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Clarisa Fernández. Cuando la historia se hace tierra. Teatro comunitario en San Mauricio

 

Crónica/Fernández en PDF

Clarisa Fernández*

IdIHCS-UNLP/CONICET

La Plata- Argentina, 2010.

clapericon@hotmail.com

 

 

En las páginas siguientes se relata una experiencia teatral única en la práctica del teatro comunitario argentino. La crónica como herramienta del lenguaje, las vivencias como materia prima y un proyecto colectivo que vale la pena conocer. Los hechos narrados sucedieron en la llamada pampa húmeda, en el Partido de Rivadavia, Provincia de Buenos Aires. Allí, un grupo de doscientos vecinos-actores pusieron en escena una obra teatral de creación colectiva que contó la historia del partido. Para hacerlo se necesitó un año de trabajo arduo, mucho esfuerzo y vínculos de solidaridad que sostuvieran al extenso grupo. Finalmente, San Mauricio –el pueblo que fue escenario de la obra- brilló en luces multicolores, desbordó de público, y despertó del letargo del abandono.

 

 Clarisa Fernández1
 

 

 

 

Días previos…

            Eran muchas las expectativas luego de un año de trabajo arduo; esfuerzos, sacrificios y sueños se mezclaban con un panorama de grandes incertidumbres por venir. Un proyecto, una idea, un compromiso, avanzaba incesante sorteando obstáculos, distancias, tiempos dispares y edades de todo tipo y color: una obra de teatro comunitario, en el marco de los festejos del Centenario del Partido de Rivadavia. Se trataba de una obra totalizadora, integradora, que buscaba unir a través del arte a los pueblos que forman el Partido; los vecinos, cargados de una adrenalina mezcla de entusiasmo, temor y alegría, juntaban semanalmente sus fuerzas para ensayar y pulir la historia a contar. Roosevelt, América, San Mauricio, Sansinena, González Moreno y Fortín Olavarría; seis pueblos, seis historias, seis experiencias de vida en un territorio común. 

            Esta “locura”, como la llamaban ellos, estaba planificada para el día jueves 30/09, en el pueblo de San Mauricio. Un lugar cargado de tristezas, marcado por las luchas, las confrontaciones, los enfrentamientos originados en la ambición de poder. Ubicado en el centro del Partido de Rivadavia, junto a la Zanja de Alsina, surco fundador, punto de origen de la fragmentación, San Mauricio gritaba por despertar. Este pueblo, que alguna vez llegó a albergar a 2000 habitantes, se encuentra hoy abandonado, derrumbado, saqueado y marginado. Es un sitio donde circula “lo que pudo ser”, que tiempos atrás disputó la cabecera del Partido, y que la perdió por no tener la fuerza política necesaria para luchar contra intereses más poderosos. Pero toda esta historia de San Mauricio reflota en el aire, al recorrer sus calles de tierra, la plaza otrora fuente de vida. La Iglesia -fundada en 1892-, cuya fachada sobrevive al paso del tiempo, esconde detrás de esta imagen un edificio en ruinas, derruido por el saqueo, pero cargado de una mística que se respira en el aire. La casa de Jacinto Duva, el fundador del pueblo, en una similar situación, era la muestra de un antiguo esplendor, una riqueza de mármol y lujos, que supo convertir a San Mauricio en un posible escenario de progreso.

            La obra contaría con 200 vecinos en escena, de los cuáles muchos nunca habían presenciado una obra teatral. Esta experiencia sería para ellos, un doble debut: como público y como protagonista. Pero no sólo eso, sería un camino de autonomía, un abanico de nuevas posibilidades en donde no sólo se pondría en juego el aprendizaje actoral, sino también, y lo más importante, la posibilidad de ser ellos mismos quienes, a través de un proceso colectivo, cuenten su propia historia. Esto trajo aparejado un número infinito de esfuerzos, privaciones y resignaciones, en pos de una idea conjunta, de un núcleo contenedor que los involucraba no sólo como vecinos y actores, sino también como sujetos históricos, escritores, historiadores, pensadores de su pasado y su presente. Lo comunitario, entonces, se convirtió en una práctica que despertó nuevas acciones, conductas, sorpresas y miedos; donde la emoción, la solidaridad y el lazo adquirieron una importancia suprema. Nada se puede hacer sin el otro, en esto, todos somos uno sólo.

            Y así como no se puede hacer sin el otro, la adquisición de recursos es imprescindible. Pensada para la noche, la obra de teatro sería itinerante, por lo que era necesario conseguir luces y sonidos que puedan iluminar y dar voz a todo el pueblo. También el montaje de una estructura que brinde servicios al público, de comida y bebida. Las negociaciones parecieron lograr su cometido: la obra era un evento ya conocido por las autoridades, y los recursos estaban asegurados. Sin embargo, el lunes 27 de septiembre amaneció lloviendo en el Partido de Rivadavia. Las nubes parecían cubrir con su negrura los ánimos de la organización, que luchaba incesantemente para que esta “locura” se realice lo mejor posible. Desde la dirección, encarnada fundamentalmente en la figura de María Emilia de la Iglesia, la tenacidad y la resistencia parecían a veces ser derrotadas por la negligencia y el temporal. Caminos de tierra intransitables, rutas anegadas que impedían la salida de los vecinos de sus pueblos y la imposibilidad de establecer las conexiones técnicas necesarias, pintaban un horizonte de desesperante vaticinio.

            La esperanza de una mejora se vio luego opacada por la continuidad de la lluvia, que durante el martes y el miércoles, no cesó de castigar las energías y desgastar los esfuerzos de los vecinos y de María Emilia. Llamados sucesivos, parlamentos de aliento y entusiasmo, acumulados en un solo momento. Finalmente, cual nudo que se desata, las cosas se fueron definiendo para una sola dirección posible: la suspensión de la obra, y el cambio de fecha. Fue así que el día elegido fue el sábado 02 de octubre, a las 16.30 hs.

            Un nuevo horizonte se empezaba a despejar, cargando la batería de un nuevo comienzo, que retomaba viejas energías. Los vientos del sur dejaron ver el sol, y con él trajeron calidez y fuerza: la obra se haría, a pesar de todo. En el interin, un nuevo equipo de sonido –gestionado por la organización de la obra- permitió volver a pensar en una obra que, si bien ya no se haría a la noche, necesitaría un soporte técnico de gran estructura y profesionalismo. El desafío era grande, pero Marcos Cabrino aceptó, y viajó especialmente desde General Pico para visitar San Mauricio. Luego de su evaluación, y siguiendo las directivas de María Emilia, Cabrino señaló la necesidad de un ensayo antes del estreno. Quedó, entonces, pautado para el viernes 01/10.

            El viernes amaneció soleado y ventoso, se respiraba un nuevo aire, denso de nervios y exaltación. Trabajo, trabajo, trabajo… fue un día de arduo trabajo. Desde temprano, el equipo de sonido, junto con María Emilia y los colaboradores incondicionales caminaron San Mauricio, lo olieron, lo sintieron, lo revivieron. Cada escena fue repasada con los vecinos, quienes, expectantes, fueron tomando conciencia de la proximidad de la fecha. Aire contenido en los pulmones, cansancio, sudor, cuerpo amedrentado por la felicidad, por el sacudón del sueño hecho realidad. Escenografía, vestuario, maquillaje, todo fue tomando forma en una tarde que resultó agotadora y plena. María Emilia, con un megáfono, ordenaba las escenas y marcaba la ubicación del sonido y las luces. El equipo de Cabrino, con un trabajo impecable y sin descanso, atendió sin pausa las indicaciones de la dirección.

 

Día de la función

            San Mauricio, 9.30 hs.

Día final, y día del comienzo; día de felicidad, pero día de temor; día de esperanza, día de profunda emoción. El día así comenzaba, con muchos que temprano llegaron al pueblo de San Mauricio para preparar los últimos arreglos escenográficos, colocar carteles, arreglar el Museo que serviría de camarines para los grupos de los distintos pueblos, colocar sillas, telas, flores, adornos y utilería. San Mauricio, que alberga en la actualidad a 15 personas, se vio sorprendido de pronto por tanto movimiento.

            Las miradas cómplices se cruzaban entre aquellos que iban y venían, atravesando la plaza, tomando un mate detrás de bambalinas, clavando clavos, colocando el sonido, los micrófonos, las luces. Todo el bullicio de la felicidad, bajo un sol impecable, sin una gota de viento: el nudo que se había desatado, finalmente estaba disuelto. Los autos y las camionetas comenzaron a llegar con los vecinos, que traían cada uno parte de la escenografía de sus escenas. Los saludos, las risas y los sándwiches fueron un puntapié para el arranque de un frenesí que duró hasta las 20 hs.

            15 hs. Los vecinos ya habían colocado casi toda la escenografía, restaba el maquillaje y el vestuario. Fueron llegando uno a uno a la plaza, al ritmo de las palmas, tal como se suele convocar a la gente en los ensayos. Formando una ronda de 170 personas, fueron llamados los coordinadores de cada pueblo al centro, para señalar quiénes estarían encargados de organizar cada grupo. De apoco se fue tomando conciencia de la dimensión que había adquirido este sueño hecho realidad: se había organizado una obra teatral de 200 personas, provenientes de 6 pueblos distintos, por medio de un proceso de creación colectiva, en un pueblo abandonado en el medio del Partido. Todo lo que se movió, todo lo que se sufrió, todo lo que se gozó, todo lo que se transpiró, todo lo que se temió, estaba allí. Estaba flotando entre estas personas que pasaron de ser espectadoras, a ser protagonistas. Las palabras de aliento de María Emilia resonaron en los edificios vaciados por el olvido, hicieron eco en los oídos de cada persona que había escuchado alguna vez “esto es imposible de hacer”. Estaban allí, a dos horas de comenzar una función inédita, una experiencia única en la práctica del teatro comunitario.

            Luego de la concentración, el público comenzaba a acercarse. Se habían previsto grupos de bomberos y policías para contener el caudal de gente. Un estacionamiento inmenso, ubicado en el costado derecho del pueblo, sería acondicionado para albergar a los cientos de autos que llegarían a ver la obra. Vestidos, maquillajes, trajes, guitarras, bombos y trompetas. El gran plantel actoral fue distribuyéndose, de apoco, en sus respectivos lugares-escenarios. Eran ya las 16.30 hs; los autos y camionetas no paraban de llegar. Una fila interminable esperaba que le den paso los bomberos y policías. Los que llegaban a la ver la obra se concentraban en la escuela de San Mauricio, ubicada en la zona opuesta a la entrada del pueblo, allí donde todo termina. De pronto, una mirada hacia alrededor, mostraba que la calle que serviría de primer escenario estaba desbordada; la gente se acumuló en los costados, maravillada, antes de empezar, por una obra que se haría en escenario natural.

           

            La obra. Carne y espíritu

 

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            Escenario de tierra y paja; caballos, indios, soldados y fortín: la historia de nuestro país. División matanza y poder, los temas del comienzo de la obra. La Campaña del Desierto, la expulsión y asesinato de indios para conseguir tierras para los grandes terratenientes extranjeros, cuyas marionetas argentinas daban rienda suelta a la impunidad. El fortín, construido por los propios vecinos, es testigo de esta escena impactante, en donde vemos uno de los capítulos más tristes y sangrientos de nuestra historia. El grito desesperado del gaucho, el abandono del indio y el sometimiento del soldado, sabiendo que “en estas tierras de la patria mía, la gris frontera, roja amaneció”.

            El sonido del tren da el paso a la llegada de los inmigrantes, que vienen a “hacerse la América”. Al canto de la esperanza por un progreso en estas tierras, los inmigrantes van guiando al público que camina detrás, desbordándose por los costados, sorprendido. Se llega así a una de las esquinas emblemáticas del pueblo, el almacén de Merino, donde tiempos atrás se jugaba al truco, funcionaba el correo y hasta un cine. Hoy, es parte de la casa de Catalina, nacida en San Mauricio y protectora de la estatua del Santo. Y hablando de Santo, la muchedumbre se encuentra así con un altar, colocado en lo alto de una camioneta, en donde un actor personifica la figura de San Mauricio. Los toques de humor, propios del teatro comunitario, hacen que los personajes sean algo caricaturescos, lo que permite contar una historia tal vez triste, de una forma amena y sencilla, sin sentimentalismos pero con emoción. Las canciones acompañan todo el tiempo, y muchos de los espectadores, ya convertidos casi en actores, se suman a la canción de la procesión.

            San Mauricio, entonces, va guiando al público, invitándolo a una procesión por el pueblo. “Aunque parezca un sueño, el pueblo vivo está, con el esfuerzo de todos, brilla en la inmensidad”. Se avanza sobre una de las calles que rodean a la plaza, en donde se encuentran pequeñas escenas que muestran atisbos de la vida cotidiana de la gente del pueblo: los borrachos, el tanguero, una pareja, chicos jugando en la plaza. A su vez, los actores que siguen de cerca al santo le hacen pedidos.  Al llegar a la próxima esquina se da lugar a la próxima escena: el casamiento. El público aplaude, se maravilla con la escenografía y recuerda, tal vez, su propio casamiento.

            Porque el teatro comunitario no es sólo contar la historia, sino también reflexionar sobre ella, la pelea por la cabecera del partido es representada por medio de un enfrentamiento futbolístico. ¡Los equipos salen a la cancha!, cantos de hinchadas entre las populares de América y San Mauricio dejan ver una pelea que otrora fue sucia, llena de intereses y ambiciones. Por medio de la trampa América gana el partido, y con él, la cabecera. Las tribunas, colmadas, se ríen a carcajadas en esta escena que todos sentimos como nuestra, nacional; gritos, risas y movimiento. ¡La autonomía ya se logró, y un partido nuevo se constituyó!

            Y como nuestra historia es de resistencia, los vecinos retoman el conflicto de los chacareros, con la explotación y sometimiento que sufrieron los trabajadores en manos de los poderosos, dueños de tierras. La Colonia Scala, en donde los obreros se veían obligados a trabajar para el gran terrateniente –que era funcional a intereses extranjeros- los chacareros dijeron ¡Basta! “Si cada cual tiene lo que merece, los chacareros llegamos hasta acá. Una cooperativa ¡habrá que organizar!”. Y la lucha continúa. Pero también hay diversión en Rivadavia, y los vecinos escenifican uno de los eventos más esperados por los habitantes del partido: el baile en el Sporting Club de San Mauricio.

            Detrás de escena, detrás de las telas negras, el movimiento no para… una especie de magia ya había empezado a desplegarse en San Mauricio, consumada por un público respetuoso, atento y emocionado. En la escena del baile, la salida de los actores a escena despertó desde un primer momento la congoja del público: ¡cuántos de aquellos que estaban mirando habrán sido protagonistas de estos bailes!, ¡Cuántos de ellos habrán conseguido pareja allí! Los flashes comenzaban a relampaguear porque el sol había empezado a bajar. Se acercaba la noche mientras las parejas bailaban y se realizaba la elección de la reina, que por acomodo, sabía de antemano su triunfo. Un borracho hacía alboroto en el medio de la pista y la escena va llegando a su fin…

            A continuación, una de las escenas más emocionantes de la obra, dejan ver a un cartel inmenso, grabado con las siglas IMO (Industria Maderera del Oeste). Delante de él, un despliegue de baile en donde se representa a la madera que llega en el tren para ser trabajada en la industria, entonando un hermoso canto con la dulce melodía de Falú, Jangadero.

“Sabias manos de maestranza carpintera, veta a veta van dejando su canción, y le arrancan el secreto a la madera, de astillado y generoso corazón”.

            La madera, esa armazón de vida que fue materia prima de una industria fructífera en González Moreno, va danzando entre los trabajadores al ritmo de la canción. Pero el momento del cierre llega, al igual que en otros casos, trayendo la tristeza y la bronca de la clausura de una fuente de trabajo legítima, que abarcaba el trabajo de muchos. En una representación intensa y conmovedora, se relata el cierre de la IMO, y de todas las fábricas del partido, así también como la desaparición de los ferrocarriles. Las fibras íntimas del trabajo, la dignidad de ganarse el pan, el sueño de la ausencia de pobreza, se juntan en un momento teatral que condensa muchas de las vivencias que el público revive. Por eso, el público se pone de pie, llorando, recordando, viviendo.

“Soy obrero en Rivadavia, soy obrero. Mi destino siempre ha sido trabajar, el sudor de mi trabajo tesonero, para siempre en la memoria quedará. Es presente y renace sin cesar”.

            Año 2001, inundaciones en el Partido de Rivadavia. En este escenario de tierra, rodeado de edificios derrumbados y olvidados, se representa algo que nunca se va a olvidar, porque dejó una marca en todos los habitantes del Partido. La inundación provocada por el Río Quinto se muestra con la actuación de los chicos de una escuela, que, obligados a trasladarse porque se viene el agua, suben a un carro y cantan su pesar, pero también su resistencia. Luego todos los actores representan un éxodo en donde cada uno lleva una bolsa de arena, para armar una valla de contención para que no pase el agua. La fuerza del teatro comunitario, que cuenta la historia del pueblo, es capaz de generar esta energía, esta identificación con el público, que cuando vio a la gente correr con las bolsas miraba atónita una escena que ya había visto antes, que había vivido en carne propia.

“Vamos Rivadavia que no avance el agua, vamos que podemos salir adelante. Toda Rivadavia se une contra el agua, sobre el alteo no hay nadie que falte”.

            Bajo un cielo casi estrellado, San Mauricio (el santo) anuncia la vuelta a la vida, la continuación de una lucha que Rivadavia viene librando día a día, y que las inundaciones no pudieron acallar. De esta forma da paso a la última escena de la obra: un diálogo entre jóvenes y viejos, que por medio de canciones, muestran una realidad que nunca cambia, pero que busca la transformación. La mirada al futuro, la actualidad, la problemática de los jóvenes vistos como seres desprovistos de ideas y víctimas de la tecnología incapaces de generar proyectos, es refutada por los mismos jóvenes, que reclaman igualdad y libertad. El fin de la escena, la unión de las generaciones, da la pauta de la búsqueda de un lugar que sea justo para todos, y trae una brisa fresca de esperanza en la mirada hacia el futuro.

“Quiero que dejes de discriminar, la vida y la muerte nos llegan igual, hay que parar la pelota una vez, y poner todo al revés!!!”

            Cuando los 200 vecinos se juntan para la canción final, los corazones se levantan. No importa de donde sos, si sos vecino de Rivadavia o no. La emoción te llega igual, inevitablemente, a través de una imagen que recorre los sentidos. Las venas se llenan de una sangre nueva, que late ahora al son de una utopía hecha realidad.

“Rivadavia se está uniendo y se siente, que le damos pelea a la soledad. La historia se entreteje desde abajo, y se cambia desde la comunidad”.

               Y la muestra de que la historia se cambia desde la comunidad está acá. En la voz de cada vecino, en cada momento de trabajo, de esfuerzo, que demostró que la distancia no es nada cuando se tiene voluntad, que la unión y la solidaridad no se compra ni se vende, que no viene desde afuera, y que la transformación es posible. La construcción colectiva, pilar de esta experiencia, muestra que el discurso de la resignación viene de aquellos que nos quieren hacer creer que no somos capaces de escribir la historia, de generar un cambio. Por eso, el Teatro Comunitario de Rivadavia dio un primer paso para algo mayor, que involucre cada vez más gente, y busque utopías en horizontes cada vez más lejanos.

 

Clarisa Fernández3

 

* Licenciada en Comunicación Social, egresada de la Universidad Nacional de La Plata. Especialista en producción de textos críticos y difusión mediática de las artes (IUNA) y becaria del CONICET. Ha publicado varios artículos sobre teatro comunitario y participado en la realización de un largometraje documental titulado “Contra Viento y Olvido. Teatro comunitario. Red Regional Sur”.  Actualmente se encuentra realizando su trabajo de tesis titulado “Identidad, memoria y política en el teatro comunitario argentino contemporáneo”. Es miembro de la Red de Investigadores sobre teatro comunitario, nucleados en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (CCC) y AINCRIT (Asociación argentina de Investigación y Crítica Teatr
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