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Un aporte para la reconstrucción de las memorias feministas de la primera mitad de la década del setenta, en Argentina.

Apuntes para una escucha de las historias que cuenta el archivo personal de Sara Torres. Aletheia, vol. 1, número 2, mayo 2011. ISSN 1853-3701

Artículo otras MyD/ Trebisacce y Torelli en PDF

Catalina Trebisacce*

IIEGE, FFyL, UBA /CONICET

catalina.katienka@gmail.com

 

María Luz Torelli**

IIEGE, UBA

marialuztorelli@yahoo.com.ar

 

Buenos Aires, Argentina. 2011

 

Resumen

El presente trabajo se inscribe en el marco de un proyecto de reconstrucción de las memorias de la militancia feminista en la Argentina de la década de los setenta. Es esta ocasión procuramos realizar tres aportes al estudio de dicha militancia. En primer lugar, analizamos críticamente la bibliografía existente sobre el feminismo en cuestión. Luego, emprendemos un trabajo de reflexión epistemológica que nos permita un acceso novedoso a los relatos de las feministas. Y finalmente, desde una propuesta metodológica no ortodoxa, contribuimos a producción de relatos de memoria de aquella experiencia a partir del análisis del archivo personal de una militante de entonces.

 

Palabras claves: memoria, años setenta, militancia revolucionaria, feminismo, modernización.

 

 Introducción

 

Las memorias del feminismo en Argentina representan, sin lugar a dudas, la expresión de una historia menor, a los márgenes de los grandes relatos de la historiografía. Pero como reconocen algunos/as autores, esta condición, compartida con otras memorias, conlleva un cuestionamiento a aquellos grandes relatos de la Historia con mayúscula.

Las memorias devenidas un campo de investigación, en los llamados estudios de memorias, formalizan sus críticas a los presupuestos epistemológicos de la historiografía clásica, tanto a la pretensión de producir un relato total y acabado como a su higiénica ilusión de imparcialidad (Pierre Nora, 1998).

En el presente trabajo procuraremos contribuir a la reconstrucción de las memorias feministas de los años setenta, señalando su devenir minoritario, disruptivo de los relatos dominantes. Nos interesa preservar el carácter desestabilizador de las memorias. Queremos hacernos cómplices de las memorias que se niegan a convertirse en relatos recuperados del olvido para completar una Historia total. Historia que, por otra parte, no es incompleta, sino acabada, total, completa. En este caso ensayaremos una lectura sobre el archivo personal de Sara Torres, una militante de la Unión Feminista Argentina (UFA). La UFA y el Movimiento de Liberación Feminista (MLF) fueron las agrupaciones destacadas del feminismo argentino en los setenta (1). Compartieron con ellas la preocupación por “la problemática de la mujer” dos partidos de la nueva izquierda: el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Frente de Izquierda Popular (FIP), los cuales impulsaron -con mayores o menores inconvenientes- la formación de secciones de mujeres que entablaron un contacto directo con la UFA y con el MLF.

 

El trabajo que aquí presentamos constará de tres partes. En la primera, presentaremos la relación entre la historia escrita, la historia oral y las memorias desde el particular lugar que ocupan las mujeres en ellas y, en este caso, el que ocuparon las feministas. En una segunda parte, a partir de la consideración de cierta bibliografía existente sobre la experiencia feminista de los setenta, ensayaremos algunas reflexiones epistemológicas que habiliten una nueva lectura de dicha experiencia. Para ello propondremos algunas innovaciones metodológicas que nos permitan extraer un relato a partir del análisis del archivo personal de Sara Torres. Finalmente, nos adentraremos en el archivo propiamente dicho y en su relato. 

 

 

I. Las mujeres: ese oscuro objeto de estudio

 

La disciplina histórica, al igual que cualquier otra disciplina, va atravesando cuestionamientos y modificaciones que tienen que ver con los diferentes contextos en los que se desarrolla. Ya desde fines de siglo XVIII la Historia de los grandes relatos sufrió críticas y a raíz de ellas, se incorporaron al relato histórico variables relacionadas a la estructura económica y social. La visibilización de los trabajadores pobres tanto rurales como urbanos en la indagación disciplinar correspondió a las preocupaciones de ciertos sectores de la burguesía sensibilizados por las oprobiosas formas de vida que trajo el capitalismo industrial a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Posteriormente, corrientes teóricas y políticas, de las cuales el materialismo histórico fue una de las más profusas, propusieron un cambio de perspectiva que revolucionó la historiografía.

Pero la consideración de los sectores populares y trabajadores dentro de nuevas miradas historiográficas fue sólo una de las transformaciones de la disciplina. A lo largo del siglo XX otros sectores pugnaron por hacerse visibles como actores y actrices de la historia. En los años sesenta de este siglo fueron especialmente las mujeres quienes -tras haber conquistado los espacios públicos, participando en distintas esferas del trabajo y el consumo, y politizado sus experiencias a través de la lucha de las feministas- clamaron por el desarrollo de una historia que hablara de ellas.

Michel Perrot (2008), una de las historiadoras pioneras en Francia sobre este tema, detalló las dificultades existentes para su desarrollo. Los obstáculos señalados por la autora son particularmente interesantes pues aportan a la comprensión del rol social de las mujeres en las fuentes y los relatos históricos. En principio, Perrot señala la invisibilización de las mujeres en las fuentes a raíz, por una parte, de que los cronistas y observadores (en su mayoría varones) priorizaron el espacio público -al que poco accedían las mujeres- y las hazañas de los “hombres ilustres”. Y por otra parte, entiende que fue consecuencia de que los cronistas prestaron una atención reducida al sector femenino de la sociedad, y/o trabajaron con estereotipos construidos y recreados por otros varones. Otro problema que detecta la autora en las fuentes disponibles es la jerarquización de los registros públicos por sobre los privados que, justamente, son los que más abundan en la vida de las mujeres (si es que sobreviven puesto que este tipo de registro -constituido por correspondencia y diarios íntimos- tiende a terminar destruido o abandonado). Asimismo, los registros públicos presentan varios problemas que son hijos de los estereotipos de género: estadísticas asexuadas, pérdida del apellido por parte de las mujeres que impide rastrear su linaje, entre otros.

Con las salvedades pertinentes que nos reparan de homologar mujeres a feministas, pero también a sabiendas de las coincidencias existentes entre ellas, observamos que la experiencia feminista de los años setenta en la Argentina evidencia muchos de los problemas que menciona Perrot. Este período ha sido abordado especialmente a través de las luchas políticas que tuvieron su punto culminante con el proceso político que llevó nuevamente al peronismo al poder 1973 y las vicisitudes al interior y al exterior de ese movimiento. El escenario local experimentó la agitación que, desde distintos sectores, se producía en torno a la toma, la transformación o la conservación del poder de Estado. Las agrupaciones políticas que pugnaban por una revolución el statu quo -e incluso, aquellas fuerzas conservadoras que procuraban mantenerlo- acapararon, luego, la atención y el compromiso de los y las historiadores/as. Contrariamente, las feministas realizaron intervenciones en un campo que parecería quedar a los márgenes de aquellos intensos acontecimientos, como lo demostraremos más abajo. Esto ocasionó dificultades para que las luchas feministas fueran visibilizadas y, por consecuencia, para devinieran en objeto de estudio. De alguna manera, puesta la mirada en la militancia partidaria, sindical o social, y encapsulada en una tradicional perspectiva masculina, las feministas no suscitaron gran interés para su estudio. Fue recientemente, a fines del siglo XX y comienzos del XXI, que se dieron los primeros pasos en el campo de la investigación sobre la experiencia política de las feministas de la mano de jóvenes historiadoras que procuraron aplicar una mirada distinta a los agitados años setenta (2).

Ahora bien, las dificultades arriba expresadas para el estudio de la historia del feminismo se profundizan con el escaso registro que las mujeres feministas tuvieron de sus prácticas y con los poquísimos relatos que elaboraron. De hecho, del puño de sus protagonistas sólo contamos con seis números de la revista Persona (publicación del MLF), un libro de Leonor Calvera (militante de la UFA) sobre el feminismo en la Argentina y la autobiografía de María Elena Oddone (fundadora del MLF).  Estas condiciones refuerzan la necesidad de implementar estrategias de investigación historiográfica no ortodoxas, sino vinculadas con las propuestas de la historia oral y los estudios sobre memorias.

 

II. Crear un audífono para la escucha de las historias ni escritas ni contadas sino guardadas…

 

La militancia feminista que aquí nos ocupa se inscribe, como hemos dicho, en una década crucial de la historia argentina, que ha sido objeto de múltiples análisis representando hoy un período fuertemente signado por la rebeldía juvenil, por la efervescencia de la militancia, por los gloriosos horizontes políticos a la vuelta de la esquina y, especialmente, por una forma de lucha que devino protagónica: la lucha armada. Estos signos y representaciones, en ocasiones, son difíciles de correr del centro de la escena cuando se intenta abordar otros acontecimientos del período, como lo ha notado Isabella Cosse (2010) en su reciente trabajo sobre sexualidad y familia en los sesenta. En el caso del estudio del feminismo esta dificultad se reitera y de ella nace nuestra preocupación por emprender una escucha atenta de la experiencia feminista de los setenta, volviendo explícitos justamente estos problemas. Los trabajos precedentes en torno a este feminismo que no se han detenido en estos puntos conflictivos han encontrado, a nuestro entender, dificultades para el análisis. Es el caso del texto de Alejandra Vassallo (2005) ‘Las mujeres dicen basta’: movilización, política y orígenes del feminismo argentino en los 70 (3), que, a pesar de las observaciones que haremos, es quizás el trabajo que más ha aportado a la nueva generación de estudios sobre este feminismo, volviéndose una referencia obligada de quienes estudiaron el fenómeno (4).

Vassallo nos introduce al estudio del feminismo de estos años con una caracterización del período centrada fundamentalmente en el proceso de radicalización política. Dice esta autora: Este período se caracterizó por un elevado nivel de conflictividad social y política manifiesto, entre otras cosas, en un proceso de radicalización del movimiento obrero argentino –con la aparición de tendencias alternativas y en algunas ocasiones anticapitalistas dentro del propio sindicalismo-, y en la emergencia de diversas agrupaciones políticas marxistas y peronistas que en muchos casos contaron con organizaciones armadas. […] En este contexto, el surgimiento de organizaciones feministas fue una de las múltiples formas en las que grupos de mujeres que provenían de distintos sectores sociales y experiencias militantes de la política argentina de los años setenta (5).

Es un intento por evitar, explica la autora, una consideración del feminismo aislada del contexto social, político, económico y cultural que le dio origen y a los que pretende transformar mediante esa acción colectiva (6). Sin embargo, esta razonable preocupación se tradujo en una caracterización de la militancia feminista que privilegia casi exclusivamente los vínculos con la militancia radicalizada al tiempo que niega enfáticamente otro arco de relaciones posibles. Así, señala que los orígenes de clase  [en referencia a dos de las fundadoras de la UFA: María Luisa Bemberg, que en páginas anteriores describió perteneciente a la más rancia oligarquía argentina, y Gabriela Christeller, a quién presentó como condesa italiana] no marcaron los lineamientos políticos de UFA (…) El hecho de que estas mujeres eligieran asociarse con los lineamientos y las representantes más radicales del Movimiento de Liberación de las Mujeres en los EE. UU. y en Europa, revela una posición política y un análisis social que trascendió la pertenencia de clase (7). Finaliza afirmando que: Además de la opresión de clase, UFA visualizaba la subordinación genérica de las mujeres como una “constante a través de las diversas etapas históricas: esclavitud, feudalismo, capitalismo y aún dentro de los países con estructura socialista” (8).

En definitiva, el feminismo de los setenta que presenta Vassallo es un feminismo que pareciera participar de las mismas y centrales preocupaciones que conmovía a toda la militancia de izquierda. Al tiempo que resulta explícitamente desligado de lo que podríamos llamar el universo del mundo burgués. Dos puntos que a nuestro entender no están tan claros.

En principio porque respecto de la militancia política, el feminismo mantuvo relaciones conflictivas, de poco consenso, que se expresaron al interior de la UFA y que terminaron en un fractura del grupo en 1973. En 1973 abandonaron la UFA la mayoría de sus fundadoras, entre ellas a María Luisa Bemberg, Gabriela Christeller y Leonor Calvera. Según nos relata en una entrevista Marta Miguelez, una militante de UFA que permaneció en la agrupación después del 73, el clima político de aquel año desató ciertas discusiones que para muchas excedían el campo del feminismo para adentrarse en el terreno político (en un sentido restringido del término, acotado a la búsqueda por el control del poder de Estado) y decidieron abandonar UFA, aunque siguieron en fuerte contacto con ella y con el MLF (9).

Incluso dichas relaciones conflictivas continuaron incluso después de esta fecha, quizás más explícitamente en la relación entre la UFA y el MLF. Sara Torres ha comentado en varias entrevistas que este tipo de problemas se agudizaron después de 1974 entre las mujeres de UFA y de Muchacha, por un lado, y,  por otro, María Elena Oddone (fundadora del MLF en 1972), pues ante el creciente clima represivo Oddone, en varias ocasiones, pasó por alto los vínculos que ciertas mujeres feministas tenían con agrupaciones de izquierda y las sometió a situaciones de considerable riesgo, generando el repudio del resto de las compañeras. Así y todo, Oddone y otras feministas se mantuvieron activas en la militancia feminista procurando separar aguas entre su militancia y la militancia de izquierda revolucionaria (10).

Pero, también, y por otra parte, porque quedan invisibilizan las relaciones (de mutua nutrición pero también de rabioso rechazo) que el feminismo mantuvo con el proceso de modernización, celebrado y alentado por los sectores de la burguesía local. Con esta observación no buscamos afirmar, como sus contemporáneos/as militantes de izquierda, que el feminismo fue una mera expresión de la burguesía (11), sino que creemos que podemos pensar su nacimiento y su lucha en relación con la politización del período pero también con el proceso de modernización.

De tal modo, consideramos que las memorias de las feministas deberán acudir no para testimoniar que toda la militancia en los setenta compartió los supuestos e intereses con las agrupaciones embarcadas en el proceso de radicalización política, sino que su estudio deberá darnos la posibilidad de complejizar nuestras miradas, enseñándonos la existencia de otras militancias, con intereses, modalidades de acción y un campo de intervención, que no necesariamente podrían vislumbrarse desde una perspectiva que privilegia el proceso de radicalización política.

En este sentido, para volver inteligibles las particularidades de esta experiencia feminista entendemos que debemos hacer confluir algunas estrategias metodológicas con ciertas reflexiones epistemológicas que nos ayuden a tener cierta disponibilidad en el contacto con nuestro objeto de investigación. Con este fin, tomamos a Donna Haraway (1995), quien entre las sugerentes formulaciones que realiza reflexionando en torno a la construcción situada del conocimiento científico, propone considerar la producción de conocimiento como una conversación entre el sujeto y el objeto de conocimiento. Esta propuesta dialógica del conocimiento contrasta con las concepciones modernas, colonialistas, de producción de conocimiento, para las cuales las reflexiones teórico-metodológicas tienen por finalidad la creación de instrumentos puestos al servicio del sujeto de conocimiento en su conquista del objeto.

Haraway considera necesario para el desarrollo de una ciencia comprometida, feminista y revolucionaria, la consideración del objeto de conocimiento como un agente activo. Dice la autora: los objetos de conocimiento son nudos generativos materiales y semióticos (12). Sólo en tanto que agentes, los objetos de conocimiento son capaces de participar activamente en la conversación del conocimiento.

Entre tanto, los instrumentos empleados por el/la investigador/a en el proceso de producción científica -que Haraway llama aparatos protésicos de visión (que incluyen tanto a los utensilios de laboratorio como a los marcos teóricos y al lenguaje empleado en una investigación)- deben ser sensibles, convenientes al diálogo con el objeto de conocimiento.

A partir de estas tres puntuaciones para la producción de conocimiento localizado (conocimiento como conversación, el objeto de conocimiento como agente y los instrumentos de investigación situados en la conversación), la autora afirma, entonces, que: La objetividad feminista permite las sorpresas y las ironías en el meollo de toda la producción del conocimiento (13).

Entonces, en este trabajo, entendemos fundamental considerar estas propuestas puesto que el feminismo demanda, por un lado, un nuevo camino para comprender dicha militancia sin que sea sintetizada y diluida en otras militancias y, por otro lado, el feminismo (militancia política compuesta por mujeres) exige nuevos instrumentos metodológicos que puedan dar cuenta de aquella experiencia callada, olvidada.

En relación a esta última exigencia, nosotras procuraremos realizar un abordaje particular del archivo personal de Sara Torres por medio del cual procuraremos reconstruir su testimonio. Pues si todo archivo brinda información, tanto desde su contenido como desde su organización, los archivos personales pueden ser analizados también como un relato personal, una especie particular de autobiografía o de testimonio. Los archivos personales tienen la posibilidad de constituirse en un relato de sí. Las cajas, los papeles, los manuscritos, las cartas, los volantes y los diarios y revistas conservados cuentan los pasos de una vida, desde sus intereses más circunstanciales (que llevaron al/ la dueño/a del archivo a conservar ciertos materiales) hasta sus espacios de militancia y participación comprometida. Pero, también, el modo en que estos materiales son conservados, separados y/o reunidos brinda información respecto de cómo el/la dueño/a del archivo jerarquiza y conserva cada parte de su archivo, cada parte de su historia de vida, de la misma manera que lo hace un relato testimonial.

Así es como, de la confluencia de una metodología feminista, es decir, una metodología que vuelva visibles las historias de las mujeres (en nuestro caso, de las feministas a partir de un archivo personal) y de una epistemología atenta a lo que nuestro objeto de conocimiento nos narra, es que consideramos que será posible gestar una nueva lectura sobre el feminismo de los setenta. En síntesis, nos proponemos trabajar sobre el archivo de Sara Torre, procurando ser sensibles a la conversación con nuestro objeto de conocimiento, creando un audífono (resultado de una metodología y una epistemología feminista) dispuesto a la escucha de las historias que desde sus estantes se narran.

 

III. Como no me gusta escribir, lo guardé todo (14)

 

El archivo de Sara comienza en los tempranos años setenta y en la actualidad sigue creciendo (15). Está compuesto principalmente de manuscritos, volantes, artículos, recortes de diarios, colecciones completas de suplementos de diarios, fotocopias de textos académicos de diversas áreas, entre otros materiales (16). Nosotras nos ocuparemos de la sección del archivo que comprende la década de los setenta (tomando en algunas ocasiones la primera mitad de la década de los ochenta (17)) porque nuestro interés es reconstruir, desde el testimonio del archivo de Sara, algunas memorias de la experiencia feminista de la segunda ola (18) que se manifestaba en Argentina en la primera mitad de la década de los setenta.

Quisiéramos detenernos entonces en el análisis de algunas cajas puntuales pertenecientes a los dos conjuntos más abultados de materiales, que son, por un lado, i) cajas de recortes diversos de revistas y diarios de tirada masiva y, por otro, ii) cajas de la militancia feminista (19).

Del grupo de cajas (i) con recortes de diarios y revistas de tirada masiva, hemos seleccionado una, bien abultada, que lleva de título “Recortes”, por considerarla representativa de este conjunto. Es una caja, además, cuyas notas y noticias han sido especialmente seleccionadas por Sara y pertenecen centralmente a los años setenta. Esta caja está compuesta a su vez por cinco carpetas en las que Sara reagrupó los recortes por tema, haciendo una segunda rotulación. Las carpetas llevan los siguientes títulos: “Fertilidad, embarazo, anticoncepción, maternidad, esterilidad”, “Feminismo año internacional”, “Recortes del 73 Partidos políticos y mujeres”, y también “Recortes”. Se trata de materiales bien diversos. Comenzaremos por la primera carpeta mencionada.

Como su título lo anuncia, contiene artículos en torno a temas como fertilidad, maternidad, anticoncepción, sexualidad e incluso, pornografía, publicados en diversos medios gráficos. Estas temáticas habían adquirido una centralidad inusitada en los medios de comunicación, desde mediados y fines de los sesenta. El tratamiento moderno de estas temáticas que proponían los diarios y revistas estuvo asociado a la explosión de los discursos científicos sociales como fueron la sociología y la psicología. Como señala Isabella Cosse El estatus público y masivo que adquirieron estas ideas fue decisivo. La renovación periodística colocó a la sexualidad en primer plano y la convirtió en un campo de batalla de la modernización cultural (20). Podemos considerar, entonces, la recolección de este tipo de artículos como un seguimiento, por parte de Sara, de la batalla denunciada por Cosse.

De hecho, Sara conservó artículos de los más diversos medios, tales como: “La verdad sobre la píldora” Enciclopedia Para Ti. Todo para la mujer, Cuaderno nº 15, 1970, pp.43-50; “Estos son los peligros de la píldora anticonceptiva. Esta nota fue realizada con el asesoramiento del Doctor Roberto López Figueroa, Ginecólogo”, Para Ti, 2-6-1975, pp. 12-14; “Anticonceptivos. Los peligros de la píldora”, Clarín, 1-6-1975 (21); “Con éxito y resistencias en EE.UU. Una canción exalta virtudes de la píldora anticonceptiva”, La opinión, 1975; “La iglesia Boliviana denuncia a la AID (Agencia Internacional para el Desarrollo) por introducir anticonceptivos”, Cronista, 14-3-1975; “Riesgos de la píldora”, La opinión, 8-2-1977; “Un informe revelador. Natalidad Controlada”, Clarín, 12-9-1977; entre otros. Muchos de estos artículos corresponden al año 1975, después de que la presidenta María Estela Martínez de Perón prohibiera la difusión y venta libre de anticonceptivos el año anterior. A partir de esta prohibición, para las feministas y para los varones gays del FLH, este asunto devino un objetivo de militancia y para muchos medios (como puede observarse desde los títulos alarmistas que expresan todas las notas especialmente de este año) una trinchera que defender; no sólo de las feministas sino incluso de sus propias tendencias modernizadoras, lo que hizo de muchos medios gráficos la viva expresión de la esquizofrenia.

Asimismo, y junto a los artículos que difunden los novedosos y científicos informes Hite Kinsey y Master-Johnson, y quienes los combaten, Sara guarda notas diversas que podrían calificarse como pertenecientes al ámbito de las prácticas cotidianas como los que hablan de las transformaciones en la estética, de cambios y resistencias en materia laboral, de revoluciones discretas (como sostiene Cosse, 2010), en las pautas de sociabilidad entre varones y mujeres, como así también en materia de crianza de los/as hijos/as.

Es para destacar un artículo de Para Ti, con fecha colocada por Sara en su margen, del 28 de febrero de 1977. Esta nota de varias páginas (pp. 6- 9), que ha sigo conservada con un prolijo clip, lleva de título “Para sorprenderse. Para pensar muy en serio. Un médico Argentino, ginecólogo y psicólogo, nos hizo esta pregunta: ¿La mujer se autodestruye?” y a modo de epígrafe puede leerse El ritmo “masculino” impuesto a las tareas femeninas provoca en la mujer graves distorsiones orgánicas y psíquicas. El alejamiento paulatino de sus responsabilidades maternales hace otro tanto. Poco a poco la mujer va matando lo más precioso de su ser, y gana en histerias, infartos, frigidez e insatisfacción. Tal lo que nos dijo el doctor Enrique Víctor Salerno, un hombre que lleva muchos años investigando el tema. En este reportaje exclusivo explica cada una de sus afirmaciones (p.6).

El conocido lema de las feministas “lo personal es político” ofrece una clave bastante clara para comprender los fundamentos de la recolección de este tipo de artículos. Se trata de un nuevo campo de preocupación e intervención política. La cantidad y diversidad de estos recortes dan cuenta de la multiplicidad de aspectos problematizados (politizados) por el feminismo. Y puede comprenderse, entonces, cómo, a partir del cuestionamiento mismo del concepto de política (clásico o restringido), el feminismo encontró un propio eje de militancia. Fue sobre este otro -nuevo y propio- campo político (que podríamos representar como lo otro de la política, su sombra) que las feministas intervinieron sopesando las propuestas y las visiones de los “expertos” que se impartían desde los medios masivos de comunicación, como veremos más adelante analizado el grupo de cajas siguiente.

Es necesario abrir un pequeño paréntesis aquí que complejice el binomio enunciado de la política y de lo otro de la política, que nos permita contrastar esta consideración de la política feminista con una característica central y novedosa que la nueva izquierda desarrollaba por entonces, y con la que podría establecerse alguna relación oblicua. Nos referimos a la preocupación que expresó todo el arco de la nueva izquierda por el terreno de la subjetividad. Bajo la doctrina guevarista del hombre nuevo, organizaciones y partidos de la nueva izquierda iniciaron un trabajo militante también sobre un otro terreno de la política (22). Sobran documentos y artículos de distintas agrupaciones, armadas y no armadas, abocados al trabajo en el terreno de lo subjetivo e interpersonal, tales como Moral y Proletarización (Luis Ortolani -PRT-, 1972) o Moral y actividad revolucionaria (Nahuel Moreno -PST-, s/f. c. 1969). Sin embargo, las diferencias radicales entre las feministas y la militancia revolucionaria son, por un lado, que la militancia de izquierda buscó colocarse al margen de las transformaciones que implicaba a la modernización, de alguna manera “a salvo” mediante la toma de conciencia revolucionaria -a través del estudio revolucionario o a través de la proletarización-(23), mientras que las feministas no. Como veremos más abajo, las feministas no concibieron el mismo camino de concientización que la izquierda, ensayaron otras maneras de relacionarse con los poderes que procuraban combatir, en las cuales la externalidad a los mismos no jugaba o garantizaba ninguna posición privilegiada.

Y, por otro lado, la segunda diferencia estriba en que para la nueva izquierda estas preocupaciones sobre las relaciones interpersonales si bien eran asuntos de ética revolucionaria no puede decirse que pertenecieran al mismo terreno que la política (como puede constatarse en la nota 21 con la diferenciación introducida por Ortolani entre “terreno político general” y “vida cotidiana”), mientras que para las feministas, la militancia en torno a la vida cotidiana era una lucha ética pero, principalmente, una lucha política.

Ahora bien, retomando el análisis de los materiales de la caja, es importante llamar la atención al respecto del tipo de uso que las feministas hicieron de estos materiales de difusión y promoción de la vida y la sexualidad moderna. Ni los recibieron de manera acrítica ni únicamente los impugnaron. Ciertos artículos fueron aprovechados como fuente parcial de información. Se trata de artículos que traen las últimas noticias en materia de sexualidad, placer, reproducción, fertilización y anticoncepción. En ellos se empieza a visibilizar temas que no habían sido tratados y, a pesar de las diferencias que pudieran tener las feministas, les representaban materiales útiles para el conocimiento y para la discusión. Es decir, que parte de la militancia feminista consistió en la difusión de información sobre cuestiones que afectaban específicamente a las mujeres que hasta ese momento les había sido mezquinada, obviamente con el objetivo de lograr un mejor control sobre sus cuerpos y sus vidas.

Por otra parte, esta misma caja cobija recortes prolijamente cortados y celosamente guardados sobre las repercusiones de las actividades de los grupos feministas locales e internacionales, en diarios y revistas también de tirada masiva (24). Son notas que hablan de marchas, campañas de recolección de firmas, volanteadas por el día de la Madre (25) y así como también artículos que expresan los impactos de las ideas feministas en el ámbito de la cultura (26).

La presencia de este material en el archivo cobra un valor especial cuando se vislumbra que fue dichas represiones en los medios de comunicación del fenómeno del feminismo fueron un factor esencial para la formación de los primeros grupos feministas. Como señala Trebisacce (27) los grupos más destacados del feminismo de los setenta (UFA, MLF y deberíamos incluir también al Grupo de Política Sexual) tuvieron sus nacimientos a partir de noticias y convocatorias publicadas en los medios masivos de comunicación. María Luisa Bemberg dio una entrevista a un diario con el objetivo de promocionar su primera película. En ese marco se explayó sobre su adhesión al feminismo e incluso dio una casilla de correo para que otras interesadas se comunicaran con ella. A los pocos días se reunió el primer germen de UFA gracias a la visibilización de preocupaciones comunes que implicaron las declaraciones de María Luisa. Algo similar sucedió con la otra agrupación liderada por María Elena Oddone. En este caso Oddone cuestionó un chiste antifeminista publicado en la revista Claudia. Sus críticas se publicaron en la misma revista y a raíz de las repercusiones y llamados que Oddone  recibió, conformó el MLF. Por otra parte, el Grupo Política Sexual, del que participaron muchachos del FLH y mujeres de la UFA, del MLF y del PST, nació a partir de una convocatoria lanzada por la revista 2001 para la conformación de un grupo de debate sobre sexualidad. En este grupo se conocieron los militantes gays y las feministas, conformando una alianza central para el feminismo de los setenta pues a partir de entonces (1972) se acompañaron en luchas, campañas y denuncias.

Como vemos, las fundadoras de los grupos feministas habían logrado encontrarse con otras mujeres que se habían interesado por el feminismo como forma de interpretar y combatir un malestar que intuían o sabían que iba más allá de lo privado e individual gracias al uso de los medios de comunicación. De esta manera es posible afirmar que las feministas innovaron tanto en el campo de intervención (lo otro de la política) como en los modos de militancia, que suponían medios impensados (indeseables y peligrosos) por la militancia de izquierda. Las feministas se servían de las producciones de las revistas y diarios de actualidad, de sus posibilidades (como medios de comunicación entre mujeres, como medio de difusión de cierta información -aún a pesar de sus ambigüedades-) y de sus límites (como campo sobre el que batallar; sobre este punto nos explayaremos cuando analicemos el conjunto cajas siguientes). 

Éstas eran innovaciones de las que las feministas eran concientes y de las que hacían bandera. Leonor Calvera, en su libro sobre el feminismo en Argentina (28), explicaba la particularidad y la diferencia del camino elegido para la toma de conciencia feminista, a diferencia de la toma de conciencia revolucionaria. Afirmaba que el camino feminista no suponía un proceso de adquisición de una verdad exterior a la propia experiencia, es decir, no se adquiría por una iluminación teórica que desvaneciera los efectos de la ideología y su alienación, como proponía la militancia de izquierda. A tal punto llegaba el afán por la diferenciación que Calvera, al momento de escribir su libro en el año 1990, aseveraba la existencia incluso de una distinción terminológica entre concientización y concienciación, que habrían empleado las feministas de UFA. Y aunque en los documentos esta diferencia no se registra (29), es interesante captar el esfuerzo de Calvera, que debemos sospechar compartido con otras compañeras. Escribía: “Concientizar”, de neto corte izquierdista, implicaba un movimiento de afuera hacia adentro, de dictar lo que la otra debía encontrar en su propio interior. “Concienciar” [metodología elegida por las feministas], en cambio, se adecuaba perfectamente al método casi mayéutico que se proponía. Lograba describir ajustadamente el proceso de sacar de sí, de dar nacimiento a la propia identidad (30).

Este señalamiento de Calvera en torno a la adquisición de la conciencia feminista a partir de un trabajo sobre sí, sobre lo que cada una traía consigo, comulga perfectamente con la dinámica arriba presentada de un trabajo crítico pero a partir de las transformaciones propuestas por la modernización a través de los medios. No se trató de un trabajo científico por el que pudieran ubicarse con soberbia por fuera de la ideología, fue un trabajo de transformación desde las propias entrañas de la ideología.

Resulta importante remarcar que las revistas y los diarios de los que fueron extraídos los recortes que pueblan esta caja (Para Ti, Siete Días, Claudia, Vosotras, La Razón) pertenecen a la cultura burguesa, es decir, no cuestionan, más bien refuerzan, el statu quo y representan los intereses de los grupos de poder económico concentrado. Sin embargo, en materia de modernización, estos mismos medios gráficos coquetearon (con un grado mayor (Vosotras) o menor (Para ti), según la revista, con la idea de revolución de lo tradicional.

Por otro lado, y junto a estos recortes en esta misma caja, Sara conserva artículos relacionados con la participación política de las mujeres en la pequeña primavera electoral del 73 y también algunos periódicos de partidos de izquierda. El anómalo encuentro que se produce en esta caja, de materiales heterogéneos que reconocen filiaciones político-ideológicas en pugna, abre la grieta justamente para vislumbrar los particulares aspectos de una militancia distinta. Se trata de un ensanchamiento de los límites de la política que las feministas propusieron por esos años, provocadas (en la doble acepción del término, es decir, estimuladas y desafiadas) por la influencia de la cultura de masas, eje fundamental del proceso de modernización.

Mientras la militancia de los partidos de izquierda se ufanaba de despojarse de toda influencia del mundo burgués -y esto vale, en especial, para el consumo de los medios de comunicación-, las feministas, en cambio, utilizaban a las publicaciones masivas para difundir sus ideas y actividades, obtener información, y cuestionar representaciones que circulaban sobre el rol de las mujeres en la sociedad y la moral patriarcal. A juzgar por el tipo de recortes reservados, Sara y sus compañeras de militancia concebían a la cultura de masas como un terreno de lucha, situándose en su interior, pero con la posibilidad de discutir hasta los significados más enraizados en ella.

Las consideraciones hechas sobre esta caja de recortes nos llevan a verificar que la división analítica existente, en distintos estudios, entre los dos procesos que signan este período -a saber: la radicalización política y la modernización- resulta forzada e implica una forma de entender la política derivada de la militancia de izquierda del período. Creemos que sobrevienen problemas al intentar analizar la militancia feminista bajo dicha forma, que no da cuenta de las diversas maneras de vivir y entender la política en los distintos grupos de aquellos años.

Las particularidades que arriba señalábamos de la militancia feminista de los setenta se hacen aún más comprensibles, como es esperable, en el análisis de las cajas (ii) correspondientes a la militancia propiamente dicha. Entre los materiales más destacados se encuentran unos volantes y documentos de la UFA. Por un lado, un volante que condensa parte de la lucha de las feministas. En dicho volante es caricaturizada una mujer en el espacio del hogar, con ropa colgada como escenario de fondo, que intenta cocinar, hervir una leche para su bebé, contener a sus dos hijos más grandes y atender el teléfono con un pie, mientras que recibe de la televisión los consejos para ser una mujer bella y sexy consumiendo cierta crema. Al pie de la imagen se lee “Madre”, reina o esclava, pero nunca una persona. También se encuentran algunos volantes que denuncian el embarazo no deseado como un modo de esclavitud, reivindicando la legalización del aborto.

Asimismo, existe un documento titulado ¿En qué consiste ser una integrante de UFA? en el que se pautan las condiciones de la participación del grupos. El documento define como primera y central actividad la participación en un grupo de concientización, sobre el que simplemente se explica que: es la reunión de un grupo de mujeres para intercambiar experiencias personales (…) [y] a partir de las exposiciones personales, extraer, por comparación y análisis, la raíz común de la condición femenina y el grado en que internalizaron las pautas culturales de la sociedad sexista. No se encuentran entre los requisitos para la integración de la UFA un trabajo de formación teórica. De hecho, a pesar de la existencia de grupos de lectura de la UFA, Marta Miguelez, una militante de esta agrupación, reconoció no haber participado de estos grupos, aunque sí de las lecturas del Grupo de Política Sexual (31).

Otro conjunto de documentación importante del feminismo de los setenta lo constituyen los números de la revista Persona, guardados cuidadosamente en una caja exclusiva. Persona buscó ser el medio de difusión de las ideas feministas. En ella se publicaron importantes textos teóricos del feminismo norteamericano que explicaban ¿Qué era la liberación de las mujeres? o en qué consistía la Cultura sexista o el lenguaje machista, desde autoras como Kate Millet, Susang Sontag o Evely Reed. Pero, también, se publicaron producciones locales de las propias feministas. Ésta era la publicación del MLF pero contó con la contribución de mujeres de la UFA o ex integrantes de la UFA (pues se publica en los años 1974 y 1975, es decir, después de la fractura de la UFA). Los dos primeros editoriales fueron escritos por Leonor Calvera (ex UFA) y en varios números hay algunos artículos de firmados por militantes de la UFA.

Los temas que más se reiteran en los distintos números de Persona, son aquellos que, de otra manera, están en las tapas de ciertas revistas femeninas o en el interior de los semanarios de actualidad. El tema de la mujer y el mundo del trabajo fue un eje fundamental de revistas modernizadoras como Primera Plana, que celebraban estas transformaciones aunque se aseguraban de no cuestionar la realidad del trabajo doméstico (32). En el primer número Oddone firma una extensa nota titulada “Profesión: ama de casa”, en la que explica cómo las mujeres desde el trabajo doméstico participan activamente en la reproducción de la fuerza de trabajo de sus esposos (33).

Pero también Persona abordó críticamente temas de “enganche” entre el público femenino, centrales en las revistas femeninas. En el cuarto número de Persona, en un artículo titulado “Mujer casada, propiedad privada”, se criticó abiertamente el matrimonio (34). En el segundo número se publicó bajo el título “La pareja” un extracto del libro de Simone de Beauvoir, El segundo sexo, que comienza con la siguientes ideas: La unión de dos seres humanos está destina al fracaso si es un esfuerzo para completarse el uno con el otro, lo cual supone una mutilación original (año1, nº1,1974:41). En el tercer número afrontó el tema del divorcio en un artículo bajo el título “El monstruo del divorcio” (35), en el que se afirmaba: Es inexplicable porqué la palabra divorcio, muy a menudo produce horror como si fuera un monstruo que destruye y arrasa la “serenidad paradisíaca” de la familia (año1, nº 3, 1974: 19).

Otras intervenciones feministas buscaron golpear también las bases de los medios de comunicación mismos, es decir, la publicidad y su compromiso con el comercio de bienes en lugar de su responsabilidad en materia de comunicación. En su segundo número Persona publicó una nota titulada “Cosificación de la mujer”, en ella se denunciaba el devenir mercancía de la mujer como instrumento para el desarrollo de la sociedad de consumo (36). En su cuarto número insistió sobre esta cuestión en una nota que llamó “Los concursos de belleza” (37). Esta nota fue acompañada por varias fotos, dos de ellas puestas en relación de espejo: en una quedaban retratadas tres mujeres en trajes de baño recibiendo las coronas de ganadoras y en la otra, un desfile de vacas en la rural que también estaban esperando sus condecoraciones.

Asimismo, haciéndose eco del comercial día de la Madre, Persona publicó ácidos e irónicos saludos a las madres en su día. En MLF les recordaba a las madres que cada una de ellas era: Única trabajadora que: no está protegida por la ley, no tiene sindicato, no tiene jornada de ocho horas, no tiene descanso dominical, no tiene salario mínimo vital y móvil, no tiene ningún reconocimiento a su trabajo silencioso. Considerada jurídicamente inferior al varón, es explotada por el sistema que tratan de negarlo, con regalos, por un día, mientras la utiliza todo el año (38).

Ciertamente, las feministas usaban los canales de comunicación masivos pero procuraban principalmente discutir con ellos. En el tercer número de Persona, bajo el título “Disparen contra Persona”, se transcribe el debate de una mesa redonda de periodistas de las revistas Claudia, Satiricón, Chabela, Siete Días y La opinión, convocada por María Elena Oddone para discutir sobre las mujeres. Oddone inició la ronda preguntando: ¿Qué entiende por feminismo?(39). El debate consistió en un denodado esfuerzo de Oddone por educar a los/as periodistas respecto de los postulados básicos del feminismo, politizando los temas en boga anunciados en las tapas de sus respectivas revistas. Los/as periodistas, por su parte, procuraron evadirse.

Del análisis de los conjuntos de cajas más importantes de los años setenta adquiere visibilidad la preocupación de las feministas por avanzar sobre el mismo terreno que los medios estaban colonizando, alentados por los cantos de la modernización.

 

A modo de conclusión

                                           

La reconstrucción de las historias del feminismo es una tarea que enfrenta varias dificultades. Por un lado, la ausencia de materiales o fuentes documentales. Esta carencia está en estrecha relación con el hecho de que se trató de una militancia llevada adelante por mujeres, una población, como sugiere Michel Perrot (2008), históricamente desestimulada a la producción escrita. Y, por otro, el contexto en que dicha experiencia estuvo inscripta. Un período fuertemente marcado por otras experiencias, miles de veces leídas y releídas, lo que dificulta el acceso a las historias del feminismo del período.

Hace aproximadamente seis años que, como hemos señalado en el comienzo, un grupo de historiadoras se volcó con un interés renovado sobre las experiencias de aquel feminismo (40). Sus trabajos evidencian una batalla librada contra ciertos cánones de los estudios de la militancia de los setenta. Sin embargo, estos trabajos presentan algunos límites en el análisis de dicha experiencias pues en ellos el feminismo fue representado como una experiencia más dentro de las múltiples agrupaciones que surgían en el proceso de radicalización política. Sin embargo, como lo ha señalado Eva Rodríguez Agüero, fue una militancia especial, repudiada por las agrupaciones políticas más importantes y por las vanguardias intelectuales más comprometidas, justamente por sus lazos con el mundo burgués y el proceso de modernización. Nosotras, a partir del análisis del archivo de Sara, afirmamos que hay verdad en el hecho de que las feministas entablaron relaciones con el proceso de modernización, festejado desde distintos sectores de la burguesía, más no es cierto el carácter acrítico de las feministas con aquella realidad con la que se relacionaban. La modernización burguesa les dio posibilidad y sentido a sus prácticas de resistencia.

Entendemos que en la actualidad estamos en condiciones de realizar una lectura más compleja de este feminismo, que no niegue estos vínculos con la modernización, pero que sea superadora de la lectura condenatoria que practicaron sus contemporáneos militantes de izquierda.

A tal fin, y considerando las dificultades señaladas, tomamos las propuestas epistemológicas y metodológicas de Donna Haraway que procuran la producción de un método feminista sensible a las demandas del objeto de estudio. Con estas reflexiones metodológicas abordamos el análisis del archivo de Sara, a la espera de la sorpresa y a la ironía de nuestro objeto de estudio.

Lejos de haber agotado las consideraciones que pueden hacerse sobre el archivo de Sara, incluso del período seleccionado, estamos en condiciones de destacar algunas de las características particulares de la experiencia feminista que representan, a nuestro entender, un aporte al estudio del mismo. Hemos constatado que la militancia llevada a cabo por estas mujeres tuvo un sesgo muy diferente a la militancia de izquierda. En principio, porque desde sus prácticas complejizaron el concepto mismo de política y sus alcances, lanzándose sobre un terreno nuevo, interviniendo y politizando lo otro de la política. Y, en segundo lugar, porque emplearon para ello estrategias de militancia diferentes a los elegidos desde la militancia de izquierda, pues las feministas no se ubicaron con marcada externalidad respecto de los poderes que denunciaban, sino que batallaron en su interior y en ocasiones, valiéndose de aspectos de esa cultura que les resultaban convenientes.

            Estas dos características que parecieran tender un puente entre las expresiones contestatarias, politizadas y organizadas, en sintonía con el proceso de radicalización política (porque, al fin y al cabo, las feministas se organizaron para emprender su lucha), y los ánimos contestatarios en boga, propios del proceso de modernización, hacen de la experiencia feminista un fenómeno particular y complejo de los años setenta que hay que estudiar con nuevas herramientas de análisis, como hemos procurado hacerlo.  

 

 

Notas:

(1) Estas dos agrupaciones feministas no partidarias se formaron en 1970 y 1972, respectivamente, y se autodisolvieron en 1976 a consecuencia del golpe militar. Sin embargo, sus integrantes se mantuvieron en algunos espacios de reflexión muy reducidos, y a partir de 1981 volvieron a buscar la escena pública.

(2) Las primeras investigaciones que han conseguido obtener ciertas repercusiones en el ámbito académico han sido las publicadas en el libro digital compilado por Andújar, A et. al. (2005): Historia, Género y Política en los 70. En http//www.feminaria.com.ar/colecciones/temascontemporaneos. Sin embargo, es necesario aclarar que en la década de los noventa se elaboraron algunos otros trabajos importantes, fundamentales para las producciones posteriores, pero cuya circulación no trascendió los ámbitos militantes. Estos trabajos no fueron sometidos a la crítica, de alguna manera fueron tomados como fuentes aunque claramente no lo fueran. Estos textos y publicaciones son: CANO, Inés (1982) El movimiento feminista argentino en la década del ´70, Todo es Historia, nº 183, (pp. 84-93), Buenos Aires; el libro de CALVERA, Leonor (1990) Mujeres y feminismo en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano; un articulo de NARI, Marcela M. A. (1996). ‘Abrir los ojos, abrir la cabeza’: el feminismo en la Argentina de los años ´70, Feminaria, año IX, nº 17/18, (pp.15-21) Buenos Aires; y una publicación a cargo de CHEJTER, Silvia (1996) Los setenta, Travesía, Feminismo por feministas, nº 5, (pp. 9-26) Buenos Aires.

(3) Vassallo, Alejandra, 2005: “‘Las mujeres dicen basta’: movilización, política y orígenes del feminismo argentino en los’70”, et. al. Historia, Género y Política en los 70. En http//www.feminaria.com.ar/colecciones/temascontemporaneos

 (4) Tanto en la academia local (véase Grammático, 2005; Rodríguez Agüero, 2006; Sanchez y Feijoo, 2007; y Freytes, 2007) como en la academia brasilera que también avanza en la investigación sobre el feminismo argentino de aquella década (véase Veiga,  2009 y Jafet Cestari, 2010).

(5) Vassallo, Alejandra. op.cit. 63.

(6) Op.cit. 66.

(7) Op.cit. 69-70.

(8) Op.cit. 70. Las negritas son nuestras.

(9) Este acontecimiento fue recuperado en la revista Brujas año 25, nº 32, 2006.

(10) Esta preocupación está muy bien retrata en la autobiografía de María Elena Oddone (2001).

(11) Un buen trabajo sobre la consideración del feminismo por parte de la izquierda y de la vanguardia intelectual de los setenta, es el de Rodríguez Agüero, Eva, 2006, “Feminismo y vanguardia en los tempranos 70” VIII Jornadas de Historia de las mujeres, Universidad Nacional de Córdoba.

(12) Haraway, Donna, 1995 [1991]: “Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial”, Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Cátedra, Feminismos, Madrid, España, p.345.

(13) Op. cit., 343.

(14) Palabras de Sara Torres en ocasión de una entrevista realizada por una de nosotras en noviembre de 2008.

(15) Sara Torres continúa su militancia en el feminismo, especialmente centrada en la lucha contra la trata de personas.

(16) Para el abordaje del archivo, que realizamos durante todo el año 2009 y parte del 2010, empleamos un cuadro de clasificación, es decir, una planilla en la que volcamos los siguientes datos por cada caja o carpeta: A) clasificación original otorgada por Sara (por ejemplo: “UFA”); B) una descripción general de los contenidos de la caja, que van desde los formatos (ej.: cartas personales, volates, publicaciones, actas de reunión, etc.) hasta los contenidos propiamente dichos (ej.: sexualidad, anticoncepción, ley patria potestad, etc.); C) las fechas extremas de los documentos que se allí se encuentran (ej.:1969-1986); y D) el punteo de observaciones que pueden referir al estado de los documentos (ej.: “el ejemplar del cuarto número de la revista Persona tiene fallas de impresión y no cuenta con todas las hojas”) así como a los documentos destacados por sus contenidos especiales o significativos (ej.: “en esta caja se encuentra el manuscrito de Sexo y revolución”). Del análisis de este cuadro de clasificación comenzamos a elaborar el presente texto.

(17) En este segundo período (los primeros años de la década de los ochenta) el feminismo local mutó considerablemente pero la transformación más radical se produjo después, hacia mediados de los ochenta en el contexto político de la transición democrática, momento en el que el feminismo de los setenta tomó la forma fantasmal de un recuerdo lejano. Sin embargo, en los primeros años ochenta puede decirse que el feminismo de los setenta (bajo nuevos nombres) todavía conservaba cierto peso, por su trayectoria, y procuraba discutir con el nuevo feminismo (especialmente centrado en ATEM-25 de noviembre) la agenda de la militancia feminista.

(18) La periodización que el movimiento feminista se da a sí mismo busca retratar la forma en que éste parece expresarse: por oleadas. No es un movimiento que se evidencie progresivo y constante sino, contrariamente, interrumpido y abrupto. Los fundamentos de sus interrupciones estriban en la forma de organización que las feministas se dieron y se dan a sí mismas, reactivas a modos de organización tradicionales, como los desarrollados por los partidos políticos. Estas formas tradicionales cuentan con una estructura institucional que garantiza su continuidad, mientras que las feministas con las suyas ganan en espontaneidad pero parecen perder en transmisión de legados. Esta periodización es retomada por las teóricas que estudian el feminismo aunque también es discutida, especialmente por investigadoras abocadas al estudio de los feminismos de tercer mundo, quienes reclaman la confección de una periodización local que no sea una imposición introducida desde el primer mundo. En este caso, nosotras mantenemos dicha periodización, por un lado, porque es la que sostienen nuestros sujetos de investigación cuando se piensan a sí mismas y, por otro, porque consideramos que el caso del feminismo argentino de los setenta es una excepción destacada respecto del feminismo latinoamericano. Fue un feminismo justamente muy en sintonía con las metrópolis europeas y norteamericanas. A la fecha, se reconoce habitualmente tres oleadas: la primera se desarrolló hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX en distintos países, siendo la Argentina uno de ellos. Esta ola es conocida como sufragista porque estuvo abocada a conseguir igualdad de derechos entre hombres y mujeres, entre ellos el del voto. La segunda ola, se produce por la década de los ‘60 y ’70 y los centros más importantes son las ciudades europeas y las norteamericanas. La expresión latinoamericana de esta ola o fue mucho más modesta, como es el caso del feminismo que aquí presentamos, o se produjo después (casi una década) cuando las distintas dictaduras fueron terminando o al menos aflojando su intensidad, como es el caso de Brasil. La tercera ola es la que se asegura estar produciéndose desde hace 20 o 15 años con el estallido del llamado posfeminismo y de los estudios queer.

(19) Por cuestiones de espacio no podemos explayarnos en una descripción detallada del archivo pero podemos explicar que a partir del cuadro de clasificación hemos agrupado las cajas en varios conjuntos, de los cuales los más significativos en cantidad son los que en este trabajo analizamos.

(20) Cosse, Isabella, op. cit. 2010: Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI, 87.

(21) Los recortes mencionados han sido recortados por Sara y, en la mayoría de los casos, ella ha escrito en los márgenes la fecha y el diario o revista del que fue extraído. En ocasiones conserva el número de páginas, en otras no.

(22) Escribía Ortonali en Moral y proletarización […] la hegemonía burguesa se manifiesta en los medios de comunicación de masa que diariamente vuelcan sobre nosotros la ideología de la clase dominante no sólo en el terreno político general [lo que nosotras hemos llamado político en sentido restringido], sino en todos los aspectos de la vida cotidiana, proporcionando “modelos a imitar” burgueses, a través de la publicidad, el radioteatro, las historietas, la crónica deportiva y mil formas […] Aquí es dónde el problema de la hegemonía entronca con el problema de la ética, de la moral […] La moral socialista y su embrión, la moral revolucionaria, sólo pueden aparecer como superación dialéctica de la moral burguesa (Ortolani, 2004/2005 [1972]: 93-94).

(23) La transformación de sí mismos/as que la izquierda proponía a partir de la doctrina guevarista del hombre nuevo suponía, de alguna manera, extirpar todo rastro o signo de la cultura burguesa de las propias prácticas. La apuesta era a ubicarse por fuera de esa cultura para lo que era necesario el conocimiento de la doctrina marxista y/o la proletarización. El calificativo pequebú funcionaba como un regulador entre los/as propios/as compañeros/as para el control de las prácticas confusas o no acordes con las prácticas revolucionarias.

(24) “UFA con los hombres. Entrevista a María Luisa Bemberg”, Claudia, Julio de 1973; “Reportaje a un miembro del grupo Nueva Mujer”, La opinión, 18-1-1973. Nueva Mujer fue un grupo editorial, cuya figura destacada fue Mirta Henault, que al poco tiempo de fundado (hacia comienzo de los setenta) se integra a la UFA.

(25) El día de la Madre significó para las feministas de los setenta un día de lucha particular. Lo evidencian tanto los volantes conservados de la UFA, algunos artículos de Persona, pero también algunos de Muchacha, y las notas conservadas de las repercusiones en los diarios de las actividades que ellas organizaban en estos días, tales como: “Tres núcleos feministas cuestionan los festejos del Día de la Madre”, La opinión, oct. 1972; y “Protestas de grupos feministas en el Día de la Madre”, La opinión, 25 de oct, 1975. Artículos, éstos, recortados y marcados por Sara Torres.

(26) "Otra piña para las feministas", Satiricón (sobre el final de la nota se interpela a María Luisa Bemberg) [c.1985]; "Quién le teme al feminismo" de Mempho Giardinelli, La Razón, 25-8-86; "Encuesta sobre la liberación femenina", La opinión, 12-12-72; “Sobre los nuevos rostros de la política argentina (feministas-ecologistas-pacifistas)”, revista Clarín, 1984.

(27) Trebisacce, Catalina, 2010: “Modernización y experiencia feminista en los setenta en Argentina”,  en Andújar, Andrea, et. al. Hilvanando historias. Mujeres y política en el pasado reciente latinoamericano, Ediciones Luxemburgo.

(28) Calvera, Leonor, 1990: Mujeres y feminismo en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano.

(29) De hecho, en un documento que mencionaremos más adelante, titulado “¿En qué consiste ser una integrante de la U.F.A.?”, donde se detalla especialmente las prácticas de los grupos de concienciación, a los que refiere Calvera, son llamados grupos de concientización. Por su parte, el MLF publicó en su primer número un artículo cuyo título era “Concientización” en donde describía un método casi calcado del empleado por las mujeres de la UFA en cuanto a la metodología y a las propuestas político-teórica que suponía. Dice: En el M.L.F. hemos desarrollado un método de analizar problemas políticos apropiados para nosotras como mujeres. Nuestro método no es abstracto. Cada mujer habla de sí misma, de sus propios sentimientos y experiencias. Si nuestro método resulta, obtendremos un análisis no solamente pertinente para las mujeres sino también para toda la gente, pues será un análisis basado sobre las realidades de nuestras vidas (1974, nº 1, año1, p. 38).

(30) Calvera, Leonor, op.cit. 37.

(31) Marta Miguelez, entrevista con Catalina Trebisacce 3-07-2009.

(32) Al respecto véase Piñeiro, Elena 2007,“Ejecutivas y liberadas. Modelos de mujer en la prensa política. Los años sesenta.” En BRAVO, María Celia; et al. Historia de luchas, resistencias y representaciones. Mujeres en la Argentina, siglos XIX y XX, Imprenta Central de la Universidad de Tucumán, San Miguel de Tucumán.

(33) 1974, “Profesión: Ama de casa”, Persona, año1, nº1, pp. 25-27.

(34) 1974, “Mujer casada, propiedad privada”, Persona, año 1, nº 3, pp.29-31.

(35) 1974, “El monstruo del divorcio”, Persona, año 1, nº 3, pp. 18-20.

(36) 1973, “Cosificación de la Mujer”, Persona, año 1, nº 2, p 13.

(37) 1975, “Concursos de Belleza”, Persona, año 2, nº 4, pp. 30-36.

(38) 1974, La Madre”, Persona, año 1, nº2, p.6. Este particular saludo está extraído del libro de Eva Perón La razón de mi vida, pero no hay una cita explícita.

(39) 1974, “Disparen contra Persona”, Persona, año 1, nº3, pp. 4-11.

(40) Véase nota 2.

 

 

Bibliografía

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* Doctoranda en Ciencias Antropológicas. Becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Título del proyecto doctoral: “Memoria, política y feminismo en la primera mitad de la década de los 70. Encuentros y desencuentros entre feministas y mujeres militantes de partidos de izquierda sobre la condición de la mujer en Argentina  (1969-1976)”.

Becaria de Investigación del proyecto Ubacyt F 110 "Lugares y políticas de la memoria. Acontecimientos, sujetos e instituciones (1955-2007)" dirigido por la Lic. Ruth Cora Escolar. Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Integrante del programa “Mujer, política y diversidad en los ’70” del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Codirectora del Proyecto de Reconocimiento Institucional “Debates nodales de la teoría feminista: implicancias y aportes para la investigación en ciencias sociales”, IIEGE, FFyL, UBA. Dirección electrónica: catalina.katienka@gmail.com

 

** Profesora en Historia, UBA. Integrante del Proyecto de Reconocimiento Institucional “Debates nodales de la teoría feminista: implicancias y aportes para la investigación en ciencias sociales”, In Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Dirección electrónica: marialuztorelli@yahoo.com.ar

 

 

 

 

 

 

 

 

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