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Narración, figura y poesía. Los acontecimientos biográficos y las identidades políticas

Aletheia, volumen 3, número 5, diciembre 2012. ISSN 1853-3701

Fariña en PDF/Artículos

Romina Ayelén Fariña*

Instituto de investigaciones Gino Germani

FSOC-UBA /CONICET

2011

Ciudad Autónoma de Buenos Aires- Argentina

ayilita@gmail.com

 

 

 

Resumen

 

A propósito de las conmemoraciones de los pasados coloniales “remotos” y de los pasados recientes “poscoloniales”, el artículo procura entablar un diálogo con algunos planteos de la epistemología crítica decolonial, realizando un análisis de los supuestos presentes en la investigación que incluye la escritura de historias de vida. Una presunción recorre el estudio: cuando se trata de la narración identitaria nacional y la performatividad constitutiva de las identidades políticas, los acontecimientos biográficos irrumpen en la teleología de la identidad narrativa dando lugar a  modos antinarrativos de subjetivación. Como se verá, tanto un poema -dentro de la obra de Daniel James (2004) Doña María. Historia de vida, memoria e identidad política- como una figura ilustrada –el fenómeno del uso del Eternauta resignificado como Néstornauta- se imponen como ficciones producidas por subjetividades testimoniales que han elaborado “calendarios privados”. En ese sentido, a pesar de los supuestos de la inteligibilidad historiográfica y de la voluntad de la memoria, la ambigüedad de lo biográfico exhibe, en gran medida, reticencias al esclarecimiento conceptual: los modos antinarrativos vendrían a señalar, mediante recursos alegóricos y metafóricos, los alcances y las limitaciones de las nociones que fundamentan la voz testimonial.

 

 

Palabras clave

 

Acontecimiento, Identidad Política, Narración, Causalidad Figural

 

 

Historias de vida/ Vidas de historia

 

En sintonía con el giro performativo de las ciencias sociales en general y de la lingüística en particular, una “revisión histórica” que en efecto trocó en un uso político de los pasados coloniales, adquirió una dimensión escenográfica durante los festejos populares realizados en conmemoración del Bicentenario. A propósito de ello, pero también a colación de los pasados recientes poscoloniales, este trabajo quisiera aportar a la reflexión de la epistemología decolonial, centrándose en el análisis de investigaciones basadas en la elaboración de fuentes orales y la escritura de historias de vida. Como veremos, los modos actuales de reflexionar en torno a la subjetividad y la puesta en sentido narrativo de la vida que estos abordajes suponen son diversos, guardando relación con los usos heurísticos de cada disciplina y dependiendo a su vez de contextos históricos y políticos particulares. Sin embargo, es posible develar algunos de los supuestos hermenéuticos y ontológicos más recurrentes que subyacen al “valor biográfico” contemporáneo. De modo que indagaremos aquéllos sin apoyarnos en un control a priori respecto de las condiciones de validez del conocimiento, ni procurando la rigurosidad de una metodología en particular. Por el contrario, en una clave que llamaremos “nometodológica”(1), nos preguntamos no sólo por el proceso de crear y justificar conocimiento sino por las limitaciones y disecciones que determinadas conceptualizaciones de la racionalidad occidental operan en ese proceso. Disecciones entre el relato y el enunciado, entre lo sensible y lo inteligible o el recuerdo y el acontecimiento que, por ejemplo, se vislumbran en la temporalidad y la inteligibilidad que supone la identidad narrativa (2) (Ricœur, 1996).

 

En ese sentido, será necesario reconocer no sólo la performatividad de las condiciones de enunciación de los relatos de vida, sino también la estructuración de los “calendarios privados” que se confeccionan a partir de los acontecimientos biográficos. Y en la misma línea, analizaremos cómo estos acontecimientos denotan la conformación de las identidades políticas al margen de la historiografía, siempre interesada en la experiencia política.

 

Hemos podido constatar que en general la Historia Oral y las disciplinas que priorizan el uso de los testimonios orales, en su tarea de reescritura del pasado, atribuyen en general un significado resultante de un orden narrativo de los eventos históricos y a la construcción identitaria de sus entrevistados. Podemos sin ninguna dificultad, reconocer la coherencia epistemológica que ello supone en relación a los postulados de las teorías narrativas dominantes. Sin embargo, creemos que ante el análisis acerca de los usos políticos del pasado, la relación entre narración e historia no se halla sólo o necesariamente en el ámbito de la verdad (3); sino que la actividad configurativa de la narración histórica también se da en el ámbito artístico. De manera que se podría afirmar que, además de la verdad, la autoridad cognitiva en el arte es la verosimilitud; es bajo esta cualidad que los eventos son ordenados en una trama (entre otras posibles), son conjurados en un poema o son cumplimiento de determinada figura, en ese movimiento que Hayden White (2010) describe como “causalidad figural”.

 

En el contexto de nuestro trabajo es significativo que el término “pasado” anudado a la valorización de las memorias y de sus mandatos éticos, releva aquí al de historia, en particular, al de pasado histórico. En palabras que el filósofo norteamericano toma de Michael Oakshott, un pasado conformado por herencias genéticas y culturales no es lo mismo que un “pasado histórico”: un “pasado histórico” es tal cuando ha sido creado y debidamente evidenciado por investigadores profesionales, ese pasado “es muy diferente del ‘pasado práctico’ que la mayoría de las personas lleva consigo” (White, 2010:124). Como anuncia el título de nuestro artículo, trataremos de comprender cómo ese “pasado práctico”- su lectura, su efectividad simbólica- es parte constitutiva de las identidades políticas. Estas interpretaciones ligadas a la práctica política, que son a su vez trayectorias y estrategias de identidad y reconocimiento, son pensadas a partir de dos ejemplos que, curiosamente, se inscriben al interior de dos momentos históricos, que se han caracterizado por una revisión de la historia desde una perspectiva nacionalista y popular. Uno de esos momentos referidos es el correspondiente a la década del ’40, en particular, a los primeros años del peronismo que van de 1946 a 1952. El otro momento, bajo el mismo espíritu revisionista y enfáticamente “microhistórico”, está signado por una fecha puntual, el 27 de octubre de 2010, día del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner.

 

Cuando se realiza una selección de hechos, que se creen pasibles de incorporarse significativamente dentro de un relato histórico, se está inevitablemente ante el carácter interpretativo de toda comprensión humana, sin el cual los hechos no existen. A propósito de esto, en el desenvolvimiento histórico de la hermenéutica dos tendencias merecen ser señaladas, ya que una de ellas fundamenta en gran parte nuestra perspectiva. En el contexto de la entronización romántica del individuo y de las primeras prácticas escriturarias durante el romanticismo del siglo XVIII, la hermenéutica, luego de haberse recluido en la interpretación de los textos religiosos, se abrió a la interpretación de otros textos (4). Frente a esta apertura se extrapolaron los modos de encarar la tarea de interpretación de los significados, enfrentándose así dos modos de comprensión. El modo historicista se afirmaba en la convicción de que no  había novedad alguna a detectar en el texto, pues el contexto histórico determinaba ya todos los significados posibles, afirmación que traía como consecuencia la reificación del pasado. Frente a esta pérdida absoluta de la contemporaneidad, se alzó el modo alegórico que, por el contrario, interpretaba y validaba los significados de acuerdo al contexto de recepción del lector, aunque a riesgo de caer en el otro extremo; el exceso de contemporaneidad. Como veremos, la alegoría resultará la perspectiva hermenéutica más adecuada a los fines de la comprensión del fenómeno y el texto escogido.

 

El material en cuestión se compone, por un lado, de un poema incluido en la historia de vida de María Roldán de la obra Doña María. Historia de vida, memoria e identidad política (James, 2004); y por otro, de una primera interpretación (5) de la utilización de la imagen de El Eternauta (1957), personaje central de la historieta creada por el escritor desaparecido Héctor G. Oesterheld y el ilustrador Francisco Solano López, como caricatura de Nestornauta o Eternéstor.

 

Las identidades políticas y los acontecimientos

 

Claramente, las historias de vida se inician desde el presente dirigiéndose hacia el pasado, esto ocurre en cada instancia de enunciación: cada una de esas instancias inaugurará nuevos pasados. De acuerdo con la perspectiva de Michèle Leclerc Olive (2009), a pesar de esta variabilidad, los relatos gozan de una estabilidad (o “indexicalidad discontinua”) “hasta nueva orden” (Leclerc Olive, 2009:5). Es decir que los relatos ostentan siempre alguna estabilidad hasta que otro acontecimiento significativo lo desplaza. A este “vuelco” de la experiencia biográfica que nos coloca en una incertidumbre epistémica acerca del pasado, hay que añadirle el “ajustamiento” que es el que se persigue cuando lo “tajante” (dolor, pena, disonancia cognitiva) de un acontecimiento impide la disminución de la brecha entre el presente y el pasado. Según entendemos, esta tesis sugiere ser trasladada del ámbito de la biografía individual hacia los acontecimientos experimentados por los colectivos políticos, porque de acuerdo a Leclerc Olive “un acontecimiento biográfico es intersubjetivo y compartido”. El modo de compartir ese suceso se vuelve particularmente significativo cuando la complejidad de lo ocurrido -lo “tajante”- genera disonancias difíciles de dominar simbólicamente a través de los relatos.

 

Uno de los supuestos recurrentes de las historias de vida, es aquel que reconoce la puesta en sentido narrativo de la vida en una práctica hermenéutica del sí mismo, de lo que Paul Ricœur ha denominado, siguiendo a Alasdair MacIntyre (1996), la identidad narrativa. La identidad entramada se distancia críticamente de las concepciones del sujeto empírico o trascendente y se constituye en una mismidad e ipseidad co-implicadas; a su vez, la trama del quién (el personaje) de esa historia, supone una temporalidad cuya aporía es resuelta pragmáticamente por medio de la mise in intrige. El planteo de Leclerc Olive se distancia precisamente de esta temporalidad ricœuriana, a la que considera vacía y homogénea. Para la socióloga francesa, habría tres tipos de eventos que constituyen la base de su teorización y de su crítica hacia la noción de temporalidad de Ricœur: de los simples recuerdos, se distinguen los giros de la existencia, que refieren a los acontecimientos en los que ha podido establecerse un significado, las catástrofes, por el contrario, no han encontrado un relato que las ponga “a buena distancia” (2009:19). Los acontecimientos biográficos, entonces, contrariamente a inscribirse en el tiempo, conforman un “calendario privado y discreto” que ayuda a ordenar los recuerdos, pero el acontecimiento es el que detona el relato y es, a su vez, su objeto. De esto se deduce que el tiempo de la identidad narrativa no es vacío ni constituye el terreno en el cual cualquier acontecimiento ingresa: solo aquéllos que marcan la vida estructuran el tiempo.

 

De poemas y eternautas ¿antirrealismo epistemológico?

 

Son más numerosos los aspectos que en común tienen el poema de María Roldán y la figura del Néstornauta o Eternéstor, que las razones por las que deberíamos contrastar sus particularidades, que obedecen sobre todo a los momentos históricos en los que surgen. Teniendo en cuenta el contexto histórico, ambas remiten al proceso de construcción de una identidad política partidaria en dos épocas precisas del peronismo, a su vez signadas por una revisión del pasado histórico. Esta revisión, creemos, estará más cerca de la pragmática y la retórica institucional que del pasado práctico, a pesar de sus explícitas intenciones. Desde un aspecto ya existenciario-biográfico, lo notable es que tanto a la protagonista de la historia de vida como a la militancia juvenil en su conjunto, les acontece el episodio de una muerte, suceso que ostenta el valor de lo “tajante”. Atendiendo a la temporalidad descrita, la identidad política se relaciona de modo peculiar con su acontecimiento, lo que nos lleva a interpretar estas estrategias, el poema y la imagen, como enunciaciones ficcionales y antinarrativas, de modo semejante a como White concibe a los acontecimientos descritos por el  modernismo literario.

 

Conozcamos cuáles son esos acontecimientos, sus representaciones y modos de enunciación. En una ocasión puntual de la entrevista que realizara James, Doña María le recita de memoria un poema escrito por ella en 1947, dedicado a una amiga que había fallecido a causa de la tuberculosis. En una jornada mucho más próxima, la militancia juvenil se reapropia de una figura que tiempo antes, a fines de la década del ’50 ya había conocido popularidad, y la utiliza como símbolo de su lectura política del pasado, una “epopeya” que sintetizan en los acrónimos Néstornauta y Eternéstor (7). Esta representación identitaria en relación al pasado, que es también una enunciación, llamativamente, pertenece al género ficcional. El significado imputado al pasado histórico (la lucha contra el invasor extranjero, el imperialismo o colonialismo que también aparece en las tramas de las historiografías nacionales) es aquí interpretado como cumplimiento de una figura postulada por la trama narrativa de la ciencia ficción. Cabe una digresión aclaratoria: si bien nos enfocamos en la naturaleza antinarrativa de la imagen, no estamos negando el evidente carácter narrativo de la historieta, a partir del cual efectivamente es posible realizar una lectura alegórica sobre ese pasado. Nos interesa aquí la operación con la imagen, cuya carga simbólica condensa la figura del héroe (figura del contexto) que es utilizada, según entendemos, como recurso de interpelación y polemización acerca de los usos institucionales del pasado. Este uso evidencia, por otra parte, aquélla contemporaneidad que caracterizaba a la hermenéutica alegórica: viabiliza, por medio del género pop, la identificación de los lectores jóvenes -hijos de una generación de impronta también pop- con la trama épica y su correspondiente figura heroica.

 

Ambos sucesos, decíamos, tienen que ver con la muerte de una persona que, más allá de la particularidad o la estrechez de los vínculos, fue querida y admirada en cada caso (un líder, una compañera de trabajo). Ciertamente, podrían estos eventos ser entendidos como acontecimientos significativos en los términos de las catástrofes descritas por Leclerc Olive, pero creemos que también pertenecen a una puesta en escena de lo que entendemos, junto a White, como “causalidad figural”, sobre todo en el caso de Néstornauta. El evento de la muerte desencadena espontáneamente estas expresiones en un lapso ínfimo de tiempo: María escribe sus versos la noche del mismo día que regresa del velatorio de su amiga, sintiendo que de esa forma “cumplía con ella” y “hacía algo” en medio del cansancio en que la había sumido el llanto. Por su parte, los militantes sacan a relucir, en formatos impensados, la nueva cara de El Eternauta: un Néstor Kirchner de sonrisa simpática e irónica arropado bajo el traje aislante de Juan Salvo.

 

Hasta aquí podríamos afirmar que ante el suceso de la muerte, tiene lugar una espontaneidad enunciativa y antinarrativa que se instala en la brecha abierta entre pasado y presente, pero sobre todo entre presente y  futuro: no ha pasado un período de tiempo dentro del cual este evento pueda ser convertido en relato y en efecto, tenerse como recuerdo. Por el contrario, aquél poema y aquélla imagen conforman un material biográfico inasible, inestable “hasta nueva orden”: la tragedia aún sigue aconteciendo, permanece no en el dominio del recuerdo sino en el orden del ser: la militancia kirchnerista juvenil es esa imagen; la pena y la impotencia de María ante la injusticia que acaba con la vida de su amiga es ese poema.

 

Antes de llegar a una conclusión, veamos también otro aspecto en relación a esto. Varios autores (Lévinas, 1977; Ponzio, 1997; Aguirre García y Echeverri, 2006) han señalado de un modo u otro, la relación que la ontología entabla con la totalidad, y ésta con la narración (es así como el filósofo Ponzio la desarrolla a la luz de las filosofías de Lévinas y Bajtín). La relación entre ser, historia y narración implica aquélla entre narración y totalidad. La primera organiza, da sentido y coherencia a la complejidad de la segunda, bajo el orden del discurso. Este orden también narrativo, se corresponde a su vez, con la vinculación planteada por Lévinas entre ontología y política. La política, se dirige al ser de las cosas, al “realismo” de las cosas. Ponzio concluye así que entonces toda política tiene su narración, lo que en nuestras palabras significa que la historia de las cosas y la descripción de la realidad se despliegan en términos narrativos. Para salirse de este orden –que supone una autoridad, como White mismo sostiene-  él cita casos específicos en los que el diálogo, imposibilitado de salir del orden del lenguaje, es utilizado para “hacerle trampa” a la narración (como por ejemplo en el diálogo platónico y el simposio).

 

Dos cuestiones pueden desprenderse de lo dicho. En primer lugar, que al no haber un recuerdo que ordenar en el calendario -o precisamente porque eso no es suficiente para dar con la contingencia- las identidades políticas a las que el pasado histórico nos les es fundamental para su reconocimiento, quiebran con su poética y performance la eventual narrativa realista legitimada por el Estado, en una particular dinámica donde la literatura (pero no sólo ella) representa el pasado. Tanto Un poema para Clarita como Eternéstor constituyen las grietas del entramado narrativo realista de la experiencia, hasta ahora legitimado como el criterio inteligible de las historias de vida: rehuye de la perspectiva del narrador omnisciente (que puede también atribuírsele a la del investigador- narrador), de la totalidad, y sobre todo, del cierre narrativo. Estas estrategias, sin embargo, forman parte de identidades que se han configurado y fundado junto al relato de un Estado, particularmente protector y “narrador”; es en esta arena donde se transmitieron y disponen hoy sus verosimilitudes.

 

En cuanto al realismo, es posible realizar algunas afirmaciones a nivel epistemológico: por un lado, que algunos modos de expresión identitaria no pueden ser abordados al interior del proceso de objetivación y del conocer, en cambio se sitúan en el orden performativo, metafórico y artístico. Por otro, que este material biográfico demanda especialmente una interpretación alegórica: en el poema y el uso de la figura, ante el acontecimiento que disloca, presentifican la historia, instalando el suspenso en la temporalidad narrativa y confeccionando, en cierto modo, un calendario privado (8).

 

Identidades entre la ciencia ficción y el realismo

 

Hayden White (2010) refiriéndose a los acontecimientos del modernismo literario, tanto en sus formas narrativas y antinarrativas, entiende que las últimas son las que se alejan de la totalidad significante del realismo epistemológico de la historiografía. Desarrolla su tesis sobre Erich Auerbach y su obra Mímesis la cual, según él, funda un modo figurativo de interpretación, dado que crea un ordenamiento de los eventos históricos de la literatura, que podría comprenderse al modo de una “causalidad figural”: una figura-cumplimiento que retrospectivamente coloca a un suceso pasado no como causalidad pero sí como figura a cumplirse en el presente. Damos por conocida esta tesis, y  por razones de espacio no nos extenderemos en ella. Lo que sí quisiéramos proponer, en el mismo sentido, es que las representaciones científicas de la identidad que resultan de las historias de vida, así como instalan una fijeza en la ontología narrativa que resulta riesgosa para los mismos sujetos interesados en reescribir su pasado, exhiben formas antinarrativas y  entramadas ficcionalmente (6).

 

No mencionaremos las interpretaciones que la crítica literaria ha hecho de la saga de la historieta así como las que el mismo Oesterheld ha vertido en entrevistas. De modo que nos ajustamos a las versiones que los mismos militantes han dado a conocer a propósito del uso de la imagen, las que se afirman en la idea de la epopeya colectiva y de un héroe individual que cuenta con la ayuda de otros para sobrevivir. En ese sentido, la figura El Eternauta convertido en Néstornauta opera como el cumplimiento de la figura del héroe que ha sobrevivido, tanto en la narrativa ficcional como en la contienda política: Juan Salvo trata de sobrevivir organizándose junto a sus amigos, a la invasión externa (una tormenta de nieve nuclear y el ataque de seres extraterrestres). Retrospectivamente, Eternéstor ha encarnado esa misma lucha contra diversos “enemigos”, que representados en las formas contemporáneas del imperialismo estadounidense (la propuesta del ALCA, el pago de la deuda externa, las políticas del Fondo Monetario Internacional, etc.). Ante la semejanza de las tramas de estos hechos, el carácter ficcional del personaje es, para la militancia, la figura adecuada para representar no solo el pasado sino también el presente. No obstante, “La figura posterior consuma la anterior pero con una diferencia” dice White (2010:38), en efecto, la figura del héroe como figura del contexto, es un “personaje” real: un hombre de Estado. Y si bien la imagen de por sí es antinarrativa, se encuentra ligada a la alegoría que esa historieta ha creado en su propia lectura de los eventos en una época extrema con graves conflictos morales. Esto sugiere además, reflexionar acerca de la pretensión de un “cierre narrativo” y moralizante: el protagonista (Eternauta ó Eternéstor, da lo mismo) se ubica entre el realismo de la historiografía y la causalidad figural que propone la historieta. La muerte de Néstor Kirchner pareciera, por ahora, instaurar la imposibilidad de una narrativa realista, pues lo “tajante” del acontecimiento biográfico pareciera adquirir o bien una forma ficcional o bien una figura, de carácter antinarrativo.

 

 La Historia, la historieta

 

En el comienzo de nuestro trabajo, la aparición de la figura del Eternéstor nos recordó algunas de nuestras primeras conclusiones acerca de los elementos biográficos que rehuyen a la inteligibilidad narrativa. Esta inquietud nos colocó ante la conocida disputa entre la historia y la narración en relación a la verdad. En ese sentido es que, previendo una eventual escritura de historias de vida de militantes de esta época, consideramos que la historia de la construcción de esa identidad política exigiría una particular “fuente documental”: una historieta. Y esta narrativa ficcional impone no solo otra hermenéutica y otra inteligibilidad, pues ante la cara sonriente e irónica de este nuevo personaje, la identidad narrativa, de memoria examinadora y fijeza ontológica, parece perder su potencial cognitivo, siendo atendibles las enunciaciones que conllevan la ambigüedad de la ficción o la falta de un cierre  narrativo (como es el caso también del poema de doña María). La imagen sonriente e irónica como último rostro del ex presidente desmonta el realismo historiográfico que debe necesariamente mirar también hacia la escena, hacia el dramatismo interno de las disputas de sentido y de las apropiaciones de los pasados. Si la literatura y la poesía se tornan los medios más adecuados para representar el pasado, un criterio estético comienza a predominar ante el cognitivo. Desde esa idea, no cabalmente desarrollada aquí, intentamos deconstruir la epistemología prescriptiva y vigilante de teorías y hermenéuticas del sujeto “sujetadas” a la noción de identidad, fundadas en las disecciones violentas entre representar y ser, pasado y presente, historia y vida. En efecto pensamos que una epistemología crítica en clave decolonial debería, como relación de conocimiento asentada en una ruptura entre sujeto y objeto, saberse operando en el intersticio, siempre cambiante e inestable, que existe entre Historias de vida/Vidas de historia.

 

 

(1) “La nometodología es acerca de la violencia disciplinaria. Se pregunta por aquello que el método ha obligado a soslayar, por aquello que la disciplina desoye, por lo que nos haría sospechosos de subversión. No es un mero detalle decir que la nometodología es una conversación. En primer lugar, es una conversación con los sujetos subalternos, o con el lado subalterno de los sujetos, es decir, con la semiopraxis que crece al otro lado de las cosas enunciadas por el lenguaje hegemónico. No es una conversación instrumental para recabar información acerca de cómo estos sujetos otorgan sentido a la realidad. Es una conversación con los sentidos otros de la realidad, una conversación que interpela y, a la corta o a la larga, con-mueve”. (Haber, 2011:34).

 

(2) La identidad no asume aquí la sinonimia con la noción de subjetividad. En el desarrollo de nuestro trabajo señalamos, precisamente, los límites de la identidad narrativa respecto a una performatividad y referencialidad que sería más afín a la subjetividad, como posición enunciativa y semiótica, más esquiva a las inscripciones textuales (entre ellas, la del propio discurso político).

 

(3) En el campo de estudios de la Microhistoria dos vertientes epistemológicas se han desarrollado y contrapuesto en relación a la verdad. Por un lado el historiador italiano Carlo Ginzburg, en una clara afinidad con la retórica aristotélica, sostiene que la finalidad del conocimiento histórico debe ser la verdad; mientras que Hayden White cree que es la trama en la que los eventos históricos son ordenados la que produce no una verdad acerca de lo real, sino una interpretación persuasiva del significado atribuido por los agentes históricos para dar forma a los acontecimientos. En otras palabras, más que considerando a la verdad como prueba del conocimiento histórico, White identifica a la verdad como un efecto de la retórica y cuyo fin es la persuasión.

 

(4) Esto supuso tratar a las Sagradas Escrituras como un texto entre otros, algo de lo que se haría cargo el espíritu romántico del filósofo Friedrich Schleiermacher, precursor de uno de los modelos de la hermenéutica actual.

 

(5) Si bien aún no constituye un material biográfico, es una lectura de un acontecimiento plausible de ser integrado como tal, y en ese sentido interesa prever las estrategias de la escritura científica que elabora las historias de vida.

 

(6) “Decir por ejemplo que un acontecimiento histórico dado es el cumplimiento o  consumación de uno anterior (…) supone decir que los acontecimientos históricos pueden relacionarse con otro del mismo modo en que una figura se relaciona con su consumación o cumplimiento en una narrativa o en un poema” (White, 2010: 36)

 

(7) La primera aparición pública y masiva de esta figura data del 14 de septiembre de 2010, en un acto que la agrupación kirchnerista La Cámpora realizó en el Estadio Luna Park. Ver [http://jorgegiles.blogspot.com/2010/09/el-eternauta-en-el-luna-park.html]. Como es sabido, un mes y medio después, en el día del fallecimiento del ex presidente, la imagen apareció en diferentes soportes, adoptándose como uno de los símbolos de las agrupaciones afines al gobierno (como la llamada Oesterheld). A partir del 27 de octubre del 2010 podría decirse que, hasta donde han llegado nuestras averiguaciones, el primer acrónimo Néstornauta fue resemantizado por el de Eternéstor.

 

(8) Aquí privado no supone la negación del carácter evidentemente público que ostenta el acontecimiento para el calendario oficial, como tampoco soslaya la operación de reconocimiento e interpelación que de esa imagen hace la militancia kirchnerista. El calendario privado remite a la temporalidad del uso práctico y no institucional del pasado, como ya venimos diciendo. Si una institucionalidad ha operado aquí, claramente, es la del canon literario.

 

Bibliografía

 

Aguirre García J. C. y Jaramillo Echeverri L. G. (2006). “El otro en Levinas. Una salida a la encrucijada sujeto-objeto y su pertinencia en las ciencias sociales” [On line] Revista de Latinoamericana de  Ciencias Sociales. Vol. 4, 2.

HABER, Alejandro (2011). “Nometodología payanesa (Notas de metodología indisciplinada)”. Revista Chilena de Antropología [en prensa]. Santiago.

Disponible en: http://www.umanizales.edu.co/revistacinde/vol4/Juan%20Carlos.pdf

JAMES, Daniel. (2004). Doña María. Historia de vida, memoria e identidad política. Buenos Aires: Manantial.

LECLERC- OLIVE, Michèle (2009). “Temporalidades de la experiencia. Las biografías y sus acontecimientos”. Iberofórum. Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana [On line] 8, 1-39. Disponible en: http://www.uia.mx/actividades/publicaciones/iberoforum/8/pdf/NOTAS%20PARA%20EL%20DEBATE/1.Michel.pdf

RICŒUR, Paul (1996). Sí mismo como otro. Madrid: Siglo XXI

RICŒUR, Paul (1999). Historia y narratividad. Barcelona: Paidós.

SERNA, Justo y Anaclet Pons (2000). “Antiwhite” En ¿Cómo se escribe la microhistoria? Ensayo sobre Carlo Ginzburg. Valencia: Universidad de Valencia. Cap. 5. [On line] Disponible en: http://historiografica.wordpress.com/?s=antiwhite

WHITE, Hayden (1992). “El valor de la narrativa en la representación de la realidad”. En  El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica. Barcelona: Paidós.

WHITE, Hayden (2010). Ficción histórica, historia ficcional y realidad histórica. Buenos Aires. Prometeo.

 

 

*R. Ayelén Fariña es Licenciada en Comunicación Social por la UNR y doctoranda de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Desde 2009 es becaria doctoral de CONICET, bajo la dirección de Rosa Belvedresi y la co-dirección de Claudia Kozak, con sede de trabajo en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Su tesis doctoral se titula: “La investigación con historias de vida: modos contemporáneos de reflexión epistemológica en torno a la subjetividad”. Se ha desempeñado como auxiliar docente y adscripta de cátedras y seminarios del ciclo superior de su carrera y actualmente es docente en la Universidad Nacional de Moreno. Ha publicado artículos en revistas nacionales e internacionales, organizado y participado de diversas actividades científicas y académicas.

 

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