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El duelo literario, un recurso contra la des-memoria en tiempos de olvido: el caso argentino

Aletheia, volumen 3, número 5, diciembre 2012. ISSN 1853-3701

Conejo Olivera en PDF/Artículo

 

 

Laura Yazmín Conejo Olvera*

Universidad Autónoma de Yucatán

Artículo elaborado en 2012

Yucatán, México

 ispoco@gmail.com

 

 

Resumen: El duelo literario se concibe desde la ficción como un recurso empleado por los escritores contemporáneos que, ante la imposibilidad de un duelo individual, buscan mediante la narración sanar las muertes ultrajadas por la última dictadura militar argentina; en tiempos donde la memoria de las generaciones recientes se encuentra vulnerable al olvido que el Estado ha tratado, en vano, imponer. Por ello escribir, sobre todo a partir del periodo de redemocratización, se convierte en una encrucijada entre la versión de los vencedores y los vencidos, donde el pasado se conecta con el futuro  para NO OLVIDAR.

 

Palabras clave: memoria, posdictadura, narrativa, identidad, duelo.

 

 

 

Nuestra verdadera tumba

es la memoria de los vivos,

estamos muertos verdaderamente

cuando nos han olvidado.

 

Jean-Yves Tadié

 

 

La Real Academia de la lengua Española define el término memoria como “la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado; una exposición de hechos, datos o motivos referentes a determinado asunto”. Ante esta definición es necesario tener en cuenta que nuestra memoria es netamente selectiva con los hechos que afectan individualmente a cada persona pero, ¿qué sucede cuando dicha memoria recae en un colectivo perpetrado por acontecimientos político-sociales que le afectan más allá de sí mismo? Del modo en que sucedió durante las dictaduras latinoamericanas, donde las versiones de lo ocurrido discurrían entre los discursos oficiales dados por los vencedores que intentaban consolidar un olvido que los llevara a la amnistía y reconciliación, frente a los discursos de los vencidos que han pugnado por la toma de conciencia que perpetúe los hechos pasados en el presente y los prolongue al porvenir para No Olvidar.

En relación al caso argentino, que es el interés de esta investigación, a partir del momento en que se instaura el régimen militar del 24 de marzo de 1976, el debate sobre la narrativa nacional se cuestiona precisamente respecto al papel del sujeto/ciudadano/habitante frente al discurso oficial del Estado, y deja al descubierto una memoria fragmentada con hilos dispersos e indefinidos que necesitan rescatarse para tejer ese pasado; pero aunque podamos tomar dichos hilos y tejer el momento es imposible contar con una única versión de lo ocurrido que se comparta por toda una sociedad, más aún, después de una época traumática. Por ello, escribir después del caos requiere de un proyecto que (re)configure semánticamente los elementos aniquilados por dicho discurso oficial y, desde el vacío que significó la masacre, (re)construir un sentido que favorezca a los vencidos.

 

I

 

Los primeros trabajos que se realizan sobre el tema de la memoria se basan principalmente en estudios y consideraciones provenientes de los debates y pugnas respecto a lo acontecido tras la Segunda Guerra Mundial, específicamente lo relacionado al exterminio judío. Textos como los escritos por Giorgio Agamben, Primo Levi, Theodore Adorno, G.W. Sebald, Andras Huyssen, entre otros; son el eje que funciona, mediante la comparación, para conectar el genocidio de posguerra con el acaecido durante las dictaduras latinoamericanas, y de esa forma poder darle un sentido real a las políticas de memoria surgidas a partir de la redemocratización.

Es la cultura de la memoria, término concebido por Andreas Huyssen que refiere a “las transformaciones de la experiencia temporal que ocurren como consecuencia del impacto de los nuevos medios sobre la percepción y la sensibilidad humanas” (Huyssen; 2001:29), en conjunto con la universalización del tropo del Holocausto que a partir de la década de los ochentas “pierde su calidad de índice del acontecimiento histórico específico y comienza a funcionar como una metáfora de otras historias traumáticas y de su memoria” (Huyssen; 2001:17), un punto de partida en una línea testimonial que, del mismo modo en que se relataron las experiencias de los sobrevivientes de Auschwitz, sirve como fundamento en la construcción de las nuevas narrativas nacionales en países con herencia de dictaduras militares como Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil y, por supuesto, Argentina.

Ante este panorama, como apunta Lanzmann: “Auschwitz es un evento que no ha dejado ningún testigo vivo, ya que los campos de concentración fueron diseñados para anular la subjetividad; del mismo modo que la dictadura y el terrorismo de Estado en el Cono Sur, con los hechos brutales de tortura y desaparición, también pretenden destruir las bases subjetivas y comunitarias de la vida” (Dove en Jelin y Longoni; 2005:153); sin embargo reconozco que existe una diferencia entre la narración testimonial de los sobrevivientes de Auschwitz y los sobrevivientes a la dictadura argentina, la cual radica en la forma en que se transmite el mensaje.

Si bien este trabajo no se enfoca en dicha comparativa es importante considerarla, pues forma parte, desde mi punto de vista, de los trabajos de la memoria en latinoamérica que tienen una base en los trabajos de memoria de posguerra. Quisiera explicar brevemente que los textos escritos en posguerra atañen más a un testimonio de primera mano donde la voz de las victimas se homogenea con la voz de los narradores, pues de algún modo se trata de historias familiares facilmente identificables, tal es el caso de los escritos de Giorgio Agamben, Primo Levi, G.W. Sebald, Art Spiegelman, por mencionar algunos. Por su parte los testimonios argentinos, en la mayoría de los casos, se presentan sin el narrador explícitamente como protagonista pues todos son anónimos, con una identidad social quebrantada que puede apreciarse en textos donde se recurre a la ficción que engloba la situación ocurrida tras los años de dictadura, recurriendo a alegorías que no describen directamente un testimonio de primera mano por parte del autor sino que se refieren al acontecimiento en otro contexto, textos como los de Juan José Saer, Manuel Puig, Osvaldo Soriano, Ricardo Piglia por ejemplo, se convierten en la voz de los habitantes de una 'ciudad ausente' (1) para quienes pensar y decir el horror se ha convertido en una imposibilidad, principalmente en aquellos que vivieron en carne propia la última dictadura militar en Argentina y más aún para quienes no la vivieron.

Las investigaciones sobre memoria en países latinoamericanos se han incrementado recientemente a casi tres décadas de la transición democrática. Uno de los primeros intentos por reflexionar sobre el tema se hizo en 1984, un año después del fin de la dictadura argentina, en una serie de seminarios realizados en la Universidad de Meryland y cuyo tema fue precisamente “Represión y reconstrucción de una cultura: el caso argentino”, el cual tenía como prioridad el papel de la cultura y la (re)democratización después de la represión:

 

Se sentía la necesidad de hacer un inventario de esos años; de tomarle la temperatura a países que habían sido fracturados o aplastados por regímenes autoritarios a lo largo de años...; de testimoniar y evaluar el impacto de insilios, exilios y retornos, y de considerar la posibilidad de saldar eficazmente algunas deudas para poder seguir hacia un rumbo abanderado por consignas democráticas (mientras seguían sonando ecos de que 'esto no se acabó aún') (Sosnowski en Jelin y Longoni; 2005: 243-244).

 

Estos primeros años de redemocratización en Argentina estaban enfocados en no olvidar a los desaparecidos con la esperanza aún de encontrarlos, pues “la memoria -que- no ha sido depositada en ningún lugar; tiene que quedar en las cabezas y los corazones de la gente” (Jelin; 2002:56). Posteriormente el conflicto político-social que dejó la dictadura se traslada, por un lado, a las instituciones democráticas que promueven la postura de las políticas de olvido o de reconciliación, las cuales tienen como fin reconstruir un futuro sin mirar el pasado; y por el otro extremo, en el ámbito socio-cultural encabezado por los movimientos en pro de los derechos humanos (2) se han dado a la tarea de saldar cuentas con el pasado promoviendo políticas de memoria o rememoración, aun con el dolor que esto implica.

 

Las resitencias de la memoria han incluido dimensiones políticas, éticas, sociales, culturales y psicológicas cuya función sería mantener en la conciencia colectiva, no solamente el recuerdo de lo ocurrido, sino también visibilizar el complejo aprendizaje surgido desde la elaboración de esa experiencia que forma parte del presente y que se proyectaría al futuro (Lira; 2004:157).

 

Esta fragmentación de la identidad social argentina, luego del periodo de crisis que significó la dictadura, busca su estabilidad en la memoria, siempre en la memoria, pues  “la falta de memoria implica que la violencia, la destrucción y la muerte funcionen como hechos consumados e inevitables, sin eslabones con el pasado, y mientras eso se mantenga, se mantiene también la dificultad para asegurar que no se vuelva a repetir el futuro” (Lira; 2004:157). Por lo tanto, la apuesta por la formación de una única memoria colectiva que funcione a partir de la elaboración de un relato nacional donde el Estado se afiance como vencedor con “una versión de la historia que junto con los símbolos patrios, monumentos y panteones de héroes nacionales, pudiera servir como nodo central de identificación y de anclaje de la identidad nacional” (Jelin; 2002:40), se ve desmantelada gracias al contra-ataque surgido desde varias trincheras, que en la praxis funcionan para (re)construir esa identidad fragmentada al forjarse a través momentos representativos del pasado que involucran tanto al individuo como al colectivo en una toma de conciencia.

Y ya que la literatura es el medio por el que me interesa expresar dichos contra-ataques, es necesario establecer que si bien “la narrativa nacional tiende a ser de los vencedores, habrá otras que, sea en la forma de relatos privados de transmisión oral o como practicas de resistencia frente al poder, ofrecerán narrativas y sentidos diferentes del pasado, amenazando el consenso nacional que se pretende imponer” (Jelin; 2002:41). De esta manera, la historia de los vencidos halla en las líneas de los relatos de ficción, ya sea de forma clandestina o mediante el uso de la retórica alternativa, una forma de resistencia que se niega a aceptar esa versión “oficial” que circula entre las esferas del poder y que se pone en evidencia en escritos hechos dentro y fuera del país, durante y después de la dictadura. Entonces el recuerdo ya no recaerá sólo en la memoria histórica, sino en su convergencia con las sensaciones producidas por la memoria social narrativa que, a través de esas obras de ficción, pasa a formar parte de la reconstrucción de la identidad nacional modificando los testimonios de manera que, haciéndolos un relato literario colectivo con base teórica e histórica, sean capaces de englobar los crímenes a un pueblo sometido por la violencia y que hallan en la estética literaria la voz ante el silencio.

 

II

Si bien, hablar de pérdida ante todo es hablar de ausencia, de algo que estaba pero que ha dejado de existir; la capacidad de narrar esa sensación se torna infructuosa debido a la impotencia de no poder recuperar lo perdido. Por lo anterior, el trabajo de duelo demanda la restitución mediante una metáfora que vacíe el dolor de esa pérdida en el recuerdo, si el recuerdo se halla viciado, como sucede en el caso de las muertes durante la última dictadura militar argentina, entonces el duelo como comúnmente se conoce queda impedido.

Es importante considerar que el duelo individual, ante la pérdida de un ser querido, se afronta de una forma distinta a la del colectivo violentado “en este contexto, la imagen del Holocausto encarna la muerte sin entierro, muerte sin posibilidad de duelo, muerte que envía a los vivos a un mundo habitado por fantasmas y espectros” (Avelar; 2000:306). El duelo individual, que se realiza en lo privado, radica en la superación de la pérdida para dejar descansar a los muertos, pero en una sociedad donde los muertos fueron ultrajados, torturados y desaparecidos, el duelo implicaría el olvido. Por tanto se debe planear una sanación que vaya más allá de un duelo individual, que sane sin intención de olvidar.

Tomando en cuenta lo anterior, es menester considerar la construcción del duelo literario que se concibe a partir de la narrativa producida sobretodo durante los primeros años de la redemocratización en el país; estos textos encaminados a fungir como conectores entre la pérdida y la historia que ha de contarse reproducen, dentro de la narración literaria de ficción, la alegoría de un país destruido, en ruinas, donde la gente es perseguida y vigilada, pero sobre todo una alegoría del duelo inconcebido que en países con pasado crítico-social, como es el caso de la Argentina posdictatorial, se separa de la forma tradicional. Dicho duelo tradicional se halla negado debido a que se habla de muertos sin cuerpo, de esencias que sabemos perdidas pero que al no tenerlas o saber de ellas y enterrarlas, para completar el rito cíclico de la vida que nace del polvo y al polvo vuelve, abre un espacio a través de la melancolía que provee una identificación del sujeto aún vivo con el sujeto perdido, sujetos ambos y no objetos porque es necesario una empatía que funcione con el mismo código para evitar que el sujeto perdido pase a ser objeto de duelo. De este modo, al impedir la despersonalización del sujeto se mantiene el recuerdo latente en la memoria y con ello una imposibilidad de perdón.

Como he venido explicando, existen narraciones que intentan comunicar las situaciones acaecidas durante la dictadura, memorias narrativas, con perspectivas de mundo diferentes que entablan un conflicto de discursos, de cosas que se pueden o no decir, de silencios y de modos de tratar el tema. Por ello es importante tomar en cuenta que “la narración hace sentido del pasado, pero sólo si como señaló Arendt, la imaginación viaja, los problemas de la experiencia se abren en una actualidad que oscila entre afirmar la crisis de la subjetividad en un mundo mediatizado y la persistencia de subjetividad como resistencia” (Sarlo; 2005:92), y con ello presenciar aquello que Sarlo nombra “limbo interpretativo” (Sarlo; 2005:94) donde la narración memorialística compite y se entrecruza con la historia, y sostiene en ella su reclamo mediante la ficción creando, más que una subjetividad  fidedigna, un panorama en la que puedan converger muchas subjetividades, a través esa imaginación que propone Ardent, y la idea de que para dar cuenta de sucesos extremos en la vida social de una nación sólo es posible mediante una reconstrucción narrativa.

La ficción dentro de la narrativa argentina de posdictadura se dirige, pues a narrar respecto a esos sentidos vacíos de la historia reciente, donde lo discursivo reemplazó a lo temático priorizando el “cómo se dice, desde el lenguaje, lo real” (Avellaneda en Bergero y Reati; 1997:141) para hablar de los sujetos de duelo. Y tomando en cuenta que la ficción es el elemento indispensable para narrar el caos, la narración es el intermediario que le permite acceder a la interpretación del lector, pero no de forma directa sino a través de un distanciamiento.

En términos conceptuales Paul Ricoeur enfoca dicho distanciamiento a una introspección en el presente respecto al pasado; es decir, que “al mostrar el suceso como tiempo pasado en el presente es posible reinterpretar y modificar el sentido de ese pasado, mas no el acontecimiento, con vías a considerarlo útil y con expectativas futuras” (Ricoeur; 1999:49). La preocupación principal de la narración, en este aspecto, radica en la memoria que habrá de legarse, la memoria perdida que busca recuperarse, pero ya no como demanda sino como urgencia del No olvido. Por ello, es indispensable considerar que la aproximación a la memoria que se tiene hoy respecto a la dictadura no es la misma que se tuvo al principio, la que se tuvo diez años después, la que se tendrá en diez años, en cincuenta años o en un siglo. Y esto hay que tenerlo claro porque el diálogo que se abre con la narrativa de posdictadura no es directamente con las intenciones del autor, sino con lo que señala Ricoeur respecto a la interpretación que se tiene de la misma; de esta forma la construcción de referentes narrativos permiten volcar dicha memoria individual, que caracteriza los testimonios posteriores a la dictadura argentina, a la memoria colectiva como una forma de respaldo de la información que prevalecerá aún cuando el individuo, con información de primera mano, ya no pertenezca materialmente al grupo y que servirá para mantener presente la memoria de los muertos.

 

III

 

Considerar un duelo colectivo en una nación quebrantada por los años de violencia y muerte que dejó la dictadura, donde “los acontecimientos traumáticos conllevan grietas en la capacidad narrativa, huecos en la memoria … -donde- el olvido no es ausencia o vacío … -sino- la presencia de esa ausencia, la representación de algo que estaba y ya no está” ( Jelin; 2002:28); hace necesario “despersonalizar el duelo y desubjetivizar el afecto” (Avelar; 2000:182). Proponiendo para los sobrevivientes que la presencia de esas ausencias, halladas en los cobardemente asesinados, sean depositadas en la conciencia del colectivo que funcione como un cuerpo que contenga la memoria de todos los muertos como uno solo, el propio.

Si para acceder al duelo según los esquemas planteados por Freud es necesario eliminar el acto de melancolía, debido a que el duelo implica “poder olvidar y transformar los afectos y sentimientos, quebrando la fijación en el otro y en el dolor, aceptando la satisfacción que comporta el permanecer con vida” (Freud; 1976:243), Avelar da un giro al trabajo de Freud ateniéndose a que el duelo que se presenta en la Argentina de posdictadura no es un duelo material puesto que no existió un cuerpo al cual llorarle, ni una tumba ante la cual levantar una plegaria “es la posibilidad  posdictatorial de un exitoso trabajo de duelo, y no su imposibilidad, lo que genera la melancolía” (Avelar; 2000:307). Melancolía colectiva que mantendrá latente a la memoria bajo la consigna “Ni olvido ni perdón”, evitando la despersonalización del sujeto que consigna con el sujeto perdido, ya que de otro modo se propiciaría la separación entre este sujeto y el sujeto de duelo, que pasaría a ser objeto de duelo afrontando la muerte y perdonando para dejar descansar, cuestión que impediría el trabajo del duelo literario.

Tomando en cuenta que entre la sociedad latinoamericana afectada por las dictaduras de la segunda mitad del siglo XX “el imperativo del duelo es el imperativo posdictatorial” (Avelar; 2000:286), el duelo literario se vuelve “un medio para recordar las pérdidas personales y colectivas sufridas bajo la dictadura militar … el duelo literario nos exige recordar la pérdida” (Dove en Jelin y Longoni; 2005:150).  Si bien este duelo literario podría ser considerado una proposición paradójica que “intenta reconocer una pérdida a la que la literatura misma no es capaz de dar sentido o de describir” (Dove en Jelin y Longoni; 2005:150), el intento por rendir homenaje a la memoria de aquellos que perecieron en manos de los verdugos dispuestos por el Estado durante la dictadura, se concede y se conjura en el espacio utópico e inmaterial que le proporciona la literatura, aquella escrita durante y posterior a la dictadura, que indudablemente se convierte un recurso para concebir el duelo que involucra al colectivo afectado y a todo aquel que se interese en el futuro. Pues siguiendo a Dove, quien reafirma a su vez la función de la melancolía que proponía Avelar como como recurso latente en el colectivo afectado, la literatura tiene la tarea de incitar al recuerdo a partir del acto inacabable de leer

 

… Si la literatura se va a convertir en la memoria de lo innombrable, tiene que abrirse a su propia alteridad interna, a los aspectos poéticos y retóricos del lenguaje que ningún autor puede dominar por completo y que hacen de la comunicación  un asunto abierto e imprevisible. La memoria literaria de la dictadura y del terror tiene que hacer el duelo de lo que no se puede y lo que no se debería decir (Dove en Jelin y Longoni; 2005:153-154).

 

No olvidar y no ser olvidado es el fin último de la melancolía que sirve de motor al duelo literario. Por lo tanto, las narraciones ficticias basadas en hechos históricos de carácter testimonial tienen como movil, primero el legado de una memoria colectiva a las generaciones futuras (3), y segundo una catarsis que libere el silencio utilizando la memoria como recurso narrativo. Pues siguiendo a Sarlo, “si tuviera que hablar por mí, diría que encontré en la literatura las imágenes precisas del horror del pasado reciente y de su textura de ideas y experiencias” (Sarlo; 2005:163), donde al mismo tiempo que se evita el olvido, la literatura contribuye a la sanación, a la reconstrucción de la identidad fragmentada y a una toma de conciencia colectiva que franqueará, sin duda, el tiempo.

 

 

Notas

(1)                Reflexión hecha en torno al curso “Narrativa europea de la posguerra” impartido por el Dr. Wolfgang Bongers en la Universidad de Chile durante el periodo agosto-diciembre del 2008.

(2)                Ya que este trabajo no pretende enumerar las asociaciones implicadas, por no ser su objeto de estudio; no quiero proseguir sin antes decir que cada movimiento se guía por intereses específicos que surgen de un mismo conflicto: la dictadura. Así, tenemos dos ejemplos importantes, el caso de las “Madres de la Plaza de Mayo” quienes reclaman a sus hijos que tras ser presos políticos fueron torturados y desaparecidos; o el caso de Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que se encargó de establecer un informe que dio cuenta de las víctimas desaparecidas por la dictadura, todo dirigido el esclarecimiento de lo acontecido y el castigo a los responsables de tales violaciones a los Derechos Humanos.

(3)                Idea tomada  de Andrés Avellaneda en respuesta a su pregunta  “¿Qué fue construir sentido frente a ese monólogo autoritario del estado militar terrorista? La narrativa escrita ensayó  dos respuestas posibles. Por una parte, buscó resemantizar las marcas del castigo  y de la brutal ruptura del mundo social  a partir de estrategias textuales caracterizadas  por el quiebre de  la subjetividad, por la fragmentación de los hechos y por la desconfianza en el contrato mimético como forma del relato. Por otra parte, sobre todo después de 1983, ya totalmente invadida por la desconfianza sobre la validez de los sentidos totalizadores, procuró reinterpretar el  pasado en clave de presente” (Avellaneda en Bergero y Reati, 1997:151).

 

Bibliografía

 

Avelar, Idelber. 2000. Alegorías de la derrota: la ficción posdictatorial y el trabajo del duelo.

Santiago de Chile: Cuarto Propio. 336 p. ISBN 956-260-192-7.

Bergero, Adriana; Reati, Fernando comp. 1997. Memoria colectiva y políticas de olvido Argentina y Uruguay, 1970-1990. Buenos Aires: Beatriz Viterbo Editora. 376 p. ISBN 950-845-046-0.

 

Freud, Sigmund. 1976. Obras completas Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu. 408 p. ISBN 978-950-518-590-0.

 

Huyssen, Andreas. 2001. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de

globalización. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 284 p. ISBN 9681665295.

 

Jelin, Elizabeth. 2002. Los trabajos de la memoria. Madrid y Buenos Aires: Siglo XXI Editores. 146 p. ISBN 84-323-1093-X.

 

Jelin, Elizabeth y Longoni, Ana comp. 2005. Escrituras, Imágenes y escenarios ante la represión. Buenos Aires: Siglo XXI.  264 p. ISBN 978-8432311949.

 

Ricoeur, Paul. 1999. La lectura del tiempo pasado: memoria y olvido. Madrid: Ediciones de la

Universidad Autónoma de Madrid/ Arrecife. 119 p. ISBN 84-923792-2-7.

 

Sarlo, Beatriz. 2005. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo: una discusión. Buenos Aires: Siglo XXI. 166 p. ISBN 987-1220-22-7.

 

 

*Lic. en Literatura Latinoamericana por la Universidad Autónoma de Yucatán. Ha participado en congresos nacionales  e internacionales de literatura desde el 2007 a la fecha. Durante el segundo semestre del 2008 realizó una estancia de investigación académica, a través de movilidad estudiantil - UADY, en la ciudad de Santiago de Chile, investigando sobre literatura de posdictadura en el Cono Sur.

 

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