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Aletheia es una revista electrónica semestral sobre problemáticas de historia y memoria colectiva en torno al pasado reciente argentino y de las sociedades latinoamericanas, en sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales.

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Crónica de 3 meses por Chihuahua y Cd. Juárez.

Aletheia, volumen 2, número 3, noviembre 2011. ISSN 1853-3701

Crónica/Castro Campo en PDF 

 

Fernando Castro Campos*

(UNLP/MHyM)

La Plata, Argentina – Agosto 2011

fernandocastrocampos@gmail.com



-¿Cómo es el infierno? -Como Cd. Juárez, que es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos.


 

Y no hay entonces nada más saludable que un paseo por el infierno para refrescar la memoria y aclarar las cosas. Ahora explico por qué: 

 A mediados de noviembre de 2010, me preguntaron si me apetecía ir a la ciudad de Chihuahua durante enero y algunos días de febrero del año siguiente y posteriormente a Ciudad Juárez lo restante de febrero y casi todo marzo. Tardé poco tiempo en aceptar partir durante esos meses a tierras norteñas, mi vida se encontraba entonces en un punto álgido de actividad intelectual y la posibilidad de detener durante una cuarta parte del año la agotadora rutina consistente en ser una anémona tecleante de datos inútiles y boberías, se volvía una oferta sumamente tentadora -aunque terrorífica y peligrosa por el vértigo de subirse a un avión-. Pero bueno, no teniendo casi nada que hacer (a excepción de ir a embriagarme dos días en un bodorrio -detesto las bodas, por eso la opción era embriagarse- que ocurriría al otro lado del país, en Chiapas), tenía una vida prácticamente perfecta: poco trabajo, poquísimo dinero y absolutamente todas las posibilidades para el futuro. Un porvenir dispuesto para en cualquier momento largarse a cualquier lado o quedarse en el mismo lugar, no había diferencia.

La encomienda que desempeñaría por aquellos rumbos no sería complicada: auxiliar a un amigo con algunas tareas de su empleo, consistente en revisar cuestiones administrativas de cierta dependencia de gobierno donde se tramitan expedientes relativos a algunas de las palabras ahora más repetidas en el país: crimen organizado, armas, droga y algunos etcéteras más. También tenía que andar no muy alejado de él mientras se movía por las calles: ser algo así como un valeroso guardaespaldas dispuesto a, si llegase agresión, gritar, hacer aspavientos y correr a guarnecerse lo más rápido y lejanamente posible. Esas eran entonces las labores que me serían remuneradas con un par de pesos, comida, hospedaje y periódicos de nota roja diariamente.

 

Recién llegando a Chihuahua, el paisaje cambia: todos usan botas vaqueras -no todos pues, pero sí muchos-, hay tejanas, muchas tejanas (son sombreros no gente de Texas), y una infinidad de camionetas cuatro por cuatro. Claro, además de majestuosas montañas rodeando la ciudad y ofreciendo al visitante paisajes hermosos, aventuras inimaginables, relajación y entretenimiento. Es el punto de partida para visitar ruinas milenarias, practicar deportes extremos,  aprender en museos interactivos de primer nivel donde se muestra la huella imborrable que dejó la lucha por la independencia y la revolución, además, es la puerta para adentrarse en la mágica y ancestral cultura rarámuri. El Estado de la república ideal para comer en lindos restaurantes la mejor carne del país y dejar a un lado la rutina en sus magníficos hoteles. Bueno, todo eso me dijeron los spots, folletos y anuncios que bombardeaban la llegada. Eso y otras cosas interesantísimas que sé que me aburrieron ya que no las recuerdo.

A mí me interesaba -y me tocó conocer- un Chihuahua distinto al de los folletos, museos, y paisajes: llegué a la provincia más violenta del país justo cuando había terminado su año más violento (más de 10 mil asesinados) y se temía se avecinase uno peor (lo cual sí va ocurriendo); cuando México rozaba los 40 mil muertos en cuatro años de lucha contra el narco, las matanzas habían dejado de ser noticia y la gente ya no salía a la calle en la noche por miedo a que le tocara un narcoenfrentamiento y recibiera de forma accidental un balazo en la cabeza. En el momento en que a la violenta Chihuahua se le consideraba apenas la hermana pequeña, inocente y pudorosa de Ciudad Juárez.

 

Chihuahua, en El Altar a la Patria:

En lo que alguna vez fue el Colegio Jesuita, el 30 de Julio de 1811 Miguel Hidalgo y Costilla, después de haber pasado por la Inquisición y habiendo perdido el grado de sacerdote, fue fusilado; después, su cabeza fue separada del cuerpo y enviada a Guanajuato para ser exhibida. Ahora, ese edificio, convertido en el Palacio de Gobierno del Estado, resguarda una bonita flama que, con motivo de Bicentenario de la Independencia y Revolución, recuerda el sitio donde el Padre de la Patria fue ejecutado. En el mismo inmueble, también se encuentra El Museo Hidalgo y La Galería de Armas. Los edificios están en impecables condiciones, recién restaurados y con aparatos que dan información al turista con tecnología de punta: uno pone el dedo en una pantalla y, saber dios de donde, una voz le explica lo que ahí sucedió, todo con fotografías y videos.

Estos bellos lugares me tocó visitarlos el 16 de enero, justamente un mes después de que afuera de este sitio ejecutaran a Marisela Escobedo, madre de Rubí Freyre Escobedo, también asesinada un par de años antes por el que fue su pareja y el cual desapareció después de que, tras haber sido localizado por la madre de la víctima, fue detenido pero declarado inocente pese a confesar el homicidio e indicar la localización del cadáver. Esto debido a la eficacia de los ministerios públicos e impartidotes de justicia. Cuando Marisela Escobedo fue asesinada, unos días atrás había increpado públicamente al gobernador del Estado y había anunciado que desde entonces se instalaría en la Plaza Hidalgo (justo enfrente del Palacio) en protesta permanente, exigiendo justicia y castigo a los culpables. La noche del 16 de Diciembre de 2010 un coche blanco se detuvo frente a la plaza, del puesto de copiloto bajó un sujeto con una pistola en la mano, Marisol al verle corrió al otro lado de la calle (hacia el Altar a la Patria), el de la pistola corre detrás de ella, justo cuando Marisol sube la acera, el sujeto la alcanza y le dispara en la cabeza. El asesino corre al auto, sube y huye. El cuerpo queda tirado, sin vida. Todo quedó grabado por la cámara de seguridad del edificio, dos minutos que pueden verse en youtube. Un mes después, el edificio está rodeado de velas, donde cayó el cadáver ahora hay un maniquí con un agujero en la cabeza, en la plaza de enfrente hay una cruz hecha con clavos, cada clavo representa a una mujer asesinada. También hay fotos de los jóvenes asesinados en Villas de Salvarcar en Juárez y en otros barrios. Las fotos son muchas, es imposible contar los clavos que hay; cientos, quizá miles. 

En esta ciudad no puedo decir que me haya tocado ver mucha acción, me la imaginaba en llamas, caótica, y no es así. Los chihuahuenses han aprendido a vivir con lo que pasa en el día con día y si les sucede algo agradecen poder contarlo. Algunas curiosidades de Chihuahua serían que entre los taxistas hay una epidemia rara: a la mayoría les falta algún dedo. O que si una camioneta de color azul (policía) se encuentra con una de color verde (militares), se agarran a balazos o al menos se lanzan un par de insultos. También es notoria la escasez de cholos, hasta hace algunos años las calles estaban llenas de ellos, dicen que ahora en los cementerios es donde abundan, o que mutaron y se pusieron tejana y botas, y ahora son sicarios. A mí sólo me intentaron asaltar dos veces, sin éxito afortunadamente. Y en una ocasión me pusieron la boca de una pistola en la cabeza, pero todo fue mi culpa: entré corriendo -debido al frío y al hambre- a un restaurante y en la antesala estaban los guardaespaldas de alguien, me vieron con gabardina, gorrito, bufanda, guantes -sólo se me veían los ojos-, todo en color oscuro: creyeron que era sicario e iba a hacer algún trabajo y reaccionaron. Aclarada la situación, todo como si nada hubiese pasado y a buscar otro lugar porque ahí ya eran las once de la noche y la cocina cerraba temprano para evitar problemas.

 

Ciudad Juárez, la ciudad de la memoria.

Juárez está llena de historias que eliminan la idea que existe de que los mexicanos no tenemos memoria: los lustrabotas, taxistas, putas, barrenderos, policías corruptos y edificios están llenos de recuerdos y anécdotas que permiten -si se tiene algo de oreja y mucha paciencia- ir armando poco a poco una especie de espejo roto que cuenta lo que ocurre en esa frontera y también en otras zonas del país. Esas historias -que le sirvieron a Bolaño como base de sus novelas- han permitido que la ciudad perviva sin caer en la depresión, viviendo -como siempre-  al borde de la realidad.

Y es que Juárez está siempre al límite: en el margen del país, separada por un muro de un ilusorio paraíso que se cae a pedazos. Es donde después de las diez de la noche se sale a la calle bajo propio riesgo y donde se puede ir caminando sólo a ciertos sitios, mientras haya sol. Donde quedarse parado en una avenida durante diez minutos permite hacer cálculos exactos: cada dos minutos pasa un convoy con tres o cuatro camionetas con ocho uniformados cada una, todos armados hasta los dientes; en un día, estando entonces en un sólo punto podrían verse 2,160 vehículos policiales, 17,280 uniformados, miles de armas. Pese a tal cantidad de agentes de la seguridad, se conoce con antelación cuando algo va a pasar (ejecución, secuestro, asalto, o todas las anteriores): si no hay patrulla a la vista -cosa casi imposible-, sorpresita garantizada. Se sabe que en Juárez el 50% de sus viviendas son o han sido casas de seguridad, a la gente le da miedo hacer reparaciones en sus pisos ya que temen que al escarbar encuentren osamentas o armas enterradas. Del 2006 a la fecha se han mudado -o huído- cerca de 400 mil personas, quienes se han quedado es porque no tienen dinero para correr. Así como en otras ciudades de la provincia, todos tienen relación de algún tipo con alguna celebridad (de conocimiento o de parentesco): acá cualquiera dice que conoce personalmente o tiene alguna familiar desaparecida, que ser mujer es complicado y que la violencia generalizada por el narco, además de opacar los feminicidios -que van en miles-, está provocando que las empresas se vayan de la ciudad y no haya siquiera trabajo peligrosos. Ir al mercado de la ciudad es desalentador: la mayoría de los locales cerrados; el que todavía vende fruta tiene tres manzanas, cuatro naranjas y cinco plátanos, todo a punto de echarse a perder. Vacío, abandono. La zona de prostíbulos  y puteríos hecha pueblo fantasma, establecimientos quemados por no pagar la extorsión, lo que significa que el dueño fue asesinado. La prisión es tierra de nadie, dividida en sectores, uno para cada grupo de sicarios, si se juntan, se aniquilan; el año pasado murió asesinado el hijo del líder de una sección, pidió le llevasen el cadáver para despedirse, se lo llevan, pero antes de reunirse secuestran el cuerpo, lo despedazan y lo lanzan en bolsas plásticas al ala en donde el papá esperaba el cadáver. Hubo represalias, aquí siempre hay consecuencias. Estas no aparecen en los noticieros.

Lo que pasa en Juárez no es tan complicado de entender: el crimen y la violencia, que ya es algo añejo pero que no estaba tan mediatizado, se salió de las zonas miserables: en el área de maquilas y el Valle de Juárez puede pasar lo que sea, y pasa, si la gente pobre se extermina, mejor. En los demás espacios la situación debe de ser tranquila. A la que le dicen la muñeca es una secuestradora, salida del barrio más jodido, sanguinaria y despiadada como pocas, fue condenada a prisión vitalicia en los pocos días que esa condena fue aplicable. Otra famosa, la Reina del Pacífico, amiga y señora de sociedad, narcotraficante legendaria e inspiración para libros, fue condenada a un año de prisión. Hay que saber a quién y dónde hacer las cosas. Una novedad de lo que pasará en Juárez a partir de Marzo: nuevo jefe de policía -el mismo que “pacificó Tijuana”-, el teniente coronel Julián Leyzaola alias “el Superpolicía”, se encargará de limpiar la ciudad, esto al igual que hizo en Tijuana donde sus métodos fueron efectivos: dio de baja a más de medio centenar de policías debido a que mezclaban sus funciones con los del narcotráfico y decidió que tuvieran sólo un empleo de tiempo completo; también, hizo acuerdos con las bandas de narcotraficantes que existían para después traicionar a la que era más visible y hacía más desastre al menos para el público y así dejarle el campo abierto a la otra organización que era más mesurada. En fin, volvió a mandar a los delincuentes a sus barrios de origen, y todo bien. Se espera entonces que en Juárez quede todo como ahora está Tijuana, maldad y cosas feas en la periferia. Todo lo demás volverá a ser cifra y anécdota. Después, al número se le dará uso oficial, la memoria popular se volverá leyenda y quedará como recuerdo vago. La Memoria se institucionalizará y unos cuantos dirán cuándo, cómo y qué recordar -a su conveniencia, como siempre.

 Lo que se puede esperar de esto es que pronto, muy pronto, habrá monumentos, parques de la memoria por la justicia con paz y la dignidad, instituciones encargadas de esclarecer las muertes, las cuales sólo servirán poco tiempo, principalmente para desviar fondos y de campaña política. Eso con varios miles de calcomanías alusivas será la solución. Después, la vida seguirá como siempre ha sido: con la atrocidad a la que estamos acostumbrados y que a nadie preocupa. Pese a esto, Marisela Escobedo, Rubí Freyre, Villas de Salvarcar, El Aliviane, y las mujeres asesinadas brutalmente y las personas muertas en las demás masacres que han sucedido y que incluso algunas ni se han mencionado, no se olvidan.

 Cómo dato extra cabe mencionar una salvedad que ha hecho el gobierno federal a últimas fechas: reporta que desde diciembre de 2006 hasta diciembre de 2010 iban 34 mil 612 muertos. Que es imposible determinar el “estatus jurídico” de la gente que muere en la lucha contra el crimen organizado, y que en todo caso se asume el principio de presunción de inocencia. Hasta para redactar eso son algo bobos: si se asume la presunta inocencia porque es imposible determinar el “estatus jurídico” de 34 mil 612 muertos por la lucha contra el crimen organizado, están admitiendo que mataron 34 mil 612 inocentes. Ojalá alguien les ayudase a redactar esos informes. Y que también les enseñasen a contar, hasta Diciembre de 2010 ya pasaban los 40 mil muertos, con muchos, muchos desaparecidos más.

Antes de terminar, toca aclarar que debido esto y otros delitos, el léxico ha sufrido cambios interesantes en el habla cotidiana. Esto se ha ido generalizando en todo el país donde la nueva terminología se modifica debido a la región y al cártel o cárteles que están establecidos. Aquí va entonces un mini-narco-diccionario:

AA: artistas asesinos, sicarios del Chapo Guzmán

Aztecas: sicarios del cártel de Juárez.

Balacera: enfrentamiento a balazos, ya sea entre narcotraficantes o entre estos y alguna clase de policía.

Burrero: quien entrega la droga, generalmente en pequeñas cantidades. Puede ser también quien cruza la droga al otro lado de la frontera.

Casa de seguridad: lugar donde se tiene gente secuestrada y se almacenan armas.

Cd. Juárez: El infierno. Tumba. Escusado de E.U.

Chapulines: narcotraficantes, sicarios y políticos bajo la tutela del Chapo Guzmán.

Cholo: personaje vestido de rapero: pantalones grandes, tatuajes, cadenas y cachucha beisbolera. Opcional pertenecer a una pandilla. Grupo en peligro de extinción.

Clavo: droga escondida.

Chota: policías. Puede ser también: cuicos, tira, cerdos.

Cobra: encargado de la seguridad de cierto punto controlado por un grupo de narcotraficantes.

Cuerno de chivo: metralleta tipo ak-47.

Cuota: dinero a pagar a los narcotraficantes para evitar quemen el negocio.

Descabezado: decapitado. Se sobre entiende que está muertito.

Descuartizado: humano asesinado y luego desmembrado.

Doblados: del grupo de sicarios AA.

Ejecutar: asesinar.

El Punto: casa de seguridad.

Encajuelado: cadáver depositado en el guardaequipajes de un auto. Puede estar encobijado o no.

Encintado: persona que fue asesinada asfixiándola con cinta.

Encobijado: ser asesinado y terminar envuelto y atado en una cobija, dejada generalmente dentro de un coche o en la vía pública.

Empleo: ingresar de algún modo al narcotráfico debido a que es de los pocos sitios donde la remuneración alcanza para comer. En cualquier otra “empresa”, podría definirse como explotación.

Estaca: grupo de sicarios en coche que sirve como fuerza de choque.

Granadazo: desmadre o desorden dejado por la explosión de una granada.

Gente nueva: grupo de sicarios del chapo.

Feminicidio: asesinato a mujer. Algo cotidiano en Cd. Juárez.

Fierro: pistola

Guachos: militares.

Halcón: vigilante, generalmente adolescente. Aspirante a otro animal.

Linces: grupo de élite de sicarios del cártel de Juárez.

La Familia: cártel oriundo de Michoacán.

La Línea: forma para nombrar a los del cártel de Juárez.

La última letra: forma de referirse a los zetas.

Levantar: secuestrar.

Los Antrax: grupo de sicarios del Chapo

Malverde: Jesús Malverde, santo patrón de los narcotraficantes.

Militares: personajes vestidos de verde que de vez en cuando entran a las casas supuestamente para arrestar a alguien y se comen todo lo que encuentran a su paso.

Narcocorrido: canción tipo norteño con letra relativa al narcotráfico.

Narcobalacera: choque a balazos entre narcotraficantes.

Narcoenfrentamiento: lo mismo que la anterior pero de mayores proporciones.

Narcofosa: agujero en el suelo donde se enterraron clandestinamente muchos cadáveres.

Narcomensaje: mensaje dirigido a alguna autoridad o a otro grupo de narcotraficantes. Puede ser en manta, en cartulina o en alguna pared.

Narcomanta: lo mismo que el anterior, pero hecho específicamente en una manta.

Narcotiendita: lugar de venta de droga al menudeo.

Narcotraficante: generalmente persona que no tuvo otra opción laboral decentemente redituable y opto por el poco tiempo de vida que le quedará después de ingresar, vivir con dinero.

Movimiento alterado: conjunto de grupos de narcocorridos con letras sumamente sanguinarias, explícitamente hechas para exaltar a alguno de los cárteles.

Sapo: chismoso. Quien delata a alguien ante autoridades o ante otro grupo de narcos.

Sicario: asesino a sueldo a la orden de un cártel.

Partidos Políticos: cárteles institucionales. Delincuentes sin valor para cualquier acción pero con dinero para encargarle a alguien sin recursos haga el trabajo.

Plaza: lugar dominado por algún cártel.

Picadero: narcotiendita donde también se puede conseguir heroína.

Políticos: quienes se llevan la ganancia económica del narcotráfico.

Policías: delincuentes, narcotraficantes, extorsionadores.

Poste: informante en un lugar fijo.

Rafaguear: disparar muchas balas.

Tartamudeo: ruido que hacen las metralletas

Trabajo: encargo de asesinato.

Trabajar en una fiesta: ir a prostituirse a alguna fiesta de políticos y/o narcotraficantes.

Troca: camioneta del tamaño de un tractor, lujosa, vidrios oscuros y a veces blindada.

Ventana: informante a pie encargado de marcar el lugar donde se va a asesinar a alguien.

Vivir: tener mucha suerte. No estar muerto, todavía.

Zetas: grupo de narcotraficantes. Exmilitares de élite.


 

Notas:

(1) Fragmento de la última entrevista a Roberto Bolaño, realizada por Mónica Maristain.  Bolaño, R. (2009) Entre paréntesis. Anagrama: Barcelona.

 (2)  http://www.youtube.com/watch?v=Fwktps1tNLY

 

Cultura rarámuri:

Los rarámuris o popularmente nombrados tarahumaras (malamente así nombrados ya que éste es el apelativo que les dieron conquistadores y catequistas), son un pueblo indígena ubicado en el estado de Chihuahua, en la parte más alta de la Sierra Madre Occidental, y que pese a los embates de los mestizos, han logrado mantener su forma de vida, con costumbres, organización social y tradiciones.

 

 *Fernando Castro Campos, estudió  psicología en el ITESO (Guadalajara, México). Actualmente cursa la Maestría en Historia y Memoria (Fahce-UNLP) y tiene como interés principal las representaciones de la violencia en México (tanto en el pasado reciente como actuales) a través de la literatura.

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