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Acerca de la convergencia cívico-militar del Partido Comunista de la Argentina (1975-1982)

Aletheia, volumen 2, número 4, julio 2012. ISSN 1853-3701

Artículo otras MyD/Fernández Hellmund en PDF

Fernández Hellmund, Paula Daniela*

Universidad Nacional del Sur/UBA/CONICET

2012

Bahía Blanca - Argentina

fernandezpaula81@gmail.com

 

 

Resumen

El presente trabajo tiene como objetivo analizar la posición del Partido Comunista de la Argentina (PCA) frente a la última dictadura cívico-militar y la declaración de convergencia cívico-militar (o gobierno de amplia coalición democrática) mantenida por esta organización entre los años 1975 y 1982. Para ello nos proponemos retomar el tratamiento otorgado a este tema por diversos autores y articularlo con fuentes escritas primarias y testimonios orales de hombres y mujeres que militaron en el Partido y la Juventud Comunista entre 1975 y 1983. De este modo, abordaremos esta temática y nos aproximaremos a las opiniones, sentimientos y vivencias que provocó en estos militantes el régimen dictatorial y la línea política adoptada por el PCA. 

 

Palabras clave: Partido Comunista de la Argentina – Convergencia cívico-militar – Dictadura cívico-militar

 

Introducción

          Desde hace algunos años venimos estudiando las expresiones solidarias del Partido Comunista de la Argentina (PCA) y de la Federación Juvenil Comunista (FJC) con la Revolución Sandinista (1979-1990), hallando una tradición solidaria que se enmarca dentro del internacionalismo proletario y que implica una trayectoria que nos remite, al menos, a la Guerra Civil española (1936-1939). A partir de esta investigación, realizamos un recorte temporal que nos posibilitó no sólo a trabajar con fuentes escritas, sino también con fuentes orales y audiovisuales que nos permitieron recoger los testimonios de numerosos militantes. Estas labores, así como la triangulación de las fuentes, nos fueron llevando a nuevos temas que se relacionaban con las acciones solidarias (envío de brigadas a cortar café, donación de artículos de primera necesidad, envío de técnicos y médicos, etc.) dirigidas al país centroamericano.

          De esta manera, nos fuimos sumergiendo progresivamente en la historia reciente del PCA no pudiendo soslayar la posición de este partido durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983) y la declaración de convergencia cívico-militar (o gobierno de amplia coalición democrática) mantenida por esta organización entre los años 1975 y 1982, intentando comprender las causas de este posicionamiento. Así, fuimos encontrando explicaciones elaboradas por investigadores o personalidades allegadas al Partido Comunista (Campione 2005, 2007; Gilbert [1994] 2007; 2009), y otras más críticas (Echagüe, 1974; [1984] 1986; 1991; Vacs, 1984) que hacían hincapié en las relaciones económicas y políticas entre la Argentina y la Unión Soviética.

          Sin embargo, observamos que en estos análisis escaseaban las voces de los militantes, en especial de aquellos que pertenecían a las bases del partido o su juventud. Ante ello, nos preguntamos, ¿de qué manera vivieron la última dictadura los militantes del PCA y la FJC? ¿Qué sintieron o qué posición adoptaron al conocer la línea de su partido frente al golpe cívico-militar? ¿Cómo sobrellevaron esta situación a lo largo de los años? 

          De esta forma, en el presente trabajo nos proponemos analizar la posición del Partido Comunista de la Argentina frente a la última dictadura cívico-militar y su declaración de convergencia cívico-militar, articulando el tratamiento otorgado a este tema por diversos autores con fuentes escritas primarias y testimonios orales de hombres y mujeres que militaron en el Partido y la Juventud Comunista entre 1975 y 1983.

Disidencia y conflicto al interior del Partido Comunista de la Argentina

          Las discusiones al interior del PCA sobre su línea política atravesaron todo la historia de la organización. Sin embargo, luego de la muerte de Stalin (1) comenzaron a producirse una serie de transformaciones en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que generaron fuentes disputas dentro de esta organización. Asimismo, el triunfo de la Revolución Cubana, los posturas teórico-políticas de Mao Tse-Tung y la ruptura chino-soviética -por sólo mencionar algunos hechos de trascendencia- también impactaron, discutiéndose, además, los “caminos posibles para llegar a la revolución” y al socialismo.

          Igualmente, la línea pro-soviética del PCA lo llevaría a defender las posiciones y oscilaciones de la URSS lo cual teñiría su análisis político sobre la situación sociopolítica de la Argentina, alejándolo de los sectores a los que supuestamente se dirigía su discurso: la clase obrera y el campesinado (2). No obstante, la postura del Partido Comunista con respecto al Estado Soviético generó debates en su interior produciéndose críticas y disidencias políticas, las cuales finalizaron en rupturas o en el retiro de importantes dirigentes del PCA. Uno de los casos más conocidos fue la formación del Partido Comunista Revolucionario a partir de un quiebre en el PCA, o más específicamente a partir de una fractura dentro de la Juventud Comunista en 1968, de la cual una parte significativa de sus miembros se retiró de estas organizaciones.

          Dentro de las filas de la intelectualidad, la corriente gramsciana de José Francisco Aricó, quien fuera Secretario del Regional Córdoba del PCA y director de Cuadernos de Pasado y Presente, también tuvo importantes disidencias con el Partido Comunista. Tomando a Antonio Gramsci como guía, Aricó pasó a tener una lectura heterodoxa del marxismo, adoptando una posición en favor de la lucha armada, lo cual se oponía a la postura predominantemente reformista del partido en ese momento. Al respecto, Isidoro Gilbert, antiguo miembro del PCA y ex corresponsal de la agencia de prensa soviética TASS, señala que durante la década de 1960 “El PCA sufrió una fuerte escisión en cuyo debate el tema de la lucha armada no estuvo ausente. En el contexto de la controversia chino-soviética y las diferencias entre La Habana y Moscú, los comunistas se inclinaron, como siempre por las posiciones del PCUS [Partido Comunista de la Unión Soviética]” (Gilbert, [1994] 2007:279). Inclusive, el partido adoptó, siguiendo el posicionamiento de la URSS, una crítica feroz a la figura de Ernesto “Che” Guevara.

          Otro caso relevante fue la renuncia en 1973 de Ernesto Giudici, importante dirigente del PCA. La dimisión de este alto funcionario, después de 40 años de militancia, constituye un claro antecedente de las diásporas de militantes durante la década de 1980. Ya en 1973, Giudici anunciaba su retiro de las filas del Partido Comunista por importantes divergencias con la dirección del Comité Central que, según el dirigente, venía adoptando posiciones reformistas y oportunistas adheridas al liberalismo y formalismo democrático-burgués, convirtiendo al partido, que tradicionalmente se definió como revolucionario y marxista leninista, en socialdemócrata. En palabras de Giudici:

 

La crítica surge de una actitud mía en el Partido mismo y es un enfrentamiento abierto a otra actitud. En cuanto se identifique al Partido con esta actitud reformista y oportunista y desde ella se mantenga, a nombre de la unidad formal, una postura cerrada a todo análisis interno, la crítica alcanzará al Partido en sí, pero como organización de algo que ya ha dejado de ser comunismo y porque se confirmaría que esa falsa unidad es, justamente, expresión conservadora y burocrática opuesta a lo auténticamente revolucionario que se está desarrollando adentro del Partido.

[…]

Y la cuestión de fondo […] se resumía en esto: el Partido está encerrado en sí mismo. Lo nuevo, lo revolucionario, que surge en el país es inmenso, se extiende y no viene del Partido. O el Partido se ubica en esta nueva situación o desaparece revolucionariamente. Y yo lucharé por la revolución dentro o fuera del Partido (Giudici, 1973:13-19).

 

No está de más mencionar que durante las décadas de 1960 y 1970 varios líderes guerrilleros avizoraban una URSS que se alejaba en la práctica de su prédica socialista e internacionalista. Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), pasó de admirar a la Unión Soviética y de oscilar frente al marxismo y la lucha armada, a tener posiciones más radicales que, finalmente, desencadenaron en la conformación del FSLN.

Por otra parte, la investigadora Matilde Zimmermann señala que durante la década de 1960 muchos de los estudiantes que cursaban en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú estaban divididos en dos facciones:

 

Aquellos que respaldaban las guerrillas de Nicaragua y Guatemala y criticaban muchos de los aspectos de la política exterior soviética; y quienes continuaban respaldando a los partidos comunistas pro-Moscú. En octubre de 1967 el grupo pro-guerrilla trató de organizar una asamblea en la universidad para protestar por el asesinato del Che Guevara, la cual fue dividida por los estudiantes comunistas ortodoxos de Argentina y Venezuela. […] Muy poco después, los estudiantes pro-FSLN, que aun no habían regresado a Nicaragua, fueron expulsados de la Unión Soviética (Zimmermann, 2003:136-137).

 

Sobre la base de sendas entrevistas, Zimmermann (2003:136-137) dice que entre los años 1970 y 1973 la dirigencia cubana se negó a brindar entrenamiento militar a los nicaragüenses. Fue el único momento en veinte años que eso sucedió. Estos sucesos coinciden con uno de los picos más altos de influencia soviética en Cuba y con el triunfo de Salvador Allende como presidente de Chile en 1970 que parecía venir a probar que la vía al socialismo de manera pacífica era posible (Zimmermann, 2003:196).

Inclusive, Ernesto “Che” Guevara, comenzó a notar cambios en las relaciones exteriores de la URSS. Así, en Apuntes Críticos a la Economía Política, Guevara escribe que en la Unión Soviética “el estado empieza a convertirse en un estado tutelar de relaciones entre capitalistas” (Guevara, 2007:14). Y agrega que:

 

Nuestra tesis es que los cambios producidos a raíz de la nueva política económica (NEP) han calado tan hondo en la vida de la URSS que han marcado con su signo toda esta etapa. Y sus resultados son desalentadores: la superestructura capitalista fue influenciando cada vez en forma más marcada las relaciones de producción y los conflictos provocados por la hibridación que significó la NEP se está resolviendo hoy a favor de la superestructura, se está regresando al capitalismo (Guevara, 2007:31).

 

Estos análisis dejan entrever cambios importantes en el Estado Soviético resultando pertinente reconsiderar las relaciones de la Unión Soviética con los países dependientes y su expresión a través de los partidos comunistas de América Latina. Además, estos antecedentes resultan relevantes porque en el transcurso de varias décadas el PCA comenzó a abandonar el discurso de la lucha armada y pasó a tener posiciones reformistas -justificada en su concepción etapista (3) de la revolución- constituyendo un punto de inflexión la declaración de convergencia cívico-militar y su reafirmación frente a la última dictadura cívico-militar.  

 

Declaración y sostenimiento de la declaración de convergencia cívico-militar

            La declaración de convergencia cívico-militar puede ser ubicada en el año 1975 en medio de una coyuntura de agravamiento de la situación política y social -que implicaba por parte del PCA repudiar el accionar de la derecha y de la ultraizquierda donde era posible intuir la proximidad de un golpe de estado de derecha (AA.VV, 1976:33). Ante ello, el Partido Comunista no sólo reafirmó la defensa de la legalidad constitucional, sino que propuso la necesidad de conformar una asamblea multisectorial y un gabinete de amplia coalición democrática (AA.VV, 1976:33). Este posicionamiento y sostenimiento hasta 1982 consistió, básicamente, en el no enfrentamiento y la caracterización de las Fuerzas Armadas (FF.AA) como divididas en sectores pinochetistas o duros que habrían estado representados por Luciano B. Menéndez, Acdel E. Vilas y Carlos G. Suárez Mason, y sectores moderados o blandos representados por Jorge R. Videla y Roberto E. Viola. Así, el 20 de diciembre de 1976, el Secretario General del PCA Gerónimo Arnedo Álvarez manifestaba:

 

Saben ustedes que lo que está en juego es la conquista de una democracia avanzada o el pinochetismo. Estos dos proyectos enfrentados conviven todavía dentro del proceso abierto por la Junta Militar.

Un sector relevante del gobierno y de las fuerzas armadas, que incluye en primer lugar al presidente de la República, reitera casi cotidianamente que es su propósito erradicar la paz y la seguridad teniendo como objetivo prioritario la revitalización de las instituciones y el retorno a la democracia auténticamente representativa, republicana y federal.

[…]

El otro sector, obnubilado por el odio irracional, de raíz fascista, se propone un baño de sangre generalizado. Con el argumento de que la guerra contra la subversión se debe extender a un espectro más amplio que el delimitado por el terrorismo ultraizquierdista, tiene el objetivo de perseguir a cualquier institución o ciudadano que sustente una ideología, o simplemente una opinión democrática, progresista; a favor de los trabajadores, del pueblo y de la independencia nacional contra el imperialismo (AA.VV, 1978:27-28).

 

Es importante destacar que el PCA fue suspendido pero no ilegalizado. Según Gilbert, el General y jefe de Inteligencia del Ejército Argentino Carlos Dalla Tea dijo que tanto él como otros militares de su rango consideraron que no había que suspender al Partido Comunista y que se debían mantener sus derechos adquiridos. Lo consideraban un partido poco importante y no subversivo. En palabras de Dalla Tea: “Hubo consenso en que al PC había que suspenderlo y no ilegalizarlo, para que la juventud que estuviera insatisfecha se canalizara a través de este partido de izquierda y no fuera a la acción violenta” (Dalla Tea, en: Gilbert, 2009:621).

Ahora bien, la posición de convergencia cívico-militar ha suscitado controversias. Habitualmente, se vincula la línea política del PCA durante la dictadura con las relaciones comerciales entre la URSS y la Argentina. Efectivamente, existieron acuerdos comerciales -políticos, diplomáticos y militares también- entre ambos países y durante la dictadura la prensa y el gobierno soviéticos no realizaron denuncias o menciones a la situación por la que estaba atravesando la Argentina. Al respecto, el sociólogo argentino Aldo César Vacs expresa:

 

Cuando el golpe militar se efectivizó, los analistas soviéticos evitaron asimilarlo en sus características al levantamiento de Pinochet. Antes bien, la nueva interpretación, coincidente con la del PCA, tendió a subrayar que el golpe había sido lo esperable dadas las caóticas condiciones económicas y la ola de terrorismo desatada por los grupos de ultraderecha y ultraizquierda. […] Se recordaba asimismo que el PCA había expresado que ciertos objetivos del nuevo gobierno coincidían con los “intereses vitales del pueblo” y que de ninguna manera se había adoptado una situación similar a la de Pinochet (Vacs, 1984:105).

 

Sobre esta base es posible pensar que la lectura del Partido Comunista se haya correspondido con factores exógenos al mismo aunque ligados a la tradicional fidelidad del PCA para con el PCUS y los diversos intereses económicos de este último. No obstante, según Gilbert ([1994] 2007) también existieron algunos elementos de índole endógena relacionados a la ortodoxia, tradición y subjetividad del PCA que conllevaron al desarrollo de una línea de pensamiento: es el caso de la cuestión militar, que se basaba en una interpretación de los clásicos marxistas (Marx, Engels, Lenin, entre otros) y de teóricos soviéticos en materia militar (4). El investigador Daniel Campione alude a este tema:

 

trabajar sobre las contradicciones al interior de las Fuerzas Armadas para definirlas en un sentido progresista, es una idea que puede rastrearse en los documentos partidarios al menos desde comienzo de la década del sesenta, alimentada, sin duda por los procesos militares de tinte real o supuestamente progresista que se abren en países del Tercer Mundo (Campione, 2007:200).

 

Asimismo, militantes del PCA durante la década de 1970 y 1980 plantean que la postura del partido se correspondió con un intento de “salvarse” de la represión y las desapariciones perpetuadas por el régimen militar. Dice Isidoro Gilbert “que el PCA supuso que respaldando críticamente al proceso militar incidiría en la vida política nacional a la vez que preservaría su organización de la feroz represión de esos años. Esto último en parte lo logró pero al costo de su posterior decadencia como fuerza política real” (Gilbert, [1994] 2007:19). En relación a este tema, Campione opina:

 

Los comunistas tendieron a visualizar tempranamente la efectiva amenaza de un nuevo golpe militar y rápidamente pasaron a orientarse más a evitar esa contingencia que a la apuesta por un cambio revolucionario. Este posicionamiento tenía su base en la forma más bien “defensiva” de entender la acción social y política que venían adoptando desde hacía décadas. Junto con el repudio al posible golpe futuro, fueron desplazándose hacia cierto “acomodamiento” para el caso que éste se produjera, expresado en la consigna del gabinete cívico militar, planteada ya tiempo antes del golpe (Campione, 2007:198).

 

Además, muchos militantes aceptaron la línea del partido porque consideraban que la dirección del PCA era la que sabía. Otros decían aceptar la línea de su organización pero internamente pensaban diferente y hacían otras cosas. Carla, militante de la FJC durante la década de 1970 y 1980, se expresa en los siguientes términos:

 

Yo creo que con la línea que tenía en ese momento el PC [durante la dictadura] no nos ayudó para nada a entender lo que estaba sucediendo, incluso muchas de las iniciativas que teníamos […] estaban fuera de contexto porque no se registraba hasta qué punto y qué profundidad tenía la dictadura, por la propia línea política, creo que hubo realmente errores tremendos en ese momento, pero nosotros que por un lado que teníamos una idealización de lo que podía venir de la dirección política y de sus miradas, entonces siempre pensábamos que había una información que nosotros no conocíamos, con lo cual no podíamos tener un opinión, había bastante dogmatismo también en todos nosotros o “la dirección sabe, nosotros no sabemos” (5).

 

Sin embargo, Carla también manifiesta haber tenido cierta intuición de lo que pasaba en la dictadura por las propias experiencias personales:

 

[Durante la dictadura] ya estábamos con una mirada crítica, con mayor o menor profundidad, no se puede decir que éramos súper claros ni nada, pero había cosas que obviamente nos chocaban mucho, teníamos un debate, insisto, en la lucha por los derechos humanos porque eran nuestros compañeros los que estaban desapareciendo junto con otros […] yo caí en el setenta y siete en un momento tenía unos bonos del Partido Comunista que decían convergencia cívico-militar, nos cagaban a piñas viste, y decían “¿y esto qué es?” y decía yo “pero nunca me toca un milico bueno”, “a mí siempre me tocan malos, que mala suerte que tengo”. En ese momento todavía no cuestionaba, “siempre nos toca morir a nosotros, ¿cómo es la cosa?” Entonces íbamos digamos, como intuitivamente generando otras posiciones y no la profundidad por ahí que podíamos tener, después se desarrolló más una crítica al dogmatismo de fondo, en el momento era más los choques con la realidad que había.

 

Patricia y María, militantes de la FJC durante los años de 1970 y 1980, opinan:

 

[La convergencia cívico-militar] fue una construcción teórica del PC que realmente la incorporamos, fue una crisis muy profunda cuando se supo toda la verdad digamos […] meditar en la dictadura era tan complejo, entonces que llegaba un boletín, que llegaba un periódico, las reuniones eran clandestinas, uno no tenía acceso a los dirigentes sino a los cuadros intermedios y se bajaba la línea que uno leía los textos, era como que uno caía en ese dogmatismo, teniendo en cuenta que en realidad es un páramo los años de dictadura, una noche terrible […] uno compró ese discurso porque a lo mejor había alguna cuota de esperanza, se podía abrir algún camino, alguna brecha en esas contradicciones supuestas que nos decían que habían en la cúpula de las Fuerzas Armada y uno hacía asociaciones libres, yo mis primeras lecturas políticas fue haber leído a Torrijos por ejemplo, yo me compré toda la biblioteca de EUDEBA ¿no? con la experiencia de Torrijos, la experiencia de Alvarado en Perú. Entonces uno como que, a lo mejor en la Argentina, no que pase pero puede haber militares que tengan esa formación, uno hacía esas asociaciones libres ¿no? […] Sinceramente al principio sentía mucho dolor hacia mí misma ¿no? pero bueno es muy difícil después contrastar con otras ideas, era muy difícil (6).

 

Yo pensaba que [la convergencia cívico-militar] no estaba bien pero si el partido lo había decidido, si el partido lo había propuesto era porque quizás era la única manera, entonces así yo lo transmitía, es más a muchos integrantes de la Juventud Comunista de Medicina los afilié yo en donde esta cuestión salía, diríamos, cómo afiliarse a un partido que te está planteando esto y a muchos no afilié por eso, diríamos, o sea, ese hecho puntual, esa decisión política del Partido, diríamos, también generó desconfianza, digamos, así que por supuesto creo que fue un errar, no creo, para mí es un error histórico del Partido” (7).

 

Se observa en los testimonios cierta ambivalencia; por un lado estas militantes expresan haber tenido confianza en lo que decía el partido (que seguramente “sabía” y tenía información de las que las bases carecían) y por otro, declaran no haber estado de acuerdo con la postura de la Dirección del PCA o haber tenido cierta intuición de la lectura errónea del Partido Comunista y de la gravedad de la coyuntura por la que atravesaba el país. Posiblemente, este tipo de contradicciones se relacione con que los testimonios fueron recogidos más de 30 años después del Golpe. Desde el presente puede parecer que no estaban de acuerdo, pero posiblemente no lo hayan cuestionado en los años de 1970 por el convencimiento y la confianza que tenían hacia su partido y que ellas mismas señalan. Sin embargo, es posible que el posicionamiento del PCA haya generado angustias, contradicciones y cuestionamientos en muchos militantes. Graciela, militante del PCA en la década de 1970 y 1980, exterioriza la angustia de esos años:

 

En la época de la dictadura me sentía muy mal, muy mal, muy mal porque yo decía a los compañeros que nosotros, yo sentía físicamente, yo soy una persona que se ve que siento físicamente los dolores del alma porque yo les decía a los compañeros [del PCA] “siento en la espalda que estoy cargando con muertos y estoy acá y no está pasando nada, esto es un campo de concentración” y los compañeros me decían que no, decían los que estaban, por supuesto, arriba mío, que no, que no, que yo estaba loca (8).

 

Y Carla dice:

 

A mí personalmente, me deja como dos frustraciones, no sólo la de los compañeros caídos […] también personalmente la frustración por saber que el partido nos ofrecía una línea política que era equivocada, que era muy complicada incluso para las otras fuerzas de izquierda y populares y entonces como que muchos de los esfuerzos que se hicieron en ese momento entraron en contradicción con la propia línea política que se tenía (9).

 

Además de los sentimientos de dolor y frustración, otros ex militantes relacionaron los vínculos económicos entre la URSS y la Argentina con la adopción de la convergencia cívico-militar:

 

Después del golpe del setenta y seis, ante la posición del partido en el setenta y seis al ochenta, digamos, posturas que van desde el apoyo, desde el planteo que Videla era democrático y Menéndez era pinochetista, que no era literalmente un apoyo a Videla pero tácitamente algo de eso tiene, condicionó tu política de derechos humanos, condicionó tu política hacia el régimen hasta el ochenta que fue el año en que la Unión Soviética recibe un bloqueo por la invasión a Afganistán y Videla le comienza a vender, le vende, rompe el bloqueo y le vende granos a la Unión Soviética y el PC obviamente estaba metido [en eso] con todo lo que eso implica (10).

 

La posición que tuvo el partido frente a la dictadura militar y a lo que el partido le llamó la convergencia cívico-militar, o sea separando sectores blandos de las Fuerzas Armadas contra los sectores duros, cuando en realidad había una sola línea […] y el partido no sólo no lo supo ver, sino que aceptó a rajatabla la posición de ese momento del PCUS que estaba con una posición digamos, ambigua debido a acuerdos comerciales con Argentina, que la Unión Soviética le convenía porque Argentina le estaba vendiendo granos, aceite, materias primas […] esto debido a que bueno a la Unión Soviética había muchos países que no le vendían por posiciones que tenía la Unión Soviética, injerencia en algunos procesos en otros países, los famosos boicot y la Argentina le vendía, entonces […] Moscú decía, “bueno, no luchemos contra esta dictadura porque hoy por hoy es un socio comercial nuestro” y un poco Moscú a los sectores de la dictadura “bueno, no se metan con el PC porque, bueno, son amigos nuestros”, medio una cosa así y el partido no supo diferenciar, no supo tener una posición independiente de lo que era Moscú, de lo que decía el PCUS digamos, o sea no supo diferenciarse y decir, “no, en esto estamos de acuerdo y en esto no” y no por eso dejamos de ser revolucionarios, ni comunistas, ni ser antisoviético, nada, nada que ver, pero bueno, el partido lamentablemente se manejó de esa manera” (11).

 

Tanto Martín como Dante señalan la dimensión económica del asunto. Sin embargo, observemos que Dante manifiesta que la militancia no dejó de ser revolucionaria, comunista o antisoviética por eso. Es decir, muchos militantes -integren o no en la actualidad el partido- reconocen un error que pueden atribuir a diferentes motivos pero que no por ello dejaron de luchar, de militar o de ser menos comunistas. Parecería haber una necesidad de aclarar eso por si alguien llegara a ponerlo en duda. Es como si existiera una especie de sentimiento de culpa o un estigma (12) en algunos militantes. Por ejemplo. Pablo, ex funcionario del PCA, también explica la posición del partido y lo defiende de las críticas, diferenciando posiciones distintas dentro de las FF.AA:

 

Fue un gravísimo error [la declaración de convergencia cívico-militar], se confundió lo que era un problema táctico con un problema estratégico, efectivamente había diferencia entre los militares, no lo puede negar nadie de que hubo diferencia, todos los partidos aparte estaban de acuerdo en eso, algunos negociaban con los militares. Pero vos no podías convertir eso en una línea política ni para salvar la estructura del partido, ni porque te la creyeras. Yo creo que ahí jugaron distintas cosas como el papel de algunos dirigentes […] la contrainteligencia, es decir si bien nosotros teníamos un trabajo en las Fuerzas Armadas muy importante que permitía que tuviéramos gente de altísimo grado tanto en la Armada como en el Ejército y la Fuerza Aérea, incluso en Gendarmería y en Prefectura, lo que nunca terminamos de entender es que eso tenía una doble vía, ellos también, así como nosotros teníamos tipos mezclados, algunos de esos tipos eran agentes dobles, pero jugaban para nosotros pero traían la información cambiada, que eran contradicciones, que se iban a enfrentar. […] yo creo que el partido podía de acuerdo a la posición tomada definir que distintos sectores de un lado y otro y absolutizaron lo de los sectores, digamos creyendo que había una diferencia fundamental cuando era secundaria, secundaria a los efectos estratégicos, no es secundario que Videla quisiera matar diez mil tipos y Menéndez cien mil, no es secundaria cuando vos tenés que hacer política y van a matar a los compañeros, no es una tontería. Pero si es una tontería para decir que unos son más democráticos que los otros, esto es una locura total […] Pero más allá de eso, nosotros peleábamos por cada uno de los presos y desaparecidos nosotros tuvimos mil quinientos detenidos, quinientos secuestrados y de los quinientos secuestrados salvamos cuatrocientos, cien nos los mataron, más, ciento veinte nos los mataron y rescatamos cuatrocientos ¿por qué? Porque íbamos a los cuarteles, nos metíamos, exigíamos, discutíamos algunos de los que estaban en los cuarteles también los desparecieron, teníamos abogados desparecidos […] Porque si bien una parte del partido no quería, la mayoría del partido y buena parte de la Fede [Federación Juvenil Comunista] estábamos que había que defender a todos, a todos, sobre todo porque nosotros teníamos un trabajo en conjunto con la JP [Juventud Peronista], no tanto con el ERP [Ejército Revolucionario del Pueblo] pero si con la JP regional así como Montoneros, no podíamos ir y dejarlos a suerte, nosotros salíamos a pelear en muchos casos la libertad de ellos también (13).

 

En este testimonio ocurre algo similar a lo transmitido por Dante, es decir emerge la importancia de reconocer el error del partido -aunque señalando diferencias al interior de las FF.AA y recalcar que el PCA tuvo desaparecidos y que una parte de su militancia trabajó en derechos humanos.

 

 

Sobre las relaciones argentino-soviéticas y los derechos humanos

Un punto clave en todo este debate son las relaciones argentino-soviéticas que efectivamente se incrementaron y profundizaron durante la década de 1970 y se prologaron durante los años de 1980. Hacia finales de la década de 1970, ambos países ya eran socios comerciales de gran envergadura. Una gran parte las exportaciones de granos y carnes fue dirigida a la URSS y los soviéticos colocaron maquinarias y equipos en el mercado argentino participando, además, en importantes obras de infraestructura como la represa hidroeléctrica de Salto Grande y Paraná Medio. Así, la Argentina y la Unión Soviética firmaron acuerdos y convenios científico tecnológicos y hacia el año 1973 se creó la Cámara de Comercio Argentino-Soviética integrada por unas 80 instituciones y empresas públicas y privadas con el objetivo de contactar compradores y vendedores de ambos países para intensificar el flujo comercial. Las reuniones y los convenios entre la Argentina y la URSS durante el último gobierno de Perón fueron beneficiosas para las dos partes tanto en lo económico como en lo diplomático. Para los soviéticos significaba tener presencia en uno de los países más importantes del Cono Sur y reasegurar un intercambio de Argentina con Cuba. Para nuestro país implicaba debilitar los lazos con los Estados Unidos (EEUU), tema que la Unión Soviética veía positivamente. Igualmente, la relación entre ambos países fortalecía el liderazgo de la Argentina en América Latina frente a Brasil que tenía posiciones pro-norteamericanas.

Si bien la muerte Juan Domingo Perón (1974) puso “paños fríos” a la relación argentino-soviética, fuertes vínculos comerciales se reanudarían después del Golpe de Estado de 1976 (14). En 1977, Videla ratificó los convenios que habían sido firmados por el ex Ministro de Economía José Ber Gelbard (15) en materia de cooperación económico-comercial y científico-técnica y el referido al suministro de maquinarias y equipos soviéticos como consecuencia de la pérdida del mercado europeo occidental. Asimismo, adquirieron cierta importancia los vínculos políticos y militares (Vacs, 1984; Rapoport, 2003).

Otro aspecto importante a señalar es el tema de los derechos humanos y el plano diplomático. Al respecto, Vacs señala que durante la última dictadura:

 

Los ataques de un país a otro a nivel verbal han pasado a ser casi inexistentes y parece observarse la aparición de una alianza entre ambos países en los foros internacionales. Esta amistad que comenzó a manifestarse claramente con la defensa por parte de la URSS del régimen argentino frente al problema de los derechos humanos y con la negativa argentina de sumarse al embargo de granos durante 1980, se ha consolidado durante la crisis de Las Malvinas dadas las posiciones coincidentes de los dos países a ese respecto (Vacs, 1984:12).

 

Igualmente, el PCA se mostró cuidadoso respecto a las críticas sobre la violación de los derechos humanos y si bien protestó contra el terror político acusó a la CIA (Central Intelligence Agency) y sectores vinculados a la misma de llevar a cabo estos actos. No obstante, hay que mencionar que además de los desaparecidos y presos del PCA y la FJC, numerosos militantes fueron activistas por los derechos humanos durante el proceso militar y participaron en la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Patricia nos cuenta:

 

Yo me pongo a militar como a nivel de base en derechos humanos y arrancábamos con compañeros de la Fede desaparecidos, que se yo, en toda la zona de San Martín, San Andrés, Palomar, pasando la FIAT, tuvo muchos desaparecidos. Fue un laburo de la calle […] caminábamos, o sola caminaba yo, a veces acompañada con otro compañero de la Fede de la provincia, por los vecinos nos íbamos enterando que habían casos de desaparecidos, como que íbamos armando la lista así de forma muy artesanal, “me parece que acá a dos cuadras hubo una situación, me contaron que el hijo de la panadera”, y así, y bueno, nos iban indicando las casa y uno iba golpeando y efectivamente nos fuimos encontrando con familias que hacía dos o tres meses o más estaban sentadas esperando que vuelvan sus hijos y la soledad era absoluta, no habían presentado habeas corpus, no tenían abogado, no tenían nada. Lo único que nosotros teníamos eran abogados para ofrecer y un espacio de encuentro, de solidaridad y encuentro […] Y fuimos así construyendo la lista de los desaparecidos pero no nos topábamos con la militancia, y lo que sí nos generó una situación de conflicto con el PC, que por suerte el compañero que nos atendía políticamente, que era nuestro referente político, avaló lo que hacíamos nosotros y no que habló sino que compartió políticamente que para nosotros en esta búsqueda de los desaparecidos no había diferencias políticas ideológicas, nosotros era indistinto si era militante del PC, del PRT [Partido Revolucionario de los Trabajadores], de la JP, monto [montonero], o sea para nosotros eran todos compañeros. Cosa que el PC solamente se movilizaba en sus casos propios o sea se movilizaba mucho cuando desaparecían militantes del PC, pero nosotros no, la Fede era como que no hacíamos discriminación y sé que éramos cuestionados por eso ¿no? y después que íbamos muchísimo a los cuarteles, a buscar información […] y también con esa posición política que supuestamente había militares que tenían una alternativa nacionalista-popular, íbamos, pasábamos a buscarlos a ver si los encontrábamos (16).

 

Al igual que Pablo, Patricia señala que habría habido ciertos dirigentes del PCA que pusieron en cuestionamiento la búsqueda de los desaparecidos de otras organizaciones, mientras que una parte de la FJC habría trabajado activamente buscando a detenidos-desaparecidos.

Otra opinión a destacar es la de Marcelo, ex militante de la FJC, que fue detenido-desaparecido durante la dictadura. Él se expresa de la siguiente forma:

 

[Refiriéndose a la convergencia cívico-militar] dentro de las filas del partido no había una real comprensión en qué consistía el posicionamiento político del partido frente a la debacle del gobierno de Isabelita, a la correlación de fuerzas que había, a los errores de Montoneros de pasarse a la clandestinidad, son dos cosas que si vos las analizas decís “la verdad que las cosas no podrían haber salido de otra manera que como salieron” porque mas allá de que alguien hubiera dicho “no, la verdad que esto se debería hacer esto, esto, esto y esto” cada una de los torrentes del movimiento popular estaban en la suya […] en los hechos la salida gabinete de amplia coalición democrática hubiera sido acertada antes del golpe para frenar el golpe, lo que no leyó el Partido es que ninguna de las fuerzas del campo democrático y popular estaban interesadas en eso, entonces ¿para qué lo lanzas como consigna? no es acertada sino se va a poder cumplir, vos podés estar todo lo predispuesto que quieras pero si la Unión Cívica Radical, el Partido Intransigente, la Democracia Cristiana no lo iban a hacer, no es que dijeron a los cuarteles […] “che, vengan y den el golpe” pero no iban a hacer nada por pararlo, no estaban interesados en eso, entonces ¿cuál es el error del Partido Comunista? sacar como consigna justa eso en su elaboración o la de volcarla y […] tras cartón viene todo lo demás, “puta, la mayor cantidad de presos y de desaparecidos no son de los comunistas son de otras fuerzas, ustedes algo tienen que ver.” La concha de tu madre yo fui detenido, torturado en el año setenta y nueve acá, a mi me salvó la vida mi partido con su dirigente máximo en la provincia a la cabeza y hicieron, movieron cielo y tierra, está bien, algunos vienen y me dicen “fue en el setenta y nueve y estaba la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la Argentina” (17).

 

Marcelo considera que el PCA se equivocó al adoptar este lineamiento pero lo atribuye más a un error de lectura. Probablemente, su condición de ex detenido-desaparecido y su rescate por parte de la organización en la que militaba matice la crítica hacia la posición del partido.

          Igualmente, había miembros del partido y la juventud que tenían familiares desaparecidos que militaban en otras fuerzas, como el caso de Isabel, militante de la FJC durante los años de 1970 y 1980:

 

A partir del setenta y seis militar fue muy difícil porque yo seguí estando en la Fede pero estaba en la Universidad, estaba en la Facultad de Filosofía y Letras, el setenta y seis es un período en sí muy doloroso, en lo personal mío y en lo que corresponde a la generación, digamos ¿no? El treinta de abril del setenta y seis desaparece mi hermana […] que era militante del PRT bueno, imaginate, yo me había ido de mi casa en ese momento por un tema de decisión personal, porque en mi casa había armas, mi hermana muy comprometida, entonces, en un momento yo le dije a mi madre “mirá: yo acá no puedo vivir, me voy”, porque yo me daba cuenta, tenía como una intuición de lo que era el peligro” (18).

 

          En paralelo con estos sucesos, las relaciones con los Estados Unidos continuaron desmejorándose. Ello se expresó en la acusación por parte del presidente de EEUU, James Carter, de que Argentina violaba los derechos humanos. Estas tensiones con la potencia norteamericana facilitaron que en 1979 el gobierno argentino votara a favor de un proyecto de resolución presentado por Cuba que apoyaba la independencia de Puerto Rico. Además, se pedía el retiro de bases norteamericanas del Caribe, se condenaba la hostilidad de EEUU hacia Cuba y se elogiaba la lucha de los sandinistas (19).

Hasta 1981, las relaciones argentino-soviéticas continuaron siendo fructíferas. Sin embargo, la llegada de Galtieri a la presidencia trajo una serie de cambios. En el plano nacional, este se pronunció a favor de cerrar los signos de apertura política iniciada por Viola y el “retorno” de un equipo neo-liberal al Ministerio de Economía. En el plano internacional, se expresó en un mayor acercamiento a EEUU, el envío de ayuda económica y militar a El Salvador -y otros países centroamericanos- y el alejamiento de los países socialistas y del Tercer Mundo.

En 1982 se produjo el conflicto bélico de Malvinas pero el gobierno no obtuvo el esperado apoyo de “Occidente” lo que implicó, nuevamente, un giro hacia el “Este”. Se puede decir que durante la década de 1980 -antes y después de la apertura democrática- las relaciones entre la Argentina y la URSS fueron “buenas”: se renovaron algunos acuerdos, se discutieron proyectos portuarios, ferroviarios e hidroeléctricos y en 1986 Argentina se comprometió a comprar 500 millones de dólares en manufacturas y equipos industriales (Rapoport, [1994] 2007:901). Además, frente a la crisis internacional y la dificultad para colocar los productos argentinos en el exterior, la Argentina consideró seriamente ubicar sus productos en los países socialistas.

De esta manera, en 1982 se dio fin a la posición de convergencia cívico-militar y durante el proceso de transición democrática comenzaron a producirse importantes discusiones al interior del Partido Comunista -fuertemente impulsados por la Juventud Comunista- que culminaron en un debate político- ideológico al interior del PCA y la FJC que finalmente se plasmó en lo que se conoció como el XVI Congreso del Partido Comunista y el viraje revolucionario (1986).

 

 

 

Consideraciones finales

            A lo largo de estas páginas abordamos la declaración de convergencia cívico-militar sostenida por el Partido Comunista y la coyuntura en la que se enmarcaba, buscando diferentes argumentaciones sobre esta posición. Para ello, retomamos la opinión de diversos autores y analizamos fuentes escritas primarias y testimonios de los propios militantes. De esta manera, habría varias razones por las cuales la Dirección del PCA adoptó y sostuvo esta posición:

 

  • las relaciones argentino-soviéticas, en especial los vínculos comerciales;
  • la agudización de los conflictos sociales y políticos previo al golpe de 1976;
  • la lectura sobre la cuestión militar y la interpretación de los clásicos marxistas y de teóricos soviéticos en materia militar;
  • el desarrollo de una posible estrategia defensiva.

 

Asimismo, este posicionamiento ha repercutido en las subjetividades, opiniones y reflexiones de los militantes de la FJC y PCA quienes expresaron:

 

  • sentimientos de frustración y dolor frente a lo que mostraban los hechos;
  • aceptar la línea política del partido porque consideraban que la Dirección era la que sabía;
  • considerarse sí mismos como dogmáticos o portadores de la esperanza de que había un sector de las FF.AA “moderado”;
  • aceptar la línea del PCA pero internamente pensar diferente y tener una mirada crítica.

 

Igualmente, algunos testimonios coincidieron con los planteos de aquellos escritos que remarcaban las relaciones económicas entre la Argentina y la URSS y subrayaron el accionar del PCA y la FJC en materia de derechos humanos. Con o sin apoyo de una parte de la Dirección, los relatos reflejan que muchos jóvenes trabajaron en derechos humanos durante los años de 1970 y 1980 buscando no sólo a sus compañeros detenidos y desaparecidos, sino también a los miembros de otras organizaciones.

 

Notas

 

(1)  Existe la tesis de que tras la muerte de Stalin (1953) se produjo una ofensiva revisionista que se expresó en el XX Congreso del PCUS (1956) con Nikita Jruschiov a la cabeza, el golpe de Estado de 1957 y la restauración capitalista.

(2)  Según Gilbert, la lealtad de los dirigentes del PCA con la URSS fueron principalmente con las posiciones internacionales del PCUS (Gilbert, [1994] 2007:18).

(3)   La concepción de la revolución por etapas del PCA afirmaba que el carácter de la revolución en América Latina era el de una revolución democrático burguesa. Como América Latina no había llegado a un desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción propias del capitalismo, primero se debía alcanzar la revolución democrático burguesa y, con posterioridad, se podría pasar a la revolución socialista.  

(4)   El PCA desarrolló un trabajo político en las filas del FF.AA. La idea de muchos comunistas latinoamericanos, y en particular de los argentinos, era que cuando llegara el triunfo revolucionario un sector de las FF.AA cumpliría un rol importante. 

(5)   Entrevista realizada a Carla el 1 de marzo de 2011 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistadora: Paula Fernández Hellmund (PFH).

(6)   Entrevista a Patricia realizada el 8 de diciembre de 2009 en San Martín, Pcia. de Buenos Aires. Entrevistadora: PFH.

(7)   Entrevista a María realizada el día 28 de noviembre de 2008 en Rosario, Pcia. de Santa Fe. Entrevistadora: PFH.

(8)   Entrevista realizada a Graciela el 24 de marzo de 2008 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistadora: PFH.

(9)   Entrevista realizada a Carla el 1 de marzo de 2011 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistadora: PFH.

(10) Entrevista realizada a Martín, ex Secretario General de la FJC, el día 25 de noviembre de 2008, en Rosario, Pcia. de Santa Fe. Entrevistadora: PFH.

(11) Entrevista realizada a Dante, ex militante del PCA, el día 2 abril de 2007 en Haedo, Pcia. de Buenos Aires. Entrevistadora: PFH.

(12) Estigma: fenómeno social que se produce cuando a partir de una característica física, psíquica o social, se distingue a una persona o grupo de manera negativa en relación con el resto de los miembros del grupo -o de la sociedad- ante lo cual “los estigmatizados” se ven amenazados por el descrédito, el desprecio o el aislamiento social (Heinz Hillmann, 2001:308-309).

(13) Entrevista realizada a Pablo el día 9 de diciembre de 2009 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistadora: PFH.

(14) El 3 de abril de 1976 la URSS reconoció al nuevo gobierno.

(15) José Ber Gelbard (1917-1977) fue Ministro de Economía durante el último gobierno de Perón. Luego de su muerte, Gelbard, que estaba afiliado de forma secreta al PCA, fue desplazado por el lopezrreguismo. (Gilbert, [1994] 2007:291).

(16) Entrevista a Patricia realizada el 8 de diciembre de 2009 en San Martín, Pcia. de Buenos Aires. Entrevistadora: PFH.

(17) Entrevista a Marcelo realizada el 25 de noviembre de 2008 en Rosario, Pcia. de Santa Fe. Entrevistadora: PFH.

(18) Entrevista a Isabel realizada el día 4 de marzo de 2011 en la Ciudad de Buenos Aires. Entrevistadora: PFH.

(19) En 1979, luego del triunfo de la Revolución Sandinista, Videla reconoció al nuevo gobierno revolucionario y el Consejo Argentino de la Paz citó, en unas de sus publicaciones, al funcionario de la dictadura Guillermo Klein que decía: “Somos solidarios con el pueblo de Nicaragua, al igual que con todos los pueblos de América Latina y ante el estado Nicaragua, Argentina, como todos los países latinoamericanos responderemos” (AA.VV, 1979).

 

Bibliografía

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*Paula Daniela Fernández Hellmund es antropóloga graduada de la Universidad de Buenos Aires, y becaria doctoral del CONICET. Desde 2010 se encuentra trabajando como docente en la cátedra de Sociología de la Universidad Nacional del Sur donde desempeña sus labores como becaria. Ha publicado varios escritos y ponencias relacionadas con el Partido Comunista de la Argentina y Nicaragua, haciendo particular hincapié en la solidaridad del PCA con la Revolución Sandinista.

 

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