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¿Por qué traducir a Alessandro Portelli?

volumen 4, número 7, octubre 2013. ISSN 1853-3701

Hernán Sorgentini*

 

UNLP-IdIHCS/CISH

 

 

Este artículo de Alessandro Portelli nos ofrece un ejemplo de las posibilidades de la historia oral para analizar memorias conflictivas que resuenan vívidamente en el presente. Portelli estudia los modos en que se ha recuperado y reelaborado la historia de una de las varias masacres perpetradas por los alemanes cuando se retiraban de Italia al final de la Segunda Guerra Mundial: la que tuvo lugar a fines de junio de 1944 en Civitella Val di Chiana, un pequeño pueblo rural en la región de Toscana. El registro de este caso puede leerse en contrapunto con su gran estudio sobre la memoria de la masacre de las Fosas Ardeatinas ocurrida en la ciudad de Roma en marzo de ese mismo año (La orden ya fue ejecutada, publicado en castellano por Fondo de Cultura Económica en 2003)

El texto que presentamos se destaca por la especial lucidez con que Portelli conecta y potencia varios de los territorios en los que habitualmente despliega la politicidad de su mirada: la subjetividad, la historia oral, la memoria. Así, si el análisis de la memoria parte del reconocimiento de las dinámicas propias del recuerdo, a la vez se entreteje con una consideración de las mediaciones de la ideología y la política que operan sobre ellas. A partir de integrar estos dos aspectos, se percibe más claramente el proyecto de la historia oral. Éste se orienta a analizar las narrativas que dan forma a las llamadas memorias conflictivas a partir de problematizar la subjetividad como punto en que convergen y se entremezclan hechos y representaciones. La historia oral es específicamente histórica en tanto el territorio de la subjetividad efectivamente nos permite comprender lo que sucedió, incluida la propia “historia de la memoria”, pero también se beneficia significativamente de las posibilidades del análisis literario, más allá de toda reducción formalista. Portelli sabe que establecer cuándo comienza una historia es clave para determinar qué significados construye esa historia, qué valoraciones implícitas se asignan a las acciones de los protagonistas que se incorporan a la trama, cuáles son sus moralejas.

Esta combinación de elementos que condensa la historia oral ofrece una sencilla y convincente estrategia para enfrentar los dilemas filosóficos que suelen referirse como propios de la recuperación y significación de las “experiencias límite”: frente a los peligros de las derivas especulativas sobre la imposibilidad de la representación, Portelli nos recuerda que hay muchas tareas concretas por hacer en relación con develar y confrontar los casi siempre inapropiados modos en que lo supuestamente indecible es dicho. Su estrategia se delinea a partir de una mirada política que es humilde, original y muy incisiva, una mirada que reclama en la izquierda una posición y una palabra a la vez honestas y demoledoramente críticas, aquella mirada que, en su libro sobre Roma, tras presentar un relato polifónico construido a partir del reconocimiento y el respeto a las distintas voces, encuentra su propia dificultad para nombrar a las víctimas de la masacre de las Fosas Ardeatinas, dejándonos una pregunta y una búsqueda de resonancias universales: “Cómo quisiera que tuviéramos palabras nuevas capaces de designarlos a todos juntos. Mártires tiene una connotación religiosa demasiado fuerte, una esperanza de recompensa ultraterrena, que no siempre refleja todas las subjetividades; el más laico héroes tiene connotaciones de superhombre, masculinas, militaristas (como de modo más atenuado, caídos). ¿Tendremos alguna vez palabras laicas y civiles para designar a estos fundadores de nuestra conciencia, palabras que no los entreguen, con sólo nombrarlos, a la bandera y al crucifijo, a las Iglesias y los Ejércitos, delegados permanentes de la administración de la muerte?”

Desde este repertorio llegamos al caso del que Portelli se ocupa en este artículo: una memoria local en la que predomina el rechazo a la genérica apreciación positiva del legado partisano sobre la que se construyó la memoria antifascista de la democracia italiana con posterioridad a la guerra. La mirada focalizada en lo local –que integra, por ejemplo, perspectivas sobre cómo las divisiones territoriales o de clase que estructuran la comunidad influyen en las representaciones sobre la presencia de los partisanos en el pueblo- se proyecta hacia lo nacional al punto de poner en cuestión los nudos centrales de la ideología que acompañó la construcción de la identidad antifascista y las falencias de su historiografía. ¿Por qué la memoria antifascista predominante en la llamada interpretación “oficial” no arraiga, no logra ser hegemónica en Civitella? Portelli examina esta cuestión sin contemplaciones, sugiriendo que las propias inconsistencias de la ideología antifascista –comprensibles hasta cierto punto por su contradictorio desarrollo sobre el sustrato del anticomunismo de la guerra fría- impidieron problematizar en la cultura de izquierda temas tabú de la acción partisana y que esas inconsistencias, inadvertidamente, ayudaron a reforzar una contramemoria de derecha sobre la que se asienta la rehabilitación del fascismo desde los años noventa.

No hace falta notar cuánto estas apreciaciones hablan de la Argentina. El texto de Portelli nos interpela porque muestra cómo los avances de la memoria política de los proyectos de transformación social y los espacios lentamente ganados en la construcción de un relato potencialmente hegemónico pueden socavarse desde sus bases endebles y sus inconsistencias internas. Las lecciones de la experiencia italiana y del modo en que la presenta Portelli no pueden ser más pertinentes para volver sobre la historia reciente argentina: también una historia de expectativas de revolución, represión y contradictoria construcción democrática en las postrimerías del terror que, parafraseando a Walter Benjamin, podemos decir que todavía espera justicia.

 

 

*Hernán Sorgentini es profesor de la Maestría en Historia y Memoria de la FAHCE-UNLP.

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