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La Medellín de los silleteros: identidad, memorias e imágenes de ciudad

Aletheia, volumen 8, número 15, octubre 2017 ISSN 1853-3701

 

Guisao/ Reseña en PDF

Paula Guisao López*

Universidad Nacional de La Plata

2017, Medellín

paulaguisao@gmail.com

 

Resumen

Esta tesis analiza la memoria oficial de Medellín (Colombia) como una ciudad que pasó de ser la más peligrosa del mundo en los años noventa a convertirse en un ejemplo de transformación e innovación en la última década, a partir del estudio del desfile de silleteros (1), la festividad folclórica principal de la región y un evento a partir del cual es posible no solo conocer el relato oficialista con el que hoy se mercadea dicha urbe en el mundo, sino también los usos políticos y económicos que los gobiernos de turno le han dado para intentar ocultar otras versiones del pasado reciente.

Dichos usos se han valido de elementos tan arraigados como la identidad, de manera que tras un rastreo a través de su formación como el producto de un retorno a arquetipos e imágenes surgidas en el siglo XIX para consolidar el poder económico y social de las élites locales, así como de su permanencia en la actualidad y la fundación del desfile de silleteros como una tradición inventada siguiendo los postulados de Eric Hobsbawm, y Terense Ranger, se halla la conexión entre ambos hechos como primordial para la idea que gobiernos y medios de comunicación han construido de la Medellín de hoy.

Pero no hay que olvidar que frente al exceso de oficialismo surgen otras memorias, en este caso las que retornan a la ciudad del narcotráfico y las víctimas de su guerra, en la que sus familiares reclaman todavía verdad y justicia.

Palabras clave: Silleteros – Medellín - Memoria oficial – Fiestas – Transformación – Narcotráfico - Identidad - Colombia

 

 

Desde hace más de una década Colombia viene trabajando en un cambio de imagen para superar los imaginarios que la asocian con drogas, narcotráfico y violencia. Con el discurso de la existencia de un posconflicto, el país empezó en la década del 2000 a promoverse como destino turístico y receptor atrayente para la inversión extranjera, con el fin de reactivar su economía, seriamente afectada por la guerra. De manera que con la creación de marcas país y ciudad, así como muchas otras estrategias, inició un proceso de mercadeo internacional que poco a poco va dando resultados.

Medellín es un claro ejemplo de esto y tal vez uno de los casos más exitosos, pasando de ser considerada la ciudad más peligrosa del mundo en 1991 (2) a ganar decenas de premios internacionales y ser referente de renovación y superación de la violencia. Como una de las ciudades más afectadas durante los años 80 y 90 por el cartel que llevaba su nombre, la estrategia ha sido mucho más agresiva porque sus tácticas de promoción no solo se limitaron al marketing, sino que implicaron un cambio urbanístico que la ha convertido en una “nueva” ciudad a nivel físico.

Una de las maniobras fundamentales de ese mercadeo ha sido el retorno a ciertas imágenes y símbolos culturales que han consolidado un estereotipo de los antioqueños y su forma de ser, así como de la manera en que han logrado convertir a Medellín en una ciudad industrial y a Antioquia en uno de los departamentos más prósperos del país. Por eso, los silleteros de Santa Elena como patrimonio cultural de la nación, considerados representantes de la región y protagonistas de la fiesta folclórica más importante de la ciudad, se han convertido en mensajeros fundamentales de esa nueva urbe como la cara positiva de la capital antioqueña.

Por eso, esta tesis se centró en la memoria oficial que esa “transformación” ha creado en la ciudad y lo hizo con un estudio del desfile de silleteros, a través del cual es posible entender no solo la formación de esa memoria y la manera en que las élites regionales han creado identidades a través de elementos culturales y populares como la fiesta objeto de estudio, sino también la manera en que han elegido ciertas fracciones del pasado para reforzarlas y así consolidar su poder económico, político y justificar estrategias que benefician sus intereses, al tiempo que niegan y olvidan otros relatos.

Es el punto en el que empieza el juego de la memoria: selecciona qué recordar, pero también qué olvidar. Recuerda al silletero como descendiente del campesino paisa y olvida al narcotraficante como parte de esa herencia. Ya lo dijeron Tzvetan Todorov (1995) y Piere Nora (1993), recordar siempre implica olvidar, así que para activar ciertas narraciones del pasado, es necesario omitir otras.

Como dice Michael Pollak (1989:5), “el largo silencio sobre el pasado, lejos de conducir al olvido, es la resistencia que una sociedad civil impotente opone al exceso de discursos oficiales”. De manera que frente a una memoria oficial como la que se trabajó en esta investigación, es inevitable que surjan otros relatos que conviven en medio de esa Medellín transformada y renovada y hablan de las huellas que dejó el narcotráfico en la ciudad, de esas dos décadas que la memoria oficial pretende esconder, de sus víctimas que todavía piden verdad y memoria, de la manera en que este fenómeno mutó y sigue aquejando a la ciudad de otras maneras.

Por eso, esta tesis pretende recurrir al uso del desfile de silleteros dentro de la imagen de la nueva Medellín como una evidencia de la memoria que pretende conservar la ciudad, en contraposición a los olvidos que surgen de dicha selección. De manera que el trabajo se ha dividido en cinco apartados.

En la primera parte se hace un contexto general de la transformación de Medellín, teniendo en cuenta la versión oficial dada por los programas de gobierno de los alcaldes de dicho periodo y las estrategias nacionales y departamentales para promover el turismo en el “posconflicto colombiano”, pasando por la versión de los medios internacionales que destacan su cambio, en especial después de su primer lugar en el concurso que la declaró “la más innovadora del mundo” en 2013 y por los medios locales a través de estudio cuantitativo y cualitativo sobre el desfile de silleteros en la prensa colombiana y antioqueña, con el fin de hallar nuevamente la conexión entre silleteros y el cambio de percepción de la ciudad.

Una vez evidenciada esta relación, que propone a los silleteros como la cara más amable de la nueva Medellín, la segunda parte se centra en estos personajes, se tiene el primer contacto con ellos a través de sus testimonios directos y empieza a entenderse quiénes son y cuál es la relación que tienen con la ciudad transformada o más bien con el gobierno de esa urbe que se empeña en destacarlos como la parte más importante de su folclor, y se intuye que por lograr que un día Medellín sea reconocido en el mundo por sus silleteros y no por sus narcotraficantes.

En el tercer apartado son claves la identidad y la historia antioqueña para comprender un poco la cultura paisa, la manera en que se denomina a los habitantes Antioquia y su zona de influencia, esa que representan los silleteros y con la que más de uno explica ese tránsito de la Medellín violenta a la Medellín innovadora y segura. Para ello hay que remitirse a investigadores del fenómeno y sus lecturas recomendadas de clásicos locales, así como a momentos coyunturales que ayudaron a forjar dichos arquetipos como su difusión a través de la cultura popular en las artes, la música, la literatura, los manuales escolares y hasta la pintura, creando así el “mito de la raza antioqueña” que suponía la existencia de unas características especiales y superiores en esta zona del país, que permitieron al mismo tiempo la consolidación de procesos más complejos como la colonización antioqueña, que recurrió a elementos raciales para fortalecer aún más el imaginario paisa y el poder de las élites de dicha región.

La cuarta parte se dedica a observar el desfile, antes y durante su celebración en las principales calles de Medellín, teniendo en cuenta una mirada directa y participante de la actividad, que inicia con la visita al corregimiento antioqueño en la víspera de la parada y continúa con el desarrollo del evento en sí como espectadora en agosto de 2013, un relato al que se suma al de la transmisión del acto por televisión hecha por los canales regionales, en este caso la realizada en 2012, con el fin de ser más precisa con detalles como el orden del desfile por ejemplo, con los cuales es posible tener una visión más amplia de la actividad como ritual.

La historia es otro punto fundamental y hace parte del quinto capítulo, gracias al cual es posible explorar los inicios de esta práctica que es llamada tradición y que puede explicar parte de esa búsqueda de identidad que tuvieron las élites antioqueñas en algún momento del siglo XIX, ya que indagando en los orígenes del evento y la tradición, lo único claro es que no existe una sola versión sobre los inicios del desfile, así que el resultado es un ejercicio interesante que demuestra la riqueza de la memoria a través de testimonios, fragmentarias investigaciones y prensa de la segunda mitad del siglo XX. Por eso, más allá de la verdad alrededor del tema, lo importante es destacar la creación de un evento, basado en uno de los personajes típicos de la Medellín todavía rural de los años cincuenta, los silleteros, para formar y fortalecer una identidad folclórica propia, que distinguiera a la ciudad y la región de otras, atrajera turistas y al mismo tiempo fomentará el estereotipo de paisa, que ya desde el siglo anterior venían promoviendo sus élites.

Pero ¿cómo llegaron estos personajes a convertirse en referentes de la región y desde cuándo es tan natural decir su lema principal: cuando pasa un silletero es Antioquia la que pasa? se puede hablar de un periodo de tiempo corto, que empezó a instaurarse a partir del primer desfile celebrado en 1957 en las circunstancias ya comentadas y que indican que su fundación está directamente relacionada con el concepto de invención de la tradición de Eric Hobsbawm y Terence Ranger (2002), pues tanto el evento como sus protagonistas infunden unos valores tradicionales, que las élites regionales buscaron consolidar de nuevo en medio de la crisis económica de Antioquia a mediados del siglo pasado. De manera que a través de la ritualización y repetición del desfile cada año, fue posible consolidar aún más esa idea de cultura paisa y renovar su fuerza en el imaginario colectivo del departamento.

La última parte vuelve a esa Medellín transformada que se abre paso en el competitivo mundo del turismo y las relaciones internacionales tratando de olvidar su pasado con imágenes positivas como el silletero, pero que al mismo tiempo no puede ignorarlo y tiene que enfrentarse a las huellas que la violencia dejó. Por eso este quinto apartado se remonta a la ciudad del presente y sus versiones alternas a la de la tradición de Santa Elena, es decir a la de los extranjeros que la visitan buscando el tour de Pablo Escobar, su droga y sus mujeres, en la que todavía hay extorsión, paramilitarismo y desplazamiento urbano, en la que las víctimas todavía luchan por su reconocimiento y por conocer la verdad de esas dos décadas de terror.

El análisis de prensa, las entrevistas personales, los documentos oficiales, los informes públicos y las investigaciones previas de estudiosos sobre temas como identidad, cultura paisa y tradición silletera fueron fundamentales para elaborar este texto que deja abiertas varias cuestiones y alude a la necesidad de abordar de la historia del narcotráfico en Medellín, desde la academia, desde el gobierno, de manera que existan iniciativas de memoria válidas que no solo dignifiquen a las víctimas sino que ayuden a elaborar ese pasado conflictivo de la ciudad, un proceso fundamental en cualquier sociedad tras procesos genocidas, represivos y violentos.

 

Notas

1.     Evento central de la Feria de las Flores, en el que un total de 500 silleteros (quienes llevan las silletas) cargan sus silletas a las espaldas, las cuales son una especie de armazón de madera que va adornada con flores, y recorren las calles de la ciudad en medio de comparsas y colectivos artísticos. Es patrimonio cultural de la nación y se considera la tradición más representativa de la cultura antioqueña.

2.     En este año Medellín tuvo su tasa más alta de asesinatos con un promedio diario de 18.7 homicidios, es decir 6.810 anuales (Franco, 2012, p. 3211).

 

Bibliografía

HOBSBAWM, Eric y RANGER, Terence. 2002. La invención de la tradición. Barcelona: Crítica. 318 p.

NORA, Pierre. 1993. “Entre memoria e história. A problemática dos lugares”. Proyecto histórico, Número 10, p. 122-131.

POLLAK, Michael. 1989. “Memória, esquecimento, silêncio”. Revista Estudos Históricos. Volumen 2, Número 3, p. 3-15.

TODOROV, Tzvetan. 1995. Los abusos de la memoria. Barcelona: Paidós Asterisco. 109 p.

 

 

* Periodista de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia), máster en periodismo de Agencia de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid, España) y magíster en Historia y Memoria de la Universidad Nacional de La Plata. Becaría de la Fundación Carolina de España y el programa Enlaza Mundos de Colombia, ha participado en proyectos de investigación y trabajado en medios de comunicación como los diarios El Tiempo y El Colombiano de Colombia y la Agencia de Noticias EFE de España.

 

 

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