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Militancia política territorial: subjetividad, identidad y acciones colectivas

Aletheia, volumen 2, número 4, julio 2012. ISSN 1853-3701

Artículos/Vila en PDF 

Mariana Paola Vila*

Fahce- UNLP

 2011

La Plata, Argentina.

vila_marianapaola@yahoo.com.ar

 

Resumen

En las últimas décadas en la Argentina se han producido cambios económicos y políticos que han impactado en la constitución de las identidades y prácticas militantes. Particularmente, la consolidación del neoliberalismo de los noventa transformó el régimen social de acumulación y el régimen político generando impacto en los soportes tradicionales de las identidades políticas y desmantelando el espacio laboral como lugar de movilización política. En su lugar, ganaron impulso las redes territoriales de supervivencia, convirtiendo al barrio en un sitio privilegiado de socialización política.

Ahora bien, con la asunción de Kirchner (2003), emerge una estrategia política tendiente a recuperar los vínculos con los sectores populares. Para contener sus demandas dentro del dominio estatal, el gobierno reactiva sentidos sedimentados del discurso nacional-popular y lo reviste de una impronta setentista que evoca la memoria de aquella militancia juvenil peronista. Todo ello, conduce a redefiniciones en el rol militante y reactiva la tensión entre la figura del “militante social” y el “militante político”, inscriptas desde los noventa en los modelos de militancias. En esta dirección, nos orientamos a reconstruir un conjunto de sentidos, representaciones e imaginarios presentes en las prácticas políticas territoriales de un grupo de militantes del Frente Popular Darío Santillán.

 

Palabras Claves: Militancia política, prácticas políticas, territorialidad, subjetividad e identidad colectiva. 

 

Introducción

Durante el transcurso de las últimas décadas en la Argentina se han producido profundos cambios económicos y políticos que han impactado fuertemente sobre la constitución de las identidades y prácticas. Particularmente, la consolidación del modelo neoliberal de los años noventa fue transformando tanto el régimen social de acumulación como el régimen político de gobierno, lo cual generó un fuerte impacto sobre los soportes tradicionales de las identidades políticas (Svampa, 2005; Merklen, 2005; Palermo y Novaro, 1996; Frederic, 2004; Novaro, 2006). En efecto, la combinación entre desregulación y apertura económica, tuvo como consecuencia un cuadro de crecimiento exponencial del desempleo y precarización de las condiciones de trabajo sumado a una distribución fuertemente regresiva del ingreso. Estas reformulaciones, significaron el desmantelamiento y la fragmentación del espacio laboral como lugar de movilización política.

En el caso especial de Argentina (Becarria y López, 1996) esas transformaciones resultaron significativas ya que, en su pasado reciente, el trabajo asalariado representaba un fuerte mecanismo de integración social, fuente de derecho y seguridad garantizada por el Estado. Con el inicio de la reconversión productiva, se fueron erosionando los principios de cohesión que regían en el proceso de industrialización dado que el neoliberalismo supuso la retirada del Estado como garantía de acceso a los bienes sociales y la centralidad del libre mercado como médula principal para la organización social.

Durante los años noventa, se hizo culto a la individualización de las responsabilidades en la obtención de los recursos materiales y simbólicos (Svampa, 2005), el mercado fue ocupando un lugar cada vez más preponderante en la articulación de las relaciones sociales, al tiempo que fue alterando las antiguas funciones estatales, el mundo laboral y los modos de sociabilidad hasta entonces establecidos. Como consecuencia, las premisas de individualismo, competencia y consumo se constituyeron en regularidades en las formas de dar sentido al mismo tiempo que obraron para reproducir el sistema de relaciones asimétricas.

Estos cambios, a su vez, fueron acompañados de un sistema político dominado por un proceso de fuerte personalización de la representación que permitió al gobierno concentrar la toma de decisiones y desactivar los vestigios del Estado populista del peronismo diluyendo las antiguas antinomias entre peronistas-antiperonistas/ pueblo-oligarquía imbricadas en la politización del conjunto social (Palermo y Novaro, 1996; Svampa, 2005; Merklen, 2005; Frederic, 2004; Novaro, 2006). Esta forma de “despolitización de la política” sirvió como complemento para legitimar el neoliberalismo e instaló nuevos sentidos del hacer político en donde se impuso una eminente centralidad del mercado y del saber técnico-económico por sobre los políticos para dirimir y llevar a cabo las acciones de gobierno (Svampa, 2005; Frederic, 2004). Todo ello, imprimió una tendencia a la profesionalización del trabajo político fuertemente fragmentado entre lo social y lo político, entre “trabajar para el barrio” y “trabajar en política”, inscriptas también dentro de los modelos de militancias (Frederic, 2004).

No obstante, en paralelo a esas tendencias de sobrevaloración saber técnico-económico y del debilitamiento de la política sindical se generaron nuevos formatos de protesta (como es el caso del corte de ruta) y nuevos espacios de socialización política marcados por un anclaje local: el barrio. Básicamente, durante el tránsito de los años noventa, fueron ganando impulso las redes territoriales de supervivencia, convirtiendo al barrio en un espacio privilegiado para la construcción identitaria y política de las clases populares (Merklen, 2005; Svampa, 2005). La potenciación de “redes informales barriales” (Frederic, 2004) se instituyeron en locus político no sólo de las prácticas militantes sino, también, de las políticas de focalización del nuevo modelo de dominación neoliberal (Svampa, 2005).

Ahora bien, a partir del 2003, con la asunción de Kirchner hasta la actualidad, se refuerza la estrategia política tendiente a recuperar los vínculos con los sectores populares (Svampa, 2005). Como parte de los esfuerzos por contener sus demandas dentro del dominio estatal, el gobierno reactiva los sentidos sedimentados del discurso nacional-popular, explotando al máximo ciertos usos retóricos y metafóricos, logrando hondos efectos de atracción en la subjetividad subalterna (Retamozo y Muñoz, 2008).

La particularidad del discurso Kirchnerista, dotada de una retórica nacional-popular y una impronta setentista con una inscripción especial en la memoria de la militancia juvenil peronista de  aquellos años (Montero, 2009), generó un escenario donde algunas agrupaciones políticas, que hasta entonces se venían movilizando bajo la voz de impugnación respecto a la escasa representación política de los funcionarios públicos (visible en la expresión ¡que se vayan todos! del 2001), se vieron en la urgencia por redefinir y resignificar el rol militante, lo que reactivó viejas tensiones entre la figura del “militante social” y el “militante político” (Svampa, 2004; Frederic, 2004). Básicamente, desde entonces, distintas agrupaciones políticas debieron afrontar la reapertura de antiguas tensiones asociadas a la separación entre lo “social” y lo “político”, esto es, entre “trabajar para el barrio” y “trabajar en política”, inscriptas desde los años noventa dentro de los modelos de militancias (Frederic, 2004).

En este escenario, consideramos capital la contribución de aportes teóricos que permitan comprender los procesos de construcción de identidades y practicas políticas colectivas recientes, resaltando allí las particularidades presentes en las modalidades de militancia. Por ello, en este artículo, nos hemos orientado especialmente a reconstruir algunas líneas de análisis en torno al conjunto de sentidos, representaciones e imaginarios presentes en las prácticas políticas territoriales de un grupo de militantes del Frente Popular Darío Santillán.

En particular, el itinerario de esta presentación contiene cuatro secciones. En la primera de ellas, se ofrece una recopilación de algunos aportes teóricos y herramientas conceptuales útiles para pensar la conformación de sujetos políticos y los procesos de construcción de subjetividad, identidad y acción colectiva que se despliegan en las agrupaciones políticas. En la segunda sección, se recuperan algunas de las marcas históricas más significativas referidas a la conformación de la agrupación en estudio y en uno de los barrios donde los militantes construyen sus prácticas políticas territoriales. En la tercera sección, se reconstruyen y analizan un conjunto de sentidos, representaciones, imaginarios y construcciones identitarias militantes presentes en sus prácticas políticas territoriales. Por último, se ofrecen algunas reflexiones finales que resaltan aspectos centrales de la exposición orientados a brindar algunas aproximaciones para el estudio de la construcción de identidades militantes de agrupaciones políticas relevantes en la actualidad.

 

Aproximaciones teóricas: Sujeto social, identidad y subjetividad colectiva

Un punto de partida para comprender la emergencia y conformación de sujetos políticos implica asumir que todo movimiento social del que sea parte se articula como proceso abierto e inacabado, se construye en una temporalidad histórica y conlleva la (re)constitución de identificación colectiva y producción de sentido. Esencialmente, supone comprender que los movimientos sociales funcionan como espacios de integración simbólica en la medida en que “subjetivizan un ámbito de lo social” e instalan elementos de sentido que intervienen tanto en su accionar como en la construcción de su identidad colectiva (Revilla Blanco, 1996).

Desde allí, la identidad colectiva puede pensarse como un espacio específico de la subjetividad donde ciertas formas de dar sentido refieren a la pertenencia dentro de un colectivo y adquieren grados de “estabilidad dinámica” que habilita la posibilidad de movilizar códigos comunes, el pasaje de la primera persona en singular a la primera del plural para determinadas situaciones, es decir, da lugar a la conformación de un “nosotros” (Retamozo, 2007; De la Garza, 1997). Pero, en tanto la conformación identitaria en movimientos sociales es un proceso dinámico, está sujeta a la reconstrucción permanente por la incidencia de su propio accionar y la reconfiguración de subjetividad colectiva. Fundamentalmente, porque la identidad acompaña el transcurrir histórico de los movimientos sociales y, en este sentido, tanto las acciones que desarrollan como la subjetividad colectiva que construyen interpelan los proceso de (re)construcción identitaria (De la Garza, 2001).

El proceso de construcción identitaria de los movimientos sociales está, por tanto, en diálogo permanente con la (re)construcción de subjetividad colectiva y con el campo de acciones que despliegan en su transcurrir histórico. Por un lado, la subjetividad colectiva pone en juego tramos de la identidad, la reactualiza, recrea y modifica, produciendo y articulando significados que instalan umbrales de acción colectiva y experiencias históricas. Mientras que, por su parte: “Las mismas acciones colectivas (prácticas y praxis) ya sean cotidianas o extraordinarias impactan en la conformación de la subjetividad colectiva e incorporan nuevos sentidos o reordenan los códigos donde pueden aparecen nuevos o emerger aquellos que parecían fosilizados.” (Retamozo, 2007: 27).

En este sentido, los procesos identitarios de los movimientos sociales remiten a la construcción de subjetividad colectiva pero también habilitan la posibilidad de emergencia de nuevos sujetos sociales. En efecto, para Zemelman (1997) la subjetividad remite a una amplia gama de aspectos de la vida social (económicos, políticos, culturales, etc.), ritmos temporales y escalas espaciales, desde los cuales se producen y reproducen redes de relación social que abren la posibilidad de surgimiento de otra concreción de lo social que va más allá de las identidades colectivas: el de los sujetos sociales.

La categoría de sujeto social, busca expresar la multiplicidad de esferas de la sociedad donde se evidencian conflictos y posiciones de actuación social, las cuales no tienen una direccionalidad susceptible de ser preestablecida de antemano. Para Zemelman (1997), un sujeto social es un nucleamiento colectivo, que compartiendo una experiencia e identidad colectivas despliegan prácticas con capacidad de incidir en las decisiones sobre su propio destino y el de la sociedad a la cual pertenece. Esto significa que no todo grupo social, así posea identidad, deviene en sujeto social, ser sujeto social implica una construcción histórica que requiere de la existencia de una memoria, una experiencia y unos imaginarios colectivos (identidad), de la elaboración de un proyecto (utopía) y de una fortaleza para realizarlo (Torres Carrillo, 2000).

De este modo, la subjetividad e identidad colectiva de los movimientos sociales elaboran condiciones para la construcción de sujetos sociales; en la medida que a través de ellas se elabora la posibilidad de definición de intereses propios y el despliegue de prácticas dotadas de sentido y de poder. La subjetividad colectiva va más allá de los condicionantes de la producción económica ni se agota en lo racional sino que se despliega en el amplio universo de la cultura (en tanto proceso histórico y social de acumulación de significados ), y es entendida como un proceso que se introduce en los códigos acumulados socialmente (ya sean representaciones simbólicas, valores, normas, sentido estético; sentimiento; razonamientos cotidianos, etc.) creando configuraciones subjetivas para la situación concreta (De la Garza, 2001). Este aspecto relacional y dinámico de la subjetividad social remite simultáneamente a su carácter constituyente del proceso social y constituida por él: “…se teje en la historia, dentro del marco de las estructuras (espaciales, económicas, sociales), pero es en el caldero de las experiencias y las luchas de los grupos sociales, vividas desde su cotidianeidad, donde es realmente asumida.” (Torres Carrillo, 2000: 6).

La línea de ideas expuesta hasta aquí constituye, a nuestro entender, un aporte capital para el estudio de la construcción de identidades militantes de diversas agrupaciones políticas. Primordialmente, porque invita a convertir los procesos de construcción de sujetos políticos y la subjetividad colectiva involucrados en la constitución de las identidades colectivas en un espacio de interrogación central. En lugar de detenerse sólo en los aspectos sociales e históricos que han permitido el surgimiento de como sujetos de demanda publica-política, se orienta a indagar en la articulación de sentidos, representaciones, imaginarios y experiencia colectiva de agrupaciones políticas en concreto con el propósito de revelar su incidencia en la construcción de subjetividad colectiva, la cual constituye uno de los elementos más dinámicos de la identidad.

No obstante, la tarea por develar la construcción de subjetividades e identidades colectivas de estas perspectivas refiere a dos procesos relacionados. Por un lado, supone sumergirse en el campo de diferencia. Esto implica que las identidades sólo puede construirse a través de la relación con el Otro, la relación con lo que no es (su alter), con lo que se ha denominado su afuera constitutivo. En este plano, abre campo a la indagación por los procesos sociales que impactan en la conformación y reelaboración de las identidades dado que frente a la presencia de ciertas transformaciones históricas los elementos de dar sentidos rutinarios pueden trastocarse por otros aparentemente inusitados, abriéndose la posibilidad de rearticulaciones, asimilaciones y creaciones en el terreno de las configuraciones subjetivas y de la identidad colectiva. Por otro, la emergencia de movilización social no es suficiente para entender construcción de identidad y subjetividad colectiva. En este otro plano, la cuestión supone analizar los procesos de identificación dentro de cada movimiento social en concreto. Principalmente, porque dentro de cada espacio de relaciones sociales específico, se van construyendo determinadas prácticas y procesos de significación que refieren a la pertenencia dentro de un colectivo y que dan lugar a la conformación de un “nosotros”. En este terreno, el acervo de experiencia social va (re)creando un conjunto de prácticas y sentidos, desde el cual los sujetos van inscribiendo trayectorias colectivas.

 

Historia del encuentro entre los militantes Frente Popular Darío Santillán y el Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón del Barrio Malvinas.

El Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón del Barrio Malvinas (MTD A.V B-M) comienza a formarse a partir de una trama de relaciones sociales que se fueron gestando entre un grupo de vecinos como consecuencia de las paupérrimas condiciones de vida que se venían evidenciado en la más zona periférica del barrio. Más precisamente, desde el año 2000 hasta mediados del 2002 va surgiendo un asentamiento lindero al casco histórico del Barrio Malvinas que se fue poblando con familiares de la comunidad toba (ya antiguamente radicados en la zona), habitantes procedentes del Chaco, Salta, el interior de Buenos Aires y Paraguay. Este asentamiento, empezó a establecerse a partir de la toma de terrenos baldíos del barrio y, desde entonces, demandó coordinación de trabajo colectivo para la distribución de lotes, su delimitación y la infraestructura en general. Este acercamiento, dio lugar a la creación de una olla popular que funcionó durante un tiempo con el propósito de asistir las necesidades de la gente del barrio, (Gonzalez y Silber, 2003: 28-29).

Por su parte, siguiendo otro tramo de la historicidad, la agrupación política Galpón Sur venía desde finales de los años noventa y principios del 2000 transformándose en un espacio político de encuentro entre varias agrupaciones estudiantiles y barriales. Su propósito era gestar una militancia que trascendiera el ámbito universitario y que fuese capaz de articular con otras agrupaciones, respetando la construcción horizontal y autónoma, actividades colectivas que promovieran un cambio social. En esta dirección, en el año 2001, se creó la Coordinadora de Organizaciones Populares Autónomas (COPA). La COPA, fue una experiencia que buscó articular espacios políticos a nivel nacional, con distintas prácticas políticas (1).

A principios del 2003, un vecino del Barrio Malvinas toma conocimiento de los talleres recreativos y formativos que Galpón Sur había realizado con los niños y adolescentes del barrio Romero (Gran La Plata) y les propone trasladar esa experiencia al suyo. Galpón Sur ingresa al asentamiento en marzo del 2003. A partir de esta llegada al asentamiento, se asumió la forma asamblearia para la toma de decisiones. Esta forma de trabajo, resultó un cambio significativo para la gente del barrio y derivó en una huerta y un comedor, “El Galponcito”. No obstante, a través de los sucesivos encuentros, el nexo entre el asentamiento del barrio y la agrupación política se transforma en un punto crucial para el MTD A.V B-M, porque a partir del contacto que Galpón Sur mantenía con otros barrios de Gran La Plata, la gente de Malvinas comienza a conocer y participar que ya estaban articulados como MTD. En este contexto, algunos barrios de Gran La Plata se unieron en el MTD La Plata y, en lo sucesivo, cada barrio fue decidiendo integrase a la línea de Aníbal Verón, incluído el Barrio Malvinas (2).

Hacia fines de 2003, se producen grandes transformaciones en los vínculos políticos ligados al MTD A.V B-M. La organización COPA a nivel nacional se agotó y finalmente, esa búsqueda de confluencias entre agrupaciones autónomas se transformó en el Frente Popular Darío Santillán (FPDS), donde no sólo se da la asignación de un nuevo nombre.

Inicialmente, la formación del FPDS se concreta en el año 2004 a raíz de un conjunto de movimientos que eran parte de la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón (CTD A.V) y del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón (MTD A.V), reivindicando las experiencias de lucha del movimiento piquetero pero, trazando una búsqueda por construir procesos de unidad popular más amplia que los desocupados (3). Con el paso del tiempo, se fueron sumando una cantidad de agrupaciones estudiantiles, sindicales, territoriales, vecinales, culturales, espacios de jóvenes y de mujeres.

Precisamente, las nociones de “Frente” y “Popular” refieren a la intención de crear un nuevo colectivo multisectorial que supere la interpelaciones sectarias o, bien, ligadas a un sujeto político especifico como lo era la interpelación de “trabajadores desocupados” y su reemplazo por uno más amplio que remite a pueblo. La militancia política del FPDS aspira a transformar la sociedad por una socialista. El trabajo territorial, o bien “en y desde abajo”, constituye un espacio donde se busca construir Poder Popular, lo cual permitiría revertir la opresión-cosificación propia del sistema capitalista (Mazzeo y Stratta, 2007: 11-12).

Estas nuevas lecturas políticas, repercutieron en el trabajo territorial que venía llevando a cabo en el MTD A. V B-M y se tradujeron en cambios substanciales. Por un lado, impactó en las dimensiones de protesta: de aquí en más la lucha abarca más problemáticas sociales. Por otro, en el seno de la organización porque surgen los plenarios sectoriales (estudiantiles, territoriales, etc.) y plenarios nacionales, donde aparece la figura de delegados de base. Finalmente, en el trabajo territorial: a la huerta y el comedor se le sumaron más actividades para coordinar colectivamente (panadería, taller de niños, de género, etc.). Pero, sobre todo, porque cada una de estas actividades pasaron a constituirse espacios centrales para deconstruir formas de socialización asociadas al capitalismo (tales como el individualismo, la competencia y la desigualdad) y construir poder popular.

 

Subjetividad, imaginarios y construcciones identitarias militantes en prácticas políticas barriales.

Los militantes que participan en el MTD- A.V B-M transitan idas y vueltas al comedor barrial “El Galponcito” donde desarrollan diferentes actividades junto con los participantes de base es decir, con los integrantes del MTD que viven en el barrio. Sus prácticas, mantienen un formato taller con actividades y reflexión colectiva-dialógica que supone una coordinación a su cargo y la participación de los demás integrantes.

Durante el transcurso del desarrollo de la investigación en el 2009, los talleres en marcha fueron el taller de Género, que comenzó a formarse a principios de ese año, el taller infantil llamado “Tiburones y Mojarritas”, que venía funcionando desde el 2005, y la actividad de cocina, que desde el 2003 brinda almuerzo y merienda para la gente del barrio. Esas instancias de trabajo territorial, nacieron bajo la finalidad de generar dentro del barrio nuevas formas de vínculos que conducirían al cambio social esto es, el reemplazo de modos sociales vigentes (representaciones dominantes, valores competitivos e individualistas, prácticas desiguales, etc.) por otros asociados al socialismo, en tanto cosmovisión militante, esto es:

 

 “Aspiramos a la transformación de la sociedad, en una sociedad justa, igualitaria, socialista. Pero el camino que nosotros hacemos hacia la construcción de esa sociedad está en la transformación de las relaciones sociales. Entendemos que no es simplemente un momento donde hay una toma de poder. Por ejemplo, no es que se hace una revolución y al otro día de la revolución está el Estado socialista. Sino que, es una construcción progresiva, la acumulación de poder popular. Creemos que el poder, justamente, se construye de a poco y no se toma. No suponemos que está en algún lugar que tenés que ir a tomarlo. La idea es construir poder popular en las relaciones sociales cotidianas.” (Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

Esta cosmovisión referida a la transformación social, se sintetiza en la búsqueda de poder popular y moviliza un conjunto de sentidos aglutinantes de la configuración subjetiva militante, en tanto proceso de autoexplicación del porqué, del cómo, del cuándo, del con quién relacionado con el accionar (De la Garza, 2001).  Estos elementos de sentido, que participan en la conformación de una subjetividad militante, si bien no pueden inferirse a través de razonamientos deductivos rígidos dado que el acervo de conocimientos, valores, normas, criterios de justicia y sentimientos que lo componen admiten movilidad, discontinuidad, contradicción e incertidumbre del razonamiento cotidiano (De la Garza, 1997), asientan sobre el trabajo territorial una impronta acerca de aquello que se trae y se busca generar en el barrio. La perspectiva de cambio socio-político, condensa y aglutina un territorio común de sentidos que forman parte de la subjetividad militante y, a pesar de que pueden provenir de diferentes motivaciones (cognitivas, emocionales, normativas, entre otras) e incluso rebasar los análisis textuales, expresan puntos nodales del discurso militante cargando una intensidad significativa para la autoexplicación de su praxis.

Entre los puntos nodales que componen la subjetividad militante aparece, con fuerte recurrencia, la prioridad otorgada a “lo territorial”:

 

“Decidí que quería empezar acá mi militancia porque tenía conexión con el MTD, más allá de la militancia universitaria (…) Era una época de mucha discusión, de muchas ganas de salir de la universidad ¿no?, y conectarte con los otros sectores sociales. Y como que eso fue lo que marcó el comienzo, lo que marcó el principio de mi militancia.” (Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

El barrio es dónde el accionar militante encuentra lugar, sitio que alberga la cosmovisión referida al poder popular. La preferencia territorial enlaza los sentidos de cambio social, el cual ubica al poder y al sujeto dentro de un campo intersubjetivo, práctico y relacional. Desde esa concepción, se asume que el poder se construye desde el vínculo con lo popular, a través de la conexión “con los otros sectores sociales”. Por tanto, la labor política se sitúa fuertemente en el barrio y apunta a los sectores sociales subalternos, los cuales constituyen el con quién del accionar militante:

 

“Mis expectativas de cambio y de lucha son partir de ahí, desde la base y desde el territorio. Justamente, acompañada con compañeros/as provenientes de otros sectores que, si bien es gente que vive situaciones diferentes y distintas a la nuestra, yo considero que, no sé, es necesario hacerlo y construirlo desde ahí.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

Las actividades de taller en el barrio constituyen, las instancias donde el nosotros-ellos, referido a dos sujetos sociales con trayectorias colectivas aglutinadas en un espacio común, encuentra un modo de estar en y con los otros. En ello, vimos que en la relación hay un reconocimiento de otredad entre militantes y participantes de base, atribuido a la existencia de realidades e historias de vida “diferentes y distintas”.

Al mismo tiempo, la elección espacial traza ligaduras discursivas que corren en dirección hacia la pregunta sobre cómo es posible la transformación. Uno y otro punto nodal, dónde y cómo crear poder popular, se presentan bajo ciertas conexiones dentro de la subjetividad militante. Concretamente, las prácticas militantes asociadas al cómo suponen modos particulares de acción, visibles a través de las dinámicas y prácticas de taller. Esto último, conduce a analizar los elementos de sentido atribuidos a la modalidad de trabajo y las actividades planteadas en los talleres, donde se despliega el cómo transformativo militante.

El taller de género se inserta en la problemática planteando actividades que apuntan a dar visibilidad sobre los derechos femeninos y generar reflexión sobre el reconocimiento de los mismos. En relación a ello, se planteaba:

 

“Cuando, por ahí, llegas a la situación de violencia o del abuso también hay como una parte que es de la autoestima de la mujer, que ya tiene vapuleada desde mucho antes de que llegue el golpe. Y bueno, por ahí, el objetivo de pensar este taller es empezar a reconstituir desde ahí, desde la autoestima, es decir: yo tengo derecho. Desde la pavada de: dentro de la semana tengo derecho a un día que sea mío y que me junto a hablar de mí y de los problemas de las mujeres o ir a tomar mates o comer un rica pizza.” (Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

La restitución de la autoestima y el reconocimiento de derechos son elementos cruciales dentro del modo militante de emprender prácticas con los participantes de base. Esto mismo, también da forma a la modalidad de trabajo en el taller infantil “Tiburones y Mojarritas”. Sus militantes lo relataron así:

 

“Es necesario construir desde el territorio, generar conciencia de lucha o ganas de cambiar mínimamente la situación en que están viviendo, digamos. De organizar, de pelear por tus derechos, de que te den todo lo que te está faltando porque yo creo que corresponde. (…) Estar con los chicos, significarles justamente desde el afecto (…) La conciencia de, no sé, de lo que es el barrio, lo que es la salud, de lo que es tratar de mejorar su propio espacio y a la vez, no sé, sus propias relaciones tal vez en el barrio entre ellos y, no sé, yo lo veo necesario intervenir desde ese lado.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

A su vez, un trazo de la modalidad de trabajo en el taller infantil se delinea a través de lo que ellos llaman “juegos cooperativos”:

 

 “Los juegos cooperativos ven como un valor negativo a lo que es la competencia entonces, tratan de pensarse en torno a otros valores diferentes que en general son la cooperación para la resolución de problemas que se piensan grupalmente. Y la idea es que estimulen esos valores y esa forma de relación.”(Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

No obstante, si bien no todas las actividades del taller infantil resultan ser juegos cooperativos, todas ellas evidencian una fuerte asociación entre el tipo de prácticas que se desarrollan y la matriz política, suponen una instancia de reflexión con connotación política y social:

 

“Una vez hicimos un cuento inventado, hecho por nosotros [los militantes], como que tratábamos de enfocar los distintos derechos de los niños en sí y, en una parte del cuento, había un planeta donde los chicos trabajaban y como que todo era así: con ausencia de derechos. Y justamente, en esa actividad se vio como está instalado porque, lamentablemente, con todo el tema que vivieron los padres, se vive que la mayoría de los chicos vienen al centro a buscar monedas y tienen instalado los chicos de que es necesario para salvar su día a día: laburar. Y en ese momento, era como que no y cómo que no, insistimos en que nosotros tenemos que jugar.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

A su vez, la visión de lo cotidiano ocupa un importante espacio dentro de la subjetividad de los militantes en la medida en que es un punto de referencia para delimitar las prácticas políticas y los talleres colectivos:

 

“La diferencia cotidiana la vas viendo día a día (…) Yo lo que veo es que son muchos los chicos que van y van logrando de a poco una buena integración respecto del año pasado y que es un buen punto a aprovechar y que hay que no sólo jugar sino aprovechar para generar otro tipo de lazos entre ellos.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

“Yo, para mí el taller [de género] restituye desde lo cotidiano. Es tratar de aumentar, sobre todo, lo que es el poder de decisión de la mujer sobre su vida.”(Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

Sin embargo, la cotidianeidad que interesa es la que refiere a la realidad de los “otros/ellos”, la de la gente del barrio que participa en los talleres y productivos: en los participantes de base. La cotidianidad transformable se aloja en el barrio construyendo un relato militante descentralizado y jerarquizado que asume un poder de incidencia en los “otros/ellos”: “no sólo jugar sino aprovechar para generar otro tipo de lazos entre ellos”, “aumentar, sobre todo, lo que es el poder de decisión de la mujer sobre su vida”. En este sentido, la cotidianidad versa sobre los “otros”, se piensa en relación al conjunto de sucesos, vínculos y temas del barrio mientras que los militantes, en cambio, aparecen discursivamente por fuera del proceso de transformación colectiva -“entre ellos”/ “sobre su vida”-.

En este aspecto, también, resulta capital el hecho que la propia labor militante se inscribe en una extratemporalidad, de alejamiento y regreso al comedor del barrio, abriendo instancias donde la propia subjetividad militante interpreta y asigna sentido a realidades referidas a los “otros/ellos”, a los participantes de base.

En las experiencias de taller, se muestran algunos estratos de las concepciones militantes referidas al cambio social. No obstante, esas miradas sobre el cómo transformativo no son estáticas ni sumamente rígidas. En primer lugar, porque la propia práctica supone un carácter relacional donde aquello que se espera o propone con determinada actividad sólo puede ocurrir en cierta medida, dado que involucra el accionar y la subjetividad de los participantes de base. Y, en segundo lugar, porque al cabo de cada taller los militantes sostienen un espacio de evaluación de las actividades realizadas y de planificación para los encuentros siguientes, lo que pone en movimiento la relación propósitos políticos y prácticas:

 

“Hacemos la evaluación, justamente, porque tratamos de ir a eso: a la realidad constantemente (…) Es como que van surgiendo y las vamos construyendo, digamos. A partir de que se nos presenta en el momento, es así. Después lo analizamos y decimos cómo podemos tratar de paliar un poco.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

En interior de estas deliberaciones orientadas a generar talleres, versan un conjunto imaginarios y creencias que inciden tanto en las prácticas como en las propias subjetividades. Al indagar, por ejemplo, en las ideas de origen y en los cambios experimentados en el transcurso de los encuentros con el grupo infantil, se manifestaron los siguientes supuestos acerca de la niñez:

 

“Me encontré con muchas cosas. Por ahí, desnaturalizar la idea de que todos los niños juegan. O sea, me encontré con que no, con que era mentira eso. Con que no todos los niños jugaban y con que todos los niños trabajan mucho e iban a pedir al centro y, muy pocos escolarizados (...) Y eso que es jugar, algo tan natural en mí infancia o en el mundo de nosotros por lo menos, en la de ellos no.” (Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

La idea de una infancia marcada por el trabajo infantil, la changa o por la falta de escolarización pone a rodar prácticas como veíamos en el caso del cuento confeccionado por los militantes del taller infantil. En esa propuesta, se esperaba que los niños identifiquen el planeta donde carecían sus derechos elementales que anulaban la posibilidad de juego. Precisamente, la historia fabricada contiene parte de los supuestos referidos a una infancia no vivida por los militantes, aunque sí imaginada. Tal situación, no es menor en lo que refiere al sentido que se brinda a las actividades propuestas. Cuando comentaban dicha actividad, hacía alusión a:

 

“Lo que tratábamos fue concretamente: el trabajo infantil. Y con eso del trabajo, como que un chico piense que el día de mañana tiene que trabajar está perfecto pero que los chicos estén trabajando y eso les parezca bien, es chocante. A parte estábamos planteando otro planeta donde los chicos trabajaban y no jugaban y era horrible, pero para ellos: ¡No!” (Alfredo, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas).

 

En lo que refiere a la subjetividad, el trabajo infantil atrae distintos sentimientos desde “extrañamiento” hasta de “choque” con la realidad de origen de los militantes, sobre todo moviliza ciertas explicaciones y pareceres vinculados con la problemática donde se hacen visibles creencias que corren en las prácticas:

 

“A mí, particularmente, uno de los chicos por ejemplo me contaba que su mamá lo obligaba a ir a club a pedir monedas, que los policías lo paraban y tiene tres años el nene. Y eso, me generaba mucha dificultad para entender cómo se podía llegar a eso, a mandarlo al centro a buscar plata. Justamente, partiendo de eso del ambiente de vida y sí, se entiende.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

Desde el ángulo de la infancia, además, comienzan a desplazarse otras presunciones sobre la realidad de incidencia de los niños/as que participan en el taller. Sobre el ambiente de vida se van componiendo otros supuestos que involucran sujetos cercanos al infante y su entorno de crecimiento:

 

“Por ahí, yo veo que todo se transmite a través de la familia (…) Si vos sos un chico, no sé, me imagino, que te crían desolado, que tus viejos nunca están, que no te dan ni pelota, los ves por ahí solos dando vueltas, como que no sé me imagino las actitudes un poco, por ahí. Es como que quien ha tenido un acompañamiento, no sé, nosotros llegamos y vemos que los padres los están bañando, los ponen todo lindos así como para estar en el taller. Y, a otros chicos los ves deambulando, los padres no los conocen, muy solos.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

La violencia es vista como una problemática central del entorno social del barrio. Desde el plano subjetivo, la violencia sorprende y obliga a los militantes a darse explicaciones al respecto, tales como:

 

“No sé, la violencia es algo que se ve mucho en los chicos, entonces, generar algún tipo de actividad que, no sé, genere integración. Porque, además, Malvinas es un barrio que no solo hay gente del Chaco sino también de Bolivia, de mucha gente del norte, también, asentamientos tobas, y hay un poco de discriminación (…) Eso de la discriminación no es característico de un barrio ni de una clase social, digamos. La discriminación está instalada en todas las clases sociales y es propio de ellos, para mí.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

Particularmente, la violencia que más sorprende y moviliza a pensar sobre los universos de vida de quienes participan en los talleres es la que ejercen las madres con sus hijos. En el taller infantil, por ejemplo, comentaban:

 

“Sí pero, también, un chico con tres años con un corte en la mano, como si fuera algo cotidiano, no sé… ¡Se lo había hecho la mamá! (...) En el caso de los chicos les llega medio de rebote, que tampoco es culpa de los padres, sino del sistema porque muchos no tienen trabajo y otros trabajan todo el día y no pueden atender a sus chicos o canalizan todo a través de la violencia.” (Alfredo, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas.

 

Esto mismo, referido la idea de “canalización de la violencia” para el caso de madres e hijos, también surgió dentro del taller de género. Al indagar sobre los inicios del trabajo del taller en relación a las primeras percepciones realizadas, los militantes relataron lo que sigue:

 

“Me encontré mucho, cuando empezamos a hablar de violencia salió la violencia de las madres hacia los hijos. Eso fue algo que no lo había pensado yo. Yo dije: bueno sí violencia, nos pegan a nosotras y nosotras no pegamos ¿no? Y bueno, fue interesante ¿no?, y después, bueno, se terminó viendo que por ahí venia el marido le pegaba y por ahí después vos te terminabas descargando con tus hijos. Y bueno, fue como todo un circulo que se fue como develando pero que al principio fue difícil. Y entonces, era ¿en qué lugar de la cadena de la violencia estábamos?” (Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

En lo que refiere a las mujeres que participan de los encuentros y sus ámbitos cotidianos, existen otros supuestos que se elaboran e inciden en el accionar militante. Una de las actividades propuestas en marco del taller de género condujo, por ejemplo, a estas reflexiones:

 

“Me encontré con que, por ejemplo, una vez hicimos una salida al zoológico para una cuestión meramente recreativa. Y bueno decíamos: ¿a dónde quieren ir, a tal lado a tal otro?, y nos dijeron: a mí a donde vayamos me da igual porque yo no he salido nunca del barrio, no conozco nada, por ejemplo. Y yo, no lo podía creer, o sea cómo: no fuiste nunca ni al centro de La Plata, y decían: No. Entonces es como que te decís: ¡No!, entonces, tengo que partir de mucho más atrás. O sea, estoy tratando de explicar lo que es el patriarcado y la igualdad ¿Y cómo planteás la igualdad de los derechos y que tiene que compartir las tareas domésticas, por ejemplo, y que no tiene que ser la responsable de todo en tu casa, si ni siquiera sale? Es como que, no sé, es muy difícil.” (Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

Dentro de la subjetividad militante los elementos de sentido condensados en estos imaginarios de la cotidianidad barrial se conectan con dimensiones de temporalidad trazadas en el marco de búsqueda de cambio social, lo cual expone registros en torno al cuándo de su accionar. Desde su mirada, la labor de los talleres que se encuentra dispuesta a incidir en las experiencias identificadas, desde la mirada militante, como cotidianas, aparece sujeta a una temporalidad que se desliza a través de una línea también imaginaria referida a la transformación social:

 

“Una organización política como es el FRENTE [Frente Popular Darío Santillán], por ahí, tiene fines inmediatos y mediatos, bastante más importantes, como es el Cambio social y, como que a través del taller de niños es una forma de contener al barrio, no solamente a Tiburones y Mojarritas, digamos. Si bien se quiere generar que en un futuro tengan una participación política, se nos hace difícil. Sí, podemos transmitir hoy ideas políticas, digamos, a Malvinas. Entonces, como que, por ahí, las expectativas son más pequeñas de lo que uno en realidad se está buscando.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

Los encuentros de taller, entonces, suponen un conjunto de sentidos y prácticas cuya dirección está orientada políticamente hacia un fin con el cual los militantes se identifican y que avanza gradualmente en el tiempo a través de objetivos de corto y largo alcance. Ese fin político se traduce en la restitución y transformación de ciertos agravios sociales, entre los que figuran: “el hambre”; “el trabajo infantil y la falta de juego”, “la violencia de género en el ámbito domestico” que viven personas pertenecientes a los sectores subalternos, en este caso: los participantes de base del MTD Barrio Malvinas. Todos ellos, inciden en el porqué de la praxis militante. El desplazamiento temporal se encuentra sujeto a razones de corto plazo que ceden posibilidad a las de más largo alcance:

 

“El objetivo del taller de mujeres, por ahí, cuando yo pienso que en esa compañera que nunca salió del barrio, o mismo cuando empezaron el taller que decían: bueno aunque sea un día porque al final nunca tengo un día para mí de hacer algo sin mi familia, para mí. Es empezar por eso así de chiquito ¿no? (…) Ahora, la transformación, el cambio social tiene que ver con la posibilidad de llevar esa forma social de relacionarte en muchos ámbitos, desde en lo social como también en las relaciones de trabajo, poder pensar y organizar esos espacios de trabajo que sean pre-figurativas esas prácticas de trabajo, de esas nuevas relaciones de trabajo.” (Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

Como se observa, en los relatos subyace la idea de gradualidad y progresión. Básicamente, para los militantes el hecho de ir al barrio e instalar en sus prácticas de taller “esa forma social” de relacionarse supone una progresión que avanza desde la institución de vínculos pensados como igualitarios, equitativos y justos, para la cotidianeidad de los participantes de base, hasta la ampliación de esas formas “pre-figurativas” en ámbitos de la vida extra-barrial.

En suma, la construcción de sentidos militantes se condensa en la búsqueda de poder popular el cual apunta a construir un modo socialista de vincularse y reconocerse entre sectores sociales subalternos. Anclándose en lo territorial, pone a rodar prácticas e instancias colectivas manteniendo como locus de su accionar a los participantes de base donde se visibilizan elementos de sentido referidos a un campo diferencial entre nosotros/ellos: militantes y participantes de base. No obstante, la incidencia de las experiencias colectivas pone en movimiento y somete a permanente (re)jerarquización y desplazamiento los sentidos de su matriz política. Los imaginarios, los sentidos y las perspectivas de futuro que versan sobre sus talleres se abren al diálogo con la receptividad de las actividades propuestas y de la otra subjetividad interviniente: la de los participantes de base. Así, por ejemplo, luego de las prácticas territoriales aparecen otras posiciones militantes tales como:

 

“La idea de construirlo desde ahí dentro y hacer el taller junto conmigo y que lo hagamos entre todos.” (Guadalupe, tallerista del espacio con jóvenes y niños del Barrio Malvinas)

 

“Para mí venir al barrio fue aprender muchísimo y también pensar política.” (Virginia, tallerista del espacio de género en el Barrio Malvinas)

 

Estas expresiones interpelan un “nosotros colectivo” aún embrionario y marcado por las historias distintivas de militantes-participantes de base pero, también, dan cuenta que la incidencia de las prácticas de taller regresan a la perspectiva militante en términos de una reflexión respecto de las maneras de construir lazos de unidad, las cuales suponen deponer el lugar mentado de formadores políticos para volver a “pensar política” en el barrio, “entre todos”

 

Reflexiones finales

El recorrido por lo abordado nos permitió reconstruir y visibilizar un conjunto de sentidos, imaginarios y construcciones identitarias presentes en las prácticas políticas territoriales que se inscriben en la agrupación en estudio. En este aspecto, los relatos y prácticas de los militantes, pusieron en evidencia la fuerte incidencia de las historias colectivas previas (movimiento de desocupados- movimiento estudiantil) y sus espacios de referencia (barrio- universidad) en el campo de construcción subjetiva e identitaria. Principalmente, se pudo registrar la profundidad con que aquellas historicidades precedentes se anudaban a elementos de sentido con fuerte impacto en el terreno de conformación de las subjetividades y, al mismo tiempo, la presencia de trazos de distinción entre un nosotros-ellos (participantes de base- militantes) que se dispusieron sobre el espacio de las prácticas cotidianas y colectivas.

Una nota capital es que la construcción de sentidos militantes aparece condensada en la intencionalidad de “construir poder popular” lo cual, desde su mirada, permitirá la creación de un modo socialista de vincularse y reconocerse entre sectores sociales subalternos. Esta perspectiva de cambio social enlaza con la selección de prácticas territoriales como modos de disputa a la hegemonía capitalista dado que la transformación es vista como resultado de relaciones sociales que crecen desde abajo, en el barrio, fruto de la adopción de un modo socialista de relacionarse unos con otros. Sin embargo, en las prácticas territoriales también se presentaba una secuencia que iniciaba con una propuesta dirigida a los participantes de base y una voz militante que regresaba en las instancias de cierre, quedando muchas veces excluida de la interpelación en el transcurso de la práctica. En cierta medida, esto último terminaba disponiendo lugares simbólicos de formadores y aprendices de “lo político” en el caso de los militantes y reservando para la gente del barrio un conocimiento de “lo social”, un uso de la realidad cotidiana del barrio como material para la práctica de taller.

Ahora bien, ciertamente, esos lugares simbólicos tampoco resultaron necesariamente fijos. Por el contrario, algunas apreciaciones daban cuenta en términos de deseo de que existen orientaciones destinadas a “pensar política en el barrio” y “entre todos”, la cuales interpelan un “nosotros colectivo” embrionario. Esto significa que si bien los aspectos subjetivos no revelaron grados estabilidad -parcial- que posibiliten referir a un tejido sólido de memoria, historia y reconocimiento común, el proceso de construcción colectiva también dejó en evidencia la capital incidencia de las prácticas territoriales. Principalmente porque esas experiencias colectivas se ofrecieron como espacios donde procesar las diferencias entre las subjetividades en juego siendo evidente que, en este terreno, ninguno de los sujetos sociales (militantes o participantes de base) permanece ajeno a la presencia de los otros sentidos que allí circulan.

 

Notas

(1). Información extraída del boletín electrónico de la agrupación Galón Sur en la sección de Historia. En: http://www.nodo50.org/galponsur/

 

(2). Información extraída de una serie de entrevistas en profundidad realizada durante el curso de la investigación (2009) a distintos participantes de base del Frente Popular Darío Santillán esto es: miembros que viven en el barrio y participan de las actividades de la agrupación política. Especialmente, la entrevista a Eduardo, un referente del barrio que participó activamente en la conformación de la Olla Popular, luego de la incorporación al grupo de MTD La Plata y, por último, en la inclusión al Frente Popular Darío Santillán.

 

(3). Información extraída del boletín del Movimiento de Trabajadores Desocupados de La Plata. En: http://www.segundo enfoque.com.ar/horg_mtdveron.htm

 

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*Vila, Mariana Paola. Licenciada en Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Estudiante del Doctorado de Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata.

 

 

 

 

 

 

 

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