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Aletheia es una revista electrónica semestral sobre problemáticas de historia y memoria colectiva en torno al pasado reciente argentino y de las sociedades latinoamericanas, en sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales.

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¿AQUÍ ARCHIVAMOS LA MEMORIA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL? Valor e importancia del Archivo de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (2008-2015) (*)

Aletheia, volumen 6, número 11, octubre 2015. ISSN 1853-3701

Ogass Bilbao/Dossier en PDF


 

Claudio Moisés Ogass Bilbao*

Archivo y Centro de Documentación de la Federación de Estudiantes

Universidad de Chile

Santiago de Chile, 2015

cm.ogass.bilbao@gmail.com

 

Resumen: El presente artículo pretende realizar un repaso crítico por el devenir del Archivo y Centro de Documentación de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (AFECH) con el objetivo de indagar su importancia para diversos actores y usuarios. Originado en 2008, su misión es rescatar, conservar, potenciar y difundir las memorias de uno de los organismos de representación estudiantil más longevos y trascendentes como agente social en sus 110 años de existencia: la FECH. De ahí su consideración como el primer archivo patrimonial del movimiento estudiantil chileno y el espacio que custodia su memoria. No obstante, pretendemos sondear hasta qué punto esta frase se queda en el slogan o alude a una realidad experimentada por las diferentes generaciones de “hijos de Bello” (1). Así, nos preguntamos: ¿es necesario un archivo del movimiento estudiantil que, como esbozan algunos académicos, posee una memoria amnésica? Entonces, ¿cuál es el valor y el sentido del Archivo FECH? Para ensayar una respuesta y apreciar esta iniciativa en perspectiva histórica, realizaremos una genealogía en clave foucaultiana, proponiendo una lectura psicoanalítica del proceso de conformación de este repositorio. Vale decir, tal como plantea Jacques Derrida, como una lucha entre dos fuerzas: el Eros, la pulsión de archivo y la conservación, y el Tanatos, la destrucción constante.

Palabras claves: AFECH, memoria, movimiento estudiantil, patrimonio documental, archivos

 

Los Archivos tienen dos historias: una pública y una privada. La primera nace de la necesidad de la institución por atraer usuarios y con la intencionalidad de exhibirse. Se trata de una inquietud interna que se materializa por medio de la escritura y que responde a una pregunta: ¿cómo queremos que nos vean los otros? Relato interesado, es una selección y una poda: la narración es como un bisturí que, sobre una superficie dúctil y maleable, va forjando una imagen que resalta características investigativas y patrimoniales. Invitación provocada y estrategia de enganche, no rehúye de la hipérbole, sino que coquetea con el slogan. Por lo mismo, es proclive a la pirotecnia semántica: aquellas frases de hermosa sonoridad que captan la atención fulminante del público, pero que, tras un análisis más sesudo, denotan liviandad y vaciedad (Ogass, 2014: 15). Su zona de incrustación y visibilidad predilecta son las introducciones de las guías, inventarios y catálogos. En resumen: es lo que las relaciones públicas llaman la visión institucional. A contrapelo de ese relato seleccionador se ubica otra historia: la formada, principalmente, por todo aquello que fue arrojado por el cincel de esa historia lineal, destellante y casi pulcra. Como no pretende mostrarse ni perpetuarse, no se fija por medio de las letras. Así, su oralidad la condena potencialmente al olvido. Caso contrario intenta relegarse hasta el anonimato más aplastante. Es, entonces, una zona oculta: allí se ubican los problemas, las discontinuidades, las rencillas, las bajezas, las críticas y las desavenencias.

La antropóloga británica Mary Douglas ha planteado esta disyuntiva desde la óptica de un análisis institucional. Según ella, “las instituciones crean lados oscuros donde no se puede ver nada ni se pueden hacer preguntas. También hacen que otras zonas muestren una prolija precisión de detalles que se estudian y ordenan con minuciosidad” (Douglas, 1996: 104). Si seguimos al archivero italiano Elio Lodolini en cuanto a que “la ordenación del archivo desciende, pues, de la historia de las instituciones” (Lodolini, 1993: 162), la aplicación tiene lógica. El Archivo extramuros frente al intramuros. ¿Será tiempo para hablar de una historia oficial y una historia desde abajo y desde adentro del Archivo?

Acá no pretendemos responder esa pregunta. Nuestro interés es que este breve exordio prefigure el enfoque y el contenido de este texto: lo que sigue es una mirada crítica y poliédrica sobre el proceso de conformación del Archivo FECH y, principalmente, sobre su vinculación con el organismo al que debiese servir y el movimiento estudiantil. Está azuzada por la experiencia de conducir esta entidad desde 2013: tres años en que han desfilado el mismo número de directivas. Enfatiza, entonces, en los constantes problemas y diversos desafíos que plantea su administración y que, en caso de no resolverse, amenazan con estancarlo definitivamente.

Es un consenso básico en Archivística la idea de que el archivo es un proceso de acumulación y eliminación de documentos que testimonian la actividad y el funcionamiento de una institución. También, que el Archivo ostenta dos grandes beneficiarios: el titular que lo crea y, luego, la sociedad que sucesivamente recurre a él en función de garantizar ciertos derechos y satisfacer sus necesidades de memoria e información. En ese sentido, el Archivo arrastra una tensión permanente entre los anhelos institucionales internos y las expectativas y usos efectivos que le imponen los usuarios desde fuera. Los españoles José Luis y Julia Rodríguez de Diego elevan esta dinámica al rango de “ley general”. Se trata de “dos finalidades, dos polos que tensan la vida interna del archivo, que lo proyectan simultáneamente hacia dentro y hacia fuera, que validan indefinidamente su existencia y lo enraizan en el conjunto de una sociedad, cualquiera que esta sea y el periodo temporal en que se desenvuelva” (Rodríguez de Diego, 1998: 464).

Aplicado al AFECH, los anhelos chocan, constantemente, con la realidad, provocando una descompensación entre lo externo y lo interno. Lo que tenemos es, por un lado, un Archivo que crece involuntariamente en reconocimiento exterior, que se inserta en la comunidad archivística nacional y que diversifica sus usuarios producto de la polifuncionalidad y el valor informativo de sus documentos. En contrapartida, un Archivo que intenta insertarse constante e infructuosamente en el entramado orgánico y funcional de la Casa FECH para ser el corazón y el cerebro de la institución. Es decir, un organismo que dote a la Federación de densidad institucional y continuidad de prácticas. Y, también, que sea percibido y valorado por los dirigentes –y, principalmente, el movimiento estudiantil– como un recurso de información activo, dinámico y útil.

Este problema –casi estructural– se explica por el origen del Archivo y, también, por ciertas prácticas institucionales de la Federación y la dinámica del movimiento estudiantil. Primero. El AFECH nació oficialmente en 2008 como una iniciativa estudiantil más que institucional. Su historia es la de un grupo de jóvenes desprovistos de memoria que intentan obtenerla mediante la búsqueda y recolección de papeles y, más tarde, pugnan por transformar ese proyecto en un organismo dependiente de la FECH tanto administrativa como financieramente. En ese sentido, este proceso de sedentarización y centralización asimila a una “toma”: varios asuntos han debido normarse y regularizarse con el tiempo. Segundo. En tanto que instrumento de representación de los estudiantes de la Universidad de Chile, la FECH cambia anualmente su directiva. Esta rotativa –con inspiración democrática– provoca mayor inestabilidad e incertidumbre. Cada año se debe explicar la importancia y el valor del proyecto frente a sujetos nuevos y desconocedores de la unidad, quienes, además, aprueban el presupuesto. Finalmente, el movimiento estudiantil, con sus momentos de alza y reflujo, de apertura y de cierre, añade un ingrediente más a esta duda. Volátil y de prioridades cambiantes, manifiesta una dinámica de memoria contingente y cortoplacista –anarchivística o amnésica– que dificulta esta labor de visibilización obligada para justificar su existencia.  

Así, la labor del Archivo está rodeada usualmente de una enorme soledad, incomprensión y precariedad de medios (2). Ante el abandono y la despreocupación, obtener fondos concursables ha resultado la única oportunidad para desarrollar actividades técnicas internas y de extensión. También, para forjar su patrimonio tecnológico y, finalmente, para dotar a los documentos de condiciones de conservación mínimas. Scanners, cámaras, computadores, impresoras, carpetas y cajas libres de ácido se han obtenido por esta vía. Más aún, son múltiples y crecientes las funciones y escasos y fijos (cuando no decrecientes) los recursos financieros y humanos. En resumen: los tiempos y necesidades del Archivo no son coincidentes con los tiempos ni con las necesidades de la Federación.  

A pesar de esto, ha sido el gesto fundante el que ha sido resaltado al punto de formar parte de la identidad del Archivo. Es desde este lado que nace la idea de ser el espacio que custodia la memoria del movimiento estudiantil. Como ha propuesto Pilar Díaz, ex directora, es una “herramienta para la construcción de la memoria de las organizaciones estudiantiles” (Díaz, 2012: 15). Pero este hito no sólo ha sido enfatizado desde dentro del Archivo. No es sólo una zona remarcada por el bisturí y el cincel de la historia oficial. Dos historiadores han destacado la existencia y la labor del Archivo FECH. Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia en 2006, redactó el prólogo de una de nuestras publicaciones en que manifestó:

No cabe sino celebrar la formación y formalización del Archivo Documental de la Federación de Estudiantes de Chile, la más antigua y activa del país. Pues significa el inicio de un proceso de sistematización de luchas que llevan ya dos siglos de esfuerzos notables, pero infructuosos. Revisar, ordenar y re-proyectar la memoria de cada uno, de cada actor relevante de la sociedad chilena parece hoy una tarea no sólo necesaria, sino urgente y obligatoria (Salazar, 2012: 7).

En esa misma lógica, el historiador chileno Víctor Muñoz Tamayo plantea que “la labor del Archivo FECH rompe las mordazas de aquella dictadura, permitiendo que, una vez más, la memoria pueda ganar su batalla contra el olvido” (Muñoz Tamayo, 2012a: 37).

Sin anular esa visión, lo que nos mueve es la constante pregunta sobre el valor y la importancia del Archivo FECH, un ejercicio originado y estimulado por ese ritual forzoso de visibilización y legitimación al que está sometido anualmente con la llegada de una nueva directiva. Acá sólo desplegamos parte del discurso utilizado para obtener “carta de ciudadanía”. También, nos anima el objetivo de dotar de espesor conceptual a nuestros slogans para encontrar una justificación genuina para la perpetuación de esta institución, sin caer en el panfleto o el panegírico. Que quede claro un asunto: no pretendemos introducir un caballo de Troya dentro del Archivo. Pero, tampoco, ofrecer una imagen apacible y ensoñadora. Aún con ripios, pertenecemos a una institución crítica por excelencia y no podemos (ni queremos) alejarnos de esa actitud. Por ello, ambas historias, mezcladas y traslapadas, formarán parte de este texto. En conjunto, ayudan a apreciar aún más este proyecto en constante formación para superar y frenar, definitivamente, este panorama de institucionalización inconclusa.  

Con esa finalidad, proponemos tres escalas. Tres miradas para un proceso poliédrico. Primero, plantearemos un recorrido sobre cómo ha llegado a ser lo que es el Archivo FECH (3). Segundo, analizaremos los problemas y desafíos que plantea vincularse a la Casa FECH y, también, al movimiento estudiantil. Finalmente, esbozaremos una genealogía de los diversos intentos del movimiento estudiantil de la Universidad de Chile por dotarse de archivos y bibliotecas. Cada uno de ellos, ha cumplido distintos fines y son instancias bastante desconocidas en la actualidad.

 

De proyecto estudiantil a un archivo multifuncional: trazos de una institucionalización inconclusa

El Archivo FECH surge como un proyecto estudiantil en 2008 con la misión de recuperar, preservar y organizar la memoria del trabajo de la FECH y sus repercusiones en la sociedad para ponerlo a disposición de diferentes usuarios. Actualmente, es una instancia orgánica y se encuentra alojado en la sede de la organización. Autodefinido como una herramienta política al servicio del movimiento estudiantil, manifiesta un compromiso consciente por rescatar, resaltar y difundir sus logros y fracasos. Además, orienta su quehacer acoplándose a la Declaración de Principios de la FECH, heredera de la tradición e historia de la de 1906.

Hablar de la FECH en Chile implica referirse a una de las organizaciones estudiantiles más longevas y trascendentes. Surgió en 1906 tras un incidente entre los alumnos de Medicina de la Universidad de Chile y las autoridades universitarias y políticas del país, en que se funde una dosis de solidaridad y una reacción de protesta (4). Como recordaba Humberto Vera, testigo de la época: “La Federación de Estudiantes nació de un gesto de dignidad herida. Un grito de rebeldía que, a semejanza del Grito de Dolores o del Grito de Ipiranga, pudiera pasar a la historia con el nombre de Grito del Municipal” (Vera, 1947: 41). Desde esa época hasta 1931, los estudiantes obtuvieron una serie de victorias cívicas. Algunas de ellas con altos grados de legitimidad social.

El historiador chileno Fabio Moraga ha elaborado uno de los estudios más profundos y bien documentados de las tres primeras décadas del siglo XX. Entre 1906 y 1918, la FECH realizó nueve protestas, siendo una de las más relevantes la de marzo de 1912. Denunciando el cohecho, convocó a una jornada a favor de la “regeneración política-electoral”. En esa oportunidad, llegaron hasta La Moneda, donde una comisión se entrevistó con el presidente Ramón Barros Luco, quien ofreció estas palabras:

Seguid jóvenes estudiantes, en vuestra hermosa tarea de finalizar los actos de vuestros gobernantes, exigiéndoles valerosamente la corrección y moralidad de ellos, que la justicia os acompañará siempre en vuestras nobles campañas (Moraga, 2007: 132-134).

La importancia que tuvieron los estudiantes en ese periodo ha provocado la concentración de los estudios académicos en esa etapa de la FECH. (Weinsten y Valenzuela, 1980; Castillo, Tironi y Valenzuela, 1982; Moraga, 2007). También, su vigor en la memoria de los estudiantes. Como postulan algunos investigadores: “la FECH de los años veinte será, por muchos años, la primordial epopeya de los movimientos estudiantiles chilenos” (Castillo, Tironi y Valenzuela, 1982: 1). Allí se ubica su acción más recordada: la participación en las protestas masivas que concluyeron con la presidencia de Adolfo Ibáñez del Campo en 1931. 

Del resto de los años, lo que se tiene son memorias de sus dirigentes. Dos Presidentes han escrito sus vivencias con una mirada bastante nostálgica. Se trata de Felipe Herrera, líder en 1945, quien narra los vaivenes del periodo de post-guerra (Herrera, 1985) y, también, de Marco Antonio Rocca, quien aborda las décadas del 50 y el 60 (Rocca, 2013). En la misma lógica conmemorativa, Ricardo Brodsky compiló una serie de testimonios de ex dirigentes que relatan el proceso 1973-1988. Es decir, desde la destrucción de la FECH tras el golpe militar de Pinochet hasta la posterior recuperaron de la institución bajo el alero de la Universidad de Chile en 1984 (Brodsky, 1988). Entre 1990 y 2000, existen sendos artículos: uno pertenece a Rodrigo Roco (Roco, 2005), rostro de la refundación en 1995-97. El otro es de autoría de Gabriel Boric y Francisco Figueroa, líderes del movimiento estudiantil en alza desde 2011 (Boric y Figueroa, 2013). Finalmente, el estudio del historiador Víctor Muñoz Tamayo (Muñoz Tamayo, 2012b), cuyo texto es posterior a la fundación del Archivo.  

Con el objetivo de superar esas carencias y saldar esta deuda con su historia es que nace el Archivo FECH en 2008. En su origen subyace una urgencia y una reparación: la necesidad de contar con un lugar que reuniera documentos para dotar de identidad y de memoria a los estudiantes de la Casa de Bello y, también, al movimiento estudiantil. Ese fue el diagnóstico dos años después del centenario en 2006. Así, se materializó un largo anhelo acunado durante varias generaciones (5). Conjuntamente, se restableció una iniciativa interrumpida: entre 1992 y 1993 funcionó un Centro de Documentación, instancia desaparecida por falta de presupuesto y desinterés de los dirigentes. Ernesto Guajardo, uno de sus coordinadores, escribió un informe lapidario. Los problemas que visualizó portan un eco de gran actualidad. Con un tono tragicómico, da cuenta de esta historia casi cíclica que amenaza a estos proyectos:

Se desea dejar constancia de que, si bien la FECH aprobó un Proyecto por $810.000, en términos concretos se ha estado llevando adelante un Proyecto con una cifra que en la actualidad alcanza solo a los $242.000, debido a lo cual las carencias y deficiencias del presente Proyecto (…) No deja de inquietar el atraso constante y reiterado en la cancelación de los sueldos (…)  para quienes ya no vivimos con nuestras familias y hemos aceptado un sueldo bajísimo más por convicciones que por pragmatismo (Guajardo, 1993).  

Ante la falta de presupuesto, el AFECH se financió con un Fondo de Desarrollo Institucional (FDI) del Ministerio del Interior. A los documentos recopilados en el Centenario, se unieron 3 flujos documentales: 1) los producidos y custodiados por Liliana Troncoso, secretaria administrativa de la FECH entre 1990 y 2010; 2) donaciones de colecciones de dirigentes estudiantiles, principalmente, de Marisol Prado y Rodrigo Roco, ex presidentes entre 1996 y 1998; y 3) documentos custodiados en el Centro de Estudiantes de Ingeniería (CEI) que correspondían a la recuperación de la FECH, entre 1984 y 1987.

A seis años de su fundación, el Archivo FECH ha logrado instalarse como una institución reconocida y respetada dentro de la comunidad archivística nacional. Muestra de eso es su participación activa en dos instancias colaborativas de asociación. Primero, la Red de Archivos de la Memoria y los Derechos Humanos, espacio en que se comparten experiencias de organización y puesta en valor de este tipo de acervos. Es que gran parte de sus documentos evidencian la lucha estudiantil por democratizar la Universidad de Chile y el país en un contexto de represión e intervención militar: copias de listas de detenidos, recursos de amparo y cartas de solidaridad ante la persecución de sus líderes. También, las circunstancias de la muerte del estudiante de Ingeniería Patricio Manzano en los Trabajos Voluntarios de Aconcagua 1985, primer mártir de la FECH democrática. Varios de ellos, incluso, sirvieron para abrir una causa judicial y escribir la historia de esos luctuosos sucesos.

Segundo, la Red de Archivos Orales, lugar de intercambio de metodologías para montar, organizar y poner en acceso registros orales y audiovisuales. Desde 2013, hemos trabajo en la provocación y archivación de la memoria de estudiantes durante algunos hitos políticos dentro de la Universidad de Chile. Como cada alumno es un “documento” de sus vivencias y experiencias, decidimos formar el Archivo Oral y Audiovisual de las Memorias del Movimiento Estudiantil, repositorio que contiene entrevistas a dirigentes FECH y estudiantes de la Casa de Bello desde 1968 hasta 1984. Es decir, desde la Reforma Universitaria hasta la recuperación de la FECH. Su contenido estará disponible a mediados de 2016, aunque ya hemos publicado algún adelanto (Cisternas y Ogass, 2014).

Producto de la polifuncionalidad informativa de sus documentos, el Archivo abrió sus puertas para recibir usuarios desde 2010. En la actualidad, contamos con un Registro de Usuarios, un Reglamento y un Cuadro de Clasificación que contiene la descripción de los fondos y series documentales (Ver Tabla N° 1) y, también, de las colecciones más utilizadas (Ver Tabla N° 2). Todo ello con el ánimo de facilitar la búsqueda y mejorar el servicio y la experiencia de los usuarios.

Continuando con su labor de recopilar y recuperar la documentación dispersa, este año se formalizó la donación del Archivo de la Agrupación Cultural Universitaria (ACU), organización de estudiantes que, entre 1977 y 1982, realizó actividades artísticas y culturales en una Universidad de Chile intervenida, controlada y vigilada por bandos militares. En un periodo que no hubo FECH, la ACU fue la que heredó y continuó con su espíritu. Su Archivo es un símbolo de la resistencia estudiantil y de la capacidad que tuvo el arte para restaurar la confianza. Todos estos documentos han sido sometidos a un proceso de organización, descripción y puesta en valor y serán abiertos al público en 2016, gracias al financiamiento externo (Ver Tabla N° 3).

En suma, el Archivo FECH es, en la actualidad, un centro de investigación, un espacio de encuentro intergeneracional, un recurso de información jurídica para la defensa y promoción de los derechos humanos y, finalmente, un repositorio de experiencias, cuyos funcionarios contribuyen activamente a reflexionar sobre el estado de los archivos en Chile y a compartir sus prácticas hacia otros ámbitos.

 

Un deseo con carácter de urgencia: ser el corazón de la Casa FECH

Nuestra intención no es compartir una imagen idílica. El AFECH se ha proyectado exitosamente hacia fuera. Sin embargo, la gran tarea pendiente es el crecimiento hacia dentro que manifiesta dos vertientes. Primero, la administración del Archivo: es decir, el conjunto de tareas encaminadas a la explotación de los documentos con fines histórico-culturales y de investigación. Debemos mejorar los instrumentos de descripción y comenzar un proceso de digitalización para asegurar un acceso democrático y expedito. Más aún, con investigadores cada vez más exigentes y diversos. Segundo, la gestión documental: es decir, los procedimientos orientados a lograr una mayor eficacia y economía en la explotación de los documentos por parte de las administraciones y oficinas.

Desde 2013, el AFECH se ha nutrido principalmente por dos vías: la donación y el “rescate”. La primera es una instancia regular de crecimiento documental dentro de una institución que pretende ser seria. La segunda, en tanto, no forma parte de ninguno de los manuales de ingreso en Archivística. Tampoco, de la terminología: aquí la práctica forzosa ha configurado el lenguaje. Somos nosotros, junto con otros funcionarios más conscientes, quienes exploramos las bodegas y la basura con el objetivo de transformar el “desperdicio” y los “cachureos” en patrimonio archivístico.

Cada directiva saliente abandona la Casa FECH con la mayor parte de la información producida por efecto de sus cargos o, bien, la elimina sin ningún tipo de criterio. Al ser un espacio de disputa política, algunos dirigentes no pretenden dejar huellas ni pistas de su administración. Contradicción y terrible paradoja: el Archivo es una instancia valorada, respetada y reconocida por sus pares y no ostenta ese mismo status para varios dirigentes y funcionarios (6). Ha costado irradiar e instalar dos ideas fuerzas. Primero, que el crecimiento y sostenibilidad del Archivo es una responsabilidad colectiva. Todos lo formamos: los papeles del ahora serán el Archivo del mañana. Segundo, generar una conciencia del carácter multifuncional del Archivo. No sólo es útil para los investigadores, sino que debe ser, además, una herramienta de memoria e información para las actuales y futuras directivas.

En un contexto de “rotativa dirigencial”, hemos planteado infructuosamente la idea de que el Archivo sea el organismo que fomente la continuidad de prácticas para dotar de densidad institucional a la FECH. En ese sentido, el archivero –como gestor de información– debiese ser el agente que coordine la producción, organización, clasificación y transferencia de los documentos más relevantes de la Federación para su custodia permanente. Como plantea el archivero español José Ramón Cruz Mundet, la transferencia no es un simple traslado de papeles de una oficina a otro, sino que “el conjunto de procedimientos mediante los cuales la documentación es remitida de una etapa a otra del archivo” (Cruz Mundet, 2010: 196). De ahí, entonces, el anhelo y la necesidad de crear, en una primera instancia, una política de transferencia selectiva. Como plantea Artel Ricks: “la gestión de documentos se extiende al ciclo de vida completo de los documentos, desde su producción hasta su eliminación final o su envío al archivo para su conservación permanente” (Ricks, 1979: 29). En una primera evaluación, consideramos que esto debiese realizarse con tres oficinas, cuya documentación es relevante que conserve y custodie el AFECH: Secretaría Administrativa, Comunicaciones-Presidencia y la Secretaría General.

Esta es una aspiración, incluso, de directivas anteriores. Así se expresa en una entrevista a Gabriela Andaur, coordinadora del AFECH en 2010. Según ella, “es clave que el Archivo logre expandir su área de acción al interior de la Federación, a través del ingreso sistemático y la gestión de la documentación producida por cada directiva una vez finalizado su periodo. Esto permitirá, por una parte, aportar al funcionamiento y memoria de la propia Federación, visibilizando el traspaso fluido de información entre sucesivas directivas (considerando el rol de esta información como experiencia y aprendizaje), y, por otra, contribuir a la construcción de memoria que no ha quedado fija en los documentos que se han logrado rescatar, sino que sigue y seguirá construyéndose” (Andaur, 2013).

Para finalizar, una anécdota. Se trata de los vaivenes y avatares de una sección documental: la Secretaría Administrativa. La llegada de estos documentos al Archivo fue producto del azar. El 22 de agosto de 2013, Leonardo Cisternas, compañero de trabajo, subió a la oficina con 5 cajas de cartón que contenían archivadores y carpetas sueltas. Al valorar su contenido, notamos su potencialidad informativa tanto para las sucesivas directivas de la Federación como para los investigadores. Allí se registran la distribución de dineros a los diferentes Centros de Alumnos, los informes de caja chica y la organización de los Trabajos Voluntarios. En conjunto, contribuyen a mostrar una imagen más completa y diversa de la FECH: como una organización no sólo política o, más bien, cuya política también está articulada con actividades sociales, culturales y económicas.

Los documentos oscilaban entre 1990 y 2010. De acuerdo a la numeración de la Correspondencia, la Secretaría Administrativa producía entre 500 a 700 cartas por año. Es decir, durante 20 años, esa oficina debió acumular entre 10.000 a 14.000 cartas, sin contar la documentación del correo electrónico. No obstante, nosotros sólo teníamos 5 cajas. Por entrevistas a funcionarios, nos enteramos que en 2007 –un año antes de la fundación del Archivo–, la actual Casa FECH operaba como bodega. Según ellos, había 150 cajas. De ellas, 10 eran de agendas (muchas de las cuales forman la actual colección, recurso muy utilizado por Comunicaciones). El destino del resto es un episodio trágico: contrataron a una persona, quien decidió, sin ningún criterio archivístico, su eliminación. Ese es el panorama que debemos enfrentar y que queremos frenar: evitar la fuga de documentos y la destrucción indiscriminada y descriteriada de la documentación.

 

De lugar de Memoria a centro de información activo: el Archivo como Cerebro del Movimiento Estudiantil

En octubre de 1985, apenas un año de la Recuperación de la FECH, Manuel Antonio Garretón y Javier Martínez elaboraron una serie de publicaciones intituladas “Biblioteca del Movimiento Estudiantil”. Allí realizan un recorrido histórico sobre este actor social con la finalidad de conceptualizarlo. Postulan que su definición es teórica y abstracta y sólo tiene vigencia para fines analíticos. En la praxis social, lo que existe “son múltiples movimientos estudiantiles, plenos de particularidades y diferencias, que definen su carácter social en el complejo marco de relaciones entre el poder, la cultura y la sociedad” (Garretón y Martínez, 1985: 6). Más importante para nuestro propósito es que plantean que los movimientos estudiantiles “parecen destinados a volver una y otra vez sobre esos grandes temas, acumulando escasa memoria sobre sus predecesores, su propio recorrido histórico y las grandes definiciones que la han caracterizado”. Así, podríamos hablar, entonces, de una memoria amnésica

Esta inferencia interpela doblemente a nuestra institución. El Archivo FECH ha presumido ser no sólo el lugar que custodia la memoria del movimiento estudiantil, sino que, también, un instrumento de sus luchas. Entonces, si es posible hablar de memoria amnésica, ¿cuál es la utilidad del Archivo? ¿Hasta qué punto esto es sólo slogan? Más aún, en la actualidad, los principales usuarios son investigadores tanto nacionales como extranjeros (historiadores, sociólogos, antropólogos y artistas) que consultan nuestros acervos en función de elaborar y/o comprobar alguna hipótesis o, bien, de buscar inspiración para la creación artística y no tanto con la finalidad de dotar de memoria o de buscar información contingente. Dirigentes e integrantes del movimiento estudiantil sólo recurren a él de forma escasa y esporádicamente.

Existen dos ámbitos de acción del movimiento estudiantil. Esto es lo que Jean Meyer denomina como la dialéctica interna y la externa (Meyer, 2008: 183). La primera se caracteriza por problemas internos: conflictos entre los grupos que lo conforman, principalmente. La segunda se identifica por su inserción en temáticas más nacionales. Ambos procesos se comprenden por el carácter de la Universidad latinoamericana: ser un espacio idóneo para el cambio y la innovación (Marsiske, 1999: 14). Como plantea Renate Marsiske, la Universidad y, particularmente, los movimientos estudiantiles “tienen relaciones muy estrechas con el estado general de la sociedad y la calidad y orientación de la vida política” (Marsiske, 1999: 14).

Así, el movimiento estudiantil tiene una dinámica de conformación que tiende a la inestabilidad y la volatilidad. Son grupos que participan de forma esporádica y se renuevan constantemente (Roco, 2005; Boric y Figueroa, 2014). En esa vorágine, son los activistas los encargados de conservar y actualizar la memoria del movimiento. Es decir, funcionan como “archivos humanos”. De acuerdo al sociólogo José María Aranda, ellos mantienen una actitud vigilante ante los acontecimientos, al punto de formular y dotar de contenido a los discursos de protestas estudiantiles (Aranda, 2000: 243). Así, las coyunturas y dinámicas organizativas y socio-políticas del movimiento estudiantil obstaculizan que éste logre mirar y sistematizar su pasado a través de su Archivo.

Esta situación no es contemporánea, sino que manifiesta una larga data. Dos ex dirigentes nos entregaron su testimonio escrito. Consultado por la despreocupación por fundar y usar sus archivos, Marco Antonio Rocca, presidente en 1960-61, nos contestó poéticamente: “Juventud, juventud torbellino, soplo eterno de eterna ilusión” (Rocca, 2015). Más locuaz, Alejandro Rojas, presidente entre 1969 y 1972, desarrolló la lacónica lírica anterior:

Se privilegiaba lo inmediato. Todo aquello que contribuyera a aislar a los enemigos principales de la transformación revolucionara. Cuando las confrontaciones políticas del día pasan a dominar el escenario de la política universitaria, y cuando no se comprende la importancia de documentar las experiencias para poder reflexionar sobre ellas, se pierde la motivación para la creación de archivos con sentido histórico (Rojas, 2015).

Independiente del contexto, se expresa una dinámica similar. En ambos periodos, además, la preocupación de guardar los documentos recayó en una persona. En los 60, según Rocca, esa “era una función principalmente a cargo de la Secretaría General” (Rocca, 2015). En los 70, el panorama no cambió. Para Rojas, “el periodo era de tanta agitación. Andábamos tan acelerados que lo cierto es que los documentos se iban juntando sin ninguna orientación de archivo sistemático. La Secretaria General guardaba los documentos que se iban produciendo, pero no teníamos ninguna idea de la importancia” (Rojas, 2015). En la actualidad, ellos son los responsables de registrar y archivar las actas de las sesiones de la Mesa Directiva y el Pleno de acuerdo a los estatutos vigentes. Vimos, anteriormente, que estos documentos –los más usados y contingentes– no ingresan al Archivo FECH. He ahí una causa de nuestra desvinculación y, también, un argumento más para que se normalice el proceso de transferencia.  

Aun así, también se presentan momentos de repliegue o de fracturas en que es necesario recurrir a la memoria como mecanismo de reparación. En los tiempos de crisis, acuden a sus mártires, a las reivindicaciones históricas y a ciertos procesos y acontecimientos que marcaron su historia. Se trata de lo que Nietzsche califica como un sentido monumental de observar el pasado: una mirada hacia atrás que no necesita ser veraz, porque generaliza, iguala y atenúa las diferencias. No importan las causas, sino que los efectos. Como plantea: “la historia monumenta engaña a través de analogías (…) seduce con la similitud” (Nietzsche, 2000, 57). El pasado, entonces, es algo digno de ser imitado. Esto se evidencia en las publicaciones y afiches, donde aparece constantemente la figura de José Domingo Gómez Rojas, el mártir de la FECH por antonomasia. Pero se trata de una memoria anarchivística. No está anclada en el Archivo, sino que circula en otros repositorios y aparece y desaparece en función de la coyuntura.  

A diferencia de la generación de turno, los setenteros, ochenteros y noventeros tienen una relación más permanente y dinámica con el Archivo. Un ejemplo es el Colectivo Patricio Manzano, agrupación nacida el año 2011 con la finalidad de rememorar al mártir de los trabajos voluntarios de Aconcagua de 1985 del mismo nombre. Aunque algunos actúan bajo la dinámica de la nostalgia, se mezclan y superponen objetivos concretos. Este año, el colectivo abrió una causa judicial para buscar justicia y organizó conmemoraciones en conjunto con el Archivo FECH. Durante el 2011 marcharon por la Alameda con un lienzo que decía “Junto a los estudiantes. Generación de los estudiantes 80’s Colectivo Patricio Manzano”. Por lo tanto, se trata de un recuerdo que no queda intransitivo y se proyecta hacia el presente. Son ellos, también, el público más entusiasta y asiduo en los diversos actos organizados por el AFECH.

Así, en función de estos dos tipos de públicos (generación de turno y generaciones anteriores), podemos concebir al Archivo FECH como un lugar de memoria. En términos del historiador francés Pierre Nora, éstos son “la forma extrema bajo la cual subsiste una conciencia conmemorativa en una historia que la solicita, porque la ignora” (Nora, 2008: 24). Nacen y viven por la necesidad de mantener aniversarios y organizar celebraciones. Son, entonces, “la secreción voluntaria y organizada de una memoria perdida” (Nora, 2008: 28). No es una situación que incomode. Sin embargo, nuestra meta es ser un centro de información activo y constante para servir de trasvasije de experiencias entre las diversas generaciones. Otra meta inconclusa.

 

Eros y Tanatos del movimiento estudiantil: hacia una genealogía de los depósitos documentales de la FECH 

Los Archivos no sólo son fundados por una necesidad de memoria ni son sólo lugares para la investigación. Antes que eso, el Archivo es una unidad de gestión. No es un ente aislado yuxtapuesto, sino que un organismo imbricado a una institución. Al decir de la archivera española Antonia Heredia Herrera: “el Archivo es una unidad más dentro de la estructura de las instituciones con un engranaje y relación con el resto de las unidades administrativas” (Heredia Herrera, 2007: 45). Reducido bajo esas nociones, la genealogía se presenta como una herramienta analítica extremadamente útil para dotar de historicidad al Archivo y, también, desnaturalizarlo y descomponerlo. Como plantea el filósofo francés Michel Foucault, se trata de “una mirada que distingue, reparte, dispersa, deja jugar a las diferencias y los márgenes –una especie de mirada disociante capaz de disociarse de sí misma y de borrar la unidad” (Foucault, 1979: 8). O, también, “una mirada escrutadora” (Foucault, 1979: 8) (7).

Una genealogía del Archivo imbrica con la doble semántica del archivo. Como concepto, éste refiere a dos realidades distintas, pero no necesariamente contrarias entre sí. Primero. Un conjunto de documentos. Se trata de un proceso de acumulación y destrucción constante de papeles que se forma como testimonio de la actividad y el funcionamiento de una institución o una persona. De ahí, entonces, la idea de “involuntariedad” del archivo (Lodolini, 1993) y, también, su consideración como “sedimentación documental” (Lodolini, 1995). En segundo lugar, la institución que custodia uno o varios conjuntos de documentos. Así, el concepto archivo, al englobar tanto al contenido como al continente, encierra dentro de su significante un devenir, que es el proceso que recorren muchos archivos en su existencia. Siguiendo al archivero español Ramón Alberch i Figueras “la historia de los archivos, de los depósitos y documentos que contienen, y de la archivística (…) constituye la crónica de una evolución marcada por una basculización constante entre el abandono y la preocupación extrema, la liberalización y el secretísimo, la profesionalización y el amateurismo” (Alberch i Fugueras, 2003: 29).

Concordante con ese destino, el filósofo francés Jacques Derrida ha planteado una lectura psicoanalítica de estos aparatos. Según él, el Archivo es el resultado de una lucha entre el Eros, la pulsión de archivo y el instinto de conservación, y el Tánatos, lo archivolítico¸ que representa la destrucción (Derrida, 1997). El proceso de conformación del Archivo FECH encaja casi perfecto bajo esta dinámica (8). Así desplegado, se perciben dos flujos: 1) una historia de pérdidas, de movimientos constantes, de desapariciones por acciones foráneas (persecución del Estado e incendios) y, también, por inconsciencia archivística y boicot interno; y 2) la de los intentos de rescate y recomposición de esas iniciativas. Nos concentraremos en algunos momentos con el objetivo de valorar el proyecto actual en perspectiva histórica. 

Diversos historiadores han utilizado las publicaciones de los estudiantes como fuentes para reconstruir la historia del movimiento estudiantil (Weinsten y Valenzuela, 1980; Aránguiz, 2005 y 2006). Otros han realizado un análisis de contenido (Moraga, 2007). De todas ellas, dos han acaparado mayormente la atención: “Juventud” y “Claridad”, ambas pertenecientes a la FECH, puesto que gran parte de la intelectualidad de comienzos del siglo XX participó en sus páginas. Siguiendo a Bernardo Subercaseux, se les ha concebido como un fenómeno dual: un soporte y vehículo del pensamiento y, también, un producto material (Subercaseaux, 1984 y 2000). Sin anular estas visiones, nos interesa concebirlas como espacios de aparición de los archivos y las bibliotecas. En ellas, los estudiantes publicaron una serie de documentos y, también, las listas de los libros recibidos y comprados, dando cuenta de una actividad archivística y bibliotecológica que no ha dejado un vestigio material actual. Operan, así, como un soporte de la “epifanía archivística”: allí donde resucitan los documentos desaparecidos (9).

Una de las primeras referencias a la existencia de Archivos, la encontramos en las publicaciones de los estudiantes de la Universidad de Chile. Desde 1904, el Centro de Estudiantes de Medicina editaba su Boletín. Allí aparecen varias referencias a ciertos documentos que produjeron por efecto de su actividad: actas de reuniones, correspondencias, estatutos y discursos. Una práctica similar ejecutaron los alumnos de Ingeniería con Enerjía, y los de Derecho, con su Revista y, posteriormente, con Mástil.

 

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Portada del Boletín de Medicina, Publicación Mensual del Centro de Estudiantes de Medicina N° 1, 15 de julio de 1904 (fotografía 1) 

 

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Acta de la Primera Reunión Preparatoria del Centro de Estudiantes de Medicina Boletín de Medicina N° 1, 15 de julio de 1904, p. 3 (fotografía 2)

 

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 Portada de la Revista del Centro de Estudiantes de Derecho N° 2, septiembre de 1915 (fotografía 3)

 

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Sección Secretaría. Revista del Centro de Estudiantes de Derecho, N° 1, agosto de 1915, p. 35. 

(fotografía 4) 

 

 

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Comisión Librería del Centro de Estudiantes de Derecho (CED). Revista Mástil, Órgano oficial del CED, noviembre 1942, s/n. (sin número). (fotografía 5)

 

El Archivo de Estudiantes de Derecho no tuvo una continuidad en el tiempo, dando cuenta de esa fugacidad e intermitencia características de los proyectos estudiantiles. Felipe Herrera, presidente de la entidad en 1944, recordó:

Se redactó un reglamento interno del centro, ya que del reglamento anterior no quedaban ejemplares, y su contenido prácticamente, se desconocía en la escuela (…) Se organizó un archivo del centro y se mandó a confeccionar papel y sobres con membrete (Herrera, 1984: 35).

La FECH creó su primera revista en 1911: Juventud. En ella aparece una referencia explícita a la existencia de un depósito, producto de la reunión con un organismo de Argentina. Decía: “para constancia se firma la siguiente acta, por duplicado, que se depositará en el Archivo de la Federación de Estudiantes de Chile i en el Centro de Estudiantes de Ingeniería de la Universidad de la Plata” (Juventud, N° 11). Pero no sólo archivos institucionales produjo esta institución. Desde 1918, la FECH –otrora liberal– dará un giro hacia el anarquismo, propiciando una vinculación con los sectores obreros. Su intento por reformar el país, la transformó en un importante agente en la industria editorial criolla. Sus publicaciones tuvieron una finalidad cultural, educativa y contrahegemónica  dentro del campo de batalla de las ideas: pretendían transformar al lector en un sujeto social y político activo. Bajo esa dinámica, la formación y organización de bibliotecas cumplió un rol clave. La importación de libros permitió adquirir nuevas ideas y difundirlas mediante otro tipo de formatos. Esto los llevó a crear las Editoriales “Juventud” y “Claridad” comprometidas con la confección, impresión y venta de libros. Así lo sugerían en sus páginas.

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Portada de Claridad, periódico semanal y órgano oficial de la FECH. Claridad N° 1, 12 de octubre de 1920 (fotografía 6)
 
 
 
 Biblioteca de Claridad. Claridad N° 8, 27 de noviembre de 1920, p. 10 (fotografía 7)

 

 

 

 

 

 

 

 

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Edición Juventud. Claridad N° 11, 10 de enero de 1921, p. 11 (fotografía 8)

 

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Editorial y Agencia de Publicaciones “Claridad”. Claridad N° 11, 10 de enero de 1921, p. 12 (fotografía 9)

 

 

 

 

Todo este patrimonio documental y bibliográfico fue destruido el 21 de julio de 1920. Una turba de estudiantes conservadores arrasó el local de la FECH de Ahumada 73 tras ser acusada de antipatriota por oponerse públicamente a una posible guerra entre Chile y Perú. El movimiento de tropas –conocido como la “guerra de don Ladislao” en alusión al Ministro de Guerra– fue una maniobra comunicacional para evitar el triunfo del candidato presidencial Arturo Alessandri Palma. El proceso posterior culminó con la detención de varios dirigentes y la muerte del poeta José Domingo Gómez Rojas, mártir e ícono del movimiento del 20.     

José Santos González Vera dejó varias impresiones sobre lo que fue ese asalto. Decía: “La banda destrozó muebles, tajeó el cuero de los sillones, arrojó a la calle los libros y los quemó. Unos asieron el retrato de Valentín Letelier y lo echaron a las llamas (…) los sibaritas, los dionisiacos, más que a la destrucción, consagráronse a libar” (González Vera, 1973: 279). Otro historiador aporta más detalles de ese trágico suceso: “El local de la FECH fue asaltado y quemado los muebles, el piano de cola, obras como la del pensador de avanzada Valentín Letelier y muchos libros, entre ellos los de Bakunin, Kropotkine, Marx, Lenin, Trotsky, Gorki, Barros Arana, Bello, Lastraría, Vasconcelos, Alfonsina, Storni, Rubén Dario, Anatole France, Verlaine, Mallarmé, Romain Rolland y otros clásicos de la literatura y el pensamiento universal” (Vitale, 1993: 91).  

Herido, el movimiento estudiantil del 20 recolectó y publicó diversos documentos sobre esos trágicos sucesos. Los Números 10, 11, 12 y 13 de Juventud se pueden leer como un verdadero Archivo del Terror. Allí quedó un registro visual de lo que fue la quema intencionada de bibliotecas y archivos.

 

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Estudiantes, militares y jóvenes conservadores queman libros de la biblioteca de la FECH con la anuencia de la Policía. Juventud N° 13, abril de 1912 (fotografía 10)

 

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Panorama interior del Club de Estudiantes en Ahumada 73, luego del asalto 

Juventud N° 13, abril de 1912 (fotografía 11)

 

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Contratapa de Revista Juventud N° 14, Año III, junio-julio de 1921 (fotografía 12)

 

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Anuncio de la nueva Revista Juventud con documentos y fotografías del asalto.

Claridad N° 18, 28 de mayo de 1921, p. 2 (fotografía 13)

               

No fue la primera vez que la FECH sufrió ataques a sus dependencias. Dos situaciones similares se repitieron durante el siglo XX. El 2 de abril de 1957, luego de protestas por el alza de transportes, fuerzas policiales ingresaron al local, rompieron las cañerías y desmantelaron una inundada casa de Alameda. Un estudiante recuerda:

Se habían llevado todo lo que había y al cuidador del local, que era una ‘institución’ y que se llamaba Mamerto. Era el cuidador y él sabía todo (…) Él vivía en el local y cuidaba. Entonces nos vienen a comunicar que al día siguiente tropas del Ejército habían cargado todo lo que había dentro de la FECH, lo habían echado en camiones y arriba llevaban al Mamerto preso (Milos, 2007: 426)

El Periódico Claridad recordó, también, el momento en que la policía destruyó varios ejemplares con anterioridad: fue el 13 febrero de ese año. 

 

 

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Policía rompe ediciones del diario Claridad. Claridad N° 166, 13 de febrero de 1957 (fotografía 14)

 

Finalmente, en abril de 1971, un incendio provocado terminó con el local en llamas, el mismo que escogió Salvador Allende para proferir un discurso para celebrar su llegada a la Presidencia. Luego, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. La FECH clausurada y, más tarde, declarada ilegal. Alejandro Rojas, su último Presidente, pone la lápida: “Entre lo que los militares se llevaron, quemaron o destruyeron y los documentos que la JJCC, la JS y el MAPU lograron sacar, se perdió todo, pues las propias juventudes políticas tuvieron que pasar a la clandestinidad” (Rojas, 2015).

 

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Incendio intencional destruye la Casa FECH en abril de 1971. Manuel Salazar, Chile 1970 – 1973, 2003, p. 109 (fotografía 15)

 

Un Tánatos archivístico ha acechado históricamente la producción documental y patrimonial estudiantil. La han empujado a ser una institución nómade. Como planteó Castor, al recordar estos atentados: “La Federación iba de un lugar a otro con sus archivos y su documentación” (Castor, 1971). Así, la historia del Archivo FECH se puede caracterizar como un constante recabado de huellas, cuyo recorrido se orienta a contrapelo y en racconto a esa destrucción, desaparición y desperdigamiento al que lo ha querido destinar tantas veces la historia y, también, el descuido de parte del movimiento estudiantil. He ahí el mayor valor de esta iniciativa. También, la de sus documentos recuperados en esta operación centrípeta.

 

Reflexiones finales

El Archivo es una praxis inevitable e involuntaria –incluso, inconsciente– que tiene la potencialidad de racionalizarse para convertirse en palabra y, conjuntamente, devenir en una institución en sí misma. Es invisible a ciertos ojos. No todos los sujetos tienen consciencia de su existencia ni, tampoco, de su valor y su necesidad. Así, un largo y sinuoso proceso media entre el conjunto de documentos formado espontáneamente y la institución creada e instituida para conservarlos de forma permanente. Varias etapas posibles en ese devenir: conciencia de su existencia (verbalización), conciencia de su importancia y su necesidad (dotación de organización y descripción para hacerlo operativo) y preocupación por conservarlo de forma permanente.

La historia del AFECH participa de este recorrido compartido por varios otros repositorios. Originado como un proyecto estudiantil, representa un meritorio intento por recuperar y centralizar el patrimonio documental de los estudiantes de la Casa de Bello. Un material desperdigado, perdido y destruido producto del descuido y la inconsciencia, pero, principalmente, por los constantes ataques y las continuas destrucciones de sus diversas locaciones por agentes externos. Mirado en perspectiva histórica, es una expresión de la fuerza del Eros archivístico estudiantil, lo que, en vista de su dinámica, ya en sí mismo es loable. Es valioso, también, porque sus documentos son útiles para fines investigativos, jurídicos y de conmemoración. Esa imagen se proyecta hacia afuera.

Sin embargo, los problemas que suponen su administración son diversos. El ámbito interno continúa siendo su “pata coja” y su lado más negro. El AFECH está sometido a una lucha constante por dejar de ser invisible y transformarse, de una buena vez, en una institución necesaria y útil. Se ha avanzado en ese proceso de reconocimiento e institucionalización: ocupa un lugar en la orgánica y mantiene un espacio estable dentro de la Casa FECH. Incluso, el Archivo es autónomo en la parte técnica y administrativa. También, cuenta con un presupuesto permanente. No obstante, éste no se condice con las tareas y funciones crecientes que debe cumplir, lo que ha impedido formar un equipo estable y profesional y, conjuntamente, desarrollar un plan estratégico con objetivos precisos y a largo plazo. Así, se mantiene más por la pujanza de sus funcionarios y voluntarios y por el apoyo moral de una red de amigos. También, por proyectos con financiamiento externo. En resumen: las tareas importantes están condicionadas y supeditadas a las decisiones de jóvenes que cambian anualmente. Más aún, la FECH, herramienta del movimiento estudiantil, está sometida a una sinuosidad impredecible que impacta negativamente en el Archivo en tanto que dificulta aún más el trazado de un plan.

Por estas y otras razones expuestas, el Archivo FECH no goza de autoridad dentro de la Casa FECH. Es urgente que se vincule al entramado administrativo para que se le perciba como una entidad útil y sea más trascendente que las personas que desfilan en los cargos. En el pasado, específicamente en los 90, ya hubo una iniciativa que desapareció por el desinterés de los dirigentes: el Centro de Documentación. Se requiere, entonces, de apoyo concreto para consolidar el Archivo. Y, así, pasar de ser el Archivo FECH a ser el Archivo de la FECH.   

  

TABLA 1: Cuadro de Clasificación Fondo FECH

 

SECCIÓN

SUBSECCIÓN

SERIE

DIRIGENCIA

DOCUMENTOS DE ANÁLISIS

Propuestas y Documentos de Trabajo

Documentos y Recursos Judiciales

Decretos Internos

Leyes, decretos y reglamentos

Documentos FECH

CONFECH

Propuestas y Documentos de Trabajo

Declaraciones Públicas

Correspondencia

Actas y Resoluciones

CONSEJO UNIVERSITARIO

Correspondencia

Actas

ADMINISTRACIÓN

COMUNICACIONES

Correspondencia

Declaraciones Públicas

ADMINISTRACIÓN

Compras

Convenios

Personal

Certificados

ARCHIVO

Correspondencia

Proyectos

PARTICIPACIÓN ESTUDIANTIL

PLENOS

Actas

Registros de Asistencia

Correspondencia

CONGRESO FECH

Propuestas y Documentos de Trabajo

Declaraciones Públicas

ELECCIONES

Tricel

Campañas

Referéndum, consultas y votaciones

EXTENSIÓN

 

PROYECTOS FECH

Proyectos

ACTIVIDADES FECH

Actividades

TRABAJOS VOLUNTARIOS

Proyectos

Informes

CEAC

Proyectos

Informes

CENTROS DE ALUMNOS

 

Propuestas y Documentos de Trabajo

Declaraciones Públicas

Correspondencia

Convocatorias

Elecciones

 










































TABLA 2: Descripción de Colecciones más demandadas

 

 

COLECCIÓN

DESCRIPCIÓN

Recortes de Prensa

 

Contiene recortes de prensa que reunieron diversos dirigentes desde 1980 hasta 2012, organizados por años. Son periódicos, en su mayoría, de circulación nacional de diferentes tendencias políticas.

 

Agendas

Contiene las agendas desde 1996 a la actualidad. Allí se plasman los intereses  políticos e ideológicos del movimiento estudiantil, lo que se evidencia en la selección de temas. También, son un material de alto valor estético y artístico.

Publicaciones FECH

Contiene diversas publicaciones de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile desde su recuperación, en 1984. Son reflejo de las problemáticas, tanto internas (propiamente universitarias) como externas (nacionales).

Afiches

Contiene afiches que van desde 1918 a la actualidad. En ellos se observan las actividades artístico-culturales de la FECH.

Fotográfica

Contiene fotografías, principalmente, de la década de los '80 y '90. Destacan las de Trabajos Voluntarios, actividad que se caracteriza por una vinculación directa con la sociedad, aplicando los conocimientos universitarios en diversas comunidades.



TABLA 3: Cuadro de clasificación provisorio FONDACU

 

 

FONDO

SECCIÓN

SUBSECCIÓN

Fondo Agrupación Folclórica Universitaria

Dossier del Primer Festival del Cantar Popular Universitario

 

Dossier del Acto Presencia Cultural Universitaria

Declaración de Principios

Documentos Recibidos

Fondo Agrupación Cultural Universitaria

Directiva Central

Presidencia

Secretaría General

Finanzas

Rama

Plástica

Literatura

Teatro

Música

Fondo Nueva ACU

Comité de Celebración de los 10 años

 

Comité de Celebración de los 20 años

 

(*) El presente artículo está basado en las experiencias de hacerse cargo del Archivo FECH desde 2013. Su concepción y formulación se debe a un diálogo constante con Leonardo Cisternas, compañero de trabajo, sobre el valor y la importancia del Archivo FECH.

 

NOTAS

(1) Este es el nombre metafórico que reciben los alumnos de la Universidad de Chile, en alusión a una filiación con el intelectual venezolano Andrés Bello, primer rector entre 1843 y 1865. De ahí, también, el nombre de la institución como “Casa de Bello”.

(2) Esta situación, no obstante, es un reflejo de la realidad archivística chilena, donde los archivos, por lo general, son las unidades más invisibles y postradas dentro de las instituciones.

(3) Paradójicamente, los Archivos no tienen y/o conservan el suyo propio. Esta carencia de “meta-archivo” dificulta la reconstrucción de la historia de estas instituciones, provocando varios retos metodológicos. Se deben buscar nuevas fuentes que lo refieran o, bien, testimonios orales a sus encargados o beneficiarios. Este apartado se construyó, básicamente, con los proyectos y, también, con entrevistas a sus encargados y ex dirigentes. Advierto que no están exentas de contradicciones y problemas.    

(4) En julio de 1905, el estudiantado había contribuido a erradicar una epidemia de viruela en Valparaíso. En reconocimiento, la Facultad de Medicina y el Ministerio de Instrucción Pública organizaron un acto en el Teatro Municipal donde tanto los profesores como los estudiantes serían galardonados con medallas de oro y plata. Era agosto de 1906. Sin embargo, cuando quisieron que sus familiares presenciaran el acto, les negaron entradas. Los pocos que obtuvieron fueron ubicados en los lugares más lejanos, reproduciendo las distancias sociales. Esto causó un abucheó y protesta que originó, luego de varias protestas y “mitines”, la FECH.

(5) Varios proyectos circularon durante el auge conmemorativo del Centenario FECH. En 2005, Mauricio Torrealba lanzó la idea de reconstruir la historia de la FECH. Ese mismo año, Fabio Moraga y Antonia Rozas pretendían crear un Museo y una Biblioteca. En un primer momento, se pensó en que funcionara en el Archivo Central Andrés Bello (Moraga y Rozas, 2005). 

(6) Ha sido una notable excepción, Roxana Valdebenito, secretaria general. Más adelante, abordaremos el rol histórico de estos dirigentes en la dinámica de registro y archivación dentro del movimiento estudiantil.

(7) La entiendo, así, como un recorrido interrogante permanente y constante sobre un problema de estudio. Al utilizar esa noción, el objeto no se presume constituido ni establecido, sino que se torna, en sí mismo, en un problema: se desmonta, se desgaja y se despliega en diversas capas. Así considerado, la génesis del archivo –la procedencia– sólo emerge si nos desprendemos de la noción misma de archivo que se ha articulado y extendido casi canónicamente.

(8) Derrida define y ubica el Tánatos como una fuerza destructora que trabaja en el corazón mismo del monumento y que no deja huellas de su intervención. Desplacé arbitrariamente esa categoría. 

(9) Considero que este abordaje metodológico es extensible a diversas organizaciones sociales e instituciones del siglo XX que no cuentan con Archivos en la actualidad. Sindicatos, gremios y otras agrupaciones estilaban publicar sus documentos en los diarios y revistas de la época. Mirando como archivero, es posible vislumbrar fragmentos dispersos de lo que fue su Archivo. En resumen: que no existan resultados materiales de esos repositorios no es significado de que no hayan producido archivos en el pasado, sino que, por diversas circunstancias, no se conservó hasta la actualidad. Retomaré esto en las reflexiones finales.

 

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SUBERCASEAUX, Bernardo. 1984. La industria editorial y el libro en Chile (1930 – 1984). Ensayo de interpretación de una crisis, Santiago de Chile: Centro de Indagación y Expresión Cultural y Artística.

SUBERCASEAUX, Bernardo. 2000. Historia del libro en Chile: (alma y cuerpo). Santiago de Chile: Editorial LOM.

VALENZUELA, Eduardo y WEINSTEIN, José. 1980. La FECH de los años 20. Un movimiento estudiantil con historia. Santiago de Chile: Ediciones SUR.

VERA, Humberto. 1947. Juventud y Bohemia. Memoria de una generación estudiantil. Santiago de Chile: Sociedad de Instrucción Blas Cuevas.

VITALE, Luis. 1993. Interpretación Marxista de la Historia de Chile. Tomo V. Santiago de Chile: LOM Ediciones. 

 

Documentos

ANDAUR, Gabriela. 2013. Inicios y desarrollo del Archivo FECH. Entrevistas, Archivo FECH.

GAJARDO, Ernesto. 1993. Informe del Proyecto de Centro de Documentación. Serie Proyectos, Número 24, Archivo FECH.

MORAGA, Fabio y ROZAS, Ana. 2006. Proyecto de Museo y Biblioteca de la FECH, Serie Proyectos, Número 9, Archivo FECH.

RODRÍGUEZ, María Loreto. 2013. Inicios y desarrollo del Archivo FECH.

ROCCA, Marco Antonio. 2015. Entrevista.

ROJAS, Alejandro. 2015. Entrevista.

VILLLOBOS, Rocío. 2008. “Archivo de la FECH: Rescate patrimonial de un siglo de juventud”, Proyecto FDI.

VILLALOBOS, Rocío. 2013. Inicios y desarrollo del Archivo FECH.

 

Publicaciones y revistas

Boletín de Medicina. Centro de Estudiantes de Medicina, N° 1 a 12

Enerjía, Revista del Centro de Estudiantes de Ingeniería

Revista del Centro de Estudiantes de Derecho, N° 1

Claridad, N° 8 y N° 11

Claridad N° 161

Revista Juventud N° 10, N° 11 y N° 12-13

 

*Claudio Moisés Ogass Bilbao es Diplomado en Archivística, Universidad Alberto Hurtado y estudiante de Magíster en Historia, Universidad de Chile. Actualmente, Director y Archivero del Archivo de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (AFECH). Ha desarrollado diversas investigaciones sobre la historia de los archivos y documentos en Chile. En ellos, postula su historicidad, enfatizando en la importancia de leer los archivos desde su contexto de producción antes de usarlos como fuentes historiográficas. Además, se ha vinculado a proyectos de rescate de la memoria a través de Archivos Orales y, finalmente, a la puesta en valor del patrimonio documental estudiantil chileno. Conjuntamente, es organizador del Seminario Interdisciplinario sobre Archivos en Chile (SIAC), un evento en que se visibiliza y valora la importancia de los Archivos y los documentos en diferentes contextos de ese país.

 

 

 

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