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Las memorias que seremos. Memoria y olvido en el discurso oficial sobre el conflicto armado colombiano en el pasado reciente

Aletheia, volumen 5, número 9, octubre 2014. ISSN 1853-3701

Zuluaga/Reseña de tesis en PDF

Marda Zuluaga A.*

Universidad EAFIT / UNLP

 Medellín,Colombia.

2014

marda.zuluaga@gmail.com

 

 

Tesis de Maestría en Historia y Memoria. Universidad Nacional de La Plata.

Fecha de defensa: 27 de junio de 2014

 

Directora: Valentina Salvi (UBA – CONICET)

Co-directores: Elsa Blair Trujillo (Universidad de Antiquia) y Santiago Cueto Rúa (UNLP)

 

Resumen

 

El conflicto armado colombiano, con sus más de cinco décadas de duración, es uno de los asuntos más estudiados por académicos tanto locales como de distintos lugares del mundo. Ha sido analizado desde distintas ópticas, haciendo énfasis en aspectos variables según el campo desde el que se mire y las problemáticas que se pretendan comprender: sociales, económicas, políticas, humanitarias, etc. La perspectiva elegida para la realización de esta tesis no estuvo centrada en las dinámicas del conflicto en sí, sino que se propuso abordar una dimensión relativamente reciente que ha venido tomando fuerza en los últimos años, a raíz de los más recientes procesos de negociación con algunos de los grupos armados ilegales que han hecho parte de la confrontación con el Estado colombiano. Esta dimensión es la memoria histórica del conflicto promovida y construida por iniciativa estatal, a diferencia de las manifestaciones más espontáneas y aisladas que muchas comunidades habían venido realizando para preservar sus recuerdos acerca de eventos traumáticos relacionados con el conflicto armado de los que fueron víctimas o testigos. Esta labor fue encomendada inicialmente (año 2007) al Grupo de Memoria Histórica –GMH–, un área dentro de la Comisión de Reparación y Reconciliación que había sido creada por disposición de una ley conocida como Ley de Justicia y Paz que reguló una de las mayores desmovilizaciones de grupos paramilitares en el país. Posteriormente, en 2011, con la promulgación de una nueva Ley (conocida como Ley de Víctimas) el Grupo se convirtió en Centro de Memoria Histórica y pasó a tener a cargo todo lo relacionado con los derechos humanos de las víctimas del conflicto, además de recibir el encargo de construir no sólo un relato que permitiera comprender el origen, devenir y efectos del conflicto, sino también un museo nacional de la memoria.

 

Las memorias que seremos se ocupa de estudiar el contexto de surgimiento del Grupo de Memoria Histórica y sus transformaciones relacionadas con las leyes mencionadas, comprender sus lógicas de trabajo y las características de quienes lo conforman y de analizar el proceso de construcción de las memorias que llevaron a cabo hasta la publicación del emblemático informe ¡Basta ya! Colombia, memorias de guerra y dignidad que fue entregado al presidente de la Nación el 24 de julio del año 2013. Se analizan también los sentidos promovidos en dicho informe, las estrategias discursivas a las que apela y algunos de los presupuestos éticos en los que se sustenta.

 

Palabras Clave: memoria- conflicto armado- Colombia- discurso oficial

 

 

 

Esta tesis comenzó como una inquietud acerca del discurso oficial sobre el conflicto armado colombiano en el pasado reciente, partiendo del supuesto de que los pronunciamientos, acciones y producciones que provienen del Estado tienen un potencial superior al de otros discursos para instalarse en la esfera pública e incidir en el saber y posiciones de los ciudadanos sobre una realidad particular. Decidimos centrar nuestra atención en la más reciente iniciativa estatal relacionada con este tema: el Grupo de Memoria Histórica –GMH–. Una de sus principales particularidades era justamente que se trataba del primer emprendimiento de memoria promovido directamente desde el Estado colombiano y que, a diferencia de experiencias anteriores, no pretendía ser un diagnóstico elaborado por expertos acerca de las situaciones asociadas al conflicto y la violencia, sino que se buscaba hacer una reconstrucción de las causas que dieron origen a los grupos armados ilegales y a los estragos que su accionar habían dejado a lo largo del territorio en los más de cincuenta años de confrontación.

 

El Grupo de Memoria Histórica, una derivación de la Ley de Justicia y Paz del año 2005, se convirtió en el centro de nuestra indagación. No sólo resultaba sorprendente su creación durante un gobierno que se había empeñado como pocos en la búsqueda de la terminación del conflicto armado por la vía de la derrota militar de los actores ilegales, sino que su propia composición resultaba llamativa, pues no lo conformaban precisamente figuras afines a esa postura de gobierno. Una de las conclusiones importantes que surgió de esta indagación es que no puede pensarse el Estado como un ente monolítico en el que todas sus partes son comandadas por un solo y mismo centro, sino que existen en su interior diferentes tipos de instituciones y agrupaciones con intereses y presupuestos propios, de cuya relación surgen tensiones y disputas que han de ser resueltas no necesariamente en la vía de lo que una jefatura temporal de gobierno indique.

 

Un análisis de la estructura formal de los informes producidos por el GMH y del lenguaje que en ellos es empleado nos llevó a la conclusión de que el manejo que hacen del discurso cumple una función esencial en sus propósitos de transmitir un relato que cumpla, a nuestro entender, con al menos cuatro condiciones básicas: 1) sensibilizar a las personas que no han vivido directamente los embates del conflicto; 2) generar reflexión en torno a las causas estructurales de la confrontación para entenderla en un marco amplio, en el que la atribución de responsabilidades es compleja y no pueden simplemente identificarse “malos” y “buenos”; 3) hacer una crítica del papel que el Estado y un gran número de funcionarios e instituciones han asumido a lo largo de estas décadas de violencia; 4) interpelar a la sociedad civil que ha sido en ocasiones cómplice de las acciones armadas ilegales (por acción, por omisión o por justificar las agresiones hacia algunas comunidades) y, en otras, ha actuado con indiferencia ante las miles de víctimas que han sufrido las acciones de todos los actores del conflicto (legales e ilegales).

 

Unaparadoja en la que se asentó el trabajo del GMHfue que la segunda de las leyes que reguló su hacer y amplió sus funciones(al convertirlo en Centro Nacional de Memoria Histórica), incluye un parágrafo que prohíbe explícitamente la elaboración de una verdad oficial acerca del conflicto armado por parte de organismos estatales. Numerosos teóricos de la memoria que han advertido de los peligros de que sea el Estado el que emprenda acciones de memoria han fundado sus temores y sus críticas precisamente en el riesgo hegemonizante que tienen las producciones estatales y, en particular, advierten sobre los peligros de que se termine elaborando una verdad oficial sobre hechos violentos que desconozca las voces de los vencidos, de los oprimidos, de las víctimas de las fuerzas estatales. Si el GMH iba a ser el portavoz oficial de la memoria, ¿cómo garantizar que lo que iban a contar no terminara por convertirse en una verdad igualmente oficial? Hizo falta para encarar este asunto distinguir entre varios sentidos de lo oficial y admitir que, si bien los informes del GMH son oficiales en el sentido amplio que reviste de oficialidad cualquier acción o producto que depende o procede del Estado, no lo es en términos de constituir una versión cerrada, incuestionable y simplista de una serie de acontecimientos en los que el Estado mismo está implicado, y no siempre como veedor del orden y protector de los derechos ciudadanos. La sola vastedad de la producción del GMH, que abarca decenas de investigaciones sobre casos emblemáticos del conflicto ocurridos en distintos puntos del territorio nacional, así como textos temáticos que analizan las diversas problemáticas que han atravesado las confrontaciones, además de un archivo de las iniciativas independientes de memoria que han tenido lugar en muchas comunidades (la mayoría de las veces sin acompañamiento estatal), dan cuenta de que no ha sido el interés del Grupo mostrar una visión simplificada del conflicto armado que saque en limpio al Estado colombiano, sino más bien mostrar las dimensiones de lo que ha vendido sucediendo, sus recurrencias, complejidad y, sobre todo, la capacidad que han tenido víctimas, testigos y sobrevivientes para sobreponerse a los atropellos y pérdidas sufridos y para luchar por su dignidad en un país que durante largos períodos les ha dado la espalda.

 

El carácter estatal del GMH y su compromiso abierto y sin ambages con las voces y la dignidad de las víctimas, imprime a sus informes y todas sus elaboraciones un tono que, para algunos, puede parecer militante, pero que ellos justifican a partir de la invocación de una responsabilidad política que no le compete solo a los gobiernos de turno sino al Estado y la sociedad colombiana en su conjunto. Los informes del GMH denuncian, explican, interrogan e instan a que cada persona que se encuentra con sus informes se pregunte de qué manera su actitud ha influido, por poco que parezca, en el devenir del conflicto armado y qué ha hecho o podría hacer para incidir de otra manera en el curso de los acontecimientos. Sin que se diga explícitamente, hay una búsqueda por hacer que el lector asuma una posición activa y se reconozca como sujeto político que tiene algún papel que desempeñar en la transformación de la situación casi cíclica del país.

 

Esta pretensión hace encajar el trabajo del GMH en otro de los referentes fundamentales del campo actual del estudio y las luchas por la memoria: hacen una reconstrucción del pasado desde el contexto del presente, pero siempre con miras a la construcción de un futuro en el que la guerra no sea ya la protagonista absoluta de la historia de Colombia. Por eso, pese a ser un grupo conformado principalmente por reconocidos académicos e intelectuales, no instalan sus construcciones en el terreno aséptico de la evaluación y el diagnóstico investigativo. No se limitan a describir las cosas como son y a explicar las posibles causas y relaciones intercausales que han llevado a este estado de cosas, sino que asumen una postura ética y política desde la cual le apuntan también a un deber ser que consideran mejor y más conveniente para el destino de la Nación: aparecen allí la importancia de la salida negociada del conflicto armado, el respeto de los derechos humanos, la revisión de las causas estructurales de la violencia (disputas por la tierra, desigualdad, precariedad democrática, intolerancia hacia la diferencia, corrupción e impunidad, entre otras) y la necesidad de adelantar acciones que permitan superarlas; la generación de sensibilidad y consciencia amplia de la ciudadanía de las implicaciones que tiene vivir en un país en guerra, aun si no todos sus habitantes padecen en carne propia las consecuencias de la misma.

 

En suma, el trabajo del GMH, tanto en sus producciones escritas como audiovisuales, parece estar organizado de tal modo que los lectores y espectadores transiten un camino que va de lo racional a lo emocional y que culmina con la instalación de un sentimiento de esperanza, como se detalla en el último capítulo.

 

En un país que tradicionalmente no le había dado un lugar importante a la historia de su confrontación armada, en el que ni siquiera existe una asignatura exclusiva para la historia en los currículos escolares, y en el que el contexto permanente de miedo y zozobra por la continuidad de la guerra ha hecho que sea el silencio el que se imponga, especialmente entre las víctimas y testigos de la misma, la creación de un organismo como el Grupo de Memoria Histórica es de una importancia capital: allí donde nadie contaba lo que había pasado, empiezan a emerger una variedad de relatos en diferentes regiones que pueden hacerse oír por la intermediación de una entidad oficial y, merced al tipo de construcción que ha hecho el GMH, las personas afectadas pueden comenzar a relacionar lo que les sucedió y les parecía tal vez único, con una historia más amplia que cobija a toda la nación. Justamente uno de los esfuerzos más patentes en la producción del GMH es establecer esa conexión no siempre obvia ni sencilla entre lo local y lo nacional, señalando regularidades, recurrencias y estrategias que conectaban las acciones de los grupos armados aun donde daban la impresión de ser hechos aislados.

 

Por ahora, no es claro cuánto tiempo más durará el Centro (antes Grupo) de Memoria Histórica ni mucho menos el conflicto armado. Lo que queda claro es que lo que han hecho hasta el momento es una contribución importante para el esclarecimiento histórico del mismo y para otorgarle un lugar diferente y quizá necesario a las miles de víctimas que ha dejado. Del mismo modo, se han venido trazando unas vías de circulación de su producción que han apelado al uso de los medios masivos de comunicación y las redes sociales y que, poco a poco, han ido permeando el espacio público e instalando debates que hasta hace unos pocos años no se presentaban en el grueso de la sociedad. El país está hablando ahora de víctimas, de memoria, de responsabilidades, de un posible posconflicto y, aunque sería ingenuo suponer que la confrontación cesará de un día para otro con la firma de tratados con algunos de los grupos armados, también lo sería no reconocer que hay circunstancias que se están transformando y que parecen favorecer –aunque, por supuesto, no garantizar– un futuro menos violento para Colombia. Alguna de las personas entrevistadas para el desarrollo de este trabajo dijo que creía que el país no sería el mismo si no se hubiera creado el Grupo de Memoria Histórica. Está por verse cuánta razón le asiste.

 

*Marda Zuluaga es Psicóloga de la Universidad de Antioquia, Magíster en Historia y Memoria y estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente, se desempeña como docente del programa de psicología de la Universidad Eafit y hace parte activa del grupo de investigación El método analítico, adscrito a esta Universidad y a la Universidad de Antioquia. Es autora del libro Identidad y devenir, y coautora de los libros Memorias desde el sur, El método analítico, El objeto de la psicología y Relaciones psicología-psicoanálisis.    

 

 

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