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Nicolás Fazio. Preludio a un estudio de “Un hombre serio” de los Hermanos Coen

Reseña/Fazio en PDF

 

 

Un hombre serio-tapa

                                         

Lic. Nicolás Javier Fazio*

UNLP

 

 Buenos Aires, Argentina, 2010

 

marduc32@hotmail.com

“Cuando la verdad es encontrada para ser mentiras
y toda la alegría en tí muere
¿No quieres alguien a quien amar?
¿No necesitas alguien a quien amar?
¿No amarías a alguien a quien amar?
Mejor que encuentres alguien a quien amar”

 

Jefferson Airplane

“Somebody To Love”

 

Resumen

A partir del análisis libre del film de los hermanos Coen “Un Hombre Serio”, propongo una mirada sobre el quiebre de la tradición judía en la modernidad a la luz del concepto de catástrofe de Walter Benjamin, en la figura del Ángelus Novus.

 

Palabras Claves

Historia, Catástrofe, Tradición, Modernidad, Judaísmo

 

En el prólogo de “Conceptos de Filosofía de la historia” de Walter Benjamin reeditado recientemente por la editorial Terramar, Hanna Arendt describe el fatídico vínculo entre el filósofo Berlinés, que se suicidara  en 1940 en la frontera Franco-Española en plena huída del ejército franquista, con un ser llamado “Pequeño jorobado”.  Este personaje que pertenece a ciertos cuentos de hadas alemanes, era citado por Benjamin frecuentemente en sus escritos y en muchas de sus conversaciones. El autor del “Libro de los pasajes” recordaba en estas citas como su madre vinculaba a accidentes comunes como tropezones en la calle o rachas de mala suerte con este personaje, por medio de una frase con la que remataba esos hechos y que bien podría ser el preámbulo de la catastrófica vida de Benjamin: “Mr Bungle le envía sus saludos”.

 

Al recorrer la vida del Filósofo, Arendt advierte distintos sucesos en los que Benjamin tropieza con este personaje ávido por ocultarse tras una pared, o bajo alguna mesa y provocar uno tras otro acontecimiento catastrófico, haciéndolo tropezar en una serie de trágicos eventos, “de amontonamientos de escombros”, escribe, “que concluyen con su suicidio en Portbou el 27 de septiembre de 1940”.

 

Referirme a Walter Benjamin, y en particular a este pasaje del prólogo de Arendt en el que menciona al Sr. Bungle, es un poco obra de la casualidad y en todo caso un capricho aventurero en mi pretensión de tratar de interpretar la película de los hermanos Coen “Un Hombre Serio” a la luz del concepto de catástrofe de Benjamin.

El film narra la historia de un profesor de física del medio oeste norteamericano Larry Gopnick, (Michael Stuhlbarg) quien vive en un suburbio judío norteamericano de clase media de los años 60. La acción se desarrolla en unos pocos días en los que a Larry le van ocurriendo uno tras otro una interminable sucesión de tropiezos catastróficos, a saber: su mujer, una devota madre de familia judía le anuncia con toda la parsimonia que lo engaña con un poco respetable gigantón de la villa, cultor de la relajada filosofía de la New Age. Luego su hijo, acosado por un compañero de su colegio hebreo a quien le adeuda el pago de un poco de marihuana, y próximo a su Bart Mitzvah, comienza a experimentar nuevas miradas sobre la tradición a partir de las nebulosas volutas que le prodiga la hierba, hasta llegar a verdaderos momentos enteógenos al son de las estridentes estrofas de Somebody to Love de Jefferson Airplane. Otra de los desastres sucede de la mano de sus compañeros de trabajo en la universidad, quienes en tono amable le informan del peligro que corre su postulación al cargo de profesor titular en física, por la existencia de ciertas cartas anónimas que circulan entre los despachos de las autoridades académicas. En esas misivas, alguien lo denuncia como autor de una coima cometida en perjuicio de un estudiante oriental de intercambio. También se suman a este escaparate de trágicos acontecimientos, la perturbadora presencia de Arthur, su hermano, quién obsesionado con la perfección de un sistema matemático llamado “El Mentaculus”, algo así como un sistema numerológico cabalístico, está absolutamente imposibilitado de armar una vida fuera de los límites de la casa de Larry y para rematar un vecino antisemita le arrebata unos centímetros al perímetro de su casa, con lo que se completa el cuadro de sucesos catastróficos en la vida de Larry.

 

Un Hombre serio

 

La película comienza con una narración al estilo Midrashim o parábola Jasídica, ambientada en un poblado judío polaco, en un marco temporal negado al espectador, y este no es un dato menor, ya que en toda la película los marcos temporales precisos ceden terreno a unos mas amplios e imprecisos, accesibles al espectador mas que nada por ciertos datos culturales y estéticos.  

Este primer relato, casi podríamos decir es un cortometraje previo a la historia principal del film, y versa sobre el percance de un judío de una de estas aldeas judías europeas que siguiendo los preceptos de hospitalidad, invita a cenar a su casa a un hombre justo, quien acepta respondiendo a la invocación de las llamadas Mitzvah (precepto) de la tradición hebrea. Cabe aclarar que los personajes de esta pequeña historia, que abundan en las lecturas jasídicas, son el arquetipo del judío piadoso temeroso de Dios y surcado de tradiciones, pero asimismo, como en el caso de esta historia, también de supersticiones sobre los espectros malignos (los Dybbuk). Y precisamente, es la desconfianza de la mujer del hospedador hacia este visitante (al que presume muerto desde hace tres años), lo que desata lo que podría ser entendido como una victoria sobre el mal, o una verdadera tragedia.

 

Los Coen inscriben en esta suerte de primer acto, una de las claves esenciales del film, esto es, el entrecruce de dos tipos de judío. El judío de la tradicion y el judío que adscribe a la tradición desde el modernismo.

De este primer micro relato, se advierten algunos elementos que se irán colando hacia el relato de Larry. Uno de ellos es, lo que en palabras de Yosef Yerushalmi (2002) podría describirse como la refracción en la memoria arcaica del pueblo judío a partir de su ingreso en la modernidad y su consecuente historiografización. Pues los hermanos Coen proponen un contraste exquisito desde el fin de este pequeño y estético relato propio de la tradición oral del pueblo hebreo; tosco, frío, iluminado al calor de un brasero; con el otro relato situado en un escenario también habitado por judíos, pero, y aquí la magia del cine dispone el contraste: muy luminoso, coloreado hasta la estridencia, armónico, y sobre todo, moderno. En el pasaje del relato del Dybbuk con el de la villa en la que vive el desdichado Larry ubicada en algún suburbio del medio oeste norteamericano, puede advertirse una interesante mirada sobre el lugar de la tradición judía en la era moderna.

 

El otro elemento pero en este caso que no se funda en el contraste de ambas historias sino que las unifica, es el humor, pero del humor como limite representacional, ya que los Coen con el humor desmarcan los límites de lo que se “puede contar” y lo que “no se puede”, en relación a la tragedia, o sea el signo de la catástrofe en la historia del pueblo hebreo. Los Coen utilizan en este sentido un humor al que podemos describir como negro, que provoca esa risa que muy bien describe el director de la editorial “La Nariz”, quien en 1972 al prologar el libro “Mundo Inmundo” del dibujante Roland Topor decía: “Hay huesos en nuestro cuerpo -los codos, las rodillas-, que al recibir un golpe nos produce una desconcertante sensación: sentimos deseos de llorar y reír al mismo tiempo, ambas reacciones brotan juntas, entremezcladas, en dosis idénticas. La misma cantidad de risa y de llanto, como reacción ante el impacto que nos causa un dolor alegre o una alegría dolorosa". 

 

Mr Bungle hace de las suyas con Larry del comienzo al fin de la película, pero la magia de los directores reconvierte y transfigura el sentido de lo trágico moviéndonos a una suerte de risa dolorosa una y otra vez, las catástrofes que asolan a Larry son las verdaderas protagonistas; a partir de ellas los Coen ubican en escena el trágico vínculo del judaísmo con la modernidad; pero en uno de los momentos históricos en que la modernidad resultara ser cuestionada mas candentemente es decir, y aquí diremos que en unos imprecisos años 60 o comienzos de los años 70. Aunque siempre valiéndose del humor como corolario perpetuo ante el drama.

 

De “El hijo de Job” al Ángelus Novus.

 

El Libro bíblico de Job, uno de los textos sapienciales del antiguo testamento, narra las peripecias de Job, un judío habitante de la ciudad de Ur. Un hombre de fortuna y temeroso de Hashem (Dios) que resulta ser víctima de todo tipo de vicisitudes (llamémosles catástrofes) a las que lo somete el diablo por la decisión de Dios, que busca de esa forma conseguir poner a prueba su fe. Job, ante tales acontecimientos, pide la ayuda de tres amigos, que intentan consolarlo con vanas explicaciones sobre el origen de las desgracias como el resultado de sus propios pecados. Luego de la infructuosa ayuda de estos tres amigos, Job busca a un cuarto colaborador quien  arguye el hecho de que si Dios está poniéndolo a prueba, esto se debe a que es posible que lo haga en función de templar su espíritu y su alma.

 

Los paralelismos con la historia de Larry pueden enumerarse sin problemas, su historia bien podría ser una libre adaptación de los Coen del mencionado relato bíblico. Pero un elemento esencial me remite, en este breve trabajo, más a Walter Benjamin que a Job, ya que al concluir la historia bíblica Job es increpado por Dios a raíz de sus numerosas quejas, quien en última instancia termina por restituirle toda su fortuna.

Al concluir la película de los Coen, encontramos a un protagonista que recupera la confianza académica, resuelve el conflicto con sus hijos y esposa, pero inmediatamente después recibe la llamada de su médico con los resultados de los análisis que vemos se hace al comenzar el film. Los resultados se anuncian como una de las últimas zancadillas del señor Bungle en su vida. Asimismo en la comunidad, un huracán amenaza desde el horizonte con arrasar todo a su paso, un viento trágico, un huracán que se encima en el horizonte de la pequeña villa y presagia una nueva calamidad y con ella la perpetuidad del avance catastrófico de la historia.

 

Los Coen proponen en este último gesto artístico lo que puede ser visto como una alegoría “Benjaminiana”, quien explicaba en su tesis IX en relación a un cuadro de Paul Klee adquirido en su juventud llamado “Ángelus Novus” la escena en que se encuentra dicho ángel: "hay un cuadro de Klee que se llama “Ángelus Novus”. En él vemos a un ángel que parece estar alejándose de algo mientras lo mira con fijeza. Tiene los ojos desorbitados la boca abierta y las alas desplegadas. Ese es el aspecto que debe mostrar necesariamente el ángel de la historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde se nos presenta una cadena de acontecimientos, el no ve sino una y única catástrofe, que no deja de amontonar ruinas sobre ruinas y las arroja a sus pies. Querría demorarse, despertar a los muertos y reparar lo destruido. Pero desde el paraíso sopla una tempestad que se ha aferrado sus alas, tan fuerte que ya no puede cerrarlas. La tempestad lo empuja irresistiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras frente a él las ruinas acumulan hasta el cielo. Esa tempestad es lo que llamamos progreso”. En esta escena del Ángelus Novus descripta por Benjamin, podemos perfectamente imaginar una Correspondencia con la escena final de la película. En ella se unen el momento en que Larry recibe la noticia de los resultados médicos, con la de su hijo en la escuela hebrea quien junto con sus compañeros de clase son trasladados al sótano por la proximidad del huracán, aunque la llave de la entrada a ese sótano resbale en los dedos del portero y la puerta no es abierta.

 

Es interesante la escena de la tormenta que crece amenazante en el horizonte de la villa al final del film. No es casual esta aparición con su intimidante presencia casi como un presagio nefasto en el escenario de esta pequeña y moderna urbe situada en el medio-este de los Estados Unidos. Recordemos, como decía antes, que el film si bien es muy impreciso en cuanto al contexto temporal, no así en cuanto al contexto histórico, que sin dudas es a fines de los años 60s y principios de los 70s. Un contexto histórico en el que las sociedades fueron constantemente amenazadas por el revés del sueño del progreso, ya convertido realidad en Hiroshima y Nagasaki.

En estos años de guerra fría, luego de que la humanidad hubo de conocer el poder devastador de ese sueño de la razón, y que también dio vida a la maquinaria monstruosa de Auschwitz; fue el tiempo donde se cuestionó más intensamente al proyecto moderno. Fueron  los tiempos de un espíritu revolucionario que se respiraba en las reivindicaciones tanto del Mayo francés como en la revolución de la Cuba socialista, y es ese el momento histórico, no la fecha exacta, en que los Coen ubican la historia de Larry y transponen quizás el relato de sus propias vidas. En definitiva, allí también estuvieron ellos.

 

También en la escena final vemos a  Danny Gopnick, (el hijo de Larry), junto a quien lo ha acosado durante todo el film con el fin de que le pague el costo de la marihuana que le ha vendido. Ambos esperan ingresar al sótano que los guarecerá de la tormenta huracanada que se avecina. Cabe aclarar que el dinero Danny lo había metido en la funda de una radio a transistores que un profesor le había incautado por usarla en clase para escapar de la monótona clase de hebreo. Esta radio, fue en el transcurso del relato de Danny la portadora de la llama que ha revolucionado su mirada del mundo pero seguramente, y he aquí lo que supongo es la mirada mas autobiográfica de estos cineastas, la de su vínculo con las tradiciones judías. Esta llama es indudablemente el Rock de los 60 y aquí los Coen ubican la mirada en la particular música de la banda Jefferson Airplane y su tema “Somebody To Love”.

Como decía, Danny y su compañero dealer se encuentran de cara a la tormenta huracanada que se arma en el horizonte, el dealer un poco mas delante de Danny brevemente voltea su rostro hacia su adversario, que lo mira desde atrás, desde las ruinas de la historia, donde “se amontonan los escombros”. Y es ese el preciso instante en que ambos intuyen un enemigo mayor. La mirada que se prodigan los hermana, los une ante un Dios  que no devuelve como a Job la tranquilidad a sus vidas, sino que amenaza con destruir, una vez mas, todo lo que conocen.

Para concluir quisiera volver a referirme a Michael Lowy (2003)  y en particular a una observación que hace de la tesis IX de Benjamin en relación al “Ángel Novus”, dice Lowy: "¿cómo detener la tempestad?, ¿como interrumpir el fatal avance del progreso?. Como siempre la respuesta en Benjamín es doble: religiosa y profana. En la esfera teológica se trata de la misión del Mesías; su equivalente o correspondiente profano no es otro que la revolución. La interrupción mesiánica revolucionaria del progreso es, por lo tanto, la respuesta de Benjamín a las amenazas planteadas a la especie humana por la continuación de la tempestad maléfica y la inminencia de nuevas catástrofes”.

 

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