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Usted está aquí: Inicio Números Número 7 Reseñas, crónicas ... Mundos del detenido-desaparecido. El sinsentido de la catástrofe. Reseña del libro: Gatti, Gabriel (2011). Identidades desaparecidas. Peleas por el sentido en los mundos de la desaparición forzada. Buenos Aires: Prometeo Libros (1)
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Mundos del detenido-desaparecido. El sinsentido de la catástrofe. Reseña del libro: Gatti, Gabriel (2011). Identidades desaparecidas. Peleas por el sentido en los mundos de la desaparición forzada. Buenos Aires: Prometeo Libros (1)

Aletheia, volumen 4, número 7, octubre 2013. ISSN 1853-3701

Ohanian en PDF/Reseñas

 

María Jazmín Ohanian*

Universidad Nacional de San Martín

Buenos Aires, 2013

jaz.ohanian@gmail.com

 

ohanianResumen: En este libro, Gabriel Gatti se propone dar cuenta, con un lenguaje claro y sensible, de distintos mecanismos y vehículos de construcción de identidad y sentido después del quiebre de los marcos interpretativos que trae consigo la figura del desaparecido. Su hipótesis principal es que la desaparición forzada es una catástrofe para la identidad y para el lenguaje, pero que existe un lugar para vivirla y es el “mundo del detenido-desaparecido”. En función de su objetivo de pensar distintas formas de representar y vivir esa catástrofe, Gatti construye dos tipos ideales: por un lado analiza las “narrativas del sentido” desde la vocación explicativa transicional, mientras que por otro lado problematiza a “las narrativas de la ausencia de sentido” con aspiraciones de habitar una ausencia institucionalizada gracias a la invención de lenguajes que hospedan realidades catastróficas e incómodas.

 

Palabras clave: Detenidos-desaparecidos, catástrofe, identidad, lenguaje.

 

El libro de Gabriel Gatti constituye una novedad dentro de las publicaciones actuales que analizan sucesos y sujetos de la última dictadura militar argentina (1976-1983), ya que no focaliza ni en la construcción de memorias, ni en los centros clandestinos, ni en la guerrilla de izquierda. Su interés está centrado en las batallas por el sentido y los mundos que la figura del detenido-desaparecido protagoniza. Gatti presenta su obra desde un complejo e incómodo punto de vista que atraviesa su subjetividad más personal: se identifica como Doctor en Sociología y como hijo, hermano, cuñado y primo de desaparecidos. Este escrito desde sus tripas, constituye un estudio sobre cómo habitar el mundo de la desaparición forzada de personas.

En todo su recorrido, se apoyará en un exhaustivo trabajo analítico de sus registros de campo para dar cuenta de esas sensaciones o palabras que no puede decir de otra forma. Son esas expresiones personales, a la salida de un ex centro clandestino, o la angustia de ver cajas apiladas sin nombres, las que promueven la reflexión y permiten a Gatti pensar sobre las batallas del sentido que se libran en el mismo territorio del lenguaje. Y aquí radica una de las particularidades de su obra, ya que, a diferencia de otras investigaciones, el autor ejerce una distinción muy clara entre las formas de decir y vivir el sinsentido desde la ausencia de los protagonistas y las categorías analíticas para explicar dichos procesos, utilizadas por profesionales de las ciencias sociales.

Su trabajo habilita el análisis de nuevos lugares de enunciación desde el agujero de la catástrofe. Para delimitar ese agujero desde el cual pensar y pensarse, utiliza la definición de campo de Pierre Bourdieu y expresa que lo importante es la fuerza de los agentes intervinientes y las relaciones sociales que entre éstos se construyen. Define entonces al “campo del detenido-desaparecido” como un mundo complejo y singular creado y recreado desde la década del setenta con la extraña figura del desaparecido en el centro rodeado de instituciones, retóricas y movimientos sociales que le son propios y le habilitan una cotidianidad. Explica que, a través de estos mecanismos narrativos, “el campo brota y empieza a haber vida en él” y en esa misma vida, los agentes protagonistas luchan por imponer verdades, limitar contenido y estandarizar cotidianidades. Propone entonces, una nueva tarea: “¿Por qué, en lugar de explicar y racionalizar, no iba la sociología a poder acompañar en sus paseos por lo que no tiene sentido a las cosas que analiza?”

En su primer capítulo “Una catástrofe para el sentido”, Gatti sienta las bases de su hipótesis principal al explicar cómo el concepto de catástrofe referido al lenguaje y a la identidad se sitúa en una América Latina “civilizada y letrada” que posibilitó la creación de un individuo pensado y destrozado por el mismo Estado. Afirma que la desaparición forzada de personas es una catástrofe ya que se produce un distanciamiento entre los hechos y su sentido. Es la no-palabra, el hecho indecible. Pero advierte que debe ser entendido en el marco de un proceso moderno de civilización donde lo que no tiene nombre queda por fuera sin identidad.

Avanzando en su explicación sobre la máquina desaparecedora, en su segundo capítulo Gatti reconstruye cómo el dispositivo destrozó al producto moderno del individuo-ciudadano y con ello las formas de expresarlo. La desaparición forzada de personas impidió ambas cosas: la identidad y el lenguaje. Gatti promueve la reflexión del lector al presentar al detenido-desaparecido como individuo retaceado ya que su nombre está separado de su cuerpo despropiándolo de su ciudadanía y asaltando su identidad por su pérdida de nombre. Por eso lo considera una catástrofe: “las cosas no tienen ya palabras para darles consistencia. Invita a pensar esta catástrofe como un terremoto del sentido, dislocando significaciones y cosas, contemplando la perfección represiva en el cuerpo e identidad del detenido-desaparecido, mientras se desmorona la arquitectura moderna y la posibilidad de representar. En este sentido, y para dar cuenta de este desmoronamiento, introduce la problemática de los ex detenidos-desaparecidos y su fatídica relación con la imposibilidad del lenguaje para dar cuenta de una experiencia y un lugar donde las palabras rebotan. El testimonio expresa así lo sucedido y la imposibilidad de contar lo que los desaparecidos vivieron. En esta tensión del lenguaje es donde Gatti ubica la catástrofe.

Cómo y quiénes narran y dan sentido a ese mundo desordenado que desgarró al sujeto en tanto identidad y lenguaje será el objeto a desarmar en su tercer capítulo titulado “Los militantes del sentido”. Si, tal como Gatti desarrolla, la catástrofe deshace, quiebra y expulsa al lenguaje a los límites de lo irrepresentable, ¿cómo hacer para convertir a ese campo, innombrable, en algo representable? Propone entonces, que hilando los sucesos y “desvirtuando la desaparición” puede realizarse una cadena de sentidos. La paradoja es que si la catástrofe deja el mundo del sinsentido, deja de ser una catástrofe.

Desde este marco de análisis construye cuidadosamente los mecanismos de cuatro prácticas profesionales que integran el campo de los “militantes de la recuperación del sentido”. Encuentra que los arqueólogos son responsables de limpiar escombros y ver qué hay debajo de ellos ya que considera los centros clandestinos como operadores de la devastación, hoy en ruinas. Y desde ahí, recorre dos posibles prácticas en relación con esos sitios que se convierten en ruinas en tanto espacios carentes de sentido. A su vez, identifica en los archiveros la tarea de ordenar, limpiar y mostrar las tripas del monstruo a través de la creación de archivos, documentos y registros burocráticos. Las prácticas de recomposición de los cuerpos y las mentes, quedan en manos de los antropólogos forenses y los psicólogos. Mientras que unos rearman los cuerpos retaceados para devolverles la identidad y retornarlos al sentido, los otros recomponen la psique sometida al trauma de los individuos doloridos.

Se inspira en el caso de las Abuelas de Plaza de Mayo en su cuarto capítulo como una práctica exitosa que sintetiza la militancia en búsqueda del sentido y la identidad en dos ejes: familia y genética. Para hablar de la maquinaria simbólica de las Abuelas de Plaza de Mayo y su búsqueda de identidad como pilar esencial del sentido, refiere a la creación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad y el Archivo Biográfico Familiar como espacios para la reconstrucción del vínculo con sus nietos y resistir así, a la separación del sentido. Según Gatti, el ADN se convierte en tótem de la identidad, donde la huella genética se suma a la poderosa retórica de la autenticidad familiar.

Para dar inicio a sus últimos dos capítulos, el autor reconstruye las condiciones de producción de las narrativas de la ausencia del sentido, aquellas que hacen explícita la catástrofe abrazando ese lugar incómodo para construir identidad. Adoptando una mirada comprensiva, Gatti brinda una descripción minuciosa sobre cómo algunos artistas han desplegado discursos que normalizan la catástrofe al convertirla en lugares estables y habitables para gestionar el desastre. Afrontar lo no representable. La posibilidad de construir nuevos lenguajes para afrontar esa paradoja de lo indecible es, según Gatti, donde radica la eficacia del arte.

Más allá de los militantes de recuperación del sentido, el autor incluye a otros habitantes del mundo del detenido-desaparecido: son los afectados más directamente por la catástrofe, esos sujetos que despliegan lenguajes y prácticas desde sus zapatos. Para ello, expone dos tipos ideales relacionados a los ya elaborados en su libro: los que bregan por la recuperación del sentido y los que nadan en la ausencia. Los primeros los entiende dentro de un paradigma de “familia rota” donde se intenta recomponer un sentido quebrado, y donde existe y se vive un dolor sin fin. El segundo grupo, nombrado como “post-huerfanitos” lo entiende como un paradigma novedoso acostumbrado a la ausencia y a la catástrofe donde, desde el vacío, brotan estrategias que lo hacen habitable. Estos post-huerfanitos le permiten a Gatti pensar y reflexionar sobre figuras de identidad límite, retomando los marcos teóricos de Judith Butler para superar el concepto de anomia de Émile Durkheim donde se habita lo invisible. En el mundo del detenido-desaparecido, la normalidad es la ausencia.

En sus conclusiones, Gatti resuelve que el desaparecido es un paradigma exitoso que permite pensar a los fuera de serie, a las paradojas del lenguaje del sinsentido más allá de la experiencia argentina. Los militantes del sentido han logrado un vehículo para aproximarse a lo irrepresentable y parece, tal como expresa Gatti, que se ha vencido la batalla y se ha construido un lenguaje para decir lo imposible.

Quizás el principal aporte del autor es afirmar que la palabra puede expandirse mientras haya sujetos conviviendo con la paradoja de lo indecible; actuando sobre el vacío sin desnaturalizarlo. En este caso, Gatti presenta estrategias puntuales que permiten repensar la práctica profesional en cuanto a la gestión de cuerpos desarticulados, de archivos sin datos, de espacios en ruinas y de tipologías jurídicas inexistentes. A través de su enfoque novedoso, el autor nos invita a formular nuevas preguntas que permitan ilustrar otros mundos narrativos para ayudar a entender en sus propios términos a la catástrofe, ya que en el sinsentido puede estar el sentido mismo de estas experiencias.

 

Notas

 

(1)   Este libro es una revisión aumentada de la edición publicada en Montevideo en 2008 por Ediciones Trilce con el título: El detenido-desaparecido. Narrativas posibles para una catástrofe de la identidad.

 

* Profesora en enseñanza media y superior de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente finalizando la Maestría en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural, de la Universidad Nacional de San Martín. Integrante de diversos equipos de investigación de la Universidad Nacional de General Sarmiento y de la Universidad de Buenos Aires. Realiza investigaciones sobre la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

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