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Entrevista a Chicha Mariani: “Si conocen a alguna chica que tenga dudas sobre su identidad, díganle que venga, acá tenemos una carpeta con mucha información. La estamos esperando”

Aletheia, volumen 7, número 13, octubre 2016 ISSN 1853-3701

 

Alvarez, Laino y Mejía/ Dossier en PDF

Victoria Alvarez*

IIEGE-UBA/CONICET/UNLP

victoria.alvarez.tornay@gmail.com

 

Fabricio Laino Sanchís**

IIGG-UBA/CONICET/UNSAM/UNDAV

fabricio.laino@gmail.com

 

Erandi Mejia Arregui***

UNLP

erandi.m.arregui@gmail.com

La Plata, 2016

 

Entrevista-ok

Fotografía por Andrea Raina 

 

Esta entrevista fue realizada en julio de 2016 en la casa de Chicha Mariani, en la ciudad de La Plata, quien nos recibió con mucho cariño para conversar con nosotros durante más de una hora.

No es sencillo resumir la vida de María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani en pocas líneas. Brevemente, debemos decir que fue una de las fundadoras de Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, luego denominada Abuelas de Plaza de Mayo, organización de la que se separó en 1989 para crear la Asociación Anahí. Chicha es madre de Daniel Mariani, militante de la organización Montoneros asesinado el 1 de agosto de 1977 por las fuerzas de seguridad del Estado, en la ciudad de La Plata. Su nuera, Diana Teruggi, militaba en la misma organización y fue asesinada el 24 de noviembre de 1976 en La Plata. Ese día secuestraron a su nieta, Clara Anahí Mariani Teruggi, nacida el 12 de agosto de 1976. Aunque hasta la fecha no se ha restituido la identidad de Clara Anahí, Chicha sigue dedicando sus días a buscar a su nieta.

La casa en la que vivían Daniel Mariani y Diana Teruggi, conocida como “la casa de calle 30” es emblemática en la ciudad de La Plata. Allí, hasta el 24 de noviembre de 1976, vivió la familia Mariani-Teruggi. Ese día la casa fue rodeada, atacada y saqueada por las Fuerzas Armadas en un operativo que duró cerca de cuatro horas. En ese momento se encontraban Diana, Clara Anahí y cuatro compañeros de militancia de sus padres: Daniel Mendiburu Eliçabe, Roberto César Porfidio, Juan Carlos Peiris y Alberto Oscar Bossio. Tanto Diana como los compañeros de militancia que se encontraban en la casa fueron asesinados. Daniel Mariani logró salvarse porque en ese momento no estaba allí. Sin embargo fue asesinado 8 meses más tarde en la ciudad de La Plata. Clara Anahí sobrevivió al ataque y fue sustraída con vida de la casa por personal de las Fuerzas Armadas. Hasta la fecha no se tienen noticias ciertas sobre su destino.

Luego del ataque, la Casa permaneció con custodia policial cerca de un año. Posteriormente fue ocupada y saqueada en varias oportunidades. También se instalaron allí distintas agrupaciones políticas. Recién en 1998 la Asociación Anahí logró que devolvieran el inmueble. Del hecho persisten aún en las paredes las marcas de los impactos de bala de todos los calibres, lo que la convierte en un elocuente testimonio del accionar del Terrorismo de Estado. Actualmente se encuentra abierta un día a la semana para quien quiera visitarla (1). También se realizan allí actos conmemorativos y homenajes. Como un hito en la lucha de Chicha y su asociación, todos los 12 de agosto se celebra en la casa un nuevo cumpleaños de Clara Anahí, con una suelta de globos que ya se ha vuelto un emblema del movimiento de derechos humanos en La Plata.

 

¿Querés empezar contándonos un poco de vos?

Bueno, yo soy María Isabel Chicha Chorobik de Mariani. Me resisto de poner “viuda” porque para mí, mi marido está y estuvimos tanto juntos… entonces eso de poner “viuda de Mariani”, qué sé yo, no lo pongo. De Mariani. Tengo 92 años, a cumplir 93 este 19 de noviembre próximo. Asustada de tener tantos años. Cuando me acuerdo de la edad que tengo me freno un poco en lo que estoy haciendo. Digo “¡No es lógico meterse en todo a esta altura!” ¿no? Pero todavía no me pesan así que sigo.

Siempre por supuesto mi tema principal es la búsqueda de Clara Anahí y siempre con la absoluta esperanza de encontrarla. Ahora empiezo a dudar si la voy a encontrar, entonces tengo que armar algunos caminos para que la búsqueda se continúe para que ella sepa que la quisieron tanto en todo el mundo, que todo el mundo está deseando que la encuentren. Hasta en África publicaron hace poco algo. Sería como un respaldo a la búsqueda, a la familia, a la justicia que yo pudiera decir “Acá está Clara Anahí, se la buscó muchísimo, se trabajó muchísimo pero acá está”. Entonces uno de mis sueños, y que espero que se cumpla, es ese: que pueda servir de ejemplo de lo que permite hacer la búsqueda incesante y el trabajo en lo que uno se propone hacer.

 

¿Cómo empezó tu búsqueda?

¡Parece todo tan lejos ya! Cuando desaparecieron a mi nieta y mataron a Diana (a la que yo le digo siempre “mi otra hija” porque la quería tanto como a mi hijo) empecé la búsqueda de ella. Sola. A ciegas. Sin conocer nada de política, nada de los manejos turbios de la política o de los políticos. Así que fue un hurgar más que buscar, escarbar en todos lados para sacar ideas que se podían realizar para buscarla. Además ya con la novedad de que había otros chicos desaparecidos, con más razón.

Empezamos con Alicia de la Cuadra, Licha. Cuando me dijeron en el juzgado de menores que había otra señora que buscaba a un nieto desaparecido, o nieta, pedí la dirección, la fui a buscar y a partir de eso decidimos trabajar juntas. Y fue una compañera para mí, más que una hermana. ¡Inclaudicable! Todos sus días fueron dedicados, igual que los míos, a la búsqueda, a buscar caminos porque ¿qué se hace? Te llevan un nieto, te matan los hijos y ¿qué hacés ante un gobierno que no le importa, la gente que tiene miedo y los que no tienen miedo no ayudan...? Entonces fue terrible esa época.

Lo malo es que fuimos descubriendo que había más y más. Y cuando nos quisimos acordar éramos una comisión ya grandecita, hubo que legalizarla, elegir autoridades, hubo que salir al mundo y sin ninguna experiencia.

 

¿Cómo surge Abuelas de Plaza de Mayo?

Cuando yo la fui a ver a Licha no existía nada. Entonces decidimos… ella dijo, “hay otras madres”. No abuelas, otras madres que se reúnen en Plaza de Mayo. “¿Por qué no venís?”. Yo no sabía. Y entonces fui, allá me encontré con el resto. El 21 de noviembre de 1977 fuimos a la Plaza San Martín, justo enfrente del Círculo Militar, pero en la Plaza, en la puerta del Círculo Militar. Ahí hicimos la primera reunión, en la vereda, debajo de un jacarandá que estaba florecido. Y ahí decidimos armarnos, armarnos en institución, juntar a todas las que estuvieran cerca, que ahí no más encontramos a doce.

Y así llegamos a formar lo que después fue Abuelas de Plaza de Mayo. Luego de discusiones con Hebe, por ejemplo. Porque ella decía que teníamos que trabajar juntas y yo estaba segura que no es la misma manera de buscar. Ella quería que se buscara a todos, fue siempre su lema. Nosotros no podíamos buscar a los chicos, buscarlos con los grandes, porque no podíamos. No se puede. Teníamos que hacer una división y buscar a todos pero, bueno, eso trajo discusiones y que se yo. Al final seguimos Abuelas solas. Y así fuimos formando la Asociación de Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, que después pasó a ser Abuelas de Plaza de Mayo porque la gente nos decía así, cambiamos el nombre.

Y ahí vino la lucha enorme de Abuelas y la extensión en el mundo. Nos ayudó muchísimo la recepción que recibíamos en todos lados como solidaridad, como ayuda, como apoyo. El solo hecho de saber que había gente lejos que recién se enteraba de lo que nos pasaba y que se interesaban en ayudarnos nos levantó mucho, nos ayudó mucho para seguir adelante.

¡Qué épocas, dios mío! Nadie ha escrito, ¿no? Yo creo que no hay nada escrito sobre esa historia, verdadera. Porque muchas cosas se callaron para evitar compromiso, los nombres todavía de gente conocida. Así que yo siempre digo que hay una deuda de escribir la verdad verdadera.

 

Retomando esto que contabas, que al principio la búsqueda fue en soledad y que de a poco se fueron encontrando y hallando recepción en otros lugares, ¿te acordás en esos comienzos de dónde o de quiénes recibieron apoyo, sobre todo en la época en la que todavía se vivía bajo la dictadura?

Sí, el apoyo más grande fue de las mismas madres y abuelas. Porque no era fácil. Yo, por ejemplo, vivía en la calle Lacroze en City Bell. Subí al micro un día para ir a Buenos Aires con una bolsa llena de carpetas, fotografías, todo para la búsqueda de los chicos y me senté en el primer asiento. Y me di cuenta que había subido un hombre, detrás mío, que estaba también en la parada y se paró al lado mío. Yo estaba sentada y él no pasó a sentarse sino que se apoyó bien pegado a mí. A mí me molestaba que me empujara mi bolsa llena de papeles. Me molestaba pero me corrí y listo. Yo estaba en el asiento del pasillo. Al rato veo que se apoya más y que se apoya más. No había duda que estaba queriendo demostrarme que me estaba siguiendo. Entonces lo que hice fue correrme más y abrir el bolso (que era una canasta, llevábamos siempre una canasta llena de papeles y documentos). Lo miré a él, él miró para abajo y se fue. Pero ese seguimiento, amedrentamiento, a eso no le llevamos el apunte nunca. Ese hombre yo no siquiera miré dónde se bajó ni qué hizo ni nada.

Así que fue una lucha de amedrentamientos muy grandes también. Mi calle, la calle Lacroze, la escribieron. Pusieron “Mariani terrorista” en las verjas de los vecinos y en la calle, grandote. Y Hebe vivía a dos cuadras así que de mi casa a la de ella estaba todo escrito con “Madres terroristas” y cosas así. La única manera de salir de eso era no hacerles caso. Se cansaron de amenazarnos, de llamarnos por teléfono e insultarnos. Me acuerdo una abuela que la llamaron y le dijeron “El domingo vamos a volarlas a todas” y ella contestó “¿qué domingo?” (Risas). Así que nunca les demostramos miedo, ni los denunciamos ni nada. Eran cobardes persiguiendo mujeres.

 

¿Y para tener esa valentía a vos te parece que fue muy importante la organización colectiva?

Sí. Si yo no me hubiera encontrado con Licha ese día, vaya a saber qué rumbo hubiéramos tomado ¿no? Pero charlamos toda la tarde, ella estaba en camisón y salto de cama y un pañuelo en la cabeza porque estaba limpiando su casa. Y yo llegué a las 11 de la mañana y me fui como a las 4 de la tarde. Hablando, hablando y ella seguía con su pañuelo y su camisón. Y no nos separamos nunca más. Trabajamos mucho juntas. Y bien. Y firme como una roca, fuerte. Así trabajamos muchos años juntas, hasta siempre, hasta el final. Y por suerte su nieta apareció, ahora, recién, después de que murió Licha para que yo le contara las cosas íntimas de haber compartido esa lucha con su abuela que ella no pudo conocer. Así que Licha fue para mí una ayudante, un soporte, la que cuando yo flaqueaba decía “vamos”.

 

Además de este apoyo inclaudicable de Licha y de otras madres y abuelas, en esos primeros tiempos ¿Vos tuviste apoyo de otra persona o de otro sector de la sociedad?

Y, mirá, el primer lugar al que íbamos casi siempre era la iglesia. Y ahí, como siempre, la iglesia fue blanda, nos dilató en el tiempo las búsquedas. Sí, daba consuelo, algunas abuelas se sintieron bien con el consuelo de la iglesia.

Siempre estuvimos buscando y siempre recurrimos y fuimos hasta donde pudimos. Nosotras luchamos mucho para tener ese apoyo. Fuimos a hablar con el Papa allá por el ‘78, ‘79 y ‘80. Al Vaticano en realidad fuimos catorce veces.  Pero la realidad es que, en relación a nuestra búsqueda, nunca hicieron nada de nada. O sea que la Iglesia nos dió algunas voces que ayudaron, pero no más allá del consuelo. Y fue muy difícil superar eso.

Y ahora te digo que se ve la ayuda de la iglesia, la ayuda interna, secreta, la búsqueda en archivos que ellos están haciendo. Yo no pregunto ni digo nada pero sé que se está trabajando.

 

¿Y a qué te parece que se debe ese cambio ahora en la iglesia?

No sé, mirá, puede ser el Papa, que parece que es un hombre muy agradable y muy comprensivo y puede ser también la parte política ¿no?

 

¿Y tuvieron ayuda de abogados, de alguna otra organización de Derechos Humanos?

Sí, claro. Mi marido estaba trabajando en Italia, como director de orquesta. Y yo me instalé ahí, porque yo me quedé acá, había que buscar a Clara Anahí, y me instalé allí seis meses. Enteros. Y allí hice la conexión con todo el mundo de Abuelas. Tenía todo ahí en el escritorio de mi marido, así que podía usar todo. El correo me quedaba cerca ya que vivíamos en el Centro de Roma. Y pude movilizar todo. Después me vine, pero ya estaban todos los contactos hechos.

Y un día me avisaron estando ahí en Roma, me habla Hebe: “Vamos para allá, conseguí entrevista con el Papa”. Y le digo, “¿Y te parece fácil?”. Yo iba a ir, y me avisa que también van ellas, entonces le dije “vénganse”. Esa es la parte hermosa del recuerdo. Llegaron. Mi marido había vendido el departamento que teníamos en Roma y se había trasladado a Bari, y estaban ahí nada más que colchones para ponerlos en la calle, lo último que íbamos a sacar del departamento. Y llegan las Madres. Y Hebe dice “nos quedamos acá”. Estaba vacío, una cacerola había, que era para el agua de una planta, no sé. “Nos quedamos, y nos quedamos y nos quedamos”. Fue a la terraza, recogió las sábanas de los vecinos, que habían tendido, y se los trajo todos. Cuando terminó su estadía las colgó en el mismo lugar. Nadie preguntó nada de qué había pasado con las sábanas de todo el vecindario. Hebe puso un letrero: “Muchas gracias. Madres de Plaza de Mayo”. Ni sabían quiénes eran las Madres de Plaza de Mayo.

Íbamos a ver a [Sandro] Pertini, el presidente, y Hebe dijo, “mirá”, porque ella no quería ir a comer afuera, nada, ella quería hacer de comer en el departamento y ahí estábamos, y dice “yo voy a comprar acá unos fideos para hacer esta noche”. Así que entró en una rotisería, compró los fideos, y llevaba el bolso de plástico blanco, una bolsa. Entramos al Quirinal, a ver al presidente que nos esperaba. Y por supuesto, al estilo nuestro, entramos por la puerta de atrás. Por ahí nos detuvieron y nos preguntaron, “¿dónde van?”. “Tenemos entrevista con el presidente Pertini”... “¡pero señora!”, estos hombres con los penachos, “tienen que entrar por la puerta de honor, las están esperando”. Así que nos acompañaron los penachudos estos, toda la vuelta por la calle, entramos por la puerta principal, estaban todos los famosos guardias esos y todos saludando. Todo un honor, ¿no?. Y nos vino a encontrar Pertini por el subsuelo, digamos. Un encanto. Y Hebe, que había comprado los fideos, los dejó en una silla Luis XV que había ahí de adorno. La dejó ahí. Yo la vi, no dije nada. Al rato vino un guardia, y otro guardia, y otro guardia, y van despaciosamente hacia la silla, donde estaba el paquete. Y Hebe, los mira y les pega el grito: “son mis fideos”, en castellano (ríe).

Mirá, está tan plagado de anécdotas el trabajo que yo creo que el sentido del humor nos ayudó a soportar las angustias de esos momentos.

 

¿Y te parece que hoy en día, todavía hay muchas cosas, de gente que ayudó en esa primera época que la mayoría de la gente no las sabe?

Sí.  Yo digo que falta esa historia. La íntima: los miedos, las expresiones de coraje, esta Hebe era… ¡dios mío, las cosas que era capaz de hacer! Yo vivía en Gonnet, en Lacroze casi camino General Belgrano, y ella vivía a una cuadra y media de mi casa. Nos conocimos de casualidad en la Plaza de San Martín en Buenos Aires y a partir de ahí estuvimos mucho juntas.

 

Algunos años más tarde fundaste la Asociación Anahí. ¿Cuáles fueron los objetivos de esta asociación?

Bueno, hicimos una comisión, lo primero, para poder trabajar. Yo necesitaba ayuda, no podía sola con todo y así creamos una comisión y hubo que ponerle un nombre. Así nace. Y sigue siendo. Y ahora estamos en eso de… qué hacemos, en plena tarea de organizar que si no estamos nosotras alguien siga porque hay mucho que hacer.

 

¿Y cuáles son las tareas que te parece que tiene que seguir haciendo la Asociación Anahí?

La búsqueda de los niños, porque faltan muchísimos. Entonces… ningún gobierno nos apoyó. Sí de palabra, mucho cariño...aquella muñeca me la trajo la madre de la ex presidenta. Es un ángel que tiene una mariposa en las manos, como símbolo de la búsqueda. Entonces así, este afecto o un llamado telefónico, pero nada más. Eso es un reproche mío para todos. Ningún gobierno, en estos 40 años, apoyó la búsqueda como que son ciudadanos argentinos, ciudadanos que desaparecieron acá que hay que encontrarlos. Y yo lo reprocho, lo he dicho en muchos lugares. No nos pueden dejar, no nos debieron dejar buscar solas. “¡A qué bien lo que hacen las Abuelas!” No. No nos correspondía a nosotras. Así que es un reproche que yo tengo para todos los gobiernos que tuvimos.

 

Y la Asociación Anahí, además de obviamente buscar a Clara Anahí y todos los otros nietos, también tiene una tarea muy grande de difusión de la memoria… Contános un poquito de eso.

Sí, hicimos de todo. Incluso el Banco Nacional de Datos Genéticos, que creo que es la creación más importante. Y eso todo, desarrollando nada más que de la imaginación nuestra. Porque nadie nos ha dicho “miren, les conviene hacer esto, lo otro…”. No. Surge de nosotras, nosotras lo hacíamos. ¿Cómo lo hemos hecho? Dejando las canas por el camino. Pero pudimos hacerlo. Pero hay tantos chicos sin encontrar…

 

¿Te parece que tendría que haber habido una búsqueda del Estado?

Tendría que haber habido y tendría que haber. Porque si se hace una búsqueda a conciencia se consiguen cosas, ¿cómo no? Como las hemos conseguido nosotras. Y las noches de meter la cabeza debajo de la almohada y decir, bueno, pero de todas maneras estoy haciendo algo. Porque uno lo que espera es encontrar su criatura, ¿no? Lo demás lo siente una como un egoísmo, pero hay que pedir por todos.

 

La Asociación Anahí cuenta con mucha gente que colabora en la Casa Mariani-Teruggi, ¿no?

En la Casa hay una comisión de chicos guías. Se abre una vez por semana para que visite la gente, y todos los días que las escuelas o gente de afuera pida turno, se abre, con guías. Tiene muchísimo movimiento, mucho. Así que eso funciona bien. Los chicos son espléndidos. Antes siempre fueron a dedo todas las cosas, pero después conseguimos pequeños subsidios para viáticos y con eso nos hemos manejado hasta ahora. Pero ya hay que ver qué se hace, así que es otra tarea que nos espera porque nadie se puede mover si no le das por lo menos para el micro. Toda la buena voluntad no alcanza.

 

¿Cómo ves en general la recepción de los jóvenes, de los adolescentes cuando van a la Casa Mariani-Teruggi o cuando hacen otras actividades?

Hay una gran respuesta. La gente se interesa y siempre hemos hecho hacia afuera los actos. Me acuerdo la vez que hicieron mariposas y pusieron en todos los árboles de La Plata. Y cosas así, ¿no? Hay que trabajar para concientizar, para que todavía la gente hable si sabe de chicos apropiados, eso queda pendiente.

 

¿Cuáles te parecen que son los desafíos de tu búsqueda en la coyuntura actual?

Los mismos, los mismos de siempre. Hemos conseguido a lo largo del tiempo, por ejemplo, permiso para revisar todas las partidas de nacimiento de aquella época. Y yo fui más o menos dos meses a mirar todas las partidas. Pero es un trabajo interminable. A los dos meses dejé porque no podía quedarme a vivir ahí. Quedó eso inconcluso. Pero si se revisaran todas las partidas, todas las defunciones, todas las parteras… si se hiciera un trabajo a conciencia como lo hiciera cada uno para su caso… pero el gobierno no ayudó. Es más, por ahí pusieron trabas para que preguntáramos los que no éramos de Abuelas, y yo me fui de Abuelas hace tiempo. Así que yo no puedo pedir cosas porque no me las dan, no me las muestran. Pero mientras tanto había encontrado varias cosas, yendo todos los días hasta que no pude más.

Siempre faltó la voz y la acción del gobierno. Incluso ahora. Por ahí están pidiendo (no me acuerdo bien quién) la revisión de todas las partidas y todas las parteras y de todo lo que haya, pero una revisión concienzuda y a fondo. Así que eso es lo que yo espero. Ya no tengo mucho tiempo, así que hago lo que puedo. Se sigue trabajando tratando de conseguir, no sé. No sé si Justicia. Para mí justicia sería que encontraran a mi nieta y me lo devolvieran. Y no que tuviera que buscarla yo. ¿Por qué tengo que buscarla yo? La tiene que buscar el gobierno. Pero la busco yo. Disculpen las digresiones amargas.

 

¿Cómo se te ocurrió el acto del 12 de agosto, donde se sueltan globos en La Plata por cada cumpleaños de Clara Anahí? ¿A quién se le ocurrió?

Se me ocurrió a mí. Siempre estoy inventando cosas. Bueno, ahora ya no tanto. Porque cuando uno decide hacer algo tiene que poner su cabeza, sus manos, sus pies. Y como yo tengo que dejarlo todo para que lo hagan los demás me siento como inhibida y trato de no molestar a la gente. Pero eso es una falla mía. Siempre me pasó lo mismo.

 

¿Cuál sería tu mensaje, tu legado para los más jóvenes?

¡Qué nunca más se produzca! Cuidar que esto no vuelva a pasar. Y fatalmente va a pasar, porque esto es una curva de la historia que un día estamos acá y otro día estamos allá. Pero hacer todo lo posible para que no se repita jamás.

 

¿Cómo te parece que podemos hacer para que lo que vivimos no se repita?

Estar alerta y nunca dejarse avasallar en los derechos nuestros. Porque hoy dejás que avancen un pasito en la represión, mañana otro, y otro, hasta que cuando, te querés acordar estás ahorcado. Hay que estar siempre alerta para que no se apropien de lo que es de todos y de cada uno. No es fácil.

Yo creo que la enseñanza, el colegio, es fundamental. Ahí me parece que fallamos también. Uno se entera por ahí que hay directoras que se niegan a que se toque el tema de derechos humanos. O un chico quiere contar algo y le dicen “no, ese tema no es para acá”. Eso es una falla.

Y bueno, difundir. Para que nunca vuelva a pasar lo único que se puede hacer es difundirlo.

 

¿Por qué creés que a veces en las escuelas no se quiere hablar de estos temas?

Por cuestiones políticas. Creo que a veces hay un freno que alguien pone, y creo que está más por la dirección de las escuelas que por las cúpulas. A ningún maestro le van a negar o prohibir que dé una clase sobre el 24 de marzo y cuente un poco lo que fue. Y si no conoce se va a caer en el mismo espanto. Entonces, como decía: Difusión. Contar. Mostrar.

 

Bueno, como la casa Mariani-Teruggi, que es una muy buena manera de que los chicos conozcan lo que fue el Terrorismo de Estado.

Sí, y está muy bien reacondicionada para que dure como ejemplo de lo que no tiene que volver a pasar. Van muchas escuelas. ¡Creo que todas van! La casa abre los sábados y también los días de semana cuando alguna escuela lo pide. Para mí es una obligación mostrarlo.

 

Muchas gracias por tu tiempo, Chicha.

Gracias a ustedes, chicos. Les digo una cosa: me encanta recibirlos. Es la continuación en el futuro para que un día no se repita esto. Parecen palabras, pero es así.

Y si conocen a alguna chica que tenga dudas sobre su identidad, díganle que venga, acá tenemos una carpeta con mucha información. Y la estamos esperando.

 

Notas

(1) Puede consultarse más información sobre la Asociación Anahí en el siguiente link: https://asociacionanahi.org/casa-mariani-teruggi/


* Victoria Alvarez es profesora de enseñanza Media y Superior en Historia (FFyL/UBA). Se desempeña como docente en dicha casa de estudios. Es maestranda en Historia y Memoria (FaHCE/UNLP) y doctoranda en Estudios de Género (FFyL/UBA). Es becaria doctoral del CONICET (Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género/UBA).

** Fabricio Laino Sanchís es profesor de enseñanza media y superior en Historia (FFyL/UBA). Se encuentra cursando el doctorado en Historia del Instituto de Altos Estudios Sociales (UNSAM). Se desempeña como docente en la Universidad de Avellaneda. Es becario doctoral del CONICET (Instituto de Investigaciones Gino Germani/UBA).

*** Erandi Mejia Arregui es historiadora por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es maestranda en Historia y Memoria (FaHCE/UNLP).

 

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