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Política y sociabilidad barrial: la memoria en torno a las “veladas socialistas” en el Barrio de La Estación de Tandil durante el período de entreguerras

Aletheia, volumen 5, número 10, abril 2015. ISSN 1853-3701

Barandiarán y Silva/Artículos en PDF

Luciano Barandiarán*

CESOR- ISHIR/CONICET- UNICEN

Ana Silva**

PROINCOMSCI- UNICEN/CONICET

2014, Tandil, provincia de Buenos Aires

anasilva77@yahoo.com.ar

 

 

Resumen

Este artículo se inscribe en el marco de un proceso de activación patrimonial impulsado por una asamblea vecinal del Barrio de La Estación de la localidad bonaerense de Tandil. A inicios de 2013, un grupo de vecinos y vecinas, ante la “pérdida” de la fisonomía identitaria barrial a manos de la “especulación inmobiliaria”, presentó al Concejo Deliberante un petitorio proponiendo la declaración de un Área de Protección Histórica sobre 40 manzanas lindantes a la Estación de Trenes; zona que “vincula gran parte de la historia de la ciudad como son el trabajo, la cultura, las luchas sindicales y la historia del gremio ferroviario”. Aquí se analiza la construcción de la memoria colectiva en vinculación con la identidad barrial, para lo cual estudiamos la significación presente de algunas prácticas sociales de antiguos vecinos y vecinas del barrio, en especial las “veladas” organizadas por el Partido Socialista, partido político con fuerte arraigo en el mencionado barrio en las décadas de 1920 a 1940. Para ello, partimos de la puesta en diálogo de las fuentes periodísticas de la época que se han conservado, con los testimonios de los actores sociales que participan en la re-creación y significación presente de aquellas prácticas.

 

Palabras clave

Memoria; Identidad barrial; Partido Socialista; Período de entreguerras.

Introducción

Este artículo se inscribe en el marco de un proceso de activación patrimonial (Prats, 2005) impulsado por una asamblea vecinal del Barrio de La Estación de la localidad de Tandil, ciudad de rango medio de la provincia de Buenos Aires (1).

En el mes de mayo de 2013, ante lo que consideraban el “deterioro” del barrio y la “pérdida” de su fisonomía identitaria a manos de la “especulación inmobiliaria” (2), un grupo de vecinos y vecinas elaboró y presentó al Honorable Concejo Deliberante local un petitorio que -entre otros puntos- propone la declaración de un Área de Protección Histórica (APH) en un radio de 40 manzanas lindantes a la Estación de Trenes, por considerar que este sector “vincula gran parte de la historia de la ciudad como son el trabajo, la cultura, las luchas sindicales y la historia del gremio ferroviario” (3).  

Analizaremos la construcción de la memoria colectiva (Halbwachs, 1995; Portelli, 1989), en vinculación con la identidad barrial (Gravano, 2013), centrándonos en la significación presente de algunas prácticas sociales de antiguos vecinos y vecinas del barrio, en particular las “veladas” organizadas por el Partido Socialista (PS) -partido político con un fuerte arraigo en el mencionado barrio (Barandiarán, 2004)- en las décadas de 1920 a 1940 en espacios de sociabilidad barrial como el Salón de la Confraternidad Ferroviaria. En dichas veladas, entre proyecciones fílmicas y espectáculos teatrales se oía a los oradores partidarios.  

Para ello, partimos de la puesta en diálogo de las fuentes de la época que se han conservado, con los testimonios de los actores sociales que participan en la re-creación y significación presente de aquellas prácticas. Consultamos el diario Nueva Era de Tandil, vinculado al radicalismo; y el periódico Germinal, medio de prensa cercano al PS local (si bien su director- propietario Juan Nigro señalaba que no era un órgano partidario). Y realizamos entrevistas y registros de campo con vecinos del barrio e integrantes de la Asamblea, así como un relevamiento de las expresiones realizadas de forma pública por esa asociación. Para la realización de este artículo recuperamos trabajos anteriores sobre la historia del socialismo en Tandil y en el Barrio de la Estación en particular (Barandiarán 2003; 2004; 2009); y sobre la producción de imaginarios identitarios urbanos y barriales en la localidad (Silva 2011; 2013).

 

El socialismo tandilense y sus veladas

El período de entreguerras aparece referido en los testimonios de los actores como la “época de oro” del Barrio de la Estación. También, durante ese período, el socialismo vivió su etapa de mayor auge. Su itinerario en Tandil no fue ajeno a lo que aconteció a nivel general. Hacia 1910 había en la ciudad algunos socialistas que actuaban en el plano gremial y cooperativo pero no en el partidario. Se presentaron a una votación por primera vez en las elecciones nacionales de abril de 1912, recibiendo 48 votos. Tras la elección, esos y otros simpatizantes crearon el primero de mayo de ese año el centro socialista local (Nario, 1996: 158). Entre 1912 y 1946 accedieron al Honorable Concejo Deliberante en dos oportunidades (entre 1917 y 1922, y entre 1933 y 1935). En la década de 1930, además, el dirigente local Juan Nigro fue electo diputado nacional (1932-1934), y senador provincial (1934-1938). También durante esos años se concretó su mayor triunfo, al demandar y crear a través de una amplia alianza con otros sectores sociales la Usina Popular de Tandil, lo que implicó el abaratamiento de la energía eléctrica.

La base de apoyo del PS se localizaba en tres zonas claramente delimitadas de la ciudad: el sur, el centro y el Barrio de La Estación, siendo este último el sector más poblado por afiliados socialistas. Con respecto a esta última zona, debe señalarse que el arribo del ferrocarril en 1883 cambió la fisonomía de la ciudad. Además de las ventajas económicas, desde el punto de vista social implicó la incorporación de las familias de los trabajadores ferroviarios, que se asentaron en las inmediaciones de la estación local del ferrocarril (Spinelli y Zeberio, 1983: 183), conformando el mencionado barrio, uno de los más dinámicos de la ciudad. La estabilidad laboral, los buenos sueldos y la tendencia al ahorro de los obreros ferroviarios posibilitaron ese proceso (Nario, 1996: 134). Hacia marzo de 1930, la prensa local estimaba que esos trabajadores eran aproximadamente setecientos, y que junto a sus familiares constituían una población cercana a las dos mil personas. Durante la década de 1930 alrededor de 35.000 habitantes residían en la ciudad (4), por lo cual se puede señalar que cerca del seis por ciento de la población urbana tandilense estaba vinculada al ferrocarril. En síntesis, la mayoría de los simpatizantes del PS residieron en ese barrio, y fueran sobre todo trabajadores urbanos, especialmente ferroviarios (Barandiarán, 2003).

¿Qué significaba ser socialista en Tandil en la década de 1930? Los afiliados eran vecinos, amigos y/o compañeros de trabajo. También eran importantes los vínculos familiares: si se analizan los enlaces matrimoniales anunciados en el periódico socialista Germinal, por ejemplo, muchos de ellos se efectuaron entre familias de vecinos del Barrio de La Estación. Se trataba de vínculos distintos a los establecidos por radicales y conservadores, en tanto estos últimos dispusieron del aparato estatal para construir redes ligadas a vínculos clientelares. Al basarse esas vinculaciones en lazos de familia, la mujer ocupó un espacio central en el socialismo tandilense, al menos en el ámbito privado. Distinto es cuando se observan las instituciones y asociaciones públicas a las cuales los socialistas se vincularon por lazos vecinales, ideológicos e incluso étnicos. Las mujeres participaban en las asociaciones barriales en menor medida comparado con los varones, que creaban y dirigían esas instituciones, si bien compartían espacios como el hogar, las tablas del teatro o las bibliotecas (Barandiarán, 2004).

La estación de trenes era el ámbito central de la sociabilidad barrial, y la importancia del Barrio de La Estación en la conformación de la identidad socialista tandilense fue central. Un simple indicador de la importancia que la red de sociabilidad barrial tenía en el interior del socialismo tandilense se observa en las noticias necrológicas de Germinal: a pesar de los numerosos fallecimientos de afiliados, a estos siempre se los caracterizaba como “viejos vecinos del barrio de la Estación”.

Los vínculos entre el PS y el mencionado barrio refieren a una experiencia similar que acontecía contemporáneamente en muchos barrios de la ciudad de Buenos Aires. Allí, la dinámica partidaria se vinculaba a las prácticas de sociabilidad desarrolladas por la sociedad civil en los nuevos barrios suburbanos, extendiendo socialistas y radicales sus redes a partir de los hábitos de sociabilidad que se producían y reproducían en esos espacios nuevos. Igual que clubes y sociedades de fomento, los partidos políticos eran otro elemento de la identidad barrial. Los componentes que conformaban esas identidades barriales en parte fueron concretos; pero los valores profundos que los involucraba eran recurrentes y definían a los vecinos: conocimiento personal, modalidades afables, sentimientos generosos, ambiente familiar, preocupación por el progreso material y cultural del barrio. En síntesis, la identidad barrial fue un producto de las redes construidas alrededor de las instituciones vecinales, incluidas las partidarias, instituciones “del barrio” pero que también lo creaban y recreaban (de Privitellio, 2003: 34).

En el caso tandilense se puede hacer una analogía con lo que ocurría en los suburbios porteños: tanto el Club y Biblioteca Ferrocarril Sud, la Biblioteca Alberdi, la Estación de trenes, el Salón de la Confraternidad Ferroviaria o el Centro Socialista, contribuían a formar la identidad barrial. Desde el punto de vista del PS, se trataba de una presencia interesada en asociar la identidad barrial a favor de sus intereses políticos. A eso contribuía la continua presencia en las actividades barriales de los máximos referentes partidarios. Nuevamente al respecto hay que traer a colación la figura de Juan Nigro y sus manifestaciones públicas: director de la agrupación teatral “Alborada”, que solía presentarse en el Salón de la Confraternidad; miembro de la comisión administrativa de la biblioteca Alberdi y de la cooperadora de una escuela y promotor de otra; fundador y director de Germinal, el diario que, además de dar noticias sobre el socialismo, denunciaba los “problemas” del barrio (Barandiarán, 2009). Ejemplos similares se observan en Capital Federal. Al respecto de Privitellio (2003: 81) menciona:

 

“...Es muy conocido el caso de los socialistas, cuyas vinculaciones con el universo de la cultura popular desarrollada en los barrios eran muy estrechas, dado que estas actividades asociativas empalmaban perfectamente con el modelo de partido socialdemócrata. Biblioteca, centros culturales, cursos, conferencias y otras actividades de tiempo libre formaban parte de ambas tradiciones y los socialistas se movían entre ellas con comodidad y sobrada pericia...” .

 

Los autores que han estudiado el fenómeno barrial desde la historia (Gribaudi, 1987; Gutiérrez y Romero, 1995; de Privitellio, 2003; Barrancos, 1991), han señalado que la vecindad “aplana” la heterogeneidad del mundo social, estrategia que disminuye los conflictos en el interior de la comunidad barrial al priorizar la igualdad entre vecinos. La identidad barrial no niega a otras, por ejemplo las de clase o las vinculadas a las profesiones, las subordina de manera selectiva. Así, en el barrio se conformaron criterios de distinción otorgados por la participación en las distintas asociaciones del barrio, surgiendo los “vecinos caracterizados”, una especie de elite barrial (de Privitellio, 2003: 37). En el Barrio de La Estación, Juan Nigro era uno de esos vecinos, pero también lo fue el escritor comunista Juan Salceda y el vecino Pedro Saint-Miqueu, presidente de la Biblioteca Alberdi. Parte de la “elite barrial”, eran los grandes beneficiarios “de una modesta forma de notabilidad”, que remitían a experiencias vitales que superaban a sus creadores y difusores (De Privitellio, 2003: 38). Si bien en los años de entreguerras la tendencia a formar asociaciones fue una característica de la sociabilidad urbana, no todos los vecinos colaboraban en las instituciones barriales. En ocasiones esa “indiferencia” provocaba reclamos contra quienes no participaban o lo hacían en asociaciones que la identidad barrial no identificaba como propias, pues todo elemento que interfiriera en la comunidad vecinal se asimilaba como un ataque a la misma. Pero mientras que los vecinos “insistían en la exclusión de las identidades políticas, abominaban el puro interés comercial y aseguraban que la sociedad vecinal desconocía las diferencias de clase” (de Privitellio, 2003: 35), los socialistas asimilaron la identidad partidaria con la identidad barrial.

Barrancos (1991: 95) ha observado que los rituales socialistas en la década de 1920 en la ciudad de Buenos Aires sostenían dos perfiles; uno evidenciaba una concepción destinada a la “intelligentzia” adepta, y el otro estaba destinado a entenderse mejor con el “imaginario popular”. Así habrían coexistido formas sostenedoras de una propuesta normativo-edificante y otras vinculadas a su adaptación a los nuevos cambios sociales.

Teniendo en cuenta esa división, es posible observar qué pasó con la propaganda socialista en Tandil. Allí, la esfera cultural del PS involucraba en especial a numerosas bibliotecas populares (5). En el período de entreguerras, la posesión de una biblioteca o la inauguración de la sede social eran los principales indicadores de estabilidad y progreso de las instituciones que impulsaban su formación. Además de la biblioteca partidaria (“Biblioteca Anacleto Farías”) y de la Biblioteca Justo, los socialistas participaron junto a vecinos del Barrio de La Estación en el desarrollo de la Biblioteca Juan Bautista Alberdi.

Para los socialistas poco proclives a aceptar los cambios de gustos de sus bases, las  “diversiones sanas” eran el teatro, las lecturas, las audiciones musicales y las conferencias (Barrancos, 1991: 113). La propaganda oral continuó siendo importante, pues a pesar del periodismo, la radio y el cine, las relaciones cara a cara continuaron siendo la base de la política en el período de entreguerras. Por eso Barrancos (1991: 107) afirma que ni el cine ni ninguna otra innovación “reemplazaron el papel central desempeñado por fogosos oradores socialistas”. En Tandil, entre 1929 y 1946 los socialistas llevaron a cabo al menos 60 conferencias, acercándose los dirigentes políticos y sindicales más importantes del PS (Barandiarán, 2004), hablando en esquinas céntricas pero también en parajes picapedreros.

A diferencia de Capital Federal, en Tandil la función teatral en el interior del socialismo continuó gozando de popularidad a lo largo de la década de 1930. Sólo a fines de la misma declinó la importancia del teatro, proceso que Barrancos ya observaba para Capital Federal en la década anterior, posiblemente por la amplia adhesión que concitó entre la población la aparición del cine. El Salón de la Confraternidad Ferroviaria era el principal espacio de sociabilidad del barrio de la Estación y numerosos grupos de teatro locales se presentaron allí (Mengascini, 2005). Los socialistas tenían diversos tipos de vinculaciones con esas agrupaciones de teatro; con la Roberto Casaux, los lazos eran algo indirectos, ya que sus integrantes pertenecían a la Sociedad Italiana, a la cual estaban unidos por “lazos societales” algunos socialistas, entre ellos los hermanos Nigro. Más directas parecen haber sido las relaciones con el cuadro Alborada, pues varios de sus integrantes fueron afiliados socialistas. Si bien el partido no estrechó lazos manifiestos con la agrupación, la cantidad de los afiliados que la integraban así como el nombre de las piezas teatrales representadas permite suponer una estrecha relación. La actividad de ambas agrupaciones fue intensa en los primeros cinco años de la década del treinta. Posteriormente, la agrupación Roberto Casaux desapareció. Lo mismo aconteció con Alborada hasta julio de 1938 en que reaparece dirigida nuevamente por Juan Nigro. Sin embargo, el hecho de que en 1943 el PS impulsó la formación de la agrupación teatral El Surco, indicaría que tras 1940 también Alborada dejó de existir. Generalmente estos grupos ponían en escena textos costumbristas, sainetes, comedias y dramas sociales de Florencio Sánchez, Pedro B. Aquino, Alberto Novión, Alberto Cayol, Analía Monti; e incluso una obra de factura local como "El cumpleaños de Don Ramón" de Juan María Calvo (Iriondo, 2003). Todos estos grupos pueden ser catalogados como “conjuntos vocacionales de teatro”, es decir, grupos sin formación profesional, en los que algunas veces, como en los grupos en los que estaba involucrado el PS, a las motivaciones artísticas se añadían las políticas. Hoy es difícil comprender la magnitud del fenómeno teatral en esos años, en los que

 

“La profusión de obras teatrales de todo tipo y nivel de que se disponía por aquellos años era inagotable. El teatro, como luego el cine, era el gran espectáculo artístico de masas, y muchos ideólogos y políticos que deseaban expresar sus ideas con la intención de llegar al mayor número, usaban el teatro como vehículo” (Nario, 1996: 269).

 

Pronto el espíritu “edificante” del PS debió hacer frente a “la banalización de los hábitos y de los gustos por lo escrito”. Entre las innovaciones introducidas por el socialismo en su propuesta político-cultural se destaca el uso del cine. Para adaptar su uso a los fines partidarios se debió crear una filmografía propia “que mostrara las creaciones del partido y sus preocupaciones con diversos problemas” (Barrancos, 1991: 103-105). La estrategia propagandística del PS se inclinó por ofrecer cada vez más películas a medida que transcurría la década de 1920. En Tandil se observa su uso más extendido hacia 1930. Entre los films exhibidos en la ciudad se puede mencionar La cabaña del Tío Tom,  Casa correccional, y en especial Hacia un mundo nuevo, filmada por el PS, y que presentaba las ideas socialistas vinculándolas en su origen con la Revolución Francesa (Barrancos, 1991: 107).

En las veladas socialistas, tras ver las películas o un acto teatral, un orador presentaba un tema. En estas ocasiones, para ir a las veladas se debía pagar entrada, mientras que las conferencias solían ser gratuitas. También en el Salón de la Confraternidad los ferroviarios solían conmemorar el primero de mayo junto al PS. Así, por ejemplo, en el acto de 1934, disertó el senador provincial Juan Nigro; el conjunto Alborada representó el drama El Taller y la comedia Agüerías, amenizando los entreactos una orquesta. 

Para Barrancos (1991: 120), los cambios que se realizaron a la cultura socialista en las mencionadas décadas fue una estrategia “para cumplir el papel opositor que requerían los nuevos tiempos, sin abandonar los viejos cánones letrados tan caros a la corriente”. En Tandil se observa que a diferencia de la ciudad de Buenos Aires pervivieron más tiempo actividades que en el segundo espacio mencionado ya eran menos frecuentemente organizadas por el PS, como por ejemplo las funciones teatrales partidarias. También el modelo “normativo edificante” se observa con mayor nitidez, en especial en el impulso a favor de la creación de bibliotecas populares.

 

El barrio y lo barrial: memoria, identidad y activación patrimonial

De acuerdo con Gravano (2013), la identidad barrial es el producto ideológico de una atribución recurrente entre actores sociales, cuyo referente es el barrio. Aún en la más elemental y aparentemente desinteresada descripción del barrio, los actores introducen valores con los cuales muestran que éste no es meramente el espacio donde se reside. El eje axiológico de la identidad barrial es el conjunto estructurado de valores presentes en la ideología sobre el barrio. En la dimensión temporal, se revela que los actores subordinan los significados de lo que para ellos es su barrio a lo que éste era “antes”. Se trata de un antes que refiere a una “época” (a la que el autor denomina “época base” de la identidad barrial) indeterminada en el tiempo cronológico y fundamentalmente resultado de la oposición con el “ahora”. Constituye la base de la edificación distintiva de lo barrial y no es posible identificarla con ninguna época referencial determinada ubicable en una cronología. Puede decirse entonces que más que un chrónos, representa un éthos, mediante el cual el barrio adquiere modalidades distintivas e identidad como tal. No es una mera referencia al pasado. Ni siquiera es parte del pasado entendido como historia lineal del barrio. En este sentido, el barrio referencial se diferencia del barrio como valor (a esto último el autor lo denomina “lo barrial”). Así, el barrio como espacio está subordinado al barrio como tiempo-éthos, con capacidad para construir ideológicamente una identidad.   

Al indagar en la construcción presente de la identidad barrial, así como en la memoria colectiva en torno de ciertas prácticas sociales, podemos observar algunas dimensiones significativas de ese éthos barrial. El Barrio de La Estación es presentado como “el primer barrio de Tandil” (6). Si bien las construcciones “fundacionales” de las primeras décadas del siglo XIX se localizan en el centro de la ciudad, se considera que los alrededores de la Estación de trenes constituyen la primera zona urbana con características de “barrio”. Asimismo, se sostiene que la puesta en funcionamiento de la Estación implicó una “refundación” de la ciudad (Nario, 2014), debido al impulso que insufló a su vida económica y social: “La Estación dio vida a toda la ciudad” (6). 

Se lo tipifica como un barrio “tranquilo”, de “gente trabajadora” (7). Si tenemos en cuenta que las identidades se construyen relacionalmente, por oposición a lo no-idéntico, a lo “otro”, podemos preguntarnos cuáles son los ejes de oposición que alimentan ese conjunto de valores asociados a la identidad barrial. Un primer eje de oposición se conforma en relación con otros barrios o sectores de la ciudad, por ejemplo con el centro y, sobre todo, con Villa Italia, barrio considerado por un lado “hermano”, lugar de residencia de muchos ferroviarios, pero también con el que se tejieron tradicionales “picas” y rivalidades, deportivas y de todo tipo.   

En una entrevista realizada el 14 de agosto de 2014, Harold Almaraz, trabajador ferroviario jubilado del gremio de la Unión Ferroviaria y vecino del barrio desde su nacimiento en la década de 1930, señalaba que la principal rivalidad era con Villa Italia, barrio de “muchachos bravos”, por oposición a los “tranquilos” del Barrio de La Estación: “allá los muchachos eran medios bravos, si alguno del barrio [nuestro] buscaba novia allá, lo peleaban”. Otros testimonios ubican como foco de la rivalidad de la barriada de la Estación al Centro; así se lo mencionaba a Osvaldo Fontana un socio fundador del Club Juventud Unida en 1902: “separadas materialmente por varias cuadras de terreno sin edificación alguna, y moralmente por una gran rivalidad, reflejada en todos los actos, al punto de que, en las noches, era empresa harto peligrosa para los muchachos del Centro, visitar a una chica de la Estación o viceversa, corriendo el riesgo de que los sacaran de allí con caras destempladas” (Fontana, 1947). La cita es elocuente: se trataba de una separación tanto física como moral. Un comentario aparte lo merece la articulación de la identidad barrial con los roles de género: la acción (buscar, visitar, pelear, sacar) queda enunciada del lado masculino, los “muchachos”, agentes de esa rivalidad. Tácitamente, para las chicas se presupone un rol pasivo: ser buscadas, ser visitadas. Esta tipificación remite a un elemento de la identidad barrial que, de acuerdo con Gravano (2013: 144-145), aparece de manera recurrente en distintos contextos. Se trata de “la paradoja del muchacho de barrio y la chica de su casa”:

 

“A los hombres el paradigma les dicta que a las mujeres [...] se las encuentra en los otros lados, no en el barrio. Porque no hay ‘muchachas de barrio’, esta expresión no aparece. Lo que hay son ‘chicas de su casa’, controladas por la familia. [...] Esta ideología no da cabida a la relación de pareja (hombre-mujer), porque no admite la familia como algo parejo, sino que el hombre restringe las posibilidades de la mujer. Y la comunicación de la familia como reproducción se deja librada a la infracción al código por el cual una mujer-no mujer (‘chica de sus casa’) debe ser hallada por un hombre hecho hombre con mujeres-mujeres en ‘otros lados’ y al que no se le permite buscarla como mujer-mujer en el barrio, porque ella está ‘en su casa’, pero se le ‘obliga’ a encontrarla, para formar una familia”

 

Norma Passucci, esposa de Harold Almaraz y también residente -en el barrio y en la misma casa- desde que tenía un año de edad, hilvanaba en su relato (8) ese eje de oposición entre la Estación y los otros barrios -al que podemos definir como eje topológico- con otro eje articulado en torno de la comparación entre el barrio de “antes” y el de ahora, al que podemos caracterizar como cronológico (en tanto tiempo-éthos tal como lo definimos más arriba): “Nosotros del barrio teníamos eso [el Salón de la Confraternidad] y el Club Ferro. […] Era lo que teníamos en el barrio, lo más cercano. No es como ahora que se movilizan de otra manera […] Teníamos horarios para volver. No es como ahora que no hay horarios. Era todo más sano. Nosotros en realidad, comparado con lo que se está ahora, vivimos una época feliz”. La oposición en este caso se centra en “nosotros” (los jóvenes de “antes”, más “sanos”, “con horarios” y “felices”) y “ellos” (los jóvenes de “ahora”, que “se movilizan” de otra manera, que “no tienen horarios”, son “menos sanos” y ¿menos felices?). El barrio de “antes”, el de “nosotros”, era por oposición “más barrio” en tanto se destaca un conjunto de valores asociados a la identidad barrial que en el barrio de “ahora” (en el que están “ellos”), se considera que han minorado. Aunque en las referencias al barrio de “antes” también afloran rasgos disonantes: “Había gente mala en el barrio; tras pedirle al casero [del Salón de la Confraternidad] algunas cosas, como caballetes, no las devolvían” (Harold Almaraz, 14/8/14). No obstante, estos elementos de heterogeneidad interna no llegan a romper la homogeneidad (9) preponderante de la identidad barrial, del barrio de “ahora” sobre el que se proyectan los atributos del barrio de “antes”: “tranquilo”, de “gente trabajadora”.   

Al abordar las actividades que se realizaban en el Salón de la Confraternidad Ferroviaria, Harold Almaraz recuerda:

 

“La Fraternidad, el salón ése, se hizo para albergar a los dos gremios, eran La Fraternidad y la Unión Ferroviaria. La Fraternidad era al que pertenecían el personal que conducían las máquinas, eran maquinistas, foguistas, y aspirantes. Esas tres especialidades. Y nosotros que éramos de la UF, éramos como 50, 60 especialidades, porque ahí había de todo. Había peones, aprendices, ayudantes de mecánico, ajustadores, guardas…. Se reunieron e hicieron la Confraternidad, el salón. Y ahí estaban los dos gremios. […] Y todos los años ahí se hacían dos fiestas… El 20 de junio era el aniversario de la Fraternidad. Y en el mes de octubre o noviembre creo que era, de la UF. Y ahí se hacían viste, todo lunch era. Ahí invitaban a todos los jefes… y se había formado una comisión de damas que eran las que hacían las tortas. Y después se hacían las reuniones. Una semana la hacía la F. y la otra la hacía la UF. Y ahí se discutían las cuestiones laborales, de sueldos, todo eso. Y después ese salón se alquilaba, para cumpleaños de quince, casamientos, y después también se hacía una fiesta que era anual, de los jubilados. Eso era exclusivamente asado. Ahí iban todos los varones. Ahí no había ninguna dama. Y después pasaban películas, que todavía, si algún día, cuando vayan a la Confraternidad, ni bien entrás, a la derecha, donde estaba la Escuela Técnica, mirás para arriba, hay una escalera y una puertita. Y ahí estaba el que pasaba las películas. Eso todavía está, eso no lo han sacado” (10).

 

En su relato, Harold Almaraz refiere las festividades de los días de las fundaciones de La Fraternidad y de la Unión Ferroviaria, pero no, por ejemplo, los festejos del día primero de mayo, Día de los Trabajadores, que los ferroviarios conmemoraban junto al PS. Cabe mencionar que Almaraz es sobrino del dirigente socialista Juan Nigro. Durante la entrevista relata sus recuerdos de las visitas de Alfredo Palacios a la casa familiar, pero fuera de las actividades sindicales no identifica otras, como por ejemplo las “veladas socialistas”, en tanto actividades partidarias.

El historiador Alesandro Portelli (1989), en su análisis de las formas de construcción de la “memoria colectiva”, recupera la distinción entre acontecimiento vivido y acontecimiento recordado formulada por Walter Benjamin (1993). Un acontecimiento vivido puede considerarse como terminado o como mucho encerrado en la esfera de la experiencia vivida, mientras que el acontecimiento recordado no tiene ninguna limitación puesto que es, en sí mismo, la llave de todo cuanto acaeció antes y después del mismo. Portelli indaga en el modo en que el acontecimiento vivido es elaborado, transformado, interpretado, en la “larga duración” del acontecimiento recordado, para llegar a la conclusión de que el hecho histórico relevante, más allá del acontecimiento en sí, es la memoria.

En sus testimonios, Harold Almaraz y Norma Passucci destacan la significación que para ellos tenía y tiene el espacio de la Confraternidad como ámbito de sociabilidad y recreación, antes que político-partidario:

“Sí… yo no recuerdo [las películas]… Sí las obras de teatro que venían ahí. Era muy importante. Alberto Vaccarezza, que hizo la… (mira a Norma) cómo es, la novela esa, El conventillo de la paloma. Vino él. Él fue el que la hizo, con todo el elenco de Buenos Aires. Después… Ah, Juan Moreira. [...] Y muchas otras obras, también había… […] Después se hacían tertulia’… Se hacían kermeses. […] Y había concurso de cantores. […] Y ahí en las tertulias formaron pareja todos, se conocieron ahí. [...] Películas… recuerdo que se pasó Lo que el viento se llevó. Ah, y también La guerra gaucha”. Su esposa agrega, refiriéndose al presente del Salón de la Confraternidad: “Y ahí El conventillo de la paloma se hizo con elenco nuevo. Y ahí estaba Osvaldo Terni que es primo hermano mío. Muy buena. Fuimos dos veces a verla. [...] Y cuando yo entré, cuando íbamos a bailar a las tertulias y eso, y después pasaron muchos años que no fuimos” (11).

 

Las referencias a la “política” aparecen en un lugar de contradicción: “Ya después, cuando se metió la política, cambió todo” (Harold Almaraz). Al preguntarle “¿entonces antes no había política?”, relativiza su oposición, aunque explicita que los conflictos de “antes” (es decir, los de la política que se hacía “antes de la política”) eran mucho menores que los de “después”, en lo que puede deducirse como una alusión implícita al peronismo, teniendo en cuenta los contextos a los que se refiere en su relato. Pero en otro momento reivindica ciertas mejoras en las condiciones laborales, como que “con el peronismo conseguimos el mameluco y los borceguíes”. Esto nos permite hipotetizar que la “política” constituye un núcleo de tensión de la identidad barrial (Silva, 2011), pretendidamente homogénea, “tranquila” y despojada de conflicto; ya que por un lado implica una diferenciación al interior del barrio, mientras que por otro constituye una dimensión central de la identidad barrial, en la medida en que ésta es asociada a los trabajadores ferroviarios, que precisamente en su condición de trabajadores participaban de la actividad política. Al respecto, podemos traer a colación la observación de M. Halbawchs, cuando advierte que en la memoria “las similitudes pasan a un primer plano. En el momento en que considera su pasado, el grupo siente claramente que ha seguido siendo el mismo y toma conciencia de su identidad a través del tiempo” (1995:218). ¿Será que la consideración de la conflictividad “política” eludida introduce una escisión en la idea del Barrio de La Estación como unidad?  

Como señalamos en la introducción, realizamos este artículo en el contexto del proceso de activación patrimonial impulsado por la Asamblea del Barrio de La Estación al que hicimos referencia. El patrimonio es una construcción social, que involucra diferentes grados de conflicto en torno de la delimitación del repertorio patrimonial en juego. En este sentido, García Canclini (2005: 94-95) sostiene la necesidad de concebir al patrimonio de un modo “vivo”, entendiendo que “no es un conjunto de bienes estables y neutros, con valores y sentidos fijados de una vez para siempre, sino un proceso social que […] se acumula, se renueva, produce rendimientos, y es apropiado en forma desigual por diversos sectores”. Por otro lado, de acuerdo con Prats (2005: 20), una dimensión crucial del patrimonio como construcción social es la activación patrimonial:

 

“La activación, más que con la puesta en valor tiene que ver con los discursos. Toda activación patrimonial, desde una exposición temporal o permanente, hasta un itinerario o un proceso de patrimonialización de un territorio, de inspiración más o menos ecomuseística, incluso una política de espacios o bienes culturales protegidos, si se quiere apurar la imagen, comporta un discurso, más o menos explícito, más o menos consciente, más o menos polisémico, pero absolutamente real. Este discurso se basa en unas reglas gramaticales sui generis, que simplemente recordaré, que son: la selección de elementos integrantes de la activación; la ordenación de estos elementos [...]; y la interpretación (o restricción de la polisemia de cada elemento palabra mediante recursos diversos [...])”.

En ese proceso de selección de los componentes del repertorio patrimonial, su ordenamiento y, especialmente, la restricción de la polisemia de cada uno de ellos, se juega hoy de manera significativa la configuración del conjunto de valores que constituyen el corazón de la identidad barrial. 

 

Reflexiones finales

Los trabajadores del Ferro Carril del Sud se asentaron en las inmediaciones de su lugar de trabajo y conformaron el “Barrio de La Estación”. Gran parte de ellos eran socialistas. Durante el período de entreguerras el socialismo vivió su etapa de mayor esplendor. En Tandil la base de apoyo del PS se localizaba en ese barrio. Su importancia en la conformación de la identidad socialista tandilense fue central. En el período de entreguerras, igual que los clubes, bibliotecas y sociedades de fomento, los partidos políticos eran otro componente de la identidad barrial. Como se mencionó, la identidad barrial fue un producto de las redes construidas alrededor de las instituciones vecinales incluidas las partidarias.

En sus campañas de propaganda, el PS creó lo que Dora Barrancos denominó modelo “normativo-edificante” -letrado, de perfil cultural alto, destinado a “cultivar” a la clase trabajadora mediante su adhesión a la lectura-, el estilo socialista de “hacer cultura” hasta la década de 1920 en la ciudad de Buenos Aires. A partir de ese momento, en ese espacio urbano sufrió transformaciones, modificándose las matrices elaboradas para “elevar moralmente a las masas”. Así surgió un nuevo perfil, destinado a entenderse mejor con el “imaginario popular”, a partir de la integración en sus estrategias propagandísticas de los nuevos gustos de los electores: el cine, el teatro menor, el circo, el vodevil y los deportes. En el caso de Tandil, se observa la convivencia de elementos que Dora Barrancos observó para Capital Federal, aunque pervivieron más tiempo actividades que en el segundo espacio mencionado ya eran menos frecuentemente organizadas por los socialistas, como por ejemplo las funciones teatrales partidarias.

Tal como anticipamos al inicio, nos propusimos indagar en la construcción de la memoria colectiva en torno a algunas de esas prácticas y su significación presente en relación con la identidad barrial. En particular, nos centramos en los recuerdos sobre las funciones de cine y teatro que se realizaban en las décadas de 1930 y 1940 en espacios de sociabilidad barrial como el Salón de la Confraternidad Ferroviaria o el Club Juventud Unida, en especial en el marco de las “veladas socialistas”. En los testimonios recabados, podemos observar que se coloca en un primer plano la significación del espacio de la Confraternidad como ámbito de sociabilidad y recreación, antes que político-partidario. Las referencias a la “política” aparecen en un lugar de contradicción. Esto nos permite hipotetizar que la “política” constituye un núcleo de tensión de la identidad barrial, pretendidamente homogénea, “tranquila” y despojada de conflicto. Ya que por un lado implica una diferenciación al interior del barrio, mientras que por otro constituye una dimensión central de la identidad barrial.

En la actualidad, la Asamblea del Barrio de La Estación se encuentra impulsando un proceso de activación patrimonial. Dicha activación supone una selección de los componentes del repertorio patrimonial, su ordenamiento y, especialmente, la restricción de la polisemia de cada uno de ellos. En ese proceso se pone en juego de manera significativa la configuración del conjunto de valores que constituyen el núcleo de la identidad barrial. En este punto reside entonces, casi como una paradoja de la identidad barrial, el valor político que adquiere la memoria colectiva del Barrio de La Estación.  

 

Notas

(1) La categoría de “ciudad media” o “intermedia” suele construirse a partir de indicadores estructurales y de funcionalidad, en un rango poblacional amplio que abarca desde los 50.000 a los 500.000 habitantes. Desde la perspectiva teórica y metodológica a la que adscribimos, es necesario situar previamente el contexto e incluir los aspectos significacionales del espacio urbano (ver Gravano, 2005 y Boggi y Galván, 2008).

(2) Salvo indicación expresa en contrario, las palabras entrecomilladas corresponden a expresiones textuales de los actores sociales registradas en contextos del trabajo de campo.

(3) Textual del proyecto “El Barrio de la Estación como área de protección histórica”.

(4) Los datos de Tandil han sido tomados de Pastor (1994) y Velázquez et. al (1998).

(5) La asociación entre el PS y la expansión de las bibliotecas públicas en las décadas de 1920 y 1930 ha sido señalada especialmente por Gutiérrez y Romero (1995).

(6) Comentario de un vecino en la página de Facebook de la Asamblea del Barrio de La Estación.

(7) En otra publicación (Silva, 2013) hemos abordado específicamente los modos en que el “trabajo”, en tanto categoría social en uso (Rockwell, 1987), aparece de manera insistente con una fuerte valoración moral en la articulación de los imaginarios identitarios urbanos tandilenses.

(8) Entrevista realizada por los autores el 14 de agosto de 2014.

(9) Gravano (2013: 123-124) formaliza cuatro variables de la identidad, definidas en torno del eje central conjunción (lo que se incluye “dentro” de la identidad)/disyunción (lo que se opone a ella): 1) la homogeneidad, “cuando el polo conjuntivo es capaz de mantener un cierto grado de estabilidad y uniformidad en uno o más rasgos con que se construye ideológicamente la identidad”; 2) la heterogeneidad, presente “cuando en el conjunto se contemplan diferencias internas disyuntivas que no llegan a convertirlo en ‘otra cosa’”; 3) la identificación, “cuando se afirma la propia identidad respecto a otras, resaltando el polo conjuntivo”; y 4) la diferenciación, “cuando prevalece la disyunción respecto a otras identidades”.

(10) Entrevista realizada por los autores el 14 de agosto de 2014.

(11) Idem.

 

Bibliografía

 

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*Luciano Barandiarán es profesor, licenciado y doctor en Historia por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires -UNCPBA-. Especialista en Educación y Nuevas Tecnologías por FLACSO Argentina. Investigador Asistente de CONICET. Ha publicado Un socialista del interior: Juan Nigro en Tandil (1928-1946), Municipio de Tandil, 2009, Tandil; y Barandiarán, Luciano; Fuentes, Teresita; Iriondo, Liliana; Padrón, Juan (Coordinadores), Ensayos sobre vanguardias, censuras y representaciones artísticas en la Argentina reciente, Tandil, UNCPBA, 2010, además de diversos capítulos en libros y revistas de historia, además de la presentación de trabajos en congresos y jornadas académicas.

**Ana Silva es licenciada en Comunicación Social por la Facultad de Ciencias Sociales, UNICEN y doctora por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (mención Antropología Social). Investigadora Asistente del CONICET. Integrante del Núcleo de Producciones e Investigaciones en Comunicación Social de la Ciudad Intermedia (PROINCOMSCI), Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN y del Centro de Estudios de Teatro y Consumos Culturales (TECC) de la Facultad de Arte de esa Universidad. Docente de la carrera de Realización Integral en Artes Audiovisuales de esa casa de estudios. Ha publicado distintos artículos en revistas especializadas y las compilaciones Ensayos sobre arte, comunicación y políticas culturales (con Fuentes, T. y Santagada, M. UNICEN, 2012) y Políticas, comunicación y organizaciones en la primera década del milenio (con Bustingorry, F. e Iturralde, E. UNICEN, 2011).

 

 

 

 

 

 

 

 

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