Editorial

Estimados lectores:

Esta es la última editorial que escribo para la revista. Habiéndose cumplido en agosto pasado, el término estipulado de tres años como Coordinador de la Maestría, me alejo satisfecho por lo realizado y agradecido por el apoyo de alumnos, profesores y autoridades. Este número es, en gran medida, producto de lo que no pudo entrar por razones de espacio en el anterior, a partir de la creciente recepción de colaboraciones efectuada en la convocatoria de principios de este año. La instalación de la revista en el campo de estudios de pertenencia se demuestra, entonces, como lograda. La futura dirección de la nueva coordinadora de la Maestría, la profesora Ana Barletta, le agregará indudablemente, a la condición mencionada, el prestigio de quien ha venido trabajando, de manera pionera, en la temática de la historia reciente argentina, hace ya varios años. No queda esperar más, entonces, que el acrecentamiento exponencial del ascendiente de nuestra hoja digital y su constitución en punto de referencia para los estudiosos de la relación entre Historia y Memoria.

            Las fotos sobre Guatemala, que adelantan en la tapa la inclusión de investigación dedicada a este país, muestran que la perspectiva latinoamericana está claramente perfilándose como motivo de interés predominante en nuestra carrera de posgrado; repercutiendo, por lo tanto, en su órgano de difusión. Los rostros de los desaparecidos nos alertan acerca de una hermandad en el dolor, que sea probablemente más movilizadora que cualquier encendido alegato de integración subcontinental. Por otro lado, las presencias, tangibles y enriquecedoras entre nosotros, de profesores como Rafael Cuevas Molina –quien supo ofrecernos un seminario- y de alumnos como Brenda Oliva Lara –actual becaria Carri en este posgrado, también nos han acercado de manera preciada, lo concreto de la posibilidad de desarrollar vínculos con ese país y con toda la región centroamericana.

            Asimismo, los relatos sobre Colombia están presentes, haciendo acostumbrado –pero no por ello menos desafiante a la interrogación comparada- el recorrido por temas relativos a ese país (relacionados con la violencia, el conflicto y la memoria). Temas que hace unos años parecían alejados de los intereses directos de nuestra comunidad académica y que ahora se presentan como interlocutores especialmente dinámicos y cuestionadores.

             Finalmente, la tradición originaria sobre los estudios de historia reciente argentina, se mantiene persistente, expresando un rico panorama que comienza, no ya en la última dictadura militar (la que sin embargo es indagada bajo numerosas intervenciones); sino que también incorpora sucesos previos, como los relativos al derrocamiento del primer gobierno peronista.

            Luego de distraerme en algunos de los múltiples contenidos de este número, y mencionar las características que incitan a su lectura; me despido, entonces, de mi condición de editorialista, para asumir en el próximo número, la mágica condición de lector no avisado, de sorprendido constatador de la versatilidad polifónica de nuestros alumnos. Aunque como supo cantar Gilda (en un seguramente no voluntario contrapunto del “Ceci n’est pas une pipe” de Magritte): “esta no es mi despedida”… 

Andrés Bisso.