finalmente, en tanto apunta a la certificación de la veracidad histórica, el relato de este testigo ambiciona una recepción colectiva. Estas tres características explican que un testigo, para obtener este título, debe ofrecer garantías en términos de veracidad y de legitimidad. Fue por ejemplo el caso, durante el juicio a Eichmann, de León Wells (autor de Pour que la terre se souvienne, 1962) o de Georges Wellers (autor de De Drancy à Auschwitz, 1946), o bien de Simon Srebnik y Mordechaï Podklebnik que aparecieron en la película Shoah de Claude Lanzmann. Sin embargo, estas características no están garantizadas de una vez y para siempre. En efecto, así como pueden adquirirse, también pueden entrar en competencia o incluso desaparecer.

 

III. UNA CARRERA, TRES MOMENTOS

 

Para estudiar las alteraciones relacionadas con una forma de legitimidad testimonial que articula los caracteres sociales e individuales, implementamos un programa de investigación que, más que reconstruir biografías de testigos, tuvo como ambición entender de qué construcciones (sociales, políticas y/o memoriales…) la carrera del testigo es resultado[6]. Tres entradas apuntan a describir, a poner en relieve, a subrayar los momentos y los elementos fundadores de ésta.

El testigo iterativo

Abordar el testigo iterativo implica hacer foco en las disposiciones que conducen a un sujeto a producir y repetir su testimonio. Se trata de entender lo que está en juego en la emergencia y en la reiteración, observando las evoluciones, las variaciones y/o las continuidades enunciadoras de los testigos. Desde luego, lo que queda en evidencia son causas entremezcladas. Tomemos el caso de un testigo conocido en Francia: Lise London. Su testimonio remite tanto a la Resistencia como a la deportación de las mujeres en Les Femmes françaises à Ravensbrück (1965). Ulteriormente, su testimonio aparece en otros libros, entre ellos La Mégère de la rue Daguerre (1995). El análisis de las modalidades y de los contenidos de este testimonio permite entender las variaciones de una memoria individual (relacionada con una memoria en común), tributaria de una postura política fluctuante. Pero, a través de esta mirada puesta en el pasado, se percibe también la mirada sobre el presente, en el que las dudas y las convicciones pueden ser factores importantes. Sobre todo, se percibe, más allá de las críticas que la autora formula al estalinismo (ver L’Aveu. Dans l’engrenage du procès de Prague, escrito en 1968 a partir de las notas de su marido Artur London, también resistente y deportado), la importancia que tiene su militancia comunista, que retoma en marzo del año 2000, tras haberse alejado del Partido Comunista en 1981.

Sin embargo, se trate o no de un testigo conocido, se observan cualidades testimoniales. Se las puede comparar con las que son esperables en un marco profesional y que se acumulan en función de intercambios con terceros, desembocando en una forma de especialización (Trépos, 1996). Así, un testigo puede convertirse en la personalidad de referencia –de una región, de un medio de comunicación, de una asociación, de un colegio secundario–, al ser invitado “espontáneamente” para abordar temas con los que está familiarizado y convertirse así en “el” profesional en ese ámbito. Nos referimos, por ejemplo, a Lucie Aubrac, Stéphane Hessel, Yacef Saâdi o Joseph Weismann.

El testigo consagrado/el testigo olvidado

El testigo consagrado es aquel que encarna una historia y adhiere a ella. Puede estar sistemáticamente presente en las manifestaciones conmemorativas donde se lo invita a reproducir su testimonio y/o a dar su visión sobre el acontecimiento que se honra. En Francia, pero también en Europa, Simone Veil es un ejemplo de este tipo de testigos. Para observarlo, puede considerarse su presencia en la jornada del 27 de enero de 2005, que conmemoró el 60° aniversario de la liberación de los campos de Auschwitz. En ese momento era presidenta de la Fundación por la Memoria de la Shoah, jugó un rol importante en esa conmemoración (Fleury, 2007; Walter, 2007) y sus dichos fueron ampliamente difundidos.

Precisamente, para medir la importancia social de una personalidad de este tipo, se puede recurrir a los índices de consagración que permiten evaluar su influencia en espacios diversos –regionales, nacionales, internacionales– o en ámbitos de memoria. Por otra parte, el análisis de los índices es una herramienta que permite, en una primera instancia, seriar los factores que hacen que los testigos adquieran –contrariamente a otros– un estatuto de testigo “ineludible” (estatuto social, capital cultural, ejemplaridad o singularidad de la experiencia, participación en redes, duración de la carrera testimonial…). Luego, en una segunda instancia, este análisis permite objetivar los marcadores (premios y distinciones, tasa de presencia mediática, extractos en antologías de testimonios o manuales escolares, adaptaciones cinematográficas de libros, sitios especializados…). En ciertos aspectos, estudiar a los testigos consagrados conduce a considerarlos como figuras en competencia no en tanto tipos de víctimas, sino en tanto “héroes” de la época moderna.

Y sin embargo… Un testigo puede ser descalificado[7]. También puede desaparecer de la esfera pública, cuando su estatuto y su función no corresponden a las expectativas del momento. Un ejemplo: a partir de junio del año 2000 (a través de una publicitación en la prensa, incluyendo el diario Le Monde) y durante muchos meses, Louisette Ighilahriz –ex militante del Frente de Liberación Nacional, detenida por el ejército francés en 1957, torturada y violada– encarnó la figura emblemática de la denuncia de la tortura practicada por el ejército francés en la guerra de Argelia (Fleury, 2014). Hoy, en un momento en que se habla de reconciliación entre Francia y Argelia, y tras varios juicios (en Francia) o debates contradictorios (en Argelia), esa presencia se atenuó. Para comprender las razones de esta descalificación del testigo, se están llevando a cabo trabajos de investigación. Precisamente en este caso, muestran el peso de los periodistas que jugaron aquí el rol de mediadores memoriales, privilegiando o, por el contrario, dejando de lado figuras que podían ser remplazadas por otras, y también dando a otras personas las ganas de contar o de reexaminar sus prácticas.

El testigo reflexivo/el testigo polinizador

El testigo reflexivo reexamina el rol que desempeñó o que está llevado a desempeñar, incluso adoptando un enfoque crítico. Puede llegar a objetivar las condiciones de su actividad testimonial como lo hizo el doctor François Wetterwald (1911-1993), deportado en Mauthausen y en Ebensee, con motivo de la reedición en 1991 de su libro Les Morts inutiles (1946), lo que permite entender el rol del Partido Comunista francés en la destrucción de los ejemplares invendidos de la primera edición, así como el posicionamiento político del testigo y sus relaciones con tal o cual deportado (Walter, 2015). También es el caso de Jean Hatzfeld en los manuscritos preparatorios de su trilogía sobre el genocidio de los tutsi ruandeses (Alvès, 2015).

Por su parte, el testigo polinizador es aquel que ejerce una influencia sobre otros testigos. A raíz de ciertas características y relaciones de interdependencia, desempeña, voluntariamente o no, un rol de “modelo” (a veces con una suerte de mimetismo en los modos de intervención) o de “matriz discursiva”, tanto para individuos que vivieron los mismos hechos históricos como para los que vivieron situaciones llamadas extremas en zonas lejanas. Es así como, estando vivos o no, hay testigos que ejercen una influencia sobre el acto de testimoniar y/o sobre las producciones testimoniales. En este caso, se trata más bien de estudiar mecanismos que se aparentan a veces a transferencias culturales hacia los pares, lo que genera la emergencia de figuras testimoniales en los ámbitos de memoria, los medios de comunicación, el mundo editorial, etcétera.

Por ejemplo, David Rousset, autor de Jours de notre mort en 1947 (una “novela” que se estructura en torno al montaje de recuerdos del resistente deportado y de testimonios), lo inspira a Paul Kern que publica, en 1975, Les Jours de notre mémoire (1940-1945) Neuengamme. Quatre survivants témoignent: Marcel Angles, Maurice Choquet, Pierre Brunet. En 1967, ya había autopublicado Des rives de la Loue à Neuengamme. Récit de Paul Kern déporté à Neuengamme n°30903 que es la matriz del libro de 1975, año del 30° aniversario de la liberación del campo. Sin embargo, a pesar del título prometedor, es sin perspectiva novelesca o literaria (el autor insiste sobre este punto) que el libro yuxtapone cuatro contribuciones de ex deportados. Nótese que el mismo año, el general Pierre Brunet publica Les Martyrs de Neuengamme le camp méconnu. Otro caso: en Argentina, el hecho de que los sobrevivientes den testimonio de la tortura practicada en los centros clandestinos durante la dictadura (1976-1983) no fue espontáneamente aceptado, aun cuando el régimen político había cambiado. El gesto testimonial fue objeto en sí mismo de una negociación antes de ser admitido. En ese sentido, el Juicio de 1985 tuvo como efecto facilitar y reforzar su emergencia. (Feld, 2008; 2013). Para que esto sucediera, fue necesario el aval de las instituciones y el compromiso, el voluntarismo de los testigos que, en un segundo momento, pudieron servir como modelos que, según lo que explica Luciana Messina (2013), se inscribían en una forma de reinscripción social del testigo y de la palabra como sujeto político.

*

Estudiar las carreras testimoniales en tanto operadores de la dinámica memorial y comunicacional constituye un aporte en términos de conocimiento. Lo principal en este enfoque, distinto al de una restitución biográfica, es que permite comprender las razones por las que, en un momento dado, una figura testimonial se distingue de otras y juega un papel importante en la relación con el pasado dentro del espacio público. Luego, y de manera fundamental, este enfoque muestra la influencia de la temporalidad en la que el testigo inscribe el contenido del testimonio. Es este un parámetro de las condiciones de enunciación que permite realizar análisis, no en términos de eventuales contradicciones entre testimonios, sino de variaciones de regímenes de veridicción. Por último, la identificación de momentos claves, en el marco de situaciones históricas diferentes, le abre el camino a comparaciones argumentadas y, a más largo plazo, a modelizaciones[8].

 

Referencias

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[1] Acceso: <http://www.fabula.org/revue/cr/76.php> [consultado el 10 de abril de 2012].

[2] Por ejemplo, ver los trabajos del programa ACI/Réseau des MSH « Le témoignage » (2002-2007).

[3] Para consultar el testimonio que M.-Cl. Vaillant-Couturier hizo en el juicio de Nuremberg el 28 de enero de 1946, ver : <http://www.fndirp.asso.fr/temoigmcvc1. htm> [consultado el 10 de abril de 2012].

[4] Acceso: <http://enquete.revues.org/document77.html> [consulté el 10 de abril de 2012].

[5] E. Goffman (1968) utiliza la noción de carrera tomando en cuenta las estructuras institucionales que encuadran al individuo, mientras que H. Becker (1963) da cuenta de las lógicas de transformación de las prácticas.

[6] « Carrières testimoniales. Les devenirs-témoins de conflits des xxe et xxie siècles » (acrónimo Cartest) es un programa de investigación internacional e interdisciplinario que corresponde al eje 4 de la MSH Lorraine: « Memoria y cultura » (enero 2011-enero 2014). Los principales resultados han sido difundidos en tres volúmenes (Fleury, Walter, 2013-2015). Con el auspicio del Centre de recherche sur les médiations, dicho programa dio lugar a un coloquio que prolongó este enfoque a los objetos (Fleury, Walter, 2015).

[7] En relación al Holodomor, es decir el exterminio por el hambre en Ucrania en 1932 y 1933, ver Dranenko, 2014.

[8] La comparación y la modelización constituyen desarrollos posibles del programa transdiciplinario « 13-Novembre » (CNRS, Inserm, HESAM Université, 2016-2028) abocado a la memoria de los atentados de 2015 en Francia.

 

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