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Historiografía y memoria: interpretar el siglo XX * (Parte 2)

Aletheia, vol. 1, número 2, mayo 2011. ISSN 1853-3701

Conferencia/ Traverso en PDF

 Enzo Traverso**

La Plata, Argentina. 2010

 

 

Entre la historia y la memoria: historiadores exiliados del Siglo XX

(Segunda parte)

 

Esa percepción del Siglo XX como siglo de la violencia, del totalitarismo y los genocidios, impulsa a la figura de la víctima hacia el centro de atención.

Este nuevo mensaje memorial tiene una base, un pedestal, y yo diría que esa base es la memoria del Holocausto, que se vuelve el paradigma memorial, y desde el punto de vista historiográfico, yo diría que es un modelo epistemológico.

Hay un libro muy interesante de dos historiadores, Daniel Lévy y Natan Sznaider que se titula La memoria del Holocausto en la edad global, que salió en 2005 (1). En él, los autores analizan la dimensión cosmopolita en la memoria del Holocausto y el papel que está jugando en el proceso de construcción de una memoria global del siglo XX como época de las víctimas. Y alrededor de este modelo se construyen otras memorias, de dictaduras, de violencias, de genocidios, de totalitarismos, y eso es el fenómeno interesante: desde un punto de vista historiográfico, los paradigmas que fueron construidos para interpretar al Holocausto se trasladan para interpretar otros fenómenos. Por ejemplo, es interesante estudiar la historiografía del genocidio armenio que retoma las mismas categorías que fueron elaboradas para interpretar el Holocausto.

Yo creo que la memoria de la dictadura militar en la Argentina surgió antes de esta universalización de la memoria del Holocausto. Esta memoria empezó a construirse ya en la dictadura. Los desfiles de las Madres durante la dictadura eran ya un momento de lucha y de conmemoración, las marchas con los retratos de los desaparecidos. Es decir, ya era un proceso de construcción de duelo, de construcción de una memoria, en una época en la cual el Holocausto no estaba en el centro del paisaje memorial global.

Y podríamos dar más ejemplos de otros países. Pero a partir de los años 80, a mediados de década, con la construcción de la memoria del Holocausto como memoria de las víctimas, se generalizaron este discurso y estas categorías. Esta memoria del Holocausto jugó un papel muy fuerte en Argentina, en Chile, para repensar la memoria de la dictadura y la violencia. Y este proceso se produjo en varios países de Europa, de África, en Asia también. Es un fenómeno de generalización de un modelo para interpretar experiencias históricas muy distintas, para interpretar no sólo fenómenos del Siglo XX sino también de épocas anteriores.

Este es un fenómeno que hay que analizar en sus características particulares, porque esta emergencia de la memoria del Holocausto es algo relativamente reciente. En la posguerra hubo una larga época de represión, de olvido, de ocultamiento y entonces hubo etapas de anamnesis, de recuperación de la memoria, y después progresivamente, gradualmente, este fenómeno se planteó en el centro de la escena como base para repensar la memoria del Siglo XX en su conjunto.

Entonces, el lugar del Holocausto en nuestra memoria global se agranda a medida que el acontecimiento del Holocausto se aleja en el tiempo: esta es la paradoja. Hay como un efecto compensatorio, ¿no? Esa focalización obsesiva es para mí una reacción a una larga época de olvido y represión. Hasta ahora estamos dentro de esta obsesión memorial, no digo que siempre será así, las cosas pueden cambiar, por supuesto.

Esa memoria del Holocausto, paradigma de la memoria del siglo XX, se transforma en una especie de religión civil del mundo occidental. Si tengo tiempo lo desarrollaremos mejor, pero por ahora voy a dar algunas características.

Este concepto de religión civil, es muy discutido por la teoría política y la filosofía política. Esa definición de la memoria del Holocausto como religión civil fue sugerida, y no verdaderamente elaborada, por Peter Novick, un historiador norteamericano, es decir, la religión civil de los derechos humanos. El recuerdo del Holocausto sirve para sacralizar los valores fundacionales de las democracias liberales: conmemorar el Holocausto para sacralizar la idea de democracia, de pluralismo, de respeto por las diferencias, la tolerancia, la idea de derechos. Estos valores son celebrados por medio de conmemoraciones públicas, a través de una liturgia conmemorativa que retoma los rasgos de la religión, y entonces es un recuerdo que es conservado, guardado, cultivado de manera ritual. En este sentido se habla de religión civil del Holocausto. 

Este es un fenómeno muy complejo y contradictorio, que tiene sus virtudes y sus limitaciones, y alcanza dimensiones verdaderamente obscenas en algunos casos. Es decir, esa religión civil del Holocausto puede ser objeto de abusos de memoria, para hablar como Todorov, de manipulaciones e instrumentaciones políticas.

Este es un ejemplo que todo el mundo conoce, pero voy a repetirlo: las conmemoraciones en Auswichtz en enero de 2005, hace 5 años. En el aniversario de la liberación del campo estaban Bush, Berlusconi, todos los poderosos de la tierra, responsables de la Guerra de Irak, de la tortura en Guantánamo; y se reunían en Auswichtz para conmemorar a las víctimas. Fue una manifestación hipermediatizada con un sentido político muy claro: estamos conmemorando a las víctimas del nazismo, entonces la guerra que estamos haciendo es humanitaria, es justa, ése era el mensaje político de esas conmemoraciones. Este es un ejemplo para decir cómo el recuerdo puede ser también instrumentalizado; podríamos dar otros ejemplos si hablamos de lo que se hace con la memoria del Holocausto en Israel.

Pero esta transformación de la memoria del Holocausto en religión civil significa algo: significa que el mundo tomó conciencia histórica de lo que fue el Holocausto, de lo que significó en la historia del Siglo XX y de lo que significa para pensar el mundo, una idea de humanidad, de Historia. Esto es algo fundamental, es síntoma de una sensibilidad muy difundida hoy con respecto al programa de los derechos humanos, de repudio a la violencia.

El memorial del Holocausto que existe hoy en Berlín (Holocaust-Mahnmal, en alemán), es un símbolo muy grande, muy fuerte, de lo que es esa memoria del Holocausto. No significa sólo memorial, no es simplemente un lugar de recuerdos, no es solamente un lugar en el cual se recuerda a las víctimas y en el cual se le reprocha algo a los culpables: es un sitio gigantesco, masivo, es imposible ir a Berlín sin encontrarlo. Surge en el centro de la ciudad, es simbólicamente la prueba de cómo Alemania integró la memoria del Holocausto en su identidad y conciencia nacional. No es posible hoy decirse alemán sin incluir en esta conciencia nacional un pasado hecho de crímenes del nazismo. Ese es un cambio radical en la mentalidad, en la conciencia.

Es un cambio fundamental que trasformó a Alemania, uno de los vectores fundamentales, si tomamos el debate de los historiadores: cómo Alemania no se piensa más como históricamente lo hizo, como una nación étnica, sino como una comunidad política, en el sentido moderno. Es una nación de ciudadanos, y eso es algo nuevo en Alemania. Ser alemán significa ser ciudadano alemán y no tener ancestros alemanes. Es un cambio radical por el que Alemania se piensa a sí misma, piensa su papel en Europa y en el mundo. Y es la prueba de que esta religión civil tiene sus virtudes que son importantes.

Si no tenemos en cuenta esta metamorfosis de la conciencia histórica alemana, no podríamos comprender la magnitud de la historiografía sobre el Holocausto en Alemania. Hoy la historiografía del Holocausto en Alemania es algo industrial. En Alemania siempre hubo una tradición académica, de que si hago mi tesis de doctorado sobre un tema tengo que hacer mi habilitación sobre otro, etc. Esa es la tradición académica. Ahora, todos los que trabajan el tema del Holocausto siguen con el mismo. Es como una obsesión, es un fenómeno de gran envergadura.

Yo creo que este cambio tan importante tiene sus consecuencias y afecta la manera de pensar y de escribir la historia. No siempre de una manera positiva, puede tener consecuencias contrarias, porque esta religión, como todas, tiene sus dogmas. Muchas veces produce hipérboles retóricas y algunas son muy conocidas: las fórmulas acerca de la Shoah como acontecimiento único e incomparable, como acontecimiento que no se puede representar, decir, pensar la Shoah como entidad metafísica que trasciende la Historia.

Aunque vivo en Francia, sé que se discutió también en Argentina. Claude Lanzmann (2), autor de la película Shoah, en varios textos retoma la fórmula “Acá no hoy por qué”, que cita Primo Levi en Si esto es un hombre (3). Y Claude Lanzmann la adopta y la defiende como modelo epistemológico. Es decir, no hay que plantearse el por qué, no hay explicación posible, no hay una comprensión posible. El Holocausto no se puede comprender, si queremos pensarlo hay que salir de esa idea. Hay toda una elaboración historiográfica sobre esta idea, el Holocausto como objeto de culto, de conmemoración, de compasión que puede levantar una focalización emocional (todas las películas del Holocausto tienen esa mirada). Pero es un acontecimiento que se sustrae a un análisis y a un discurso crítico, a una reflexión y a una comprensión.

Primo Levi en su último texto Los hundidos y los salvados (4), dice “yo no he comprendido lo que he vivido, todavía me interrogo y no comprendo pero toda mi vida fue un esfuerzo para comprender”. Porque Primo Levi tenía esa referencia como hombre de la Ilustración. Y yo creo que es una actitud mucho más pertinente y fructífera.

Existe todo un discurso historiográfico, por ejemplo, mi amigo Dan Diner (5) escribe “El Holocausto es la caja negra de la comprensión”, es una zona de sombra que no se puede penetrar con el pensamiento racional. Quien lo escribe es un gran historiador y me parece un muy mal ejemplo, porque cuando hay un accidente aéreo es justamente la caja negra lo que se busca para comprender qué pasó. Pero es un discurso que por supuesto, y por definición, no puede ser aceptado por el historiador, porque esa es precisamente la tarea del historiador: comprender, explicar, argumentar, objetivar, racionalizar, contextualizar. Este discurso tiene consecuencias, y abundan las tesis sobre la caja negra, que tiene un impacto paradójico, pero poderoso, sobre la historiografía.

La historiografía alemana es híper positivista, pero está prisionera de este horizonte que domina el debate público. Efectivamente, dando algunos ejemplos digo que es una historiografía híper positivista pero al mismo tiempo interiorizó esa idea de una singularidad histórica del Holocausto: en esta historiografía el comparativismo histórico está casi ausente. Es decir, se estudia el Holocausto como un fenómeno endógeno, que tiene sus causas propias, un proceso singular y que casi se puede estudiar separado de un contexto histórico más amplio. En esta gigantesca historiografía sobre el Holocausto, el trabajo comparativo (por ejemplo, con el fascismo italiano, con el fascismo de otros países europeos, con el franquismo) está casi ausente.

Es una historiografía que rechaza casi normativamente el concepto de fascismo. El fascismo está presente en Italia entre 1922 y el 1945. Es un fenómeno europeo que afecta a toda Europa y después tiene impacto internacional, puede verse en América Latina. Bueno, ese es un debate que no interesa, porque el nazismo, para esta historiografía, tiene sus particularidades y su singularidad. No se puede comparar el papel del nazismo.

El Holocausto es una experiencia que tiene sus propias causas, el antisemitismo, que tiene su propia dinámica. En el libro de Raul Hilberg (6) está la definición de los judíos, las leyes de Nuremberg, en 1938, las leyes de arianización de la economía, de expropiación, después está la deportación, la concentración en campos, está el exterminio, como un proceso teleológico, que sigue etapas definidas, y que tiene su dinámica y su fenomenología propia. De esta manera se construye una historiografía que es muy interesante, que permitió reconocer los hechos, muy atenta en los detalles de su complejidad. Pero el Holocausto es un fenómeno que no pertenece más a la historia de Europa y del siglo XX. Y la época del Holocausto, la Segunda Guerra Mundial, es decir, la herencia del colonialismo en la historia del nazismo, la idea de espacio, la conquista del espacio vital al Este, la guerra como destrucción del comunismo y de la URSS, el judeo bolchevismo, todos son elementos de un paisaje (a modo de decoración), pero son percibidos como elementos externos, y no como elementos que se integran y que son indisociables del Holocausto como experiencia histórica.

¿Podemos comprender al advenimiento del nazismo en Alemania en 1933 sin ubicarlo en una crisis europea de conjunto, sin tomar en cuenta lo que ocurrió en Italia diez años antes? Hay todo un contexto, un conjunto, donde el Holocausto es un elemento que es parte de esta experiencia histórica global, y esta historiografía es profundamente afectada por esta visión memorial del Holocausto que domina el espacio público.

Yo decía que este modelo memorial se ha generalizado y puede extenderse a otras experiencias y culturas. Veamos algunos ejemplos para reconocer cómo esta tendencia se difunde.

La memoria del comunismo se reduce hoy a la memoria del totalitarismo, el comunismo no se interpreta o percibe más en sus diferentes dimensiones, es decir, hay un comunismo como movimiento, como régimen, hay experiencias emancipadoras que se hacen por medio del comunismo y hay el Gulag. Hay comunismo emancipador y comunismo-poder. Hay comunismo en los países en los cuales los comunistas nunca llegaron al poder, hay comunismo como experiencia fundamental de constitución de las clases subalternas y de los oprimidos en sujeto político, en sujeto histórico. Estudiar la historia del comunismo significa tomar en cuenta esas diferentes dimensiones. La visión actual, que reduce el comunismo al Gulag, es una visión que toma un elemento real, incontestable, pero es una visión muy simplificadora, es una deformación también. Es la visión que domina hoy en particular Europa del Este, en Europa central.

En Polonia el instituto de la Memoria Nacional construye una memoria alrededor de esta idea de comunismo como régimen de opresión de la Polonia en su conjunto como nación. En Budapest, el Museo del Terror es un museo del Gulag, a pesar de que Bulgaria no conoció el Gulag. El museo dedica muy poco espacio al nazismo, tiene un lugar marginal en relación al comunismo. Podemos ver cómo se repiensan experiencias históricas. En Ucrania, por ejemplo, la colectivización del campo que tuvo lugar entre 1930 y 1933, ahora es repensada como genocidio, y es casi un dogma. Y yo digo que esta colectivización del campo, reconociendo todas las víctimas (hubo millones de deportados y muertos por causa del hambre), implica un debate historiográfico abierto sobre cuáles son las causas de colectivización del campo, cómo se ubica en un proyecto soviético de Stalin de modernización autoritaria y totalitaria de la sociedad, de industrialización del país. Y sin embargo se reduce a un proyecto de exterminio de los ucranianos como nación.  Son dos interpretaciones muy diferentes. En Ucrania se votó en 2006 una ley que define esta colectivización del campo como genocidio, ésa es la verdad oficial. Entonces hay una memoria que se impone que se hace normativa y oficial. Y que en cierta manera colisiona y liquida el debate historiográfico. Porque nadie niega los muertos y la violencia, pero hay todo un debate sobre las causas y las razones de la colectivización. Esta no se hizo solamente en Ucrania, sino en toda la URSS, la mayoría de las víctimas no fueron ucranianas, fueron rusos también. Entonces, interpretar este acontecimiento como exterminio de los ucranianos, es vehicular una visión de la historia que se puede discutir. Eso para indicar una de las consecuencias de esta generalización de un modelo epistemológico.

Esto se vincula con una crisis, un trabajo muy tormentoso de redefinición de una identidad nacional de esos países de Europa central después del fin de la guerrilla y después de la caída del sistema soviético. Digamos que hoy, la tendencia dominante es repensar la historia de Europa central bajo la idea de las víctimas. Y se repiensa victimizando a las comunidades nacionales en su conjunto. El siglo XX es el siglo de las víctimas, es el de los polacos y ucranianos como víctimas. Esto está vinculado a todo un problema político.

Un ejemplo que me parece bastante emblemático fue lo ocurrido en el verano de 2007 en Tallinn, la capital de Estonia, donde hubo enfrentamientos muy violentos alrededor de un monumento que está en el corazón de la ciudad. Un monumento a la gloria, a la memoria del soldado del ejército rojo. Para la minoría rusa de Estonia, como de los países bálticos de manera general, este monumento encarna la memoria de la gran guerra patriótica, la memoria de una guerra contra el nazismo, de una lucha de liberación nacional, entonces es un símbolo muy fuerte. Para la mayoría estonia ese soldado es el símbolo de la opresión que la URSS ejerció sobre los países bálticos desde 1939 hasta la caída de la Unión Soviética y la independencia. Son dos símbolos que tienen una lectura muy diferente. Porque 1945 y la caída del nazismo para esos países es el fin de la dominación nazi, pero el comienzo de otra dominación, la soviética. Que no es tan terrible pero sí fue más larga.

En este proceso, la memoria del Holocausto es de cierta manera integrada porque si se piensa la colectivización del campo como genocidio, y la historia como historia de las víctimas, la experiencia de las naciones dominadas por el régimen soviético se reconoce en una misma historia, en un mismo modo de narrar la Historia.

En Europa central la visión del Holocausto es problemática, porque aparece como crimen en competición: si el Holocausto ocupa un lugar central eso significa que los crímenes del comunismo ocupan un lugar secundario, se establece una jerarquía. Este es un problema fundamental porque, si reflexionamos, el Holocausto tuvo lugar precisamente en Polonia, en Ucrania, en Europa Central. Esta emergencia de una memoria del stalinismo, del comunismo, como memoria de las víctimas nacionales, significa en cierta manera eclipsar la memoria del Holocausto que golpeó en primer lugar esa parte de Europa. La gran mayoría de las víctimas del Holocausto eran polacos, ucranianos, rusos, judíos de Europa central, mucho más que judíos de Europa occidental. Entonces, existe esta paradoja. La memoria del Holocausto, que domina como relato en Europa occidental y en Estados Unidos, es vista como una “memoria concurrencial” en esa parte de Europa que fue el escenario del Holocausto. Todo esto, para indicar las contradicciones de este proceso.

Tony Judt (7), al que yo citaba por su libro sobre la posguerra, dice que en Europa Central la memoria del Holocausto es una forma del duelo diplomático. Es decir, los políticos y los hombres de Estado tienen que reconocer esa memoria porque significa un ticket de ingreso en la Unión Europea.

Así como en el siglo XIX la conversión al protestantismo es un ticket de ingreso en la nación alemana para los judíos, una manera de ser aceptado y legitimado, ahora esta ese duelo diplomático: hay que reconocer el Holocausto para ser alemán (en el caso de Polonia hay también todo un trabajo particular de recuperación de la memoria del Holocausto).

 

 

* Seminario de postgrado. Dictado por el profesor Enzo Traverso. Ciclo Lectivo 2010. Maestría en Historia y Memoria. UNLP

** Enzo Traverso, historiador italiano. Entre sus temas de investigación destacan el Holocausto nazi y el Totalitarismo. Último libro editado “A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914 - 1945)” reseñado por Aletheia nº1.

 

Notas

 

(1) Levy, Daniel and Sznaider, Natan, The Holocaust and Memory in the Global Age, Temple University Press, Philadelphia, 2005. Edición original en alemán.

(2) Lanzmann, Claude: “Shoah” (1985).

(3) Levi, Primo: “Si esto es un hombre” en Levi, Primo: Trilogía de Auschwitz, El Aleph Editores. 2008.

(4) Levi, Primo: “Los hundidos y los salvados” en Levi, Primo: Trilogía de Auschwitz, El Aleph Editores, 2008.

(5) Diner, Dan: Beyond the conceivable. Studies on Germany, Nazism and The Holocaust, University of California Press (2000).

(6) Hilberg, Raúl: La destrucción de los judíos europeos, Ediciones Akal, Madrid, 2005.

(7) Judt, Tony: Postguerra, Una historia de Europa desde 1945, Taurus, 2006.

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