Editorial

El número dos es la primera confirmación de la tozudez y la persistencia, así como  también la apertura a la inquietante pluralidad y al temor a la repetición. Frente a esta condición última, en la obra de Luis Felipe Noé podemos encontrar una llave que nos permite pensar que volver a hablar sobre algo, no significa tener que decir lo mismo. Si en el cuadro “La memoria” (que servía de puerta a nuestro primer esfuerzo) se presentaba el paisaje múltiple y colorido que ella encarna en nosotros, en la obra “Aquí no pasó nada” con la que habitamos este nuevo número, se nos acerca su transparente presencia frente al gris del intento del olvido completo. En estos dos cuadros, que se nos antojan contrapuestos, Noé no deja -sin embargo- de hablarnos de lo mismo. Entonces, volvemos a agradecer al Museo de Arte y Memoria de La Plata y al autor, que nos permitieron insistir con esa mirada sobre nuestra temática de interés, como si fuera (porque lo es) nueva.

Y es que el “Aquí no pasó nada” es la ironía sobre, y el grito desgarrado frente a, la pretensión del olvido completo, frente al intento de la negación absoluta de lo sucedido. Pero como decía San Agustín, en sus Confesiones, mientras la memoria se ofrece inmediatamente por sí misma, el olvido no puede evitar a su odiosa compañera, porque “cuando menciono al olvido, se hacen presentes y se ofrecen luego la memoria y el olvido: la memoria, con la cual me acuerdo y menciono al olvido, y el olvido, que es la cosa de que me acuerdo y que menciono”. La sensación de malestar que nos producen, más que el olvido mismo, los intentos de hacer olvidar, se deben a que “si fuera el mismo olvido el que allí se representa en su ser propio, no haría que nos acordásemos, sino todo lo contrario”. En cambio, la pretensión de hacernos querer olvidar lo que supuestamente no pasó, subleva a la memoria y la activa hacia nuevas búsquedas, develaciones y desvelos.

Este segundo esfuerzo editorial ha cumplido su objetivo de integrar en su oferta de artículos, además de los textos de profesores de la maestría (Silvina Jensen), la incorporación de la producción de los maestrandos cuyos aportes han juzgado meritorios nuestros profesores (Best Urday, Bisquert, Cuervo Sotelo y Molina Molina) y la esperada incorporación de especialistas cuya actividad revista en el extranjero (Ramos Ramírez). En todos ellos, aunque sin la pretensión normativa del wie es eigentlich gewesen, se busca pensar en que “aquí (y en otros lados) pasó (y pasa) esto”.

A la presentación de dichos artículos y a la renovación de las secciones del primer número, cabe agregar el orgullo extra de tener la posibilidad de contar (gracias al esfuerzo de nuestros maestrandos) con la traducción de un texto de Antonius Robben y con la transcripción de una clase de Enzo Traverso, ambos generosamente cedidos y revisados por sus autores. Sin la colaboración de nuestros profesores Sergio Visacovsky y Patricia Flier esto no hubiera sido posible y por ello, nuestro agradecimiento especial.

Luego de esta introducción pasará un número más de Aletheia… que nadie lo pueda negar.

                                   Andrés Bisso